La
evolución de las nuevas tecnologías, las leyes que las regulan y la adaptación
del comportamiento humano a ellas viajan en vías paralelas, pero a distintas
velocidades, causando conflictos.
Así
quedó en evidencia esta semana con los vertiginosos avances que mostraron los
gurús de la tecnología en el Congreso Mundial de Móviles en Barcelona y la
riesgosa disputa entre el FBI y Apple en Washington por los derechos y deberes en
la órbita de la comunicación digital.
En
Barcelona los innovadores sintieron tocar el cielo con las manos. Presentaron
teléfonos móviles casi indestructibles, con capacidad para realidad virtual y videos
en 360 grados en redes 5G, mientras que el nuevo “profeta”, Mark Zuckerberg,
fundador de Facebook, anunció “conexión para todo el mundo”, mediante un
sistema de drones en la estratósfera, que permitirá que 1.700 millones de
personas tengan por fin acceso a internet.
La
disputa entre el FBI y Apple es más terrenal. Se disputan si es más importante
que el gobierno defienda a la ciudadanía ante posibles ataques que los
terroristas organizan desde la web o que las empresas ayuden a los usuarios a
proteger sus datos personales y comunicaciones por internet. El dilema entre estos
dos principios - seguridad nacional y derecho a la intimidad – no es de fácil
solución y, sin prudencia y sabiduría, se corre el riesgo de que se promulguen leyes
que terminen inhibiendo la innovación tecnológica y restringiendo la privacidad
y libertad de expresión.
El FBI
pidió que Apple desarrolle un sistema operativo capaz de desbloquear el iPhone del
terrorista que mató a 14 personas en San Bernardino en diciembre pasado. El objetivo
es saber si Rizwan Farook contó con apoyo y cómplices. El contenido del
teléfono es clave, por cuanto semanas antes del atentado lo desconectó de la
nube, tras dejar loas al Estado Islámico en su perfil de Facebook.
Apple
también está sólido en su posición. Pidió anular la orden de un juez que le pidió
colaborar con las autoridades. Tim Cook, el presidente de Apple, que fue
acusado por el FBI de negarse a colaborar por anteponer el marketing y su
modelo de negocio a la seguridad de los ciudadanos, considera que el gobierno
está empecinado en un juego peligroso.
Argumenta
que un sistema operativo que permita violar los códigos de seguridad y la
encriptación de su propio iPhone, podría ser aprovechado por las autoridades
para violentar la privacidad de los ciudadanos, asunto que todavía está en la
memoria colectiva, desde que Edward Snowden demostró que el Gobierno espiaba las
comunicaciones digitales de cualquiera.
Ante
el embate, el director del FBI, James Comey, reconoció que el Gobierno está
ante “uno de los dilemas más fuertes” de todos los tiempos. No es para menos.
El nuevo sistema o “puerta trasera” que Apple debería crear para debilitar la
seguridad del iPhone, tarde o temprano, podría convertirse en una ventana que
aprovecharían los hackers y terroristas, así como gobiernos autoritarios ávidos
por mejores formas para controlar a los ciudadanos y censurar sus libertades.
Si
bien la discusión tiene la fortaleza de los argumentos de cada parte, su
debilidad radica en el contexto. Si ocurre un nuevo ataque terrorista de
envergadura puede hacer que el público, ahora a favor de Apple según las
encuestas, cambie de opinión y acepte nuevas leyes que limiten las libertades,
así como sucedió con la controversial Ley Patriótica después de Setiembre 11.
También
pudiera ocurrir que los jueces, sin reglas nuevas en el contexto digital, apliquen
otras obsoletas sobre terrorismo dándole un mordisco más a Apple. Dadas las
condiciones, la empresa prevé que su mejor alternativa es llegar ante la Corte
Suprema, tradicionalmente más amiga de las libertades que de las restricciones.
Sin embargo el viaje puede ser largo y tortuoso, y en el camino se le podría
ordenar que abandone sus planes actuales de hacer más inviolable el sistema operativo
del iPhone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario