Son hispanos, jóvenes e influyentes. Julián Castro y
Marco Rubio fueron reconocidos con puestos de honor (y conveniencia) en las
convenciones demócrata y republicana,
por representar a la nueva generación de una fuerza hispana de 52 millones de
habitantes, que cada año gana mayor peso en el escenario político
estadounidense.
Castro, alcalde demócrata de San Antonio de
ascendencia mexicana y Rubio, senador federal republicano por la Florida, de
abuelos cubanos, fueron los únicos, entre decenas de oradores, en hablar sobre
inmigración. Sin embargo, lo hicieron con discursos al estilo telenovela,
floreándose con anécdotas sobre abuelitas y padres que debieron saltar
obstáculos y trabajar duro para que sus hijos puedan estudiar y alcanzar el
sueño americano.
El sentimentalismo aguó ojos, pero desenmascaró que
ninguno de los dos partidos tiene ideas y propuestas firmes sobre el tema más
importante para los 11 millones de indocumentados hispanos, como se evidenció
en los discursos de los candidatos Barack Obama y Mitt Romney, más urgidos por
los temas económicos.
La comunidad latina que pretende una reforma inmigratoria
integral como la alcanzada en 1965, quedó con más dudas que respuestas luego de
las convenciones, y con poca esperanza de que el tema se resuelva en los dos
meses que quedan de campaña electoral. El tema no es fácil, trasciende a los
hispanos, aunque se trate de la mayor población minoritaria y la más
urgida.
Si por inmigración se votara, la elección ya
estuviera resuelta. Los hispanos, con una fuerza electoral de 12 millones, tres
más que en 2008, favorecen en un 70% a los demócratas. Están alentados a votar
por Obama, desde que el Presidente dictó el decreto de “acción diferida” que
detuvo por dos años las deportaciones de los “dreamers”.
Pese a que Obama no cumplió con su promesa de
alcanzar una reforma integral y a la demagogia de la “acción diferida”, que no
puede esconder las 400 mil deportaciones por año durante su Presidencia, las
opciones de triunfo de los demócratas son más claras por contraste. Es que los
republicanos hicieron lo inimaginable para espantar votos. Romney propone una
autodepuración de la comunidad hispana, con programas de auto deportación,
terminar el muro fronterizo con México - con reminiscencias de la Alemania
dividida - y entregar visas solo a universitarios y trabajadores
especializados.
Romney piensa que todavía está a tiempo de revertir
la voluntad de los hispanos, si logra que piensen en términos de bienestar
económico y valores familiares. Sabe que es el grupo más golpeado por el
desempleo, muy por arriba de la tasa promedio del 8.3%, y que la enseñanza
católica en contra del aborto y de los matrimonios del mismo sexo, se asemejan
a los principios más conservadores de su partido. Estima que con ellos podrá contrarrestar
la plataforma demócrata que promete más impuestos a los ricos y asistencia
gubernamental en salud y educación, para beneficiar a minorías en desventaja
como la latina.
Los hispanos son difíciles de cortejar y entender, algo
que el ex presidente Ronald Reagan retrató muy bien: “Los latinos son
republicanos, pero aun no lo saben”. Es que en su mayoría, los hispanos llegan
a Estados Unidos en busca de valores más conservadores como el sueño de
trabajar duro y ser recompensados, lo que en sus países se les niega; pero, de
a poco, ante las desventajas económicas, prefieren un Estado asistencialista
más cercano a los principios liberales.
Por ahora, Obama sabe que tiene las mayores chances
de captar los votos de los hispanos, aunque no puede dormirse en los laureles.
En su contra tiene una economía endeble y una reforma inmigratoria inconclusa;
pero, especialmente, debe lidiar con una comunidad renuente a movilizarse sin
incentivos, como demostró en las elecciones legislativas de 2010, cuya ausencia
en las urnas provocó que los demócratas perdieran por paliza.
Aunque los hispanos parecen más inclinados a votar por
quienes ofrecen más soluciones en inmigración que en economía, lo que está en
juego es su lealtad partidaria – valor resaltado por Castro y Rubio - de una comunidad
que en 25 años compondrá el 40% de la población y se convertirá en la mayor
fuerza laboral y económica del país.