Con
las redes sociales y el internet aumentó la capacidad de comunicación de la
humanidad, pero también los desafíos. El mayor de todos parecía ser la
dificultad para equilibrar dos principios de similar valor: el derecho a la
privacidad y la libertad de expresión.
Sin
embargo, desde que Edward Snowden irrumpió en escena todo cambió. Se desvaneció
aquel idílico panorama en el que se percibía a Facebook y Twitter como generadores
de revoluciones democráticas, mientras que los únicos delincuentes eran los
usurpadores de identidad, distribuidores de pornografía y difamadores que ya
habitaban fuera del internet.
Desde
que Snowden robó y divulgó información de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA)
estadounidense, se dispararon las alarmas de todos los gobiernos, ante el temor
de que otros soplones divulgaran datos sensibles que hasta entonces pertenecían
a círculos de inteligencia y espionaje. La vulnerabilidad de las tropas ante
ataques terroristas y las relaciones bilaterales corroídas entre países amigos,
obligó a los gobiernos a replegarse y a trazar estrategias para defenderse del internet.
No
se contentaron con perseguir soplones. Irrumpieron incógnitamente en las redes sociales
cazando al azar a todo aquel con apariencia de terrorista o que hiciera apología
o propaganda a favor del terrorismo. En la redada cayeron también justos por
pecadores. Al principio fueron Facebook, Apple, Microsoft, Google y Yahoo las
que ayudaron a los gobiernos en su quehacer, en especial los de EEUU y Reino
Unido, hasta que los usuarios pusieron el grito en el cielo, confrontando a
esas empresas por romper con el derecho a la privacidad que decían resguardar.
La
pulseada entre gobiernos, empresas tecnológicas fue fuerte. Primó el derecho a
la privacidad y la libertad de expresión. Las empresas, para no perder
credibilidad, rechazaron que los gobiernos pudieran pescar con redes, limitándolos
a hacerlo mediante órdenes judiciales y en forma transparente.
Esa
transparencia que Google ya aplicaba desde que sufrió censuras de parte del
gobierno de China, obligó a Facebook a publicar un informe sobre pedidos oficiales
para delatar perfiles de usuarios sospechosos de cometer ilícitos. Esta semana
informó que el gobierno de EEUU fue el más agresivo con 15.433 pedidos en estos
seis meses - un 23% más que en el semestre anterior – lo que representa la
mitad de las solicitudes que también provienen de países como India, Alemania,
Francia, Reino Unido, Italia, Brasil, Australia, España y Portugal.
Aunque
siempre hubo debate sobre privacidad, libertad de expresión y límites al delito
como la propaganda terrorista, no se tomó real conciencia del problema hasta que
el grupo ultra terrorista Estado Islámico degolló a los periodistas James Foley
y Steve Sotloff, colgando videos y proclamas de sus crímenes por YouTube y todo
el internet.
Esas
decapitaciones fueron punto de quiebre. No hizo falta la intervención de los
gobiernos para que Facebook, YouTube, Google, Yahoo, Instagram y Whatsapp
adoptaran drásticas medidas para bloquear todo tipo de contenidos terroristas.
Sin embargo, ello no quitó que estos grupos siguieran usando mensajes
encriptados y el internet profundo, al que suele acudir la gente con
intenciones.
Los
gobiernos también se vieron compelidos a ser más transparentes. Por eso, el
jefe de escuchas del espionaje inglés, Robert Hannigan, pedía mayor cooperación
a las empresas tecnológicas y que reconozcan que en sus redes anidan grupos
criminales que hacen propaganda y reclutan fieles; mientras que el almirante
jefe de la NSA, Michael Rogers, acudía a la Universidad de Stanford para cazar
potenciales Snowden, pero “para hacer el bien”.
El
internet potenció hasta la infinidad aquel dicho de que las guerras no solo se
ganan en los campos de batalla, sino en el territorio de la propaganda, ese
espacio que aprovechan y manejan bien los terroristas actuales.
Sin dudas, estos nuevos actores, el terrorismo por internet y la
persecución que de él pretenden hacer los gobiernos con eficiencia, han
minimizado el debate sobre privacidad vs. libertad de expresión. De ahora en
más, se abre una lucha desigual debido al terrorismo. Los usuarios deberemos
competir con mayor fuerza para preservar nuestros derechos individuales a la expresión
y a la privacidad.