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junio 25, 2016

Requisito democrático: Noticias rentables

Las tendencias de consumo en EEUU tarde o temprano se expanden por América Latina, desde las modas y la comida chatarra hasta el entretenimiento y las formas de leer las noticias.

Los medios de comunicación no son ajenos a ellas. El informe del Pew Center sobre el Estado de la Prensa en 2016 no augura la desaparición de los periódicos, radios y televisión, pero les aconseja cambios profundos para sobrevivir. Deben abrazar a sus audiencias, entender sus hábitos y probar nuevos formatos para distribuir información.

El estudio no dice lo obvio: Sin calidad periodística y medios rentables, la sociedad y la democracia serán superficiales y más débiles. Lo que sí se desprende del informe es que no es suficiente con crear buenos contenidos. Hay que saber distribuirlos y usar formatos más interactivos y atractivos para encantar al público.

Los cambios en el consumo son generacionales; no hay vuelta atrás. Los jóvenes prefieren interactuar en Facebook, chatear en Whatsapp y ver videos en YouTube o Snapchat, a consumir noticias pasivamente en los medios. Y esta experiencia ocurre cada vez más en los teléfonos móviles, tendencia confirmada por la publicidad, donde ha crecido más de un 65% en 2015.

El problema es que los cambios de hábitos en el consumo son vertiginosos, no así la adaptación a estos de parte de las empresas periodísticas. Esa falta de sincronía se observa en los medios tradicionales estadounidenses, algo que en América Latina podría agravarse debido a la retracción de la publicidad como consecuencia de la recesión económica que se experimenta.

Los diarios estadounidenses son los más complicados. Arrastran una tendencia a la baja desde hace una década. En 2015 su circulación en papel cayó un 7% y sus ingresos por publicidad un 8%. Obligados por la situación, despiden periodistas y se achican, pero pierden calidad y lectores, debilitándose ante sus anunciantes que eligen otros medios. Para detener el círculo vicioso, abandonan el papel, pero sus versiones digitales, fuertes en penetración pero débiles en ingresos, son parches que no detienen la hemorragia.

Para colmo de males, la competencia es muy desleal. Google, Facebook, Microsoft, Yahoo y Twitter no gastan un centavo en fabricar contenidos, los chupan de los medios tradicionales y de sus propios usuarios, utilizándolos como excelentes vehículos publicitarios para alcanzar a sus masivas audiencias. Estos nuevos medios han embolsado el 65% de los 60 billones de dólares en publicidad que se gastó el año pasado. Facebook, con más de 1.500 millones de usuarios y 500 millones en Instagram, se quedó con un 30% de esa ganancia.

No hay forma de competir con semejantes audiencias y con estas empresas que invierten millones en nuevos productos y que, a su vez, terminan acelerando los cambios en los hábitos de consumo. Las compras por internet siguen trepando, la TV ya no compite con el cable sino con Netflix o youTube, el taxi contra Uber y la industria hotelera contra Expedia y Airbnb. En definitiva, han sabido crear un efectivo círculo virtuoso: Mejores servicios, más audiencias, mayores beneficios.

Nadie, sin embargo, ni los medios tradicionales ni los nuevos, pueden confiarse de unas audiencias cada vez más inteligentes, inquietas y consumistas, pero también poco leales. De ahí que no basta con la buena reputación de la empresa, al público hay que conquistarlo día tras día con nuevos y mejores servicios.

Tampoco todo está perdido para los sitios digitales de los diarios, radios y tv. Siguen siendo los preferidos por el público para obtener información confiable. Su gran desafío radica no solo en investigar, fiscalizar al poder, denunciar corrupción pública y privada, sino también regenerar su modelo de negocio para tener más opciones de éxito.

Sobre estas opciones debatiremos en Miami esta próxima semana. La conferencia SIPConnect, en su segunda edición que organizamos con la Sociedad Interamericana de Prensa, tiene como objetivo que todos los medios, sin importar la plataforma escogida para distribuir contenidos, tengan acceso a herramientas y habilidades que les permitan ser eficientes y rentables.


Crear agenda y opinión pública depende de la salud económica de los medios y del Periodismo. Sin ellos, una audiencia no es comunidad, sino multitud y masa. trottiart@gmail.com

mayo 07, 2016

La fascinación social por los delitos digitales

Pese a sus beneficios, el internet acarrea desafíos en materia de seguridad. Ha servido de incubadora de nuevos crímenes digitales y potenciado un aumento exponencial de los delitos tradicionales. Pero además, ha modificado la percepción social sobre algunos delitos y los delincuentes.

La cibercriminalidad está teniendo un fuerte impacto sobre la sobresaturada Justicia. Algunos jueces sin capacitación y sin legislación clara a la mano, ante las dudas, prefieren no complicarse y prohibir libertades de cuajo. Pasó esta semana en Brasil, un juez cerró todo Whatsapp, cuando solo le bastaba cancelar las cuentas de unos usuarios comprometidos en tráfico de drogas. Justos pagaron por pecadores.

Pero el mayor problema para la Justicia es que tiene que lidiar con la percepción social, sobre que hay delitos electrónicos buenos y que los delincuentes, al estilo Bonnie & Clayde o los autores del “robo del siglo”, sean ponderados por su inteligencia, confundiéndose picardía por corrupción.

Sucedió en Buenos Aires. Unos vecinos salieron en defensa del joven hacker de 21 años, Christian Iván Cámara, que fue atrapado luego de violar las redes electrónicas de la Universidad Argentina de la Empresa para cambiar sus notas y la de otros alumnos. “Es un número uno”, “es un bocho”, “tendría que trabajar en la Nasa”, decían, con similar fascinación que despertaba en su momento Frank Abagnale Jr., aquel joven que cautivó por su sagacidad para falsificar cheques y hacerse pasar por piloto, médico y abogado, tal como lo interpretó Leonardo di Caprio en “Atrápame si puedes”.

A no ser que se trate de delitos graves, los cibercrímenes no se miden con la misma vara social que los delitos comunes. Los vecinos seguramente percibirían diferente a este hacker si lo hubieran aprehendido con una barreta en la mano, forzando cerraduras y cambiando las notas sobre el papel. En definitiva, el delito que cometió es el mismo, fraude y robo, aunque digitalmente haya aparentado más sofisticación.

Esta percepción es común llevado al plano personal. Por los altos costos, solemos justificar el pirateo de películas, música y programas de software, sin considerar que se violan derechos de propiedad intelectual; de la misma forma que un gobierno justifica el espionaje y la vigilancia indiscriminada de sus ciudadanos, invocando la soberanía y la seguridad nacional.

Las nuevas tecnologías han cambiado muchos paradigmas. Incluso para el Periodismo. En épocas no digitales, la ética era más rígida y la ley no dudaba en imponer consecuencias, nadie podía robar o hurtar información y menos publicarla. También los infomerciales – publicidad disfrazada de información – estaban prohibidos en los medios de calidad; ahora, hasta el New York Times, bajo la nueva fachada de publicidad nativa o contenido promocionado digital, se justifica lo que antes estaba prohibido y mal visto.

Cuatro casos digitales en años recientes trastocaron valores informativos y, aunque fueron justificados, los periodistas y académicos tienen una conversación pendiente. Se trata de los wikileaks sustraídos por Julian Assange y las denuncias de Edward Snowden que comprometen al gobierno de EEUU; los Vatileaks sobre la corrupción y pujas de poder en las finanzas del Vaticano y los Panama Papers que demostraron como las empresas off-shore también pueden ser utilizadas para la evasión y el lavado.

En los cuatro casos hay apreciaciones diferentes sobre el modus operandi para recabar información. Para algunos fue delito, robo y filtración indebida; para muchos, publicar los resultados fue justicia por manos propias de parte de los medios para “atrapar” a los corruptos; y para algunos un deber insoslayable del Periodismo a favor de la transparencia. Nada blanco o negro como antes; ahora hay muchos grises que ponderar.

Habrá que ver lo que sucederá con el joven hacker Cámara. ¿Pondrá sus habilidades a disposición del gobierno y tendrá un final feliz como Abagnale Jr. atrapando a otros falsificadores para el FBI? Prescindiendo del final que elija, su caso demuestra que los delitos cibernéticos no son solo un problema de mejor justicia y leyes, sino de educación. Es la única fórmula que permitirá modificar la percepción social y detener la fascinación por los delincuentes inteligentes. 

junio 29, 2015

La tecnología: presiones y desafíos

No es fácil tener un medio de comunicación. Hay que sobrevivir a tres tipos de presiones muy agresivas: Política, violencia y digitalización.

Las presiones que plantean los gobiernos y la violencia provocada por grupos mafiosos, entre ellos los narcotraficantes, son ajenas a los medios y, por ende,  incontrolables. Sin embargo, operar en un contexto digital y hacerlo en forma eficiente, es un desafío que depende enteramente del medio.

Adaptarse de una forma rápida y eficiente a la nueva era digital es cuestión de sobrevivencia. Esto no es sólo válido para los medios; todas las industrias, de una u otra manera, están desafiadas por el nuevo contexto tecnológico. Uber le ha movido los cimientos a las empresas de taxis y Airbnb, sin tener un solo hotel, tiene mayor valor que la cadena Hilton que administra más de 14 mil hoteles en todo el mundo.

Es indudable que la tecnología está jugando un papel cada vez más importante en nuestras vidas y en la economía. Whatsapp le ha derrumbado el negocio de los mensajes de texto a las telefónicas, Skype ¡ni hablar! y Facebook, sin vender otra cosa que “likes” y publicidad alcanzó esta semana 236 mil millones de dólares, superando el valor de Walmart, la décima compañía más grande del planeta.

Pocas empresas y medios están adoptando nuevos modelos de negocios que exige el nuevo ecosistema tecnológico. En una conferencia hemisférica de la Sociedad Interamericana de Prensa que concluyó este viernes, con unos 200 ejecutivos de medios de las tres Américas y Europa, junto a funcionarios de Google y Facebook, tratamos de descifrar modelos de negocios que funcionen.

Pese al pesimismo de algunos, la mayoría no ve a la tecnología como un problema, sino como una gran oportunidad. Ya es irrelevante aquella pregunta si se acabará el diario en papel o si YouTube matará a la televisión como la percibimos hoy. Lo importante es que la esencia de los medios, noticias y contenidos, siguen siendo la esencia, aunque hay que aprender a ser más eficiente con las plataformas digitales para llegar a las audiencias. De la misma forma que Netflix no modificó el contenido de las películas, sino la forma en que las alquilamos y consumimos.

El problema de esta época es que no hay un modelo definido que sirva a todos por igual; el negocio está supeditado a la audiencia a la que se sirve. Pro supuesto que hay denominadores comunes y tendencias. La gente prefiere contenidos audiovisuales más que palabras y audio, y consumirlos desde sus teléfonos celulares, no en sus computadoras o medios tradicionales. Nuevos estudios calculan que en tres años, los videos conformarán el 80% del contenido que se trafica y consume en internet, mientras que las redes sociales y la interactividad se intensificarán.

Los medios deben prestar atención a esas tendencias. Ya no pueden pensar en el modelo tradicional de vender publicidad para subsistir o creer que la publicidad digital les salvará. Ni está sucediendo ni sucederá. Tampoco vender contenido se apunta como relevante, ante unas audiencias acostumbradas a la gratuidad de los contenidos.

El nuevo ecosistema exige mayor creatividad. Conocimiento de la audiencia, bancos de datos superlativos, organizar eventos y el e-commerce se consideran modos más eficientes para generar ingresos y monetizar. Para ello los medios tienen que invertir en nuevo personal, joven, creativo y con mayor cultura digital.

Sin embargo, pese a esta nueva realidad, se comprende que la tecnología es solo una plataforma para potenciar el negocio periodístico, pero no puede reemplazar la forma en que se hace periodismo, aunque los robots y algoritmos estén haciendo noticias y contenido a la velocidad de la luz y con calidad, como muestra la revista Forbes.

La esencia del periodismo sigue siendo investigar, fiscalizar a los poderes y contar historias relevantes. Las amenazas que plantean Facebook y Google, es al negocio de distribución y consumo de noticias, pero no a su esencia. La gente sigue detrás de las marcas periodísticas en busca de calidad y confianza.

El desafío, empero, es que los medios deben ser tan eficientes en cuanto a calidad del contenido como en sus modelos de negocio. Deben adaptarse y cambiar. Es la mejor alternativa para sobrevivir. 

agosto 04, 2014

El "Me gusta" de Facebook

El “me gusta” se convirtió en la calificación más frecuente y decisiva con la que manifestamos nuestras emociones. La experiencia en Facebook revolucionó la forma en que percibimos la realidad y creó nuevas formas de expresión.

Todo (o casi todo) pasa por Facebook. Desde la campaña de solidaridad para que Helenita acceda a un trasplante de médula ósea, pasando por la masiva admiración femenina por el pintón ladrón californiano Jeremy Meeks o hasta el asesinato de la mexicana Lucila Reyes Villanueva que su yerno confesó a sus amigos.

La gente prefiere buscar noticias en Facebook, lo que obliga a los medios a incluir y adaptar sus contenidos para existir. A las marcas ya no les basta con hacer publicidad; saben que el poder no está en lo que comunican, sino en los comentarios de los usuarios. Una frase negativa que se haga viral puede destruir cualquier reputación, de ahí el celo de Coca Cola para monitorear los comentarios en las redes sociales y actuar previendo incendios.

Mark Zuckerberg, más allá de la ambición por aumentar la conexión global para reducir la pobreza y la desigualdad, siempre experimenta con su red social buscando que el usuario tenga una experiencia personal, exprese su identidad y se enganche con contenidos positivos (por eso no existe el “no me gusta”). El problema es que muchas veces se excede y debe recapitular.

Hace días fue blanco de una crítica severa por parte de las universidades. La polémica se generó luego que una revista científica publicó los resultados de un experimento en 2012 sobre conducta humana entre 700 mil usuarios. Facebook pudo conocer el alto nivel de contagio que generan los comentarios positivos o negativos en el estado anímico de los usuarios, y ver si ello conlleva a que la gente esté más o menos activa en esa plataforma.

El problema no fue el resultado – se hicieron varios estudios sobre cómo el suicidio se contagió en Suecia y Japón a través de las redes sociales – sino que Facebook no haya avisado sobre el experimento, tomando a los usuarios como conejillos de india.

De nada sirvió la defensa original de sus ejecutivos. Dijeron que en el acuerdo que firma quien registra una cuenta, se indica la posibilidad de estudios para entender mejor a los usuarios y así mejorar la experiencia en la red social. También es evidente, que Facebook no dice todo, ya que usa comercialmente esa información. Al saber mejor qué hace, cómo vive y qué preferencias tiene cada usuario, cambia algoritmos, dándole información a las marcas para que hagan publicidad más efectiva y haciendo que los usuarios paguen si quieren que sus posts lleguen a todos sus amigos y seguidores.

La crítica más vigorosa contra Facebook es que no toma los recaudos que tienen las universidades, que cada vez que hacen experimentos sobre conducta humana deben pasar por protocolos bien estrictos sobre metodología, ser autorizadas por consejos de expertos calificados y tener mucha transparencia.

El celo por la actitud de Facebook, tal vez sobredimensionado por los medios, es que esta red social, junto a otros monstruos del internet, como Google, Yahoo! o Apple, ha violado la privacidad, después de comprobarse que brindó información sobre los usuarios al gobierno de Barack Obama, en el contexto de la lucha anti terrorista y la seguridad nacional.

En defensa de Facebook, vale decir que en marketing siempre se están haciendo sondeos sobre preferencias de la gente, por lo que es difícil delimitar esa línea divisoria entre el bien y el mal. Máxime cuando la información sirve para incorporarse a las nuevas tecnologías y mejorar cómo vivimos. Por ejemplo, con sensores en pulseras, cintos o zapatillas, que miden la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea o los niveles de azúcar y que, en el futuro mediato, podrán calcular el nivel de depresión, el estado anímico o la autoestima.

Puede que la mala publicidad empuje a más jóvenes a emigrar a otras plataformas, aunque Facebook no desaparecerá, tiene más habitantes que China, su Instagram superó los 200 millones y su Whatsapp crece un millón de usuarios al día. Sin embargo, lo más interesante de la polémica, es que sepa - así como otras redes sociales – que también es vigilada y que existen límites cuando trata de jugar con las emociones y sentimientos de los usuarios. 

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  Varios reaccionaron al título de mi novela: “Robots con Alma: atrapados entre la libertad y la verdad”. Me dijeron: “Bah, los robots no pu...