sábado, 3 de diciembre de 2011

La Celac es otra contradicción


Es difícil de soportar a tantos presidentes juntos todo el tiempo de cumbre en cumbre, reunión en reunión, y cada año con nuevas asociaciones que terminan haciendo poco y con puntos bastantes contradictorios.

Como Hugo Chávez venía planteando desde hace rato, se formó la Celac con sus objetivos de suplantar a la OEA. Si bien no le hicieron caso, igualmente es parte de ese plan estratégico de Chávez de tortura china – gota por gota, hasta que la piedra se parte – con el cual seguirá molestando en el futuro para lograr que la OEA desaparezca. Si a esto le sumamos que tiene cómplices, como el autoritario Rafael Correa, lo tendremos que escuchar año tras año hablando de lo mismo. A ninguno de los dos les gusta la OEA, porque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos les ha condenado en reiteradas oportunidades.

No quiere decir que la OEA es el mejor instrumento, pero al menos es el que existe y en el cual no se discrimina a los países por pertenecer, excepto a aquellos que no tienen democracia, como el caso de Cuba. Ahora la Celac, sin EEUU ni Canadá, pero con Cuba, será un organismo bien contradictorio en materia de democracia como establecen sus cimientos.

Lo increíble de todo el cuento de la Celac, es que han puesto dispositivos de reacción para cuando haya golpes de Estado y para defender la democracia. Sin embargo, se deja entrar a Cuba como si se tratara de un estado democrático y también a muchos países, como Nicaragua, en donde los gobiernos autoritarios y fraudulentos se esconden detrás de procesos electorales manidos.

La Celac ha mezclado desde el inicio peras con manzanas, como por ejemplo, la soberanía de los ingleses sobre las Islas Malvinas argentinas y el embargo estadounidense sobre Cuba. No tienen nada que ver ambos problemas, lo de Malvinas es un reclamo de soberanía, mientras que el otro es un problema de derechos humanos y democracia.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Las sandalias del sanador


En coincidencia con la celebración en Estados Unidos del Día de Acción de Gracias, me reencontré en Boston, después de casi 30 años, con un amigo muy especial, el cardenal Sean Patrick O’Malley. Pese al calor o la nieve, y a su investidura, sigue llevando su túnica de fraile capuchino y calzando unas humildes sandalias de cuero marrón, como las que usaba cuando era director del Centro Católico Hispano en Washington.

Recordamos mucho. Me comentó con orgullo que amigos con los que conviví a principios de los 80 en la Casa Galilea, una residencia pre seminario que él regenteaba, siguieron su vocación religiosa. Moisés está ahora en la parroquia de Sagrado Corazón en Washington y Adalberto, es obispo de San Pedro en Paraguay.

Le agradecí por aquellas vivencias, por permitirme acompañarlo en sus visitas a los más necesitados, por el trabajo en la Capilla Latina y por los varios eneros que lo seguí frente a las escalinatas de la Suprema Corte de Justicia, para protestar contra la legalización del aborto. También por su compresión, porque sabiendo de mi rechazo al celibato, me ayudó a encontrar otro tipo de vocación. Fue mi mentor en el periodismo, dándome trabajo en El Pregonero, un periódico de noticias generales que creó para la comunidad hispana. Ahí me impregné de los valores que él creía sustanciales para la misión de informar: buscar la verdad con tenacidad, dar voz a los que no la tienen y practicar una ética rigurosa.

Nos desconectamos cuando los trasladaron como obispo a las Islas Vírgenes, y después de darle trabajo a mi esposa en el periódico Catholic Standard, ayudarnos con los trámites migratorios y bautizar a nuestro hijo mayor. Mucho después, supe que debió postergar su vocación misionera cuidando pobres y sidosos, para abrazar una misión aún más dolorosa. En el 2003, el Papa Benedicto XVI le encargó restaurar la Arquidiócesis de Boston tras los repulsivos escándalos sexuales provocados por sacerdotes pederastas y sanar las heridas de miles de víctimas abusadas sexualmente.

Debido a su humildad, magnetismo y conexión con la gente, no tengo dudas que Sean hubiera preferido estar evangelizando y pescando vocaciones, a tener que arreglar asuntos internos. Pero por su firmeza, por ser el primer obispo en imponer una política de tolerancia cero, denunciar como criminales a los curas pedófilos y por limpiar las diócesis de Fall River en Massachusetts y la de Palm Beach en la Florida, era la mejor opción para asumir la Arquidiócesis de Boston, tras la renuncia del cardenal Bernard Law, acusado de encubrir a los religiosos pederastas.

Ungido como Cardenal en el 2006, su labor fue titánica. Aunque sigue en el proceso de restauración y sanación, arreglando juicios y vendiendo propiedades para pagar indemnizaciones, Sean restableció gran parte de la credibilidad de la Iglesia en Boston y hasta logró triplicar las vocaciones religiosas en los últimos años. En agosto pasado, y estricto en su prédica a los pederastas de que el abuso no solo es pecado sino crimen agravado, divulgó una lista con los nombres de 132 curas y diáconos pederastas en la página de internet de la arquidiócesis, con la intención de proveer “sanación adicional para aquellos que han sufrido de abuso sexual por parte del clero”.

Pese a su solidez, muchos todavía lo toman por liberal. La confusión fue mayor, cuando ofreció en 2009 los servicios funerarios al entonces senador Ted Kennedy, recibiendo las críticas más acérrimas de los conservadores de la Iglesia, quienes insisten en que ningún político católico que avale o promueva el aborto, puede recibir la Comunión u otros sacramentos.

Su trabajo no es fácil, en especial en una sociedad cada vez más secularizada, donde las enseñanzas de la Iglesia sobre la defensa de la vida desde la concepción y su oposición a los matrimonios entre homosexuales, se observan como enfoques políticamente incorrectos.

Cuando nos despedimos y lo vi alejarse en su Toyota negro, con su barba plateada y hábito de capuchino, me acordé de aquel Ford Pinto amarillo, medio destartalado, con el que recorríamos Washington. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos; pero estoy seguro que cuando acabe su tarea de sanador, sus sandalias lo volverán a llevar por sus añoradas andanzas de pescador.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Enseñanzas de México a Ecuador


En esto días que estoy en México con la organización de varios seminarios para periodistas en riesgo, han ocurrido cosas muy trascendentes para la libertad de prensa que pueden servir de referencia y contraste con lo que ocurre en Ecuador.

Aquí en México, un fallo de la Corte Suprema de Justicia dirimió un litigio entre el diario La Jornada y la revista Letras Libres, después de que directivos de La Jornada demandaran por daño moral a la revista tras una publicación de una columna de opinión titulada “Cómplices del Terror”. En ese artículo de opinión, se acusaba a La Jornada de estar editorialmente muy cercano al grupo ETA tras la firma de un acuerdo con un diario español ligado al grupo terrorista.

Finalmente la Corte, el 23 de noviembre pasado, dirimió el conflicto diciendo que la demanda no tenía sustento porque en una democracia la libertad de prensa es un derecho preferencial sobre el derecho al honor que pueden tener las figuras públicas _ en este caso un medio de comunicación – allanándose a jurisprudencia interamericana en materia de derechos humanos.

Y anoche, el Senado mexicano, con 81 votos a favor y ninguno en contra, resolvió despenalizar los delitos de difamación, con una argumentación a favor de la libertad de prensa, estableciendo que el camino de la demanda civil y la reparación económica son suficientes, prescindiendo así del castigo de cárcel a los periodistas.

En contraste, México parece un país de avanzada comparado a lo que sucede en Ecuador en materia de libertad de prensa. Rafael Correa demandó al diario El Universo y al columnista Emilio Palacio por una opinión y crítica en su contra, y fueron condenados a pagar no solo una indemnización de 40 millones de dólares, sino tres años de cárcel.

En Ecuador los delitos de difamación son de orden criminal y todavía existe el desacato, es decir la pena de cárcel para aquellos que critican a la autoridad.

Viendo estas realidades, se puede apreciar mejor la trascendencia de lo que ocurre en estos días en México.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Julian Assange es periodista


Así como a mediados de octubre Julian Assange, el fundador y editor de Wikileaks, nos deleitó en Lima durante la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, hoy lo hizo nuevamente ante un público más planetario, en la cumbre de la Global Editors Networks, reunida en Honk Kong.

En ambas video conferencias, se definió como periodista con vehemencia cuando le preguntaron qué era, y se volvió en contra de sus antiguos socios, como los diarios The New York Times y The Guardian, que junto con El País, Le Monde y Der Spigel, habían sido sus aliados cuando divulgó miles de cables diplomáticos secretos que fueron primeramente filtrados por los medios.

Ahora, Assange, se queja de que sus antiguos aliados no le apoyaron cuando los servicios de inteligencia, gobiernos y corporaciones, boicotearon todas sus formas de financiamiento, y que tampoco le defendieron de la persecución de la justicia sueca que sigue con un proceso de extradición por supuestos delitos de orden sexual.

Muchos periodistas coinciden en que Assange no es periodista, debido a que usa recursos que están peleados con la ética profesional, como utilizar medios delictivos para obtener información o publicar información sin editar, poniendo en riesgo la vida de personas y fuentes involucradas en cables secretos muy sensibles.

Creo que bajo la definición de periodista – cualquier persona que viva profesionalmente por sus acciones de buscar y difundir información – Assange sí lo es. Lo que se puede discutir es qué tipo de periodismo practica, o si es bueno o malo. De lo contrario, correríamos el riesgo de avalar leyes o a gobiernos que estipulan o definen quien es o puede ser periodista, con la gravedad que se podrían excluir a personas que no posean un carné profesional o un título universitario, como todavía sucede en varios países latinoamericanos.

Lo que uno puede estar en desacuerdo con Assange es en las formas, pero también hay que reconocer que en materia de transparencia ha hecho más que cualquier otro periodista o medio. Fue por ello que tras su video conferencia, la directora editorial de Le Monde, Sylvie Kauffmann, criticó el éxito de gobiernos y corporaciones en frenar al dueño de WikiLeaks, diciendo que ha quedado demostrado en el mundo que la “transparencia es todavía una cuestión pendiente”.