Ni Claire ni Frank Underwood imaginarían que la
realidad de los “Panama Papers” superaría la ficción de House of Cards. Queda
así reconfirmado que no solo los narcotraficantes, mafiosos y traficantes de
armas lavan dinero.
También lo hacen impúdicamente presidentes, reyes, empresarios,
celebridades, futbolistas y 29 billonarios que figuran en la lista Forbes de
los 500 más ricos del mundo. Así se desprende de la investigación periodística
sobre las compañías offshore en paraísos fiscales, en la que colaboraron 376 reporteros
de 109 medios de comunicación de 76 países, organizados por el Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación.
Como en un cambalache, ya nada sorprende en este
mundo en el que todo está globalizado; la corrupción más que nada. Como en un
efecto dominó, las denuncias y filtraciones son parte del nuevo paisaje que
ayuda a crear una realidad que muchos buscan esconder: Desde los banqueros avaros
de Wall Street que produjeron la catástrofe de la burbuja hipotecaria del 2008,
pasando a las filtraciones de Julian Assange y sus miles de cables de Wikileaks
o las denuncias de espionaje masivo de Edward Snowden, hasta el escándalo de sobornos
del FifaGate, al lavado masivo del Lava Jato brasileño y el conteo impúdico de
La Rosadita argentina.
Los Panama Papers harán historia y seguramente la
estrategia de publicación a nivel mundial estará dosificada como sucedió con
los cables de Wikileaks. Muchos perderán la cabeza, como el vice primer
ministro islandés, Sigmundur Gunnlaugsonn, que renunció apenas fue denunciado y
otros temerán perderla o tendrán que salir a explicar y defenderse como Lionel
Messi, Roberto Carlos, Pedro Almodóvar y Mario Vargas Llosa o el argentino
Mauricio Macri y el rey de Saudi Arabia. Y otros, como el ruso Vladimir Putin,
cuyos amigos habrían desfalcado dos billones al fisco, dirán que se trata de
propaganda occidental.
Sin dudas que algunos justos pagarán por pecadores,
pero ante tanta impunidad y falta de justicia que parece reinar en un mundo estilo
Miami Vice, el público parece disfrutar de la justicia por manos propias que se
arrogó esta vez el Periodismo o, en otras palabras, del escrache público de aquellos
que mantenían su riqueza oculta al fisco y que, en muchos casos, la ostentaban
con ligereza y arrogancia como si fuera producto del sudor de sus frentes.
Lo más interesante de esta era de globalización es
que así como se ha internacionalizado la corrupción, también se expandió el
avance de las denuncias, de los soplones que filtran información y de los
arrepentidos, que motivados por los beneficios judiciales, delatan a sus colegas
y fechorías. Así como en el caso de Snowden, Wikileaks o el Figagate, es lo que
sucedió con un soplón que, sin querer nada a cambio, entregó 11.5 millones de
páginas de información al diario alemán Suddeutsche Zeitung, sobre los negocios
entre el estudio legal panameño Mossack Fonseca y sus clientes.
No se sabe a ciencia cierta el incentivo de quien ha
filtrado la información o si fue un hacker. Las especulaciones son muchas. Pero
la denuncia sobre Mossack Fonseca, uno de los cinco estudios más grandes del
mundo en la creación de compañías off-shore, con oficinas en 35 países, huele a
un ajuste de cuentas contra los distintos gobiernos panameños que en las últimas
décadas han sido reacios a la transparencia y a colaborar con investigadores internacionales.
Mucha información conduce a Miami y otros destinos
que se favorecieron con los fondos provenientes de los paraísos fiscales. Varios
de los nuevos rascacielos de Miami se construyeron con millones de dólares en
efectivo que provino de sociedades anónimas y compañías off-shore. Mucho debe
ser legítimo; otro tanto no. Lo inentendible es cómo EEUU es juez y parte. Reclama
e investiga por más transparencia, pero atrae lo oscuro. Algo no funciona.