sábado, 16 de enero de 2016

Lo esencial entre narcos, fugas y periodistas

La atención que despertó la espectacular captura del Chapo Guzmán en México y de los hermanos Lanatta y Schilachi en Argentina, validan aquellas líneas de El Principito que “lo esencial es invisible a los ojos”.

Esa tendencia a irnos por las ramas hizo que se hable más sobre el túnel del Chapo y la cacería de película estilo Osama Bin Laden que de lo esencial. Se discute más sobre su admiración por Kate del Castillo y la entrevista de Sean Penn o sobre la fuga de los tres narcos argentinos a punta de pistola de juguete, que de la connivencia del narcotráfico con la política, la justicia y las fuerzas de seguridad.

El papa Francisco ya había advertido sobre lo esencial: La mexicanización de Argentina. Aquel estereotipo – molesto para el gobierno de México, como antes para el de Colombia cuando se hablaba de la colombianización de México - ya no es ficción en Argentina.

El presidente Mauricio Macri tiene razón para justificar una depuración de los cuerpos policiales, penitenciarios y de seguridad, ante la infiltración de los carteles en todas las esferas. Pero no la tiene cuando le pasa todo el fardo a la administración anterior, por más que Aníbal Fernández, ex jefe de Gabinete, manchado por la efedrina y derivados, evidencia el auge del narco en el país.

Los gobiernos argentinos de las últimas cinco décadas, incluido las dictaduras, son responsables. Sucumbieron a la globalización de las drogas; descreyeron del poder de los carteles internacionales; descuidaron las fronteras; permitieron que el país pasara de tránsito a consumidor y productor; omitieron castigar el uso de  dineros sucios en campañas electorales y en el sistema financiero; e hicieron la vista gorda al narcomenudeo y las peleas cotidianas del narco por disputarse territorios.

Lo de Sean Penn y la Reina del Sur no es esencial en esta historia, pero sintomático. Idolatraron a un asesino y narco que, como buen samaritano estilo Pablo Escobar, se las ingenió para engañar a medio mundo, haciendo obras de infraestructura y caridad con los pobres, y cosechando voluntades ante la ineficiencia del Estado.

La discusión sobre si Penn es o no periodista, es aún menor. Más allá que su condición de actor le abre puertas, es periodista. Hizo una entrevista, la publicó la revista Rolling Stone, así como antes se publicaron sus charlas con Fidel Castro y Hugo Chávez. Lo esencial es si fue un buen trabajo periodístico. No lo fue. Hizo propaganda. Se dejó deslumbrar por un “caballero” que lo recibió con carne asada, tequila y que se jactó de ser el mayor exportador de marihuana, heroína y metanfetaminas del mundo. No lo cuestionó. Se olvidó de sus asesinatos.

Diferente trabajo hizo el periodista Jorge Lanata. Cuando presionó en su entrevista a Martín Lanatta en la cárcel, consiguió confesiones y evidencias sobre negocios del narco. Eso fue periodismo.

Yo comparto la actitud de muchos periodistas mexicanos de prestigio que se han negado a entrevistar al Chapo, así como en Colombia en algún momento los periodistas dejaron de seguir entrevistando a guerrilleros y narcos para no engrandecer su popularidad y evitar la apología de sus crímenes. Pero sobre todo, porque el Chapo es responsable directo de docenas de asesinatos de periodistas, quienes jamás tuvieron los privilegios que se le concedieron al actor.

Lo esencial será ver como el niño travieso de Hollywood y la Reina del Sur se libran de las autoridades estadounidenses. Entrevistar a uno de los mayores asesinos de la historia no es ilegal, puede ser inmoral en todo caso. Lo que sí es ilegal es haber transado la posibilidad de producir su película biográfica, un negocio que, como cualquier otro, la ley prohíbe con todo aquel que esté registrado en la lista negra de los narcotraficantes, como es el caso del Chapo.

La idolatría popular y la desidia de las autoridades para actuar es el estímulo que el narco necesita para crecer. En Argentina es tarde para tomar medidas preventivas, se necesitan correctivas. Además de la depuración urgente al mejor estilo Colombia, Macri debe alistar al país para otros debates que se avecinan: Si el gobierno permitirá la asistencia formal de la DEA, la agencia antidroga estadounidense, y si cabría echar mano a los militares para una tarea que a la policía ya le rebasa. 

domingo, 10 de enero de 2016

Trump, terroristas y censura

La respuesta gubernamental a la incitación al terrorismo y la propaganda que pregonan grupos como el Estado Islámico y Al Qaeda través del internet y las redes sociales, está desbaratando logros sobre libertad de expresión que a la humanidad le ha costado siglos conseguir.

Muchos gobiernos, entre ellos China, Alemania, Francia y el Consejo de Seguridad de la ONU, ya han adoptado medidas y legislaciones de censura directa contra aquellos individuos que usan el internet para incitar a favor del terrorismo, reclutar a militantes y organizar atentados.

Aunque la acción gubernamental pareciera loable y lógica, existe el peligro de que se ponga todo en una misma bolsa, confundiéndose la incitación a la violencia y  los discursos de odio, con acciones directas de proselitismo extremista y organización de atentados, acciones, estas últimas, que sí merecen atención legislativa en favor de la seguridad nacional y personal.

El problema es cuando se promulgan leyes en contra de la incitación al terrorismo o la violencia y sobre los discursos de odio, lo que brinda a los gobiernos la excusa para reprimir otras formas legítimas de expresión, ya sean políticas, étnicas o religiosas. La nueva ley antiterrorista que China promulgó en diciembre para censurar la actividad de grupos terroristas en internet, sirve de ejemplo. Ya es usada para castigar a disidentes y opositores a los que también se califica de terroristas.

Algo parecido todavía sucede en algunos países latinoamericanos, donde el solo mote de “terrorista de Estado” a opositores, ha servido para que las cárceles estén llenas de presos políticos. En Inglaterra, por otro lado, la controversia surge en torno a la legislación sobre el discurso de odio. El Parlamento inglés decidirá esta próxima semana si permite la entrada al país de Donald Trump, quien criticó a los musulmanes ingleses y pregona que no dejará entrar a ningún musulmán a EEUU de llegar a la Presidencia.

Los dichos y prejuicios de Trump pueden ser insultantes, pero prohibirle que los exprese o condenar sus opiniones antes de que se conviertan en acciones reales, es una reacción exagerada. Una reacción que podría degenerar en excesos para censurar otras expresiones que aunque sean ofensivas, pueden contribuir al debate y generar aprendizaje.

La jurisprudencia de la Corte Suprema de EEUU, que siempre ha protegido el derecho a la libertad de expresión por sobre otros, solo permite la restricción a la incitación a la violencia, cuando la agresión es intencional o representa un peligro inminente. La Corte prohíbe que se censuren los discursos inflamatorios, considerando que para lidiar con ellos es mejor más libertad que represión.  De ahí que contrario a otros países, en EEUU no se prohíben manifestaciones neo nazis, alabanzas al Ku Klux Klan o la quema de la bandera, siempre y cuando no entorpezcan otras actividades públicas.

Castigar la incitación a la violencia y los discursos de odio cuando son solo expresiones sin que representen peligros inminentes, podría provocar abusos contra todo tipo de mensajes. Por ejemplo, la revista satírica francesa Charlie Hebdó no habría podido publicar esta semana un homenaje en tapa a sus 11 caricaturistas acribillados en nombre de Alá el año pasado. Publicó una caricatura de un Dios malvado con un fusil en su espalda y un titular sugerente – “un año después el asesino sigue suelto”- que seguramente ofendió a musulmanes y creyentes en general, como así lo señaló el Osservatore Romano del Vaticano.

El tema es complejo. Las nuevas legislaciones no distinguen la incitación al terrorismo con reclutamiento de terroristas, los gobiernos más autoritarios aprovechan a restringir todo en nombre de la seguridad nacional y otros vigilan indiscriminadamente a los usuarios afectando el derecho a la privacidad. Por otro lado, empresas tecnológicas como Facebook, Twitter y Google, están siendo presionadas para crear mecanismos de censura contra los terroristas para evitar que sigan usando sus redes para hacer propaganda, planear atentados y reclutar militantes.

Ojala las empresas activen esos mecanismos en forma rápida y eficiente. Así evitarán que los gobiernos tengan que reaccionar creando leyes antiterroristas que, indefectiblemente como en el caso de China, servirán para censurar todo tipo de expresiones.