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abril 14, 2018

Libertad de expresión en el contexto digital


No es casual que Mark Zuckerberg haya tenido que declarar esta semana ante el Congreso de EEUU por el robo de datos personales de usuarios en Facebook. Habla de los nuevos desafíos que enfrenta la libertad de expresión en el contexto digital.

Zuckerberg dijo que tratarán de eliminar cuentas anónimas y de usuarios que engañan y ganan dinero con noticias falsas. Tomará medidas para evitar el robo de datos como el de Cambridge Analytics (CA) que se apoderó de 86 millones cuentas para hacer propaganda encubierta e influenciar procesos electorales. También creará una comisión interdisciplinaria para estudiar los efectos de las redes sociales en la democracia.

Es bueno que Zuckerberg haya asumido que “no hicimos lo suficiente para evitar que estas herramientas se utilizasen también para hacer daño”. Pero pensar que las autocorrecciones de Facebook, Google o Twitter serán suficientes para resolver el problema es lejano a la realidad.

Pero el Congreso de EEUU dejó una imagen errónea. Crucificó a Facebook y amenazó con imponer regulación. Soslayó que la mayoría de los delitos cibernéticos no los comete Facebook, sino que se cometen a través de Facebook. La autorregulación en todo caso puede ser la respuesta para evitar que la privacidad de los usuarios sea vendida y para que cambien los algoritmos para que la publicidad no sea tan invasiva.

Las restricciones, los abusos, las censuras y las campañas de odio y de desprestigio en contra de críticos y opositores muchas veces son cometidos por los gobiernos. También por grupos de poder e ilícitos o en connivencia entre sí.

Sin ir tan lejos, en la vereda de enfrente al Congreso, está el presidente Donald Trump, un experto en el uso de Twitter para atacar y defenestrar a sus críticos. En la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en Medellín, Colombia, se pudo apreciar que las mayores violaciones a la libertad de expresión digital son parte de la estrategia común de gobiernos y de grupos vinculados al poder que usan el internet y las redes sociales para asediar, contragolpear y crear campañas de desprestigio en contra de periodistas, medios de comunicación y ciudadanos críticos en general.

Los gobiernos más avezados en estas lides son los más autoritarios. Cuba y Venezuela han creado una estrategia de férreo control sobre las comunicaciones digitales a través de empresas oficiales monopólicas. Bloquean sitios web nacionales y extranjeros, así como el acceso de periodistas independientes al correo electrónico, hackean cuentas de usuarios en las redes sociales y con información falsa crean campañas de descrédito en contra de disidentes.

En Nicaragua el gobierno tiene una red de cuentas en plataformas digitales para hacer propaganda y contragolpear por críticas en su contra, muy al estilo tradicional, cuando las marchas antigubernamentales en las plazas eran neutralizadas con contramarchas oficialistas.

En países más democráticos como Argentina, Colombia, Ecuador y Brasil, el ambiente también está contaminado por maniobras de desinformación, discursos de odio y acciones difamatorias usualmente anónimas a través de las redes sociales. En otros países como Honduras, Guatemala y El Salvador, gobiernos nacionales y municipales usan botcenters, netcenters y ejércitos de cibermilitantes para atacar a los críticos.

También se han detectado movimientos de ciberactivistas que buscan afectar las elecciones en Brasil, Colombia, México y EEUU, país este último por la que los legisladores atraparon a Zuckerberg, para evitar que los rusos contaminen las elecciones legislativas de noviembre como lo hicieron en las presidenciales de 2016.

Los legisladores de EEUU son ahora responsables. Si crean regulaciones serán imitadas por varios gobiernos del mundo, en especial de América Latina, que ya tienen varios proyectos de ley en la mano para regular el internet.

Facebook y la industria digital deben con urgencia poner lo suyo con estricta autorregulación para no dar excusas innecesarias a los legisladores. Deben censurar los discursos de odio y cuentas anónimas, así sean de la inteligencia rusa o guatemalteca, ya que en nada contribuyen a la libertad de expresión o a aquel lema de uno de los creadores del internet, Vint Cerf, que dijo que debe “ser abierto, sin fronteras y sin regulación”. trottiart@gmail.com

abril 07, 2018

Mejor informados; más polarizados


Hay opciones y acceso a más cosas que en cualquier época, desde alimentos y automóviles a teléfonos inteligentes e información. Pero ni la abundancia nos hace más felices ni la mayor cantidad de información nos hace más equilibrados, sociales y democráticos.

Al contrario. La saturación informativa a la que estamos expuestos, ya sea por lo que consumimos en los medios o lo que compartimos en las redes sociales, nos hace menos moderados y tolerantes; más polarizados.

La polarización no es nueva, pero sí más aguda que antes. Los medios reflejan visiones antagónicas, celebridades contra políticos, funcionarios contra activistas y periodistas contra todos, y el público toma partido, se divide. El fenómeno se vivió esta semana en las calles de Brasilia. Miles, ataviados de verde y amarillo, festejaban que Lula da Silvia terminó en la cárcel por corrupto; e igual cantidad, enfundados en rojo, vitoreaban al líder que rescató a millones de la pobreza.

En EEUU el efecto polarizador es cada vez más acentuado. Se apodera de cualquier debate, desde el racismo a la portación de armas o desde los beneficios o no de la vacunación a si el calentamiento global es o no consecuencia de la contaminación. Los líderes de opinión no ayudan a calmar las aguas. El presidente Donald Trump más bien las agita. Sus discursos, promesas y tuits no dejan opción más que a plegarse o a rebelarse.

Un estudio de Neil Johnson, un científico de la Universidad de Miami, demostró que existe ahora “un estado de polarización pura”, cada vez con menos estadounidenses en el medio de los dos extremos. Y considerando el ecosistema informativo actual, en el que todos buscan generar impacto y así obtener más recompensa social, teme que la brecha continuará en expansión.

Las fake news y Facebook, chivos expiatorios de todos los males en la actualidad, no tienen la culpa de la polarización, aunque sí injerencia indirecta en la ecuación. Los psicólogos sociales explican que la tendencia del ser humano siempre fue a agruparse entre quienes opinan y comparten sentimientos similares. De ahí la virtud de Facebook y de otras redes sociales en la creación de comunidades.

El problema es que no siempre las comunidades actúan en forma virtuosa, degenerando en muchedumbres o masas fáciles de manipular, en especial cuando están expuestas a fuerzas encubiertas como las que usó Cambridge Analityca para influenciar a millones de usuarios para que voten a un candidato sobre otro.

La estrategia de Mark Zuckerberg para resguardar los datos personales es una medida excelente, pero solo recompone el tema de la privacidad de los usuarios. Su otra maniobra, la de cambiar los algoritmos de Facebook para que la gente pueda tener mejores vínculos con familiares, amigos y conocidos y, así, crear comunidades más fuertes, es un tanto preocupante. Comunidades más compactas y focalizadas en sus intereses, pueden derivar en mayor polarización.

Facebook y las redes sociales no están solas en esta jungla de la polarización. Los medios de comunicación también tienen responsabilidad al hacerse eco e incentivar con exageración las posiciones antagónicas. Los trolls de estilo ruso también motivan divisiones al defenestrar a unos y ensalzar a otros, mientras los generadores de spam quedan alucinados cuán fácil es generar ganancias sobre la base de mentiras y noticias sensacionalistas.

Los extremos más pronunciados, empero, los crean los instrumentos de la  democracia: las elecciones. Su cantidad no sería problema si no fuera por la desmedida polarización de los candidatos. Se sacan los ojos para ganar seguidores, para días después, en nombre de la unidad, los abandonan desorientados. A ello se suman los consultores de la imagen y el discurso, que con los mismos utensilios propagandísticos de Goebbels, juegan con las emociones de la polarización, machacando con mentiras y noticias falsas hasta convertirlas en  verdades.

Es positivo que la lucha actual de los gobiernos, el periodismo y los gurús del mundo digital esté enfocada en controlar las noticias falsas para que haya elecciones limpias y mayor confianza pública. Pero no es suficiente. Si se quiere resguardar la democracia, la polarización debe ser el problema prioritario a resolver. trottiart@gmail.com


marzo 24, 2018

El Facebook nuestro de cada día: Los usuarios también somos responsables


La confianza es la mayor víctima tras el robo de datos personales de 50 millones de cuentas en Facebook. Mark Zuckerberg y la ladrona Cambridge Analitycs deben admitir y pagar culpas. Pero los gobiernos, las consultoras y los usuarios también deberían asumir su cuota de responsabilidad.

Zuckerberg es el máximo responsable. Su falta de transparencia derivó en su condena. Salió tarde a dar explicaciones. Supo del robo hace dos años pero esperó a que lo convocaran los parlamentarios de Washington, Londres y Bruselas, siempre hambrientos por regular. Tampoco le ayuda no haber hecho mucho sobre los trolls rusos que bombardearon con noticias falsas a 126 millones de sus usuarios durante las elecciones pasadas.

Los rusos o Cambridge Analytics no son los únicos malos de la película. Todos los gobiernos y políticos durante procesos electorales se amañan con modernas consultoras que hacen gala de su eficiencia para manipular electores en las redes sociales. Muchos gobiernos tienen ejércitos de cibermilitantes que navegan las redes apagando fuegos, críticas y disensos. Las actuales campañas en México y Colombia, así como la anterior de Argentina, están regadas de los mismos pecados sufridos en EEUU, excepto que nadie los transparenta.

El caso Cambridge Analytics tiene gran impacto por la masiva fuerza movilizadora de Facebook, pero no implica que los 50 millones de usuarios de ahora y los 126 millones de antes, a los que se bombardeó con noticias falsas y propaganda encubierta, se hayan tragado el sapo de que el papa Francisco apoyaba a Donald Trump o que Hillary Clinton hizo un pacto con el diablo y los terroristas musulmanes. Facebook tampoco es la única empresa que ha sido afectada por robo de datos. Yahoo, MySpace, eBay, Sony, American Express y muchas otras empresas en el mundo, privadas y públicas, sufrieron robos con efectos aún más perniciosos para los usuarios.

Está claro que la mala praxis de Facebook debe ser reparada de inmediato. Pero no hay que confiar en aquellas personas o movimientos que piden a los usuarios boicotear o eliminar sus cuentas de la red social. Es una petición contra natura que afecta libertad de expresión, tanto como aquellos llamados de Trump a que el público no lea el New York Times, el de Cristina Kirchner contra Clarín o los de Hugo Chávez a apagar Radio Caracas Televisión y CNN en Español. Más que plegarse a esas demandas, habría que investigar quienes están detrás de ellas, ya que gobiernos como los de la inexistente Primavera Árabe, de Rusia, China, Cuba, Venezuela y Nicaragua, por citar algunos, le tienen pavor al empoderamiento de las masas en las nuevas plazas públicas, esas que ahora les resulta difícil controlar.

Los usuarios también tenemos una alta cuota de responsabilidad individual. Es cierto que las redes sociales pueden ser dañinas y crear adicción, razón por la que Tim Cook de Apple se las ha prohibido a su sobrinito y casi toda universidad de prestigio tiene enjundiosos estudios sobre ellas, así como antes sobre la adicción insana a la televisión y los videojuegos.

Ciertamente que en las redes vivimos sometidos a presiones sociales, somos adictos a los likes y a empatizar con aquellos que piensan como nosotros. Pero no podemos culpar a los demás de todos los males a los que estamos expuestos, así sea a Johnny Walker por nuestro alcoholismo, a Marlboro por nuestro tabaquismo o a McDonald’s por nuestra predilección por la comida chatarra. Toda adicción depende de una elección personal.

Facebook ya no es la plácida carretera de campo donde pasar lindas horas. Ahora es una autopista embotellada en la que se debe circular con mucha precaución para evitar accidentes. Si bien en este caso solo 270 mil usuarios de 50 millones habían autorizado el acceso a sus datos para un test psicosomático, Facebook es explícito a lo que nos exponemos cuando navegamos en su red, aunque lamentablemente deja muchas cosas en letra chica.

Más transparencia de Facebook, con más y mejores advertencias, nos ayudaría a los usuarios a tomar mejores decisiones. Sería contraproducente que por esta crisis de confianza perdamos de vista que esta y otras redes sociales empoderan una comunicación más abierta y democrática, o que terminemos por enlodar el clima de libertad de expresión que tanto cuesta conseguir y mantener. trottiart@gmail.com


enero 27, 2018

Facebook, falsedades y el miedo a noviembre

Donald Trump no es el único que se juega la credibilidad y el futuro en las próximas elecciones legislativas de noviembre. Facebook también tiene el desafío de no volver a convertirse en vehículo de los trolls rusos que afectaron las elecciones pasadas con noticias falsas.

En un par de meses, Mark Zuckerberg pasó de negar tajantemente los hechos a admitir que más de 80 mil post con noticias falsas afectaron a 126 millones de usuarios. Este 2018 lo comenzó resuelto a domar el problema. Quiere limpiar Facebook de desinformación, propaganda y discursos de odio para no seguir perdiendo confianza y negocios.

Zuckerberg quiere que los usuarios se involucren en la solución y volver a sus orígenes cuando la red social era una plataforma para compartir entre amigos y no un lugar para consumir información y publicidad. También está contratando más de 10 mil empleados para curar y depurar contenidos, pero, en definitiva, quiere que el usuario sea quien califique las informaciones, las fuentes y medios confiables y bloquee y denuncie las noticias falsas. Preguntará a los usuarios: “¿Reconoce los siguientes sitios?” y “¿Cuánto confía en cada uno de estos dominios?”.

La intención es loable, pero la tarea será titánica y los resultados tal vez no serán tan buenos como él espera. Primero, porque reducir el sensacionalismo y la desinformación, algo tan intrínseco al ser humano como el agua al mar, será difícil de erradicar, máxime en una era digital de saturación informativa. Una nueva encuesta Knight-Gallup, entre 19 mil usuarios, mostró el dilema de los usuarios, a los que les resulta cada vez más arduo distinguir contenidos falsos de entre tantas bocas informativas, muchas de ellas de apariencia confiable.

Confiar en el criterio del usuario tampoco es solución. Los estudios muestran que estos suelen compartir y dar mayor crédito a contenidos más cercanos a sus convicciones, así no sean rigurosos ni precisos. Por ejemplo, si a alguien le agrada Trump, le será más fácil aprobar y compartir contenidos empáticos de la cadena Fox que los del Washington Post, medio de altísima calidad, pero normalmente crítico del Presidente.

La tarea de limpieza será difícil para Facebook porque muchos rumores y contenidos falsos y maliciosos como el bullying y el grooming no provienen de medios, sino son generados por los propios usuarios, tanto en las redes como en los sistemas de mensajería tipo Whatsapp. ¿Será que los amigos se calificarán o descalificarán entre sí?

Tampoco Facebook debería crear animosidad o desconfianza entre usuarios y medios, después de todo, estos son los que dotan de contenido a la red social y empoderan el debate. Más bien, podría pedir a los medios que rotulen sus informaciones como noticias, opiniones o publicidad, para que los usuarios tengan mejor sentido crítico y mayor criterio de consumo.

Más allá del resultado de este experimento de Facebook, que con características similares emprendió Google, lo importante es que el debate sobre noticias falsas ha creado mayor conciencia sobre la verdad y la rigurosidad en la creación de noticias, así como sobre la relevancia del buen Periodismo. Pese a que Trump descalificó de nuevo a la prensa con sus premios a las noticias y medios falsos, prodigándole a CNN y el New York Times varios galardones, el papa Francisco habló de los riesgos y sobre la necesidad de combatir las noticias falsas: “Ninguna desinformación es inocua”, dijo, ya que “una distorsión de la verdad puede tener efectos peligrosos”.

El tema ya es cuestión de Estado. La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente francés, Emannuel Macron, han creado unidades para contrarrestar los efectos de la intromisión de noticias falsas desde el extranjero en los procesos electorales. Y en Alemania, desde el 1 de enero, se imponen multas a la propagación de falsedades, discurso de odio y materiales ilegales en las redes sociales.


Ojalá que en nuestro continente sea suficiente con la autorregulación de Facebook de cara a noviembre y no se impongan regulaciones especiales a las redes sociales y sus contenidos. Siempre se correrá el riesgo de que los gobiernos sobreactúen y se extralimiten en sus funciones, regulando y reduciendo los espacios de libertad de expresión. trottiart@gmail.com

noviembre 05, 2017

Facebook y Google acorraladas por el “rusiagate”

La intromisión de la inteligencia rusa con su propaganda, trolls y post pagados en redes sociales durante la campaña estadounidense con la clara intención de manipular al electorado no solo afectó la credibilidad de las grandes compañías tecnológicas como Facebook, Google y Twitter. También minó la confianza del público y potenció posibles represalias legislativas por parte del Congreso estadounidense.

Aunque todavía falta claridad sobre cómo Washington arremeterá contra la industria, tarde o temprano el cambio llegará. Los legisladores no quieren que las redes censuren contenidos porque podría infringirse la Primera Enmienda, pero tampoco quieren que sigan tan invasivas y dominantes.

La posición de dominio es clara así como el duopolio formado por Facebook y Google, empresas que este año absorberán el 49% de toda la publicidad digital del mundo. Mientras Mark Zuckerberg el miércoles respondía en el Senado sobre la influencia de Facebook en las elecciones, fue informado que tiene 2.1 billones de usuarios y que su ganancia se proyecta en $38 mil millones en este 2017.  Por su parte, Google reportó $3 billones de ingresos entre julio y septiembre.

Aunque en el Congreso todavía existe resistencia para regular al sector, muchos legisladores opinan que el internet y las redes deben tener mayor obligación moral para examinar la información política que se publica, tal como se hace con la pornografía infantil y el terrorismo.

Negada la intromisión por las compañías tecnológicas al principio, admitida luego y confirmada esta semana ante el Congreso, la intrusión fue un duro golpe. Todo un país, ciudadanos, comunicadores y políticos fueron engañados. Y lo peor de todo, a través de las redes sociales y el internet, creaciones que han posicionado a EE.UU. como líder de la industria del conocimiento.

El engaño digital o esta nueva ciberguerra se comparan al efecto sorpresa del ataque terrorista de Setiembre/11 y sus consecuencias. Entonces, los terroristas no solo mataron a más de tres mil civiles inocentes, sino que se burlaron y derribaron el centro de operaciones financiero más importante del planeta. Sin dudas, así como antes, el “rusiagate” digital será un elemento bisagra en la forma que nos comunicamos a partir de ahora.

El contenido propagandístico de los rusos que determinó la (mala) suerte de Hillary Clinton, ya había sido alertado por el FBI. Esta semana solo se confirmaron los hechos cuando las compañías admitieron, aunque un poco a destiempo, que los trolls rusos llegaron a 126 millones de usuarios en EE.UU. y que se usaron más de 2.700 cuentas en Twitter para distribuir noticias falsas y miles de videos por YouTube y Google.

El “rusiagate”, más allá de desenmascarar que Vladimir Putin estuvo detrás del hackeo de correos del Partido Demócrata, desencadenando el arresto de Paul Manafort, exdirector de la campaña de Donald Trump y los eternos desmentidos del Presidente, demuestra que Facebook y Google no solo son canales de distribución de noticias, como ellos quieren ser identificados. Son espacios donde se pueden crear y promover hechos falsos, por lo que les caben responsabilidades como asumen los medios tradicionales.

Las tecnológicas han demostrado que implementan buenas prácticas de autorregulación, pero no parecen ser suficientes para el Congreso. Un nuevo proyecto de ley sobre anuncios políticos les obliga a ser más transparentes con avisos de más de $500. Deberán desclasificar el nombre del comprador, a quienes va dirigido, el costo, el tiempo de duración y mantener un banco de datos histórico con toda la información.
Con o sin regulaciones, lo cierto es que nadie quiere vuelva a ocurrir la intromisión rusa que influenció el destino del país. Se trata de una modalidad de guerra sin armas convencionales, en la que una potencia extranjera manipula a otra usando sus propios métodos. Los escudos para la ciberguerra estaban preparados para detener robos de identidad, intromisión en grillas eléctricas o en sistemas nucleares, pero no para atajar propaganda y noticias falsas a través de las redes y los buscadores de internet.


Ojalá la legislación futura ponga énfasis en temas de publicidad política y no se entrometa en temas informativos que pudieran entorpecer la libertad de expresión. trottiart@gmail.com

diciembre 31, 2016

2016: Del Chapo a Rubí; la adultez de las redes

Crescendo Ibarra invitó a los dos mil pobladores de La Joya a la fiesta de 15 de su hija Rubí, celebrada el lunes después de Navidad. Terminó dando de comer a más de 30 mil almas, aunque se libró de 1.3 millones que aceptó su invitación.

No fue un error de cálculo. Resultó que su mensaje, “quedan todos cordialmente invitados”, se viralizó por YouTube y Facebook. En un santiamén, Rubí pasó de  humilde paisana mexicana a titilar más que una estrella hollywoodense. Apareció en Le Monde y New York Times. Algunas aerolíneas dieron descuentos para llegar al lugar. Otras empresas regalaron la torta y el confeti. Varias bandas de corridos rogaron por cantar en la fiesta.

El sueño parecía cumplido, pero también fue pesadilla. Las parodias y memes no faltaron. Famosos, sociólogos y críticos del montón aturdieron a la familia que hubiera preferido una fiesta más íntima para Rubí.

El año terminó con esa realidad exagerada; y también había empezado así. En enero, el Chapo Guzmán, pese a ser el narcotraficante más buscado del planeta, se convirtió en héroe de historieta. La gente se rindió a sus pies ante su astucia por escapar por un túnel que ya inspiró varias películas. Y los carteles reclutaron más adolescentes, engañados por el mito de una vida fácil y exuberante.

Pese a que ambos hechos estaban en las antípodas del bien y del mal, las redes sociales los convirtieron por igual en un espejismo de la realidad. Es que su poder de transformar, amplificar, deformar y contagiar se agiganta a cada día.

La omnipresencia de las redes como generadoras de conversación pública, algo que antes monopolizaban los medios tradicionales, se fortaleció en 2016. Esa consolidación, su paso de la pubertad a la adultez, no solo se debió a la mayor penetración tecnológica del internet, sino a las batallas que estas empresas debieron librar.

El mayor de los golpes lo recibieron tras las elecciones presidenciales que ganó Donald Trump. Por primera vez, las empresas propietarias de redes sociales debieron admitir su responsabilidad como generadoras activas de conversación, desde que siempre se autodefinían como simples medios de distribución de información posteada por los usuarios.

El primero en admitirlo fue el dueño de Facebook, Mark Zuckerberg. Después de resistirse por semanas, concedió que su red social es un agente activo y no una simple plataforma pasiva por donde transcurre sin pena ni gloria la conversación. Tras los ataques por haber servido de canal para la propalación de noticias falsas, reaccionó contratando editores, más subjetivos pero más confiables que sus algoritmos y bots, para diferenciar mejor lo falso de lo verdadero.

Además de esa estrategia ética y editorial, también debió defenderse de ataques legales. Hace unos días, los familiares de las 49 víctimas masacradas en junio en un bar de Orlando, demandaron a Facebook, Twitter y Google bajo el argumento de que dieron apoyo material al terrorismo internacional, al permitir la distribución de propaganda del Estado Islámico, el grupo terrorista invocado por el agresor.

La demanda difícilmente prosperará. Primero, porque estas empresas hace rato que de motu propio, vienen desarrollando sistemas complejos para evitar que los grupos terroristas recluten sicarios y recauden fondos. Y también, porque los jueces estadounidenses necesitan pruebas contundentes e individuales para censurar el beneficio social que acarrea la libertad de expresión, especialmente en internet.

De todos modos, desde una óptica objetiva, las redes sociales no son otra cosa que la caja de resonancia de la conducta humana, plagada indistintamente de valores y de vicios. Así como algunos las utilizan para exagerar, mentir y delinquir, otros las usan para abrazar causas positivas, ya sea distribuyendo verdades, pensamientos altruistas o apoyando campañas como las de #NiUnaMenos o #BlackLivesMatter.

Esta dualidad entre lo negativo y lo positivo, remarcada sin distinción por la idolatría al Chapo y a Rubí, se acentuará en este 2017. No será por alguna razón específica, simplemente porque las redes sociales, las que existen y las que se inventarán, se han afirmado como el nuevo foro de comunicación donde viven, se palpa y contagian los conflictos. trottiart@gmail.com


noviembre 27, 2016

Trump: Celebridades y Falsedades

El triunfo de Donald Trump sigue cosechando críticas. Se dice, con algo de razón, que las grandes mentiras que circularon por Facebook y otras redes sociales le dieron la Presidencia.

Es probable que las noticias falsas que muchos creyeron verídicas - que estaba ganando el voto popular y que el papa Francisco lo respaldaba - hayan influido, pero de ahí a que le hubieran dado la victoria es una hipótesis desproporcionada.

Sin dudas que Trump fue aupado en las redes. El académico Pablo Bockowsky, mucho antes del día de las elecciones, advertía que Trump tenía una ventaja de 27 a 1 sobre Hillary en algunas redes, en donde a ella se le descalificaba por representar la continuidad del establishment.

Creo que lo que se reafirmó con Trump fue el “efecto celebridad”, el magnetismo de la gente por alguien que representa los sueños reales de fama y dinero a futuro, y que puede decir o hacer cualquier cosa sin los prejuicios sociales que maniatan al resto de la sociedad. Esto, antes reservado a los periódicos sensacionalistas, a programas de chismes y telenovelas, en donde la protagonista subyugada saltaba de pobre y humilde a rica y famosa en un par de capítulos, está ahora amplificado por las redes sociales.

De ahí que el trasero de Kim Kradashian o las payasadas de Justin Bieber tengan más seguidores que el filántropo Bill Gates. Y que el slogan “trumpista” de El Aprendiz, “You’re fired” (estás despedido) o fanfarronadas como aquellas de Mohamed Ali, “soy el más grande” o las de Floyd Mayweather contando su plata en público, sean más potentes que “el tuve un sueño” de Martin Luther King. La superficialidad siempre tendrá más adeptos y seguidores, solo basta con la lista de las personas a las que esta semana el presidente Barack Obama condecoró con la Medalla de la Libertad, la distinción civil más alta del país: Diana Ross, Michael Jordan, Tom Hanks, Robert Redford, Ellen DeGeneres y Robert de Niro, entre otras personalidades que la prensa ni siquiera mencionó.

Tampoco se puede salvar la responsabilidad de las redes sociales, como trató de hacer Mark Zuckerberg de Facebook, que no cree que las noticias falsas influyeron negativamente en las elecciones. Si bien las redes han servido para democratizar la comunicación e incentivar movimientos democratizadores como el de la Primavera Árabe, también han servido para amplificar las falsedades, los engaños e incentivar todo tipo de delincuencia, como la pornografía infantil, la trata de personas, el narcotráfico y el terrorismo.

También, en muchos casos, más allá del narcisismo de las selfies, las fotos de comidas, bebidas y viajes, las frases de autoayuda, los indeseables tag y shares, y el sarcasmo político, las redes sociales y los comentarios debajo de las noticias, se están trasformando en cloacas nauseabundas en las que el acoso, el bullying y los insultos, están provocando distanciamientos y, en muchos casos, alejamiento y autocensura.

Las redes sociales como Facebook y los buscadores como Google no pueden hacerse los desentendidos, algo que luego entendió Zuckerberg. Como responsables de plataformas de comunicación, así como los medios tradicionales lo hicieron siempre, tienen que establecer reglas de juego claras. Fue una buena medida que de inmediato, Facebook y Google, mediante nuevos algoritmos y formatos hayan decidido vetar todo tipo de publicidad en páginas de noticias falsas, con la idea de ahogar financieramente a ese tipo de fechoría.

Si bien antes tomaron medidas para combatir la propagación de la pornografía infantil o que los terroristas puedan reclutar mercenarios, deben ahora hacer más, para que las mentiras no se popularicen como verdades. Zuckerberg que esta semana, está adaptando Facebook a la censura del gobierno de China para entrar en ese mercado, es obvio que tiene los mecanismos técnicos y humanos para imponer mejoras, así como Google está implementando el “Proyecto Trust” (confianza) y “Local News”, para etiquetar y diferenciar todas las fuentes de noticias fidedignas por sobre las falsas.


Twitter en la cuerda floja, así como antes My Space, demuestra que la salud de las redes no solo depende de la tecnología la expansión de sus mercados, sino también de la credibilidad y la confianza de los usuarios. trottiart@gmail.com

abril 23, 2016

Elecciones, dólares y audiencias

Las nuevas tecnologías están acelerando nuestros tiempos y espacios. La política también esta siendo modificada. Las actuales elecciones presidenciales de EEUU son ejemplo palpable.

Google, Facebook, Apple y otras empresas tecnológicas están invirtiendo tiempo y dinero – y haciendo sentir sus audiencias - para influir sobre quien será el nuevo inquilino de la Casa Blanca, crear nuevas leyes en el Congreso y desafiar a los jueces para que resuelvan conflictos del mundo digital, como el derecho al olvido, hasta hace poco inexistentes.

Los cambios son de forma y fondo. Facebook con Live y Google a través de youTube, las dos compañías con mayor influencia de lobby en Washington, han lanzado sistemas de trasmisión de video de realidad virtual y en 360 grados que alterará la forma en que apreciamos la realidad. El usuario ya puede estar a miles de kilómetros de distancia pero palmo a palmo con el candidato en su campaña, así como un cirujano podrá operar en un quirófano remoto, un usuario en Ushuaia cantar al lado de Mick Jagger en La Habana o sentarse con Iniesta en el Camp Nou hasta que salte a la cancha con la Pulga.

Las campañas políticas también sienten el cambio. Hillary Clinton, Donald Trump o Bernie Sanders ya no se afanan por las mejores prácticas en redes sociales que usó Barack Obama para ganar en 2012. Ahora prefieren mirar a Silicon Valley y aprender de la nueva generación, chicos de 16 a 20 años, que conversan en redes mas nuevas como Snapchat, habiendo dejado a Twitter e Instagram en la prehistoria.

El miedo a perder las audiencias mas jóvenes es lo que impulsa la creatividad y la cultura de cambio de Facebook. Se ha convertido en el lugar preferido para el activismo político y Mark Zuckerberg, reconociendo la falta de contenido, ha creado Instant Articles, que permite a los medios tradicionales descargar sus noticias para que el usuario no quiera salir de Facebook. Zuckerberg, de 31 años y con dos billones de usuarios, se ha convertido en el mas influyente en Washington, comparable a lo que antes eran Ted Turner de CNN, Katherine Graham del Washington Post o los Rockfeller y los Ford.

En su reciente delineación de objetivos para los próximos 10 años, Zuckerberg aprovechó a tirar un viandazo. En alusión a Trump, el candidato menos querido por Silicon Valley por su delirio contra los inmigrantes mexicanos, Zuckerberg tiró: “Escucho voces llenas de miedo que llaman a construir muros”.

Es que Facebook y su equipo de lobby FWD pro inmigración tratan de influir para que el gobierno libere mas visas para trabajadores especializados, especialmente de los “tigres asiáticos”, países insuperables en la enseñanza de ciencias y matemáticas. Las tecnológicas también influyen en temas espinosos confrontando a Obama, entre estos, ciberseguridad, encriptación de contenidos, privacidad, patentes, neutralidad en la web y otros, que el Presidente ha supeditado a la lucha contra el terrorismo.

Mas allá de los forcejeos, Washington mira a Silicon Valley como aliado. No solo los emprendedores digitales y sus millones son la savia de la política, sino que aquel que aspire a político debe pasar por alguna empresa digital para aprender el nuevo ecosistema, de la misma forma que antes buscaba pasantías en bufetes y en oficinas de congresistas en Washington.

Los políticos saben que sin electores no tienen poder y por eso cortejan a estos nuevos magnates digitales, cuyo dominio radica en las masivas audiencias que representan y sus donaciones de campaña. El izquierdista Sanders, sin muchas chances ante Hillary, es inexplicablemente quien mas ha cosechado de parte de Google, Microsoft, Apple y Amazon, tal vez porque obedecen a sus audiencias de jóvenes que prefieren un discurso menos tradicional y mas combativo.


Nadie puede predecir quien ganará las elecciones en noviembre. Pero tampoco nadie puede desconocer que estas empresas juegan un papel cada vez mas relevante en la política. Tienen, además, la ventaja de que ningún político les puede hacer frente, ya que además de dólares y audiencias, potencian el respetado derecho constitucional a la libertad de expresión. Y si alguien intenta aplicarles leyes restrictivas, las nuevas tecnologías se encargan de hacerlas obsoletas al instante. trottiart@gmail.com

febrero 28, 2016

Evoluciones paralelas a distinta velocidad: Tecnología e intimidad o FBI vs. Apple

La evolución de las nuevas tecnologías, las leyes que las regulan y la adaptación del comportamiento humano a ellas viajan en vías paralelas, pero a distintas velocidades, causando conflictos.

Así quedó en evidencia esta semana con los vertiginosos avances que mostraron los gurús de la tecnología en el Congreso Mundial de Móviles en Barcelona y la riesgosa disputa entre el FBI y Apple en Washington por los derechos y deberes en la órbita de la comunicación digital.

En Barcelona los innovadores sintieron tocar el cielo con las manos. Presentaron teléfonos móviles casi indestructibles, con capacidad para realidad virtual y videos en 360 grados en redes 5G, mientras que el nuevo “profeta”, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, anunció “conexión para todo el mundo”, mediante un sistema de drones en la estratósfera, que permitirá que 1.700 millones de personas tengan por fin acceso a internet.

La disputa entre el FBI y Apple es más terrenal. Se disputan si es más importante que el gobierno defienda a la ciudadanía ante posibles ataques que los terroristas organizan desde la web o que las empresas ayuden a los usuarios a proteger sus datos personales y comunicaciones por internet. El dilema entre estos dos principios - seguridad nacional y derecho a la intimidad – no es de fácil solución y, sin prudencia y sabiduría, se corre el riesgo de que se promulguen leyes que terminen inhibiendo la innovación tecnológica y restringiendo la privacidad y libertad de expresión.

El FBI pidió que Apple desarrolle un sistema operativo capaz de desbloquear el iPhone del terrorista que mató a 14 personas en San Bernardino en diciembre pasado. El objetivo es saber si Rizwan Farook contó con apoyo y cómplices. El contenido del teléfono es clave, por cuanto semanas antes del atentado lo desconectó de la nube, tras dejar loas al Estado Islámico en su perfil de Facebook.

Apple también está sólido en su posición. Pidió anular la orden de un juez que le pidió colaborar con las autoridades. Tim Cook, el presidente de Apple, que fue acusado por el FBI de negarse a colaborar por anteponer el marketing y su modelo de negocio a la seguridad de los ciudadanos, considera que el gobierno está empecinado en un juego peligroso.

Argumenta que un sistema operativo que permita violar los códigos de seguridad y la encriptación de su propio iPhone, podría ser aprovechado por las autoridades para violentar la privacidad de los ciudadanos, asunto que todavía está en la memoria colectiva, desde que Edward Snowden demostró que el Gobierno espiaba las comunicaciones digitales de cualquiera.

Ante el embate, el director del FBI, James Comey, reconoció que el Gobierno está ante “uno de los dilemas más fuertes” de todos los tiempos. No es para menos. El nuevo sistema o “puerta trasera” que Apple debería crear para debilitar la seguridad del iPhone, tarde o temprano, podría convertirse en una ventana que aprovecharían los hackers y terroristas, así como gobiernos autoritarios ávidos por mejores formas para controlar a los ciudadanos y censurar sus libertades.

Si bien la discusión tiene la fortaleza de los argumentos de cada parte, su debilidad radica en el contexto. Si ocurre un nuevo ataque terrorista de envergadura puede hacer que el público, ahora a favor de Apple según las encuestas, cambie de opinión y acepte nuevas leyes que limiten las libertades, así como sucedió con la controversial Ley Patriótica después de Setiembre 11.

También pudiera ocurrir que los jueces, sin reglas nuevas en el contexto digital, apliquen otras obsoletas sobre terrorismo dándole un mordisco más a Apple. Dadas las condiciones, la empresa prevé que su mejor alternativa es llegar ante la Corte Suprema, tradicionalmente más amiga de las libertades que de las restricciones. Sin embargo el viaje puede ser largo y tortuoso, y en el camino se le podría ordenar que abandone sus planes actuales de hacer más inviolable el sistema operativo del iPhone.

La mejor opción, según el consenso de los últimos días, es que el Congreso forme una comisión de expertos tecnológicos y legales. La intención es crear el mejor entorno para conciliar la tecnología con el deber del Estado a brindar seguridad ciudadana y respetar el derecho a la privacidad. Aparenta ser la única salida. 

agosto 03, 2015

Cinco libertades importantes

Ojalá todos pudieran visitar el Newseum o museo de las noticias en Washington, aunque sea una vez en la vida. Para los políticos, sin embargo, y para quienes aspiran a un cargo público, la visita debería ser obligatoria.

Como parte de una delegación internacional de la Sociedad Interamericana de Prensa que se destacó esta semana ante el Congreso estadounidense, no pude evadir la tentación. Por sexta vez cumplí con el rito de pasar por el Newseum a recargar las baterías y constatar cuán imprescindible es la comunicación sin censura para construir democracia.

Es uno de los pocos museos privados de la ciudad. Está ubicado entre la Casa Blanca y el Capitolio, por la avenida Pennsylvania, a pocas cuadras de la Corte Suprema. Representa el cuarto símbolo del equilibrio democrático, el de watchdog o contrapoder que ejerce la prensa ante los poderes del Estado.

No es solo un rejunte de trastes viejos – papiros, grilletes de esclavos, el primer satélite o las fotografías Pulitzer - sino un espacio didáctico e interactivo para crear conciencia sobre las cinco libertades de la Primera Enmienda constitucional. Cinco libertades – de religión, de prensa, de expresión, de reunión y de petición - que no se enmarcan como derechos ciudadanos, sino como deberes del gobierno, al que se le prohíbe transgredirlas o censurarlas mediante leyes o acciones directas.

Es una muestra de cómo el periodismo libre, muchas veces antagónico y fiscalizador y, otras veces, pusilánime y vacilante, refleja los grandes acontecimientos de la historia provocando profundos cambios sociales, desde la abolición de la esclavitud a la caída del muro de Berlín o desde la revolución causada por la imprenta de Gutemberg hasta la de Facebook de Zuckerberg.

El Newseum exalta la importancia del libre flujo de la información, ya sea mediante el periodismo incisivo y entrometido o a través de redes sociales contagiosas y virales, y de cómo todos vamos cambiando percepciones y decisiones.

Muestra como en 1965, con 2.213 soldados muertos, solo el 24% de los estadounidenses se oponía a la guerra de Vietnam; mientras que en 1973, con 58.220 muertes la decisión de terminarla fue inminente. En la actualidad, resalta la polarización detrás de la decisión de prohibir el uso de la bandera confederada tras la masacre de nueve afroamericanos en Charleston, si está bien que los policías usen cámaras en sus uniformes como disuasivo para que no maltraten a los detenidos o si es válido que el público trate de hacer justicia por sus propias manos ciberacosando al dentista Palmer que mató el león Cecil en Zimbabue.

Desde mi percepción, lo más relevante del museo es que retrata el alto grado de autocrítica que tiene el periodismo estadounidense y la capacidad de la clase dirigente a tolerar la crítica y la burla sin tomar represalias. Posiciones distintas que se observa en otros países menos propensos al diálogo y al debate, donde existen presidentes como Rafael Correa que persiguen a sus críticos y caricaturistas.

Visitar el Newseum sirve para aprender a distinguir libertad de opresión, información de censura, y para exigir a los gobiernos que respeten esas cinco libertades. En nuestra visita posterior al Congreso, cuando los legisladores esperaban una andanada de críticas a otros países, también debieron escuchar lo suyo. ¿O es que acaso puede el gobierno de Barack Obama sellar un acuerdo con Cuba y reabrir embajadas, sin que se le reclame a los hermanos Castro que dejen de oprimir esas cinco libertades?

Claudio Paolillo, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP, pidió a los legisladores que el tema de las libertades de prensa y expresión no quede ausente de la nueva agenda bilateral y que se le exija al régimen castrista la liberación de los tres periodistas cubanos todavía encarcelados. Pidió, además, que impulsen el cumplimiento de la Carta Interamericana Democrática en todas las reuniones intergubernamentales, un documento que manda a los gobiernos de la OEA respetar la libertad de prensa para construir democracia.

Así como esa Carta, el Newseum enseña que la libertad no es un concepto abstracto, sino una disciplina y deber que requiere compromiso y práctica; algo que muchos líderes y futuros dirigentes todavía no tienen incorporado. 
La torre de comuniciación de una de las torres gemelas derribadas en 2001 en Nueva York, en uno de los sitios más destacados del Newseum en Washington.

agosto 04, 2014

El "Me gusta" de Facebook

El “me gusta” se convirtió en la calificación más frecuente y decisiva con la que manifestamos nuestras emociones. La experiencia en Facebook revolucionó la forma en que percibimos la realidad y creó nuevas formas de expresión.

Todo (o casi todo) pasa por Facebook. Desde la campaña de solidaridad para que Helenita acceda a un trasplante de médula ósea, pasando por la masiva admiración femenina por el pintón ladrón californiano Jeremy Meeks o hasta el asesinato de la mexicana Lucila Reyes Villanueva que su yerno confesó a sus amigos.

La gente prefiere buscar noticias en Facebook, lo que obliga a los medios a incluir y adaptar sus contenidos para existir. A las marcas ya no les basta con hacer publicidad; saben que el poder no está en lo que comunican, sino en los comentarios de los usuarios. Una frase negativa que se haga viral puede destruir cualquier reputación, de ahí el celo de Coca Cola para monitorear los comentarios en las redes sociales y actuar previendo incendios.

Mark Zuckerberg, más allá de la ambición por aumentar la conexión global para reducir la pobreza y la desigualdad, siempre experimenta con su red social buscando que el usuario tenga una experiencia personal, exprese su identidad y se enganche con contenidos positivos (por eso no existe el “no me gusta”). El problema es que muchas veces se excede y debe recapitular.

Hace días fue blanco de una crítica severa por parte de las universidades. La polémica se generó luego que una revista científica publicó los resultados de un experimento en 2012 sobre conducta humana entre 700 mil usuarios. Facebook pudo conocer el alto nivel de contagio que generan los comentarios positivos o negativos en el estado anímico de los usuarios, y ver si ello conlleva a que la gente esté más o menos activa en esa plataforma.

El problema no fue el resultado – se hicieron varios estudios sobre cómo el suicidio se contagió en Suecia y Japón a través de las redes sociales – sino que Facebook no haya avisado sobre el experimento, tomando a los usuarios como conejillos de india.

De nada sirvió la defensa original de sus ejecutivos. Dijeron que en el acuerdo que firma quien registra una cuenta, se indica la posibilidad de estudios para entender mejor a los usuarios y así mejorar la experiencia en la red social. También es evidente, que Facebook no dice todo, ya que usa comercialmente esa información. Al saber mejor qué hace, cómo vive y qué preferencias tiene cada usuario, cambia algoritmos, dándole información a las marcas para que hagan publicidad más efectiva y haciendo que los usuarios paguen si quieren que sus posts lleguen a todos sus amigos y seguidores.

La crítica más vigorosa contra Facebook es que no toma los recaudos que tienen las universidades, que cada vez que hacen experimentos sobre conducta humana deben pasar por protocolos bien estrictos sobre metodología, ser autorizadas por consejos de expertos calificados y tener mucha transparencia.

El celo por la actitud de Facebook, tal vez sobredimensionado por los medios, es que esta red social, junto a otros monstruos del internet, como Google, Yahoo! o Apple, ha violado la privacidad, después de comprobarse que brindó información sobre los usuarios al gobierno de Barack Obama, en el contexto de la lucha anti terrorista y la seguridad nacional.

En defensa de Facebook, vale decir que en marketing siempre se están haciendo sondeos sobre preferencias de la gente, por lo que es difícil delimitar esa línea divisoria entre el bien y el mal. Máxime cuando la información sirve para incorporarse a las nuevas tecnologías y mejorar cómo vivimos. Por ejemplo, con sensores en pulseras, cintos o zapatillas, que miden la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea o los niveles de azúcar y que, en el futuro mediato, podrán calcular el nivel de depresión, el estado anímico o la autoestima.

Puede que la mala publicidad empuje a más jóvenes a emigrar a otras plataformas, aunque Facebook no desaparecerá, tiene más habitantes que China, su Instagram superó los 200 millones y su Whatsapp crece un millón de usuarios al día. Sin embargo, lo más interesante de la polémica, es que sepa - así como otras redes sociales – que también es vigilada y que existen límites cuando trata de jugar con las emociones y sentimientos de los usuarios. 

julio 28, 2014

Internet, leyes y sus desafíos a futuro

Navegar gratuita y libremente por la web fue posible gracias a un mundo digital  que hasta ahora había pasado inadvertido para los legisladores. Pronto cambiará. Los gobiernos están más ávidos y confiados de poder domar a ese "potro salvaje", como llama al internet el restrictivo gobierno cubano.

Por eso el presidente de Google, Eric Schimidt, visitó Cuba en julio, así como Corea del Norte, pregonando las bondades del internet para el crecimiento económico y la innovación, debilidades de los gobiernos más autoritarios. Schimidt está tratando de neutralizar la predisposición de gobiernos y legisladores, de cualquier tendencia, que pretenden controlar y vigilar el internet y la información, con la intención de manipular las voluntades de los ciudadanos.

Aunque existe optimismo sobre los beneficios del internet para el desarrollo humano, un nuevo estudio del Pew Research Center de EE.UU., ve con  pesimismo la vida digital en 2025. El informe señala que el internet será menos abierto y más restrictivo, debido a las trabas y la censura que promoverán los gobiernos por cuestiones políticas, a que prevalecerán los intereses económicos de los proveedores de servicios y a que los usuarios resguardarán cada vez más su privacidad.

No hace falta ir al 2025 para ver esa realidad. La tendencia ya comenzó y parece irreversible. No solo Cuba o China filtran, bloquean y controlan el contenido por internet, sino también en sociedades más libres, como en EE.UU., este sirve para espiar a los ciudadanos.

En México los temores de un internet restrictivo se hicieron evidentes en la actual reforma de la Ley de Telecomunicaciones. La nueva ley, de ser aprobada, aunque tiene como positivo la erradicación de prácticas monopólicas de las empresas telefónicas y de servicios de internet, permitirá a esas compañías rastrear a los usuarios y suministrar datos sobre ellos sin necesidad de una orden judicial. Las autoridades también les podrán solicitar el corte de los servicios de telefonía móvil cuando lo crean oportuno para interrumpir, por ejemplo, la organización de manifestaciones públicas, práctica que utilizó el gobierno de Egipto para bloquear las protestas prodemocráticas durante la Primavera Árabe.

La ley mexicana también derrumba el concepto de neutralidad de la web. Las compañías que ofrecen servicios de internet podrán cobrar precios diferenciados a los usuarios según el tipo de velocidad de descarga que requieran. Esto generará servicios más caros que terminarán dificultando el acceso de los más pobres, borrando los objetivos más nobles sobre que un internet abierto, libre y barato ayuda al crecimiento y a la economía mundial. Justamente un estudio reciente de la firma Deloite estableció que una mayor conexión digital en países en desarrollo crearía 140 millones de trabajos y sacaría a 160 millones de personas de la pobreza.

Este es el tipo de visión que persigue el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que junto a Google cabildea en contra de la posibilidad de que la Agencia Federal de Comunicaciones de EE.UU. permita eliminar el requisito de neutralidad. Si prevalece esa postura, se creará un efecto dominó negativo en países de la Unión Europea, Chile y Brasil, donde la neutralidad está protegida por ley.

Zuckerberg tiene los pies en la tierra. No cree en el optimismo exagerado de aquellos que ven a la telefonía móvil como la panacea para conectar a todo el mundo y expandir el conocimiento y las economías. Cree que el servicio es exageradamente caro. No concibe que un usuario deba pagar un promedio de dos mil dólares al año para tener un teléfono inteligente y servicio de internet. El desafío, según él, es crear mejores tecnologías de telecomunicaciones que le permitan a las empresas proveedoras ganar dinero, pero, a la vez, dar servicios de conexión más baratos y mejores.

Justamente este sábado, en el Parlatino, el gobierno de Ecuador presentó un proyecto de ley de comunicación para toda América Latina que, a semejanza de la propia, servirá para censurar y perseguir contenidos, no solo de los medios, sino también los que los usuarios buscan, comparten y difunden en internet y en las redes sociales. La tendencia a la censura es irreversible y combatirla es nuestro nuevo desafío. 

septiembre 01, 2013

Conectividad, el gran desafío

Pese a la no siempre buena y rápida conexión a internet, somos afortunados. Formamos parte de la tercera parte de la población mundial - 2.700 millones de personas – que tiene acceso a la red y, con suerte, poseemos teléfonos inteligentes y vivimos en áreas con servicio de datos de alta velocidad.

El resto, 5.000 millones de personas, ni siquiera tiene computadora ni teléfonos móviles o vive con acceso a servicios de telefonía e internet limitados y costosísimos o en países con gobiernos opresores que restringen la navegación.

Esa brecha digital es hoy la que genera mayor disparidad económica entre las sociedades. En una época en que la economía de un país ya no se mide por sus recursos económicos sino por como administra la educación y el conocimiento, la conectividad se transforma en factor clave del desarrollo.

El desafío de reducir esa brecha en el mundo es titánico, si se considera que hasta existe dentro de países ricos como EE.UU., donde el 30% de los hogares no utiliza internet por altos costos y que aquellos que más lo usan suelen ganar más de 50 mil dólares al año y tener estudios universitarios, según un informe reciente del Ministerio de Comercio.

El creador de Facebook, Mark Zuckerberg, asumió el desafío anunciando la creación de un consorcio con los fabricantes de telefonía móvil Ericsson, Nokia y Samsung, el buscador Opera y los proveedores de servicios en redes MediaTek y Qualcomm. La nueva compañía, Internet.org, tiene como misión hacer más barato el acceso y la distribución de datos, crear nuevas infraestructuras de comunicación digital y fabricar teléfonos móviles de bajo costo, sin sacrificar la conexión.

Propone que la gente pueda conectarse a servicios de internet a través de móviles regulares, no inteligentes, algo que experimenta en varios países de África con su proyecto Facebook Zero, donde ya se duplicó el nivel de conexión. Internet.org no es el único proyecto en este sentido. Microsoft formó una alianza con otras 23 empresas de tecnología inalámbrica, mientras tanto, Google lanzó el “Proyecto Loon”, un experimento para dar mayor conexión en áreas remotas mediante globos aerostáticos.

Aunque los críticos consideren que estas empresas estén detrás de su beneficio, la búsqueda por cerrar la brecha digital ensanchando la conectividad, redundará en beneficios para todos. Según Zuckerberg, al reducir el costo de distribución de datos, calculado en 100 veces superior a lo que debería ser, los usuarios no serán castigados con planes mensuales de descargas de datos que son más caros que los propios dispositivos móviles y computadoras.

Zuckerberg propone que se fabriquen teléfonos más simples, que las aplicaciones usen menos descarga de datos y memoria, y que haya un acuerdo para ofrecer un servicio de internet básico y gratuito, solo de texto sin fotos, videos o música, para que se beneficien las comunidades más pobres del mundo.

Alcanzar esta propuesta de apariencia tan loable como simple, es complicado. Los retos son grandes tanto a nivel económico y técnico como político. En muchos países la infraestructura de comunicación es tan deficiente como el sistema de carreteras, la banda ancha es inexistente o no tiene prioridad, los gobiernos imponen costos desorbitados por licencias de operación y prefieren que el internet no sea asequible para todos como método de control.

Además, a esto hay que sumarle que los usuarios están más cuidadosos y escépticos sobre los beneficios de navegar el internet, por temas relacionados a espionaje gubernamental y pérdida de la privacidad. Las denuncias del ex contratista estadounidense Edward Snowden expusieron el masivo esquema de vigilancia del gobierno de EE.UU. sobre la red, mientras que los informes recientes de transparencia de compañías como Facebook, Google y Twitter, mostraron que todos los gobiernos, incluidos los latinoamericanos, investigan y exigen datos sobre los usuarios.

Más allá de los avatares políticos que conlleva cualquier actividad humana y de los beneficios para las empresas, lo cierto es que vivimos en una época de profunda transformación económica marcada por la industria del conocimiento, en la que el ahora reconocido derecho humano a la conectividad al internet, se vislumbra como factor prioritario para el progreso. 

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...