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junio 17, 2017

Soplones y delatores: ¿Héroes o traidores?

La información oficial es una commodity apreciada, pero esquiva. Los gobernantes suelen retacearla u ocultarla, mientras los periodistas hacen lo imposible por divulgarla.

En el medio del tironeo entre el secreto y la transparencia aparecen los soplones, una especie de robin hoods de la información que, desde el poder, delatan actos de corrupción. Para los periodistas son excelentes fuentes anónimas de información. Para los gobernantes, simples traidores y conspiradores.

Los soplones sobreviven entre severas leyes criminales, códigos de ética que les demandan lealtad absoluta. Reality Winner, veterana de la Fuerza Aérea estadounidense, es una delatora. La detuvieron bajo cargos de filtrar información top secret de la Agencia Nacional de Seguridad (ANS) al medio digital The Intercept. Reveló evidencias del hackeo ruso en las elecciones presidenciales. No dio mucha información, pero lo suficiente para atraerse una dura condena que sirva de ejemplo y disuada a otros informantes.

No es el primer soplón procesado en el gobierno de Donald Trump. Tampoco será el último. Las filtraciones aumentarán, en especial porque en la Casa Blanca, Trump está generando el clima propicio para que ocurran. Es verticalista, retacea y pide a sus funcionarios retacear información, exige lealtad personal y amenaza con procesar a los soplones, sin distinguir que la ley ampara a quienes denuncian corrupción mientras que no filtren información clasificada.

El “rusiagate” sirve de ejemplo. Hasta el despedido ex director del FBI, James Comey, confesó ante una Comisión investigativa del Congreso, que filtró información al New York Times sobre sus reuniones privadas con Trump. A la postre, esa filtración fue el argumento del Congreso para investigar al Presidente. En esta historia en que el perro se muerde la cola, lo más irónico es que Comey se convirtió en un soplón, después de haber perseguido y encarcelado a más de una docena de ellos.

Ni es la única ni la mayor ironía. El presidente Barack Obama firmó en 2009 uno de los decretos de mayor peso sobre transparencia de información oficial, una especie de lupa gigante sobre su Presidencia. Y en 2012 promulgó una ley para la protección de delatores que prohibía despedir a los funcionarios que delataran hechos de corrupción. Sin embargo, fue el Presidente que mayor cantidad de información clasificó y el que más soplones encarceló en la historia. Como efecto colateral, muchos periodistas prefirieron la cárcel a tener que revelar la identidad de sus soplones.

Antes de irse, Obama perdonó al soldado Chelsea Manning, luego de purgar siete de 35 años de cárcel, por filtrar información sobre crímenes en Irak y Afganistán. Sin embargo, nunca quiso perdonar a Edward Snowden, que reveló la amplia red de vigilancia de la ANS. Y si bien no presentó cargos contra Julian Assange, por ofrecer su plataforma de Wikileaks para divulgar esas y otras filtraciones, se sabe del armado de una estrategia  intergubernamental para que Assange no pudiera gozar del asilo por fuera de las paredes de la embajada ecuatoriana en Londres.

La trama con Assange sigue. El gobierno de Trump acaba de anunciar que lo procesará, pese a que el gobierno sueco anunció la semana pasada que le retiró los cargos por violación. No se le persigue ahora por filtrar información, sino por ayudar a Snowden a escapar. Obama ya había desistido de formularle cargos, porque al hacerlo también tendría que acusar a medios y periodistas que amplificaron las filtraciones. A diferencia de Obama, a Trump le seduce la idea de pegarle a la prensa por carácter transitivo.

Trump ha dado nuevo valor al precio que la información fidedigna tiene para la sociedad. El retaceo de información, las amenazas a los delatores, las críticas a la prensa, las fake news o el uso desmedido de twitter como medio oficial, muestran que su estrategia comunicacional está alejada de su intención de “drenar la ciénaga” o perseguir la corrupción enquistada en el poder.

Los soplones, a veces protegidos por la Justicia, tienen una función relevante en la lucha anticorrupción como surge de los recientes escándalos de Odebrecht, la FIFA y los Panama Papers. Las filtraciones suelen ser el último recurso para iluminar la verdad y procurar justicia. trottiart@gmail.com


junio 25, 2013

De Julian Assange a Edward Snowden

Lo único común entre Julian Assange y Edward Snowden es que están bajo el paraguas del gobierno de Ecuador en casos de asilo, el primero habiéndolo conseguido y el segundo siendo considerado, pese a que Assange haya aparecido como el vocero del ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU.

Sus casos no se parecen aunque ambos hayan argumentado que temen por su vida y de no tener un juicio justo en EE.UU. Más allá de la actividad en Wikileaks, los cargos contra Assange tienen que ver con la justicia de Suecia por violación de dos mujeres durante una estadía fugaz en ese país. Las conjeturas que él hace, respecto a que se trata de una treta de Suecia para que Inglaterra lo extradite y que luego será extraditado a EE.UU. donde lo espera una posible condena a muerte, es simplemente un excusa para evadir la justicia.

Por los casos de Snowden y Assange, así como del soldado Bradley Manning quien filtró los 700 mil documentos diplomáticos de su gobierno a Wikiliaks, el gobierno está en su derecho, pero además en su deber legal, de procesar judicialmente a quienes considera que han violado las normas estrictas sobre seguridad nacional. Que estas personas sean o no traidores como varios políticos los han calificado, son simplemente opiniones que a la hora de los juicios los magistrados tendrán que evaluar.

Desde el punto de vista del gobierno el caso de Assange debería ser más peligroso en temas de seguridad nacional porque reveló contenido. El de Snowden fue una denuncia respecto a que el gobierno usa un sistema para espiar a los ciudadanos, especialmente extranjeros a través del internet y en comunicaciones digitales.

Desde la perspectiva de los ciudadanos lo que reveló Snowden es más peligroso por cuanto se habla de la vulnerabilidad de todos los que navegamos internet ante sistemas de espionaje del gobierno, poniéndonos a todos en la misma bolsa de sospechosos y sin siquiera saberlo. El problema es de transparencia en las acciones del gobierno. Sobre este tema comparto mi columna de la semana pasada, la que titulé: ¿Seguridad, privacidad o transparencia?

“El nuevo escándalo que explotó en las manos de Barack Obama por la revelación de programas para espiar comunicaciones telefónicas y por internet, no debería conducir a un debate nacional sobre seguridad vs. privacidad como el Presidente propone.

Más bien, las prácticas de vigilancia secreta que realiza la Agencia Nacional de Seguridad y el FBI a usuarios extranjeros de Verizon y otras telefónicas, y de compañías digitales como Google, Facebook, YouTube, Yahoo, Microsoft, Apple y Skype, indican que la discusión debería enfocarse en la cultura del secreto que mantiene el gobierno y en cómo está minando la credibilidad de un internet abierto y sin restricciones, su mejor aliado para promover libertad y democracia en el mundo.

Obama está en lo cierto cuando dice que no se puede tener 100% de privacidad y seguridad al mismo tiempo mientras el Estado trata de neutralizar ataques terroristas. Todos somos conscientes que por los chequeos en los aeropuertos y por la publicidad personalizada a la que estamos expuestos después de navegar internet, todo ha cambiado tras Setiembre 11 y desde que la comunicación se ha híper digitalizado.

Pero lo que se debe cuestionar no es la legalidad de la vigilancia que está asegurada por la Ley Patriótica para perseguir actos terroristas, sino la secrecía empleada. Lo tenebroso es que esos programas se ejecutan de espaldas a la mayoría de los congresistas y de todos los ciudadanos, y sin conocimiento de las empresas de internet que aseguraron desconocerlos y que solo – dicen -  se someten ante órdenes judiciales.
Que la vigilancia esté destinada solo para extranjeros no es justificación. Muchos actos violentos en EE.UU. fueron cometidos por estadounidenses o nacionalizados. Tampoco es lo mismo vigilar a un extranjero que se comunica con alguien de Al Qaeda, que escudriñar a cualquier francés o español usuario de Facebook, cuando la Unión Europea exige – a modo de reciprocidad - que los datos personales de ciudadanos europeos deben quedar excluidos de las fuerzas de seguridad estadounidenses “salvo en situaciones concretas, excepcionales y revisables judicialmente”.

Lo que realmente está en juego es la credibilidad del gobierno en materia de transparencia, algo que el presidente Obama prometió desde el inicio de su Presidencia. Instalar ahora un debate sobre seguridad y privacidad es desviar la atención, en especial cuando las preferencias del público son fáciles de detectar mediante encuestas, cuyos resultados varían según la cercanía de tiempo con un acto terrorista. La gente concedió perder privacidad ante mayor seguridad, después de Setiembre 11 o del reciente atentado en la maratón de Boston.    

Obama debe revisar sus políticas de vigilancia sobre el internet, ya que no puede estar escribiendo con la mano lo que borra con el codo. Lo contradictorio, es que Obama fue quien ayudó al desarrollo impetuoso de la industria digital, instaló al internet como la panacea para el comercio y el desarrollo internacional, y es quien promociona que las redes sociales sean instrumentos para empoderar cambios democráticos como el de la Primavera Árabe y despotrica contra todo gobierno autoritario que restringe su uso.

Además, lo malo de estas políticas de espionaje es que ofrecen artillería pesada a otros países como China, Irán o Cuba que siempre critican que EE.UU. quiera mantener el control mundial sobre el tráfico de internet, prefiriendo que esa autoridad la ejerza un cuerpo colegiado de las Naciones Unidas, lo que daría pocas garantías de que la red siga siendo libre e irrestricta.

Es lógico que el gobierno debe mantener sigilo para detectar terroristas, pero bien podría hacerlo en forma transparente, explicar sus políticas de vigilancia para que los usuarios de Facebook, Google o Skype sepan a qué atenerse o en qué plataformas pueden sentirse más libres o que no sean tratados como sospechosos.


Más que un debate ciudadano sobre seguridad y privacidad, lo que se requiere es una amplia discusión en el Congreso sobre el costo político, comercial y de credibilidad por mantener una vetusta cultura del secreto. Aunque disguste a muchos, tal vez el delator Edward Snowden, haya ayudado para que el Congreso se enfoque en legislar a favor de la transparencia gubernamental”. 

diciembre 21, 2012

Assange y su gran omisión


Como era de esperarse, y muy al estilo el papa Benedicto XVI, Julián Assange salió ayer al balcón de la embajada de Ecuador en Londres, para seguir defendiéndose del gobierno de EE.UU. al que acusa de que lo sigue investigando en secreto para condenarlo a la pena de muerte por sus filtraciones a través de Wikileaks.

Seguramente como parte de un libreto del gobierno ecuatoriano o al menos por agradecimiento al asilo que le extendió Rafael Correa en agosto pasado después que se refugió en junio en suelo ecuatoriano, el discurso de Assange estuvo más dirigido a pegarle a EE.UU. que a defenderse de las acusaciones de agresión sexual que le imputa la fiscalía de Suecia.

De esa forma, Assange habló de que Ecuador debe cuidarse de que EE.UU. no intervenga su economía ni las elecciones presidenciales de febrero próximo, para luego prometer que, con renovada fuerza, Wikileaks seguirá en 2013 con su derrotero de publicar miles de informes secretos de los gobiernos. (Seguramente ninguno del gobierno ecuatoriano).

Pero hasta aquí, Assange habló de EE.UU. y de su caso, lo que claramente tiene derecho a hacerlo, y aunque habló de la libertad en internet, omitió hablar del tema, en especial de un problema que ha pasado bastante desapercibido para el periodismo y para el público y que tiene que ver con los efectos negativos para la libertad en internet, no de Assange, sino del resto de los mortales.

En la reciente cumbre de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones la mayoría de los 193 gobiernos integrantes de las Naciones Unidas decidieron firmar un protocolo internacional que posibilitará a cada uno de los países imponer cortapisas a la libertad de sus ciudadanos para navegar, buscar y distribuir información en internet.

El nuevo tratado, impulsado por regímenes autoritarios como Rusia, China, varios países árabes y muchos africanos, entrará en vigencia en 2015. Y aunque muchos crean que quienes vivimos en países libres no seremos afectados por las próximas políticas en contra del libre acceso al internet, sí los estaremos por cuanto muchas veces chocaremos con búsquedas y distribución de información en  y a través de países oprimidos.

La nueva resolución, en nombre de la soberanía nacional, les dará el poder a los gobiernos a limitar el internet, bloquearlo y a encarcelar internautas.

Assange no dijo nada sobre este tema.



agosto 19, 2012

Assange y la mezcolanza de Correa

A dos meses de Julian Assange recluido en la embajada ecuatoriana en Londres desde que acudió en pedido de asilo el 19 de junio, su caso se ha transformado en una mezcolanza aprovechada por la demagogia electoral del presidente Rafael Correa. Assange salió hoy a los balcones a recriminar a EEUU que deje de perseguirlo como periodista, así como a los trabajadores de Wikileaks y que libere al soldado Bradley Manning, el “garganta profunda” que le suministró los miles de cables diplomáticos secretos. Correa, a su vez en su programa sabatino habitual, habló de que su decisión de otorgar asilo diplomático a Assange está basada en el derecho internacional porque tiene razones para entender de que Assange podría incluso enfrentar la pena de muerte en EEUU y condenó la amenaza del gobierno de Gran Bretaña de que podría entrar a la embajada y detener al titular de Wikileaks para extraditarlo a Suecia. Los países del ALBA y de la UNASUR salieron pronto a condenar los hechos e invitar a los gobiernos de Ecuador y de Gran Bretaña al diálogo, ante la amenaza de Inglaterra y de que jamás le otorgue a Assange el salvoconducto para vivir en libertad en Ecuador. Antes de cualquier reflexión, vale la pena indicar que Assange ni Correa ni los gobiernos del ALBA y UNASUR dijeron nada de que el gobierno sueco “persigue” a Assange por acusaciones de violación contra dos mujeres de ese país. Sería importante que para desacreditar cualquier argumento de Assange y Correa que se trata de una persecución política y de que la acusación sueca podría ser una treta para enviarlo en extradición a EEUU, Suecia prometa que no accedería a ningún pedido de EEUU. De esta forma, Assange y Correa tendrán las garantías necesarias de que se lo juzgará por delitos sexuales; ¿o será que no querrá someterse a la Justicia sueca por esos motivos? Si tanto explica que esos delitos no existieron, ¿por qué entonces no se somete a la Justicia para aclarar lo sucedido? El caso de Assange a Correa le viene muy bien. No porque simpatice con cualquier persona que se crea perseguida por el imperio, sino porque además le sirve para lavarse la cara sobre los atropellos que ha cometido contra los medios de comunicación en su país, lo que le ha valido ganarse una muy mala reputación en el exterior como uno de los máximos violadores de la libertad de prensa, debido a la persecución en contra de El Universo y sus directivos, así como en contra de los autores del libro El Gran Hermano. Con demagogia electoralista, ahora Correa quiere imponerse en el mundo como un defensor de la libertad de prensa y de los periodistas defendiendo las posturas y conductas de Assange, similares a las que combate. Critica y persigue en su país. Correa mezcla los tantos. Assange no está siendo acusado ni procesado por su papel de periodista sino por delitos comunes. Todo lo demás es pura especulación. Tan especulativo como decir que Assange cumple con las pautas profesionales que los periodistas deben cumplir o que EEUU no tiene derecho a procesar a Manning o a perseguir a cualquiera que robe secretos de Estado en su territorio.

junio 20, 2012

Julian Assange escogió bien


Un amigo ayer me sorprendió con la noticia de que en Londres, Julian Assange se había refugiado en la Embajada de Ecuador para solicitar asilo, diciéndome que no entendía por qué, alguien que luchó a favor de la libertad de expresión y el derecho del público a estar informado, escogió un país dominado por el presidente Rafael Correa con un terrible récord sobre libertad de prensa.

Pero no creo que a Assange le preocupe eso. Más bien, su decisión para escapar de la posible extradición a Suecia, a la que la Corte Suprema británica ya dio autorización para comenzar con el proceso, es que quiere tener la seguridad de que no lo deporten a Estados Unidos como sus abogados vienen asegurando lo haría el gobierno sueco, una vez que lo procesen por crímenes sexuales en ese país.

Así que le viene muy bien establecerse al lado Correa, sabiendo que el líder ecuatoriano es un crítico acérrimo de cualquier política estadounidense y le resultaría muy difícil no sincronizar sus acciones con su filosofía de gobierno.

Se irán sabiendo los detalles de su decisión, la que viene sopesando desde hace meses con las autoridades ecuatorianas. A este nivel y a lo que está en juego, nada se hace por casualidad. Habrá que ver si Assange resulta asilado en Ecuador, cuales son las condiciones y restricciones que impone Ecuador, para saber a que se tendrá que atener.

noviembre 28, 2011

Julian Assange es periodista


Así como a mediados de octubre Julian Assange, el fundador y editor de Wikileaks, nos deleitó en Lima durante la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, hoy lo hizo nuevamente ante un público más planetario, en la cumbre de la Global Editors Networks, reunida en Honk Kong.

En ambas video conferencias, se definió como periodista con vehemencia cuando le preguntaron qué era, y se volvió en contra de sus antiguos socios, como los diarios The New York Times y The Guardian, que junto con El País, Le Monde y Der Spigel, habían sido sus aliados cuando divulgó miles de cables diplomáticos secretos que fueron primeramente filtrados por los medios.

Ahora, Assange, se queja de que sus antiguos aliados no le apoyaron cuando los servicios de inteligencia, gobiernos y corporaciones, boicotearon todas sus formas de financiamiento, y que tampoco le defendieron de la persecución de la justicia sueca que sigue con un proceso de extradición por supuestos delitos de orden sexual.

Muchos periodistas coinciden en que Assange no es periodista, debido a que usa recursos que están peleados con la ética profesional, como utilizar medios delictivos para obtener información o publicar información sin editar, poniendo en riesgo la vida de personas y fuentes involucradas en cables secretos muy sensibles.

Creo que bajo la definición de periodista – cualquier persona que viva profesionalmente por sus acciones de buscar y difundir información – Assange sí lo es. Lo que se puede discutir es qué tipo de periodismo practica, o si es bueno o malo. De lo contrario, correríamos el riesgo de avalar leyes o a gobiernos que estipulan o definen quien es o puede ser periodista, con la gravedad que se podrían excluir a personas que no posean un carné profesional o un título universitario, como todavía sucede en varios países latinoamericanos.

Lo que uno puede estar en desacuerdo con Assange es en las formas, pero también hay que reconocer que en materia de transparencia ha hecho más que cualquier otro periodista o medio. Fue por ello que tras su video conferencia, la directora editorial de Le Monde, Sylvie Kauffmann, criticó el éxito de gobiernos y corporaciones en frenar al dueño de WikiLeaks, diciendo que ha quedado demostrado en el mundo que la “transparencia es todavía una cuestión pendiente”.

octubre 18, 2011

Julian Assange no convenció del todo

Julian Assange, el fundador de Wikileaks, no convenció mucho al auditorio de nuestra Sociedad Interamericana de Prensa cuando se autodefinió como "un activista que lucha por los derechos de la prensa", a través de una videoconferencia.

Su presentación era esperada. Seguramente todos los que estábamos en la sala ya teníamos un prejuicio sobre quién es él, sobre lo que hizo en materia de difusión de cables diplomáticos confidenciales en especial del gobierno de Estados Unidos y cómo lo hizo, si es que estuvo bien que haya usado materiales que fueron sustraídos ilegalmente del gobierno estadounidense, y si fue correcto o no, en nombre del derecho del público a la información, que usara una alianza con medios tradicionales para divulgar esa información.

En un giro hacia la ética profesional, Assange dijo que Wikileaks tomó la decisión de publicar los cables porque temía que se generaran noticias falsas sobre el contenido de los mismos, y porque muchos medios tradicionales se habían negado a publicarlos.

Luego siguió diciendo cosas ya muy conocidas sobre sus declaraciones, respecto a que el periodismo en países en vías de desarrollo es mejor que el de países desarrollados porque considera que en éstos últimos la censura es más fuerte. Tras varios ejemplos, habló del boicot de compañías de tarjetas de crédito y bancos contra las cuentas de Wikileaks.

Assange también se mostró crítico del escándalo de espionaje sobre News of the World de Rupert Murdoch, pero dio a entender que no quería prestarse a los ataques que sufrió esa publicación, tal vez por solidaridad a los mismos ataques que él cree haber sufrido con su sitio.

De no haber sido por su decisión de publicar una última tanda de cables sin editar, poniendo en riesgo a las fuentes, la audiencia hubiera quedado más complacida. Sin embargo, por lo que hablé con muchos tras su charla, nadie quedó muy conforme con sus explicaciones y si antes había algunas dudas sobre su accionar, ahora su popularidad parece estar en baja. Es que no muchos medios tradicionales o periodistas profesionales teniendo las opciones que él tuvo, hubieran actuado de la misma forma.

Sin embargo, hay que reconocer, que más allá de si obró bien o mal, lo que él hizo con sus divulgaciones, cambió parámetros y desafió a las sociedades respecto al derecho que tiene el público a la información.

enero 20, 2011

Linchamiento digital de Wikileaks


Hasta ahora lo de Wikileaks pasó para muchos como uno de los grandes avances de la comunicación al revelar información secreta que cuestiona políticas públicas de varios gobiernos, especialmente al de EEUU, con la idea de que la transparencia de todos los actos – públicos, privados y secretos – son no solo necesarios para la gente sepa sino para que los gobiernos queden desenmascarados y, debido a esa exposición al escarmiento público, se sientan obligados a tomar acciones correctivas.

El precepto de que iluminar la realidad a través de la revelación de información y las denuncias sirve para que se eviten abusos futuros es, en definitiva, la razón de ser del periodismo, una existencia que se ampara en la misión de “watch dog” o de perro guardián, en el objetivo y trascendencia de la prensa como fiscalizadora del poder público.

Así las cosas parecieran muy simples. Sin embargo, dentro de esta misión enaltecedora para la sociedad, el periodismo tiene ciertas responsabilidades legales y éticas sobre las que debe responder. Entre ellas, no puede difamar, hacer apología del delito o poner en riesgo la seguridad nacional de su país, sin efectos ni consecuencias legales a las que debe someterse y atender como cualquier hijo de vecino; aunque, claro está, las leyes no tienen siempre la evidencia de la razón cuando hay información que debe conocerse por su interés público y social.

Tampoco un medio puede hacer uso de sus puntos de vista y sus verdades y su información para conseguir justicia por manos propias, de ahí que los tribunales muchas veces recurren a los periodistas para que aporten información en procesos judiciales.

Vale esto para establecer que lo de Wikileaks no es un proceso muy justo. Primero porque Julian Assange le gusta considerarse periodista y a Wikileaks un medio, pero no quiere estar regulado por las leyes ni la ética a la que sí están atados los demás medios. Segundo porque considera que su sitio carecería de impacto y razón de ser si debiera manejarse con criterios periodísticos en los que debería incluir el balance, contextualización, chequeo y contraste de fuentes; por ello busca el apoyo de los medios de comunicación tradicionales y de referencia que le pueden dar mayor realce y credibilidad a sus revelaciones, como The New York Times, El País, Le Monde, Der Spiegel y The Guardian.

Hasta aquí, Wikileaks pudiera ser considerado el Robin Hood moderno de la comunicación, un ladrón que roba (información) a los ricos principalmente (EEUU) en beneficio de la igualdad y el escarmiento para que el resto sepa sobre la manipulación a la que el rico somete a todos.  En este sentido, lo más relevante del trabajo de Wikileaks hasta ahora han sido las denuncias anteriores a la filtración de los 250 mil cables confidenciales de la diplomacia estadounidense, porque en las primeras denuncias sobre la guerra de Irak había implícito actos de corrupción; pero en esta última se trata de cuestiones que pueden asemejarse más a opiniones que hechos, chismes muchos de ellos, algo que la diplomacia del mundo entero hace, aunque solo se quiera endemoniar a la estadounidense.

La reacción del gobierno de EEUU - y de otros gobiernos que temen ser ensuciados por la forma de operar de Wikileaks - de buscar por todos los medios la forma de procesar a Jualian Assange es parte de la responsabilidad que tienen los funcionarios - aún si los mueve un sentido revanchista contra quienes muchos consideran un terrorista sin armas – para hacer cumplir la ley. De ahí a que consigan las evidencias hay mucho trecho y en el caso de EEUU no le será fácil procesar a Assange, cuando la Primera Enmienda, administrada por los altos tribunales, casi siempre ha hecho prevalecer la libertad de publicar temas de interés público contra la información que los gobiernos quieren mantener silenciada.

Ahora bien, distinto puede ser el caso cuando lo que se busca a través de Wikileaks es suplantar la justicia nacional o internacional, cuando el sitio se puede convertir en el equivalente de lo que algunos ciudadanos de varios países hacen cuando se siente frustrados por la impunidad: linchamiento.

Wikileaks corre el riesgo de convertirse en un sitio para el linchamiento digital, lo que ha quedado en evidencia con la denuncia que en forma pomposa se hiciera esta semana en Londres, en la que Rudolf Elmer, quien trabajó para el banco Julius Baer, en Suiza, entregó en una conferencia de prensa en Londres a Assange unos cd conteniendo los nombres de unos 2.000 famosos, entre ellos 40 políticos, que serían evasores de impuestos.

Que los bancos suizos y del Caribe están llenos de cuentas de políticos corruptos desde las del dictador Duvalier hasta de Menem, o sirven para evadir la responsabilidad impositiva, no hay dudas. Pero la pregunta es si se debe escoger un medio para ventilar ese tema o debiera ser la justicia.

Buscar un medio para la denuncia y el escándalo público pareciera ser más una cuestión de linchamiento (digital, en este caso) que la búsqueda de la justicia. Los discos podrían tener mejor destino si su contenido fuera depositado en las cortes penales de los países a los que pertenecen esos evasores.

Habrá que ver también si Elmer es responsable, como busca ahora la justicia suiza y lo está procesando, de robar información confidencial a sus empleadores. No creo que estemos en capacidad simple de decir que la justicia suiza está violentando la libertad de expresión de Elmer. Distinto sería si se le hubiese impedido a Elmer reunirse con Assange para entregar los discos, pero investigarlo después es su deber, por lo que a primera vista no hay violación a la libertad de expresión.

diciembre 30, 2010

Polémica: ¿Facebook o Wikileaks?


El año terminó con una interesante polémica. El público votó en forma abrumadora por Julian Assange, el fundador de Wikileaks, como “personaje del año”, pero los editores de la revista Time escogieron sabiamente a Mark Zuckerberg, el fundador de la red social Facebook.

En materia de comunicación, las creaciones de ambos hombres figuran entre las más relevantes de la década que termina, pero concuerdo con la decisión de Time.

Aunque la fuerza de Wikileaks al publicar ilimitados materiales secretos e incómodos podría desestabilizar a un gobierno o cambiar las formas de hacer política, en el fondo no es más que el aprovechamiento potenciado de las nuevas tecnologías por parte del periodismo tradicional. Su valor radica en la denuncia y la creación de agenda pública dentro de un esquema de comunicación vertical, de emisor a receptor.

Por Wikileaks puede que apreciemos el mundo de forma diferente, pero Facebook, en cambio, modificó nuestra forma de vivirlo. Zuckerberg, en pocos años, desde que inició en 2004 su proyecto casi como un juego en Harvard, transformó la forma en que nos comunicamos. Nos ofreció una versión más madura de nuestra experiencia con el internet; y ahora vivimos una etapa de mayor horizontalidad expresiva, de libertad, donde lo más trascendente ya no es el modo en cómo comunicamos, sino cómo interactuamos y nos conectamos con los demás.

Lo podemos palpar a nivel personal. En mi casa, la rutina de los desayunos cambió desde que formamos parte de esta comunidad de Facebook de 550 millones de personas que crece a un ritmo de 700 mil usuarios al día. Mi esposa lee el periódico después de reconectarse con sus amigas de hace 30 años; chatea, etiqueta fotos y comparte como no lo hacía desde su adolescencia. Y yo, desde que seguí la formidable campaña política de Barack Obama, navego leyendo lo que le interesa a mis amigos, sigo las tendencias de grupos que protestan o simpatizan con cualquier causa, endoso campañas de todo tipo o me relaciono con quienes compartimos gustos a pesar de distintas edades, ideologías o nacionalidades.

Es cierto que hemos perdido algo de privacidad, que las relaciones virtuales pueden condicionar nuestras vidas o que podemos ser más vigilados que antes. Pero nada se compara a las ventajas de la libertad de expresarnos y conectarnos. Incluso hay investigaciones, como la del banco español BBVA, que demuestran que los migrantes mexicanos en EEUU que usan redes sociales, como Facebook y Twitter, ganan 23% más que el resto, porque acceden a mejor información sobre fuentes de trabajo, salarios y formas de ahorro.

Es tan poderosa la comunicación espontánea que se ha convertido en un desafío para gobiernos intolerantes. Las autoridades chinas tienen censurado a Facebook desde principios de 2009 y en Pakistán, Irán o Arabia Saudita lo bloquean periódicamente. Habrá que ver qué sucederá en Venezuela. Esta semana, Hugo Chávez legalizó la censura del internet y quienes formen grupos en las redes sociales para criticar al gobierno podrán ser castigados. Ni pensar el nivel de censura que generaría que Wikileaks publicara cables secretos de la diplomacia chavista, ya que la nueva legislación permite bloqueos como se practican en Cuba. 

Facebook sobrevivirá a gobiernos y su censura. No fue la primera ni es la única red social, pero como Google en el mundo de los buscadores de internet, se transformó en la fuerza dominante. Se calcula que tendrá un billón de usuarios para 2012. Los medios y los avisadores lo seguirán usando para expandir sus límites y los periodistas para retroalimentar historias. Y como ya está ocurriendo, la conexión a sitios de noticias o entretenimiento, será a través de perfiles en Facebook, una especie de “pasaporte” para cualquier actividad.

Zuckerberg estuvo bien escogido como “personaje del año”. No porque a los 26 años tenga una compañía de más de U$S40 billones o se comprometiera como joven filántropo ante Bill Gates y Warren Buffet a donar la mitad de su fortuna en vida, sino por su visión. Time lo debe haber elegido porque donde todos veían en una red de computadoras la oportunidad de negocios formidables, el vio una vasta red de personas y una nueva forma de comunicación, de interconexión.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...