La masacre en Las Vegas deja
la imagen de un país adicto a las armas de fuego que una y otra vez tropieza
con la misma piedra y hace poco para prevenirlo.
Stephen Paddok no es el
único culpable de la matanza. Da igual si sus móviles encajan en las categorías
habituales de enfermo mental, resentido social o extremista ideologizado. La
responsabilidad máxima recae en una política que permite comprar y poseer armas
personales y rifles de asalto sin restricciones. Las Vegas es solo un tropezón
más de tantos otros. Columbine, Newtown, Sandy Hook, Charleston, Tucson, San
Bernardino, Dallas, Orlando y Arlington muestran el camino empedrado.
La periodicidad alarmante entre caso y caso ni siquiera resulta suficiente
para mantener el debate público y la presión sobre los legisladores. La masacre
en el bar Pulse de Orlando el año pasado parecía destinada a ser el punto de
inflexión para cambiar la política permisible sobre compra-venta de armas. Pero
dispersada la atención, la presión cedió y Orlando se convirtió en una
referencia más. Las Vegas tendrá el mismo destino de mantenerse ausente la
voluntad política para afrontar la situación.
La restricción legal a las armas no será
fácil de imponer. La resistencia de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) a
base de lobby millonario se interpone en el debate parlamentario. Los
demócratas se excusan que es difícil aprobar leyes con un Congreso dominado por
los republicanos, pero nada hicieron cuando fueron mayoría. Difícil también es lidiar
con parte de la población que justifica el principio de que “una milicia bien
regulada” es necesaria para mantener un Estado libre. Así reza la venerada Segunda Enmienda constitucional, pese a que fue labrada
hace dos siglos cuando imperaba la ley del más fuerte y la justicia era tan
buscada como el oro.
Sin embargo hay una luz de esperanza. La
premeditación horrorosa de Paddock y el hecho de haber utilizado utensilios de
40 dólares para convertir un rifle semiautomático legal en un arma automática ilegal
de destrucción masiva, pudiera acercar a ambos partidos. Hasta hace poco estaban
distanciados por un debate sobre la venta legal la venta de silenciadores. El
proyecto se estancó. Cualquiera puede imaginar cuán más grave habría sido la
matanza entre los 22 mil asistentes al concierto de música country si no
hubieran escuchado y visto de donde provenían los tiros.
Una legislación que aumentaría las
restricciones que ya existen sobre las armas semiautomáticas sería bienvenida,
pero insuficiente. Podrán limitarse las ventas a partir de ahora, pero habrá
que seguir lidiando con la conducta de una población que tiene registradas más
de 270 millones de armas, además de un arsenal ilegal con cifras más escandalosas.
No será fácil que EE.UU. deje de ser el campeón mundial de homicidios con armas
de fuego, 16 veces más que Alemania o seis más que
Canadá. También lo es en tiroteos masivos. The Guardian contabilizó 1.516 casos
en 1.735 días en el país.
Los
políticos buscan ejemplos para maniatar el problema. Australia asoma en el
horizonte. Desde que restringió la venta de armas en 1996 tras un tiroteo
masivo, ya no volvieron a repetirse. Habrá que ver que voluntad política tiene Donald
Trump para asumir el liderazgo. Hace un par de
meses glorificó a la NRA diciéndole que tenía un amigo en la Casa Blanca, en
clara alusión a la política anti armas que empuñaba Barack Obama.
En su visita esta semana a Las Vegas, Trump
dijo que no era tiempo de hablar sobre armas, pero antes de ser candidato se
mostraba partidario de más controles. Con él nunca se sabe. Puede asumirse
ambivalente como en Charlottesville, donde en menos de 48 horas estuvo en
contra y a favor de los supremacistas blancos. Por ahora, las donaciones de la
NRA a su campaña lo mantienen neutralizado.
La ex congresista Gabrielle Giffords, todavía con dificultades para hablar
después que le dispararon en la cabeza en un mitin en Tucson en 2011, es la voz
más autorizada. Para ella la ecuación es fácil. Las 59 víctimas y más de 500
heridos en Las Vegas reclaman terminar con las excusas de la Segunda Enmienda y
que los legisladores asuman la responsabilidad de restringir las armas de
fuego: “La nación cuenta con ustedes” les gritó sin silenciador. Habrá que ver
si escucharon. trottiart@gmail.com