Julian Assange, el fundador de Wikileaks, no convenció mucho al auditorio de nuestra Sociedad Interamericana de Prensa cuando se autodefinió como "un activista que lucha por los derechos de la prensa", a través de una videoconferencia.
Su presentación era esperada. Seguramente todos los que estábamos en la sala ya teníamos un prejuicio sobre quién es él, sobre lo que hizo en materia de difusión de cables diplomáticos confidenciales en especial del gobierno de Estados Unidos y cómo lo hizo, si es que estuvo bien que haya usado materiales que fueron sustraídos ilegalmente del gobierno estadounidense, y si fue correcto o no, en nombre del derecho del público a la información, que usara una alianza con medios tradicionales para divulgar esa información.
En un giro hacia la ética profesional, Assange dijo que Wikileaks tomó la decisión de publicar los cables porque temía que se generaran noticias falsas sobre el contenido de los mismos, y porque muchos medios tradicionales se habían negado a publicarlos.
Luego siguió diciendo cosas ya muy conocidas sobre sus declaraciones, respecto a que el periodismo en países en vías de desarrollo es mejor que el de países desarrollados porque considera que en éstos últimos la censura es más fuerte. Tras varios ejemplos, habló del boicot de compañías de tarjetas de crédito y bancos contra las cuentas de Wikileaks.
Assange también se mostró crítico del escándalo de espionaje sobre News of the World de Rupert Murdoch, pero dio a entender que no quería prestarse a los ataques que sufrió esa publicación, tal vez por solidaridad a los mismos ataques que él cree haber sufrido con su sitio.
De no haber sido por su decisión de publicar una última tanda de cables sin editar, poniendo en riesgo a las fuentes, la audiencia hubiera quedado más complacida. Sin embargo, por lo que hablé con muchos tras su charla, nadie quedó muy conforme con sus explicaciones y si antes había algunas dudas sobre su accionar, ahora su popularidad parece estar en baja. Es que no muchos medios tradicionales o periodistas profesionales teniendo las opciones que él tuvo, hubieran actuado de la misma forma.
Sin embargo, hay que reconocer, que más allá de si obró bien o mal, lo que él hizo con sus divulgaciones, cambió parámetros y desafió a las sociedades respecto al derecho que tiene el público a la información.
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