Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y el vicepresidente cubano se reunieron en una nueva cumbre de los países del ALBA en Ecuador, en el que no dejaron de seguir con su cansina perorata de hacer propaganda y utilizar los mismos lemas de siempre: “hasta la victoria siempre” o inundarse la boca, como el presidente venezolano, como si fuera el dueño de la espada y la memoria de Simón Bolívar para justiciar todos sus atropellos.
Los presidente optaron esta vez por resarcir demagógicamente a los pueblos indígenas de sus países, algo que se contradice con los atropellos que numerosos nativos están sufriendo en sus países a manos del Estado, como en Bolivia y Ecuador, lo que quedó demostrado en recientes semanas por la cantidad de manifestaciones públicas reclamando por sus derechos, acceso al agua y otros recursos. Correa habla de la responsabilidad ambientalista que debe haber en el mundo, pero a su vez critica a los indígenas de su país que se niegan a que el gobierno explote petróleo en zonas amazónicas.
Obviamente no faltaron los perdigones contra el ahora blanco preferido del ALBA, el presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, como si no hubiese sido ungido por el pueblo colombiano. Menos mal que el Mundial de Fútbol en Sudáfrica hizo que esta cumbre propagandística del ALBA pasara desapercibida para los medios. Ojala el Mundial durara dos años seguidos y no tendríamos que escuchar esos lemas de propaganda vacía y que desnaturalizan la historia, como el que cantaban los pagados activistas del ALBA: “Alerta, alerta que camina, la espada de Bolívar por América Latina”.
sábado, 26 de junio de 2010
jueves, 24 de junio de 2010
Controlar la conversación
En la constante puja por establecer la agenda pública o controlar la conversación, son los medios de comunicación y los políticos consumados los que no se dan por vencidos con tal de “anotar un gol”, a pesar de que la atención en estos días de Mundial la tiene la FIFA que ha visto casi colapsar su página en el internet, así como Cristiano Ronaldo, el hombre más buscado en Google y quien ya suma unos cinco millones de “amigos” apenas debutó en Facebook.
Más allá del tema obligado del fútbol, son los políticos del continente los que están tratando de imponer la agenda pública, mediante frases de impacto, pegajosas y altisonantes, en un repulsivo ambiente de eterno período electoral.
Así, con un léxico de campaña por los votos, se escuchó esta semana a Barack Obama que le “patearía el trasero” a los ejecutivos de British Petroleum y que crearía un “plan de guerra” para contrarrestar el peor desastre ecológico de todos los tiempos, a cuyos efectos negativos comparó con “el ataque terrorista” de “Setiembre 11”. Como otros políticos, Obama busca que la resonancia en los medios le de legitimidad a sus palabras y, así, desviar la atención ante la ineficiencia y la falta de liderazgo que se le reclama a gritos y que está empezando a carcomer su popularidad.
Instalar la agenda no es fácil. Es que a diferencia de los medios, los mensajes de los políticos, para que prendan en el público, tienen que ser consecuentes con sus acciones. Por eso los problemas del presidente mexicano Felipe Calderón, cuyos discursos y estrategias sobre “seguridad pública” y “guerra contra el narcotráfico”, se ven cada semana contrarrestados por las más de cien víctimas y decenas de cabezas degolladas rodando por doquier.
Lo del presidente Alvaro Uribe es diferente. Esta semana demostró la concordancia entre lo que dice y hace, entre su política de seguridad democrática y el rescate de cuatro secuestrados en manos de las FARC. No solo reinstaló el tema de los rehenes y la guerrilla como en el 2008 tras la liberación de Ingrid Betancourt, sino además, disipó cualquier duda de que el candidato oficialista, Juan Manuel Santos, apabullará a Antanas Mockus en esta segunda vuelta electoral.
Pero no siempre el fenómeno de la “agenda setting” está enfocado en la coherencia entre tema y acción. Los medios, como caja de resonancia, suelen legitimar incoherencias, mentiras repetidas mil veces como decía el propagandista hitleriano Joseph Goebbels, o palabras bizarras que terminan siendo válidas por la jerarquía del interlocutor, así sea loco o cuerdo, maniático o narcisista.
En esta categoría entran Hugo Chávez y Rafael Correa. Ávidos y diestros en frases altisonantes capaces de crear los mejores titulares y despertar la réplica de sus víctimas; pero, al mismo tiempo, conscientes de las debilidades del poder político frente a los medios de comunicación para imponer la agenda social, optan por renegar de ellos; los desprestigian, asfixian y persiguen.
Convertida Venezuela, después de Cuba, en el país latinoamericano con más periodistas y políticos presos o exiliados, Chávez se ha perfeccionado en esta política de censurar y crear temas de conversación. Es un hombre de palabra cínica y teatral, pero peligroso, todo lo que promete lo cumple. Anuncia nacionalización y nacionaliza, expropiación y expropia, intervención e interviene, encarcelamientos y encarcela; y rotula a los medios de “objetivos militares”, y los cierra.
Globovisión es ahora su próximo objetivo, y seguirá degradando a la opinión pública hasta lograrlo, como lo hizo con RCTV, otros cinco canales y una treintena de radioemisoras. Chávez se confunde en creer que cerrando a la televisora o presionándole para cambiar su independiente línea editorial le bastará para controlar o manipular la agenda pública. Ni siquiera podrá hacerlo con su propia maquinaria de propaganda, porque otros medios independientes suplirán el espacio de Globovisión.
Estos días de fútbol se prestan para la manipulación de la agenda política, como el aprovechamiento de los tempraneros éxitos de la selección “albiceleste” por parte de la pareja presidencial argentina. Pero así como Cristina, su aliado Chávez, que pregona la “democracia socialista”, debería saber que para controlar la conversación no bastan frases rimbombantes, sino coherencia entre dichos y hechos.
Más allá del tema obligado del fútbol, son los políticos del continente los que están tratando de imponer la agenda pública, mediante frases de impacto, pegajosas y altisonantes, en un repulsivo ambiente de eterno período electoral.
Así, con un léxico de campaña por los votos, se escuchó esta semana a Barack Obama que le “patearía el trasero” a los ejecutivos de British Petroleum y que crearía un “plan de guerra” para contrarrestar el peor desastre ecológico de todos los tiempos, a cuyos efectos negativos comparó con “el ataque terrorista” de “Setiembre 11”. Como otros políticos, Obama busca que la resonancia en los medios le de legitimidad a sus palabras y, así, desviar la atención ante la ineficiencia y la falta de liderazgo que se le reclama a gritos y que está empezando a carcomer su popularidad.
Instalar la agenda no es fácil. Es que a diferencia de los medios, los mensajes de los políticos, para que prendan en el público, tienen que ser consecuentes con sus acciones. Por eso los problemas del presidente mexicano Felipe Calderón, cuyos discursos y estrategias sobre “seguridad pública” y “guerra contra el narcotráfico”, se ven cada semana contrarrestados por las más de cien víctimas y decenas de cabezas degolladas rodando por doquier.
Lo del presidente Alvaro Uribe es diferente. Esta semana demostró la concordancia entre lo que dice y hace, entre su política de seguridad democrática y el rescate de cuatro secuestrados en manos de las FARC. No solo reinstaló el tema de los rehenes y la guerrilla como en el 2008 tras la liberación de Ingrid Betancourt, sino además, disipó cualquier duda de que el candidato oficialista, Juan Manuel Santos, apabullará a Antanas Mockus en esta segunda vuelta electoral.
Pero no siempre el fenómeno de la “agenda setting” está enfocado en la coherencia entre tema y acción. Los medios, como caja de resonancia, suelen legitimar incoherencias, mentiras repetidas mil veces como decía el propagandista hitleriano Joseph Goebbels, o palabras bizarras que terminan siendo válidas por la jerarquía del interlocutor, así sea loco o cuerdo, maniático o narcisista.
En esta categoría entran Hugo Chávez y Rafael Correa. Ávidos y diestros en frases altisonantes capaces de crear los mejores titulares y despertar la réplica de sus víctimas; pero, al mismo tiempo, conscientes de las debilidades del poder político frente a los medios de comunicación para imponer la agenda social, optan por renegar de ellos; los desprestigian, asfixian y persiguen.
Convertida Venezuela, después de Cuba, en el país latinoamericano con más periodistas y políticos presos o exiliados, Chávez se ha perfeccionado en esta política de censurar y crear temas de conversación. Es un hombre de palabra cínica y teatral, pero peligroso, todo lo que promete lo cumple. Anuncia nacionalización y nacionaliza, expropiación y expropia, intervención e interviene, encarcelamientos y encarcela; y rotula a los medios de “objetivos militares”, y los cierra.
Globovisión es ahora su próximo objetivo, y seguirá degradando a la opinión pública hasta lograrlo, como lo hizo con RCTV, otros cinco canales y una treintena de radioemisoras. Chávez se confunde en creer que cerrando a la televisora o presionándole para cambiar su independiente línea editorial le bastará para controlar o manipular la agenda pública. Ni siquiera podrá hacerlo con su propia maquinaria de propaganda, porque otros medios independientes suplirán el espacio de Globovisión.
Estos días de fútbol se prestan para la manipulación de la agenda política, como el aprovechamiento de los tempraneros éxitos de la selección “albiceleste” por parte de la pareja presidencial argentina. Pero así como Cristina, su aliado Chávez, que pregona la “democracia socialista”, debería saber que para controlar la conversación no bastan frases rimbombantes, sino coherencia entre dichos y hechos.
miércoles, 23 de junio de 2010
Pidiendo justicia
Me encuentro en la peligrosa ciudad de Tijuana en el norte de México a pasitos de San Diego, donde llegamos con un equipo de trabajo para reclamar justicia en los crímenes contra periodistas, un problema cada vez más agudo en el país, donde en los últimos 20 años 86 comunicadores fueron asesinados y 17 permanecen desaparecidos.
Ahora estamos en la sede del diario Frontera debatiendo con unos 25 periodistas de Tijuana y ciudades de los alrededores sobre cómo disminuir los riesgos cotidianos. Como siempre, aflora el tema de la corrupción de las instituciones y los carteles de la droga como elementos naturales de violencia en contra de los medios y periodistas.
El evento más importante de esta visita fue anoche cuando tuvimos la oportunidad de honrar la vida y memoria del periodista Francisco Ortiz Franco, asesinado hace seis años el 22 de junio de 2004, caso que todavía permanece en la impunidad.
Entregamos una placa de recordación a la viuda, Gabriela Ramírez y a sus hijos Francisco, Héctor y Andrea, tras lo cual dijo que “aún estamos esperando que se le haga justicia, que se castigue a los autores intelectuales y materiales de su muerte, esa justicia que solo sirve para adornar los discursos de los gobernantes pero que en la realidad no existe si la impunidad continua”.
A mi turno, anuncié que nuestra institución, la SIP, presentará el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la base de un proceso judicial viciado, el hermético silencio de las autoridades federales sobre los procesos investigativos y la evidente violación de los plazos razonables para que el caso sea esclarecido.
Luego presentamos el documental “El crujir de las palabras”, realizado por los colegas y amigos Idalia Gómez y Darío Fritz, en el que se narra la vida y muerte de Ortiz Franco, así como un llamado de atención en contra de la impunidad y la espiral de violencia que afecta a la prensa mexicana.
Ortiz Franco fue co editor y fundador del semanario Zeta de Tijuana, un periódico que sufrió otras muertes y atentados. Ortiz Franco fue asesinado frente a dos de sus hijos cuando se disponía a encender su automóvil. Un encapuchado, presumiblemente del cartel de los Arellano Félix, le disparó cuatro tiros a quemarropa. Desde entonces, a pesar de la movilización inicial de las autoridades judiciales y del ministerio público, el caso fue tropezando con innumerables irregularidades y hoy permanece en total impunidad.
Ahora estamos en la sede del diario Frontera debatiendo con unos 25 periodistas de Tijuana y ciudades de los alrededores sobre cómo disminuir los riesgos cotidianos. Como siempre, aflora el tema de la corrupción de las instituciones y los carteles de la droga como elementos naturales de violencia en contra de los medios y periodistas.
El evento más importante de esta visita fue anoche cuando tuvimos la oportunidad de honrar la vida y memoria del periodista Francisco Ortiz Franco, asesinado hace seis años el 22 de junio de 2004, caso que todavía permanece en la impunidad.
Entregamos una placa de recordación a la viuda, Gabriela Ramírez y a sus hijos Francisco, Héctor y Andrea, tras lo cual dijo que “aún estamos esperando que se le haga justicia, que se castigue a los autores intelectuales y materiales de su muerte, esa justicia que solo sirve para adornar los discursos de los gobernantes pero que en la realidad no existe si la impunidad continua”.
A mi turno, anuncié que nuestra institución, la SIP, presentará el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la base de un proceso judicial viciado, el hermético silencio de las autoridades federales sobre los procesos investigativos y la evidente violación de los plazos razonables para que el caso sea esclarecido.
Luego presentamos el documental “El crujir de las palabras”, realizado por los colegas y amigos Idalia Gómez y Darío Fritz, en el que se narra la vida y muerte de Ortiz Franco, así como un llamado de atención en contra de la impunidad y la espiral de violencia que afecta a la prensa mexicana.
Ortiz Franco fue co editor y fundador del semanario Zeta de Tijuana, un periódico que sufrió otras muertes y atentados. Ortiz Franco fue asesinado frente a dos de sus hijos cuando se disponía a encender su automóvil. Un encapuchado, presumiblemente del cartel de los Arellano Félix, le disparó cuatro tiros a quemarropa. Desde entonces, a pesar de la movilización inicial de las autoridades judiciales y del ministerio público, el caso fue tropezando con innumerables irregularidades y hoy permanece en total impunidad.
martes, 22 de junio de 2010
Chávez y los complots
Como no podría ser de otra manera, Hugo Chávez trata de ser noticia cada vez que hay una noticia que le sobrepasa en altura. Por enésima quinta vez sacó a relucir un nuevo plan de que fuerzas del mal estarían complotando para asesinarlo, una vieja treta que aprendió de su mentor Fidel Castro.
De esta forma, Chávez trata de opacar o deslindarse de la responsabilidad de tener que felicitar a Juan Manuel Santos, el nuevo presidente electo colombiano, o de sacarse de arriba todas las denuncias sobre corrupción, como los miles de contenedores de alimentos que el gobierno dejó pudrirse antes de entregarlo en sus misiones.
Para colmo de males, la revista Foreign Policy que acaba de publicar una lista de dictadores y autoritarios lo ubica a él y a Raúl Castro en ese triste inventario; aunque especialmente a Raúl lo acusa de siempre utilizar como excusa las confabulaciones externas, cuando los problemas que tiene – así como el presidente venezolano - es que de lo que no saben es nada de política doméstica.
De esta forma, Chávez trata de opacar o deslindarse de la responsabilidad de tener que felicitar a Juan Manuel Santos, el nuevo presidente electo colombiano, o de sacarse de arriba todas las denuncias sobre corrupción, como los miles de contenedores de alimentos que el gobierno dejó pudrirse antes de entregarlo en sus misiones.
Para colmo de males, la revista Foreign Policy que acaba de publicar una lista de dictadores y autoritarios lo ubica a él y a Raúl Castro en ese triste inventario; aunque especialmente a Raúl lo acusa de siempre utilizar como excusa las confabulaciones externas, cuando los problemas que tiene – así como el presidente venezolano - es que de lo que no saben es nada de política doméstica.
lunes, 21 de junio de 2010
Chávez y la Argentina
Si la política exterior de Argentina no fue hasta ahora buena con el matrimonio Kirchner, es de esperar que con el nuevo canciller en reemplazo, Héctor Timerman, será pésima.
Sus primeras declaraciones al entrar en su nuevo puesto el viernes tras reemplazar a Jorge Taiana fueron para elogiar al presidente venezolano Hugo Chávez, a quien destacó como un líder que hizo mucho por la integración y unión regional, además de ser, con 14 procesos electorales a sus espaldas, el líder más legitimado del continente (¿!).
Increíble. Por un lado Chávez está unido a un largo proceso de hechos corruptos con el gobierno argentino, desde la famosa valija con 800 mil dólares para la campaña electoral de la presidenta Kirchner hasta la acusación de una “diplomacia paralela” entre ambos países (lo que resultó en la renuncia de Taiana) con sobornos extraordinarios entre funcionarios y comerciantes de ambos países.
Y para la unidad regional Chávez tampoco hizo mucho; más bien es el factor polarizador más grande que haya tenido este continente, donde ahora todo es blanco o negro, bueno o malo, y quien se ha destacado por una “diplomacia de micrófono” interfiriendo en asuntos de numerosos países; no solo con palabras, sino comprando lealtades y voluntades a fuerza de petrodólares.
Los procesos electorales son una quimera. Especialmente cuando perdió el referendo y la posibilidad de hacer reformas socialistas como pretendía. Pero se las ingenió para que el Congreso le diera una ley habilitante con la cual puso en práctica todo lo que el pueblo le había negado en las urnas.
Reconocer ese gesto como “democrático” no habla muy bien de la nueva etapa de política exterior que se inicia en Argentina.
Sus primeras declaraciones al entrar en su nuevo puesto el viernes tras reemplazar a Jorge Taiana fueron para elogiar al presidente venezolano Hugo Chávez, a quien destacó como un líder que hizo mucho por la integración y unión regional, además de ser, con 14 procesos electorales a sus espaldas, el líder más legitimado del continente (¿!).
Increíble. Por un lado Chávez está unido a un largo proceso de hechos corruptos con el gobierno argentino, desde la famosa valija con 800 mil dólares para la campaña electoral de la presidenta Kirchner hasta la acusación de una “diplomacia paralela” entre ambos países (lo que resultó en la renuncia de Taiana) con sobornos extraordinarios entre funcionarios y comerciantes de ambos países.
Y para la unidad regional Chávez tampoco hizo mucho; más bien es el factor polarizador más grande que haya tenido este continente, donde ahora todo es blanco o negro, bueno o malo, y quien se ha destacado por una “diplomacia de micrófono” interfiriendo en asuntos de numerosos países; no solo con palabras, sino comprando lealtades y voluntades a fuerza de petrodólares.
Los procesos electorales son una quimera. Especialmente cuando perdió el referendo y la posibilidad de hacer reformas socialistas como pretendía. Pero se las ingenió para que el Congreso le diera una ley habilitante con la cual puso en práctica todo lo que el pueblo le había negado en las urnas.
Reconocer ese gesto como “democrático” no habla muy bien de la nueva etapa de política exterior que se inicia en Argentina.
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