sábado, 26 de marzo de 2016

Obama, Macri y Castro: Listas negras y monumentos de la memoria

Todo país tiene un pasado desgraciado con listas negras; y un presente con monumentos que recuerdan a las víctimas de sus propios genocidios. Los que no tienen ni lo uno ni lo otro, es porque aún viven en el autoritarismo.

Raúl Castro quedó de ejemplo esta semana, cuando en conferencia de prensa junto a Barack Obama, negó que en Cuba haya presos políticos. Con el sarcasmo habitual respondió por la negativa: “Si hay esos presos políticos, antes de que llegue la noche van a estar sueltos".

Obviamente no soltó a nadie. Y hasta el propio Castro recoció meses atrás la existencia de presos políticos cuando al inicio del proceso de restauración de relaciones con EEUU en diciembre de 2014, liberó a 53 como gesto de buena voluntad. Hoy, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, cuenta a 89 personas presas, todavía discriminadas en razón de sus ideas y expresiones.

Organismos extranjeros de derechos humanos tienen listas mucho más largas y hasta el entorno de Obama habló de tres diferentes que le entregarían a Castro. Todo esto sin contar las interminables listas de personas que son detenidas arbitrariamente por horas y días, una táctica eficiente para mantener a raya a la disidencia y evitar las críticas internacionales por los largos encarcelamientos.

Listas negras hay y hubo muchas en el castrismo. Y cuando algún día llegue la democracia, alimentarán de nombres algún poderoso monumento en el malecón de la Habana, que como el Parque de la Memoria argentino frente al Río de la Plata, cobijará a todas las víctimas de estos últimos 57 años de dictadura: A los miles de asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado y a los que se tragó el Estrecho de la Florida cuando intentaban escapar hacia la libertad.

Para crear los monumentos más poderosos, aquellos que unen en la tragedia recordando las vergüenzas nacionales, son necesario dos cosas: Tener los datos más precisos posibles sobre las listas negras y que todos los sectores hagan un verdadero acto de contrición y autocrítica. De lo contrario, con listas a medias, se corre el riesgo de que los monumentos solo sirvan de reconciliación pasajera.

La verdad es la única fuerza que puede sanar y cerrar un período, y esa es todavía la asignatura pendiente de estos 40 años en Argentina. Pese a que las listas negras son muchos más transparentes que antes y han permitido erigir el Parque de la Memoria al que este 24 de marzo se rindieron Mauricio Macri y Obama para honrar a las miles de víctimas de la dictadura de la vergüenza, las heridas no terminan de sanar.

La falta de transparencia y no contar con toda la verdad, permite que los grupos de diferentes posiciones en el espectro político e ideológico, puedan usar o manipular la historia a su antojo. Aunque muchos argumenten que no importa si hubo 9 mil o 30 mil víctimas y que solo basta una víctima para luchar por los derechos humanos, sí es necesario saber el nombre de todas para hacer el duelo debido y cicatrizar. Los mausoleos NN o al soldado desconocido terminan siendo fuertes símbolos, pero no monumentos de reconciliación con la historia.

En ese orden, más allá de que muchas listas de proscriptos y sobre métodos de la dictadura se conocieron en 2013, son esenciales las promesas de Obama y del papa Francisco, quienes prometieron que en el corto plazo EEUU y el Vaticano desclasificarán documentos de la dictadura que arrojarán más luz sobre la verdad de aquella tragedia.

Obama no solo utilizó su viaje para honrar a las víctimas y hacer autocrítica sobre la responsabilidad que le cupo a EEUU en el apoyo que dio a los golpes de Estado y dictaduras de la región, sino que prometió que la desclasificación de documentos incluirá a los archivos militares y de inteligencia. Si esto se concreta, será sin dudas otro paso firme hacia la reconciliación regional.

Si bien las listas negras muestran el pasado más desgraciado de un país, los monumentos de la memoria alumbran el futuro. Sirven para construir tolerancia, el valor más esencial para que todos, sin exclusión, se sientan cómodos y libres de verdad.

Amor por la libertad y por la reconciliación es el mensaje que Obama trajo a la región, un capital mucho mayor que todos los acuerdos comerciales e inversiones que firmó.