La locomotora Donald Trump
tiene a medio mundo a la defensiva. Sus medidas son controversiales y su personalidad
avasalla. Pero para quienes se ganan la vida con la parodia y la sátira, el magnate
devenido en Presidente no es intimidante, sino fuente de rica inspiración.
Comediantes y caricaturistas
políticos están en su mejor primavera. Hace rato que una personalidad de tan
alto nivel, no apiñaba tantos atributos juntos para la mofa: Peinado
caricaturesco; actitud enérgica, dominante e intempestiva y declaraciones tan fuertes como jocosas y
delirantes.
Trump despierta creatividad
copiosa. Ataca, contraataca, se desdice, alaba con adjetivos de novela barata y
ataca de nuevo con epítetos y naturalidad asombrosa. En sus primeras semanas
tiró dardos a medio mundo. Calificó a migrantes latinos de asesinos, a
musulmanes de terroristas, a periodistas de deshonestos y a espías de falsear
noticias. No recibió al presidente mexicano, le cortó el teléfono al primer
ministro australiano, calificó de aburrida al canciller alemán y al juez
federal que paró en seco las visas de entrada para refugiados, lo
responsabilizó por cualquier atentado que suceda en el país. Criticó a la CIA y
a la OTAN; luego les tiró flores, culpando a los medios por descontextualizarlo.
Todo este cambalache
presidencial es munición e inspiración para los comediantes. El programa Saturday Night Live hace décadas que
satiriza con astucia a los políticos, pero nunca tuvo ratings tan sostenidos
como ahora con el excepcional Alec Baldwin en el papel de un tozudo y aniñado
Trump. Este domingo reaparecerá en HBO el comediante John Oliver con Last Week Tonight, sabiéndose que por su
origen inglés deparará bromas por su posible deportación y contra el slogan
trumpiano de America First.
Trump aparenta a ser de
teflón ante las críticas y protestas que generan sus medidas, así sea de mujeres
enojadas o inmigrantes rechazados. Pero para quien siempre ha cuidado cada
detalle de su imagen y marca personales, desde la recepción de hoteles y edificios
hasta los complejos de golf que llevan su nombre, le resulta difícil asimilar
ataques directos a su peinado, a su forma de hablar o las parodias contra sus allegados
en el Gabinete.
Prueba de ello fueron sus tuits
contra Baldwin, del mismo calibre que le prodigó al gobierno de Irán por sus
pruebas balísticas. Esa reacción desproporcionada también la tuvo contra Melisa
McCarthy, actriz comediante que se hizo un festín con el vocero presidencial
Sean Spicer, en un sketch hilarante, en el que lo parodió en una conferencia de
prensa por sus defensas elípticas de las metidas de pata del Presidente.
Trump puede amilanar a muchos,
pero los comediantes, siempre a la caza de defectos y debilidades, usan los ataques
para redoblar la apuesta. Para los caricaturistas políticos, que usan un humor
más burlón e irreverente, también es un lienzo en blanco para mensajes que en
pocos trazos dicen mucho. El más potente fue la tapa de la revista alemana Der
Spiegel esta semana. Un comic de Trump sostiene la cabeza de la Estatua de la
Libertad, todavía sangrante, a la que acaba de degollar.
La sátira, que hace un
paralelo de Trump con los extremistas islámicos y ridiculiza su política
antinmigrante, generó varias amenazas contra el caricaturista Edel Rodríguez,
un refugiado cubano que llegó a EEUU con el éxodo del Mariel. Aunque para
sorpresa, la ilustración no generó la controversia de la caricatura del New
York Post que ridiculizó a Barack Obama como un chimpancé asesinado a tiros por
la policía. Tampoco incentivó la violencia que ocurrió con los periódicos
daneses o la revista francesa Charlie Hebdo, por mofarse de Alá.
Más allá de las características
y el contexto, la ventaja de la parodia y la sátira políticas es que no están
limitadas por la realidad y la autenticidad como los géneros tradicionales del Periodismo.
Explotan la exageración, el sensacionalismo y el impacto, los mismos atributos
que Trump maneja con destreza.
Esta igualdad de propiedades
excesivas que comparten Trump y la burla política, quizás sea el antídoto que
termine por controlar y serenar al Presidente, algo que todavía no han logrado
otros presidentes, jueces, periodistas ni dirigentes de la oposición. trottiart@gmail.com