sábado, 12 de enero de 2013

Chávez el censor. Su legado


Da lo mismo, ya sea desde su lecho o por su voluntad, los chavistas más rojos del régimen, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, invocan las enseñanzas de su líder para censurar a los medios de comunicación y a cualquier ciudadano u opositor que critique al gobierno o que trate de hablar de un tema de interés público como es su convalecencia.

Muy al estilo de las autoridades chinas que esta semana declararon que la censura es oficial y que los medios responden al criterio editorial del partido, en Venezuela, por obra y gracia de Cabello, el órgano que rige las comunicaciones, Conatel, prohibió a la cadena Globovisión. La televisora no puede seguir difundiendo videos en los que Chávez, antes de partir hacia La Habana, decía lo que el chavismo debía hacer. Todo lo contrario de lo que orquestó Maduro con los hermanos Castro desde La Habana y con el aval de un Supremo Tribunal de Justicia sometido o aliado al poder político.

La censura contra Globovisión se disfrazó de apología a los disturbios y de intolerancia política, los mismos criterios que Chávez vino utilizando desde 1999 para atacar a la oposición y hacer de Venezuela, una republiqueta cada vez más parecida a la Cuba de las libertades individuales y sociales coartadas. La censura en Venezuela es legal.

Esta censura no sorprende. El régimen y sus acólitos que siempre critican a los monopolios internacionales, no han hecho otra cosa que instaurar un gran ensamblaje de medios gubernamentales, propagandísticos o someter mediante leyes y extorsiones a los independientes. Desde hace rato que Globovisión tiene las horas contadas; terminará algún día con la misma suerte que RCTV, más de 50 emisoras, periódicos y sitios de internet que han sido cerrados por criticar al régimen, acusados de golpistas y pendencieros.

En Venezuela los medios y periodistas que idolatran a Chávez sobreviven, lo que critican al régimen son perseguidos. Chávez ha dado siempre órdenes expresas en ese sentido, ya sea mediante amenazas directas, promulgando leyes mordazas o decretando el cierre de medios. La censura y la intolerancia, violaciones expresas a los derechos humanos, son y serán parte de su legado histórico.    

viernes, 11 de enero de 2013

El circo chavista

Circo Internacional

El acto de solidaridad y de culto a la personalidad del líder ausente realizado ayer en Caracas y dirigido por el vicepresidente, Nicolás Maduro, fue parte del acto circense que inauguro el Tribunal Supremo de Justicia, tras permitir que el Gobierno pueda tener continuidad pese a que el presidente reelecto no estaba habilitado para tomar posesión.

La polémica sobre la interpretación de la Constitución tuvo el aval de varios presidentes latinoamericanos que se presentaron en Caracas para apoyar a la revolución. Tanto Jose Mujica, Evo Morales y Daniel Ortega, asi como el ex presidente Fernando Lugo, el vicepresidente de El Salvador y el canciller argentino, entre tantos otros, cometieron el agravio de entrometerse en asuntos internos del país, sobre los cuales los venezolanos todavía no se han puesto de acuerdo ni dirimido sus diferencias, pese a que el gobierno diga lo contrario y amenace o advierta a la oposición de que tomara represalias ante cualquier intento de desestabilización.

El chavismo ha cometido serios atropellos a la Constitución en sus 14 años pero siempre lo ha hecho a través de los vericuetos que les permiten las leyes, muchas de ellas creadas con ese propósito de transformar sus ilícitos en legítimos, como aquel día de diciembre de 2010 cuando la Asamblea Legislativa le otorgo a Chávez una ley habilitante para que pueda gobernar por decreto por 18 meses.

Seguramente en estos próximos días mientras la oposición, los académicos, los  dirigentes y los ciudadanos quieran seguir discutiendo sobre la complejidad de la situación, el chavismo encontrara a través del control de los poderes Judicial y Legislativo, las formas para transformar sus polémicas decisiones y bravuconadas en hechos ajustados a derecho.

jueves, 10 de enero de 2013

Armas: Ningún derecho es absoluto


Ante el cumplimiento de la promesa de Barack Obama de tomar riendas en el tema de la violencia provocada contra las armas, después de la masacre de Newtown, grupos conservadores en el país han tomado la iniciativa de declarar el 21 de enero, día que asumirá el Presidente su segundo término, Día del Aprecio por las Armas de Fuego.

En realidad todos tienen derecho a protestar por lo que consideran sus derechos, especialmente por el de portación de armas que es explícito en la Segunda Enmienda de la Constitución, pero de nada vale el cinismo de organizar una jornada en la que los organizadores pretenden que mientras Obama está asumiendo, sus detractores, por su posición anti armas de grueso calibre, piden que se visiten armerías, campos de tiros y alzar la voz contra la intromisión del gobierno en el derecho individual.

Lo que estos grupos no tratan de entender es que no hay derechos absolutos. Es como si se dijera que en nombre de la libertad de expresión garantizada por la Primera Enmienda se pudiera decir, opinar o defender a cualquiera persona por más que mienta o ataque intencionadamente - a sabiendas de que lo hace falsamente – la reputación de otra persona. En esos casos, la reglamentación de la Constitución a través de varias leyes, establecen límites y responsabilidades sobre la libertad de expresión.

En el caso del derecho a la portación de armas, más allá de los límites y responsabilidades que dictan que no se las puede usar para agredir sino en defensa propia, muchos han interpretado que la Constitución les da derecho a poseer todo tipo de armas, incluso de alto calibre y de guerra, las que deberían poseerse solo mediante licencias y justificaciones especiales.

El hecho de que 30 mil personas mueran por año y 100 mil queden heridas en EE.UU. a consecuencia de los portadores de armas, habla por sí solo de que existe un problema grave sobre el que se deben adoptar medidas. Según declaraciones de Joe Biden ayer, Obama podrá regular algunos mecanismos mediante decreto sin esperar una ley particular del Congreso. Habiendo sido profesor de Derecho Constitucional, seguramente será cauteloso en la protección de los derechos y podrá imponer límites de sentido común.

martes, 8 de enero de 2013

Más inconstitucionalidades en Venezuela


A solo dos días de que asuma el nuevo gobierno de Venezuela, las autoridades actuales tratan de seguir manipulando lo establecido por la Constitución para que el presidente reelecto Hugo Chávez pueda estar en funciones, pese a que se encuentra incapacitado por enfermedad y fuera del país. En estas condiciones la Constitución es muy clara, debe asumir el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y debe quedar de lado el gobierno que en estos momenetos preside el vicepresidente y canciller Nicolás Maduro.

Cabello entonces, ante la incapacidad de Chávez, debería convocar a nuevas elecciones. Lo que parece más probable en el gobierno actual, es que se trate de hacer juramentar a Chávez mediante  el Superior Tribunal de Justicia.

Comparto con ustedes, mi columna del fin de semana sobre otros irrespetos a la Constitución por parte del presente gobierno. 

"A pocas horas de la ceremonia de toma de posesión, el gobierno de Venezuela todavía manipula la información sobre la salud del presidente reelecto Hugo Chávez, como si se tratara de un secreto de Estado, dejando a los venezolanos en una situación general de zozobra y al mundo entero en la incertidumbre.

La desinformación intencionada y la intriga, las armas preferidas de la propaganda totalitaria que el chavismo importó del régimen cubano, son responsables de la batería de rumores que, con igual intensidad y al mismo tiempo, ubican a Chávez en todos los escenarios posibles: muerto; en coma inducido; vivo, pero incapacitado; o con pedido de prórroga para asumir después del 10 de enero programado.

El vicepresidente Nicolás Maduro, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, máximos referentes del chavismo, y el ministro de Información, Ernesto Villegas, son constitucionalmente responsables por la falta de transparencia que rodea al estado de salud de Chávez, pese a que desvíen la atención acusando a medios, redes sociales y al “entramado mediático trasnacional” de crear “rumores malintencionados”, “guerra psicológica” y desestabilización.

La falta de transparencia disfrazada de “insuficiencia respiratoria” no sorprende. Ha sido marca registrada de este gobierno que considera que el mandato que redactó en la nueva Constitución - “…toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial…” - es solo una obligación para los medios, so pena de ser censurados o cerrados.

Según Maduro, en su informe al país por cadena nacional, Chávez le pidió mantener “al pueblo informado siempre con la verdad, por dura que ella fuera”.  Sin embargo, se olvidó que la verdad no se determina con adjetivos calificativos (situación “delicada, compleja o imprevisible”), sino con precisión y descripción, por lo que su deber es ofrecer detalles sobre el tipo de cáncer, gravedad, complicaciones y expectativas de vida del Presidente.

Todo empezó con Chávez. No solo eligió a Cuba por su sintonía ideológica con los hermanos Castro o por sus avances oncológicos, sino porque el régimen promete hermetismo mediante un sistema informativo estatal propagandístico. Justamente esa “garantía de confidencialidad”, determinó que el gobierno colombiano eligiera a Cuba como sede para las negociaciones de paz con las guerrillas FARC, como confesó en estos días el hermano del presidente, Juan Manuel Santos.

Pese a la confidencialidad y a la intriga de estilo fidelista, y a los últimos dichos de Maduro y Cabello sobre que Chávez se estaría recuperando y pronto retomaría las riendas del país, nunca antes los indicios habían sido tan claros. Es que en un acto que sonó a despedida, el 10 de diciembre, Chávez ungió como vicepresidente y sucesor a Maduro antes de marcharse a La Habana para su cuarta operación.

Aquella confidencia pública terminó por confirmar que el rumor sobre la gravedad de su enfermedad era verdad. Hasta entonces, esa verdad se manipulaba según la ocasión. Semanas antes y en plena campaña electoral, un Chávez histriónico, alardeaba sobre su recuperación física y emocional, jurando que había vencido a su peor opositor: el cáncer.

Muchos todavía creen que el coctel de medicina y propaganda cubana puede deparar alguna sorpresa; pero otros, más realistas, creen que aquel nombramiento de Maduro y las coincidencias de rumores posteriores, revelan que el fin del líder está cerca. Ante un escenario sin Chávez, en las próximas horas solo quedan por definir acuerdos sobre las diferentes interpretaciones a la Constitución, para que el desenlace y la transición sean ordenados y ajustados a derecho.

Que Maduro, Cabello y los partidarios del chavismo teman, no quieran o no sepan cómo desvincularse de la figura convocante de Chávez es comprensible. Pero negar y manipular la información sobre la salud del Presidente o acusar de guerra psicológica o de desestabilizar al país a quienes reclaman saber la verdad, demuestra el nivel de arrogancia y autoritarismo con la que se conducen las tareas de Estado.

La desinformación provocada por el gobierno es el peor tumor de la democracia. En el próximo período, los venezolanos deberían exigir leyes estrictas para que ese mal sea extirpado de raíz". 

domingo, 6 de enero de 2013

La justicia como superpoder


Lo más importante para que el sistema democrático sea fehaciente y creíble es que haya independencia y equilibrio de poderes. Es una buena señal cuando el Poder Judicial se interpone ante decisiones ejecutivas o cuestiona y desafía leyes por considerarlas inconstitucionales. Que un aparato judicial sea independiente y por tanto tenga ese poder de equilibrio es una buena garantía para los ciudadanos, pese a que muchas veces los fallos puedan ser cuestionados o, aparentemente, no sean equitativos.

El poder del Poder Judicial puede resultar el único freno contra el autoritarismo o las pretensiones de un gobierno de salirse con la suya.

Esto sucede en la Argentina de hoy. La presidenta Cristina de Kirchner está pataleando más de la cuenta, enojada con la justicia, porque considera que dos medidas cautelares recientes que suspenden la aplicación de la Ley de Medios y la expropiación de los predios de la Sociedad Rural Argentina son de carácter político para dañar a su gobierno. Considera, como expresó ayer por Twitter, que los jueces se han transformado en un superpoder que beneficia solo a las corporaciones – la oligarquía mediática y agropecuaria – a expensas de los intereses del pueblo – léase del gobierno, en consideración de que ella y su gobierno son los únicos que consideran que pueden interpretar qué es el pueblo.

De esta forma la Presidenta, en lugar de hacer ver que la democracia se robustece con el equilibrio de poderes, saltó a la palestra insultando a medio mundo porque los jueces se oponen a la voluntad de su gobierno. Y lo hizo en contra de los jueces de un tribunal menor, sabiendo que como cualquier ciudadano común puede apelar los fallos y seguir el curso de la justicia hasta que haya instancias definitivas.

Sin embargo, y pese a que muchos jueces fueron ungidos por el oficialismo y por eso ella considera que deben favorecerle con sus fallos, ella y muchos funcionarios y partidistas, como Hebe de Bonafini, líder de las Madres de Plaza de Mayo, comenzaron a decir que saldrán a contar detalles y poner trapitos al sol sobre la conducta personal de los jueces. Un tipo de represalia y presión contra los jueces que el gobierno viene usando contra todos los que no se acomoden a sus designios. Vale recordar los juicios públicos que se le hicieron a montones de periodistas en la Plaza de Mayo para desacreditar, insolentemente, a periodistas que se consideraba habían estado al servicio de la dictadura.

Varias veces la Presidente ha acusado a los jueces de corruptos. Varias veces ha dicho que se necesita reformar el aparato judicial. Evidentemente, está en la misma tesitura del presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien luego de desacreditar a los jueces y acusarlos de corruptos, hizo una reforma judicial que terminó por beneficiarlo directamente a él, no al pueblo ni a la justicia ni a la democracia como sustentaba en sus argumentos para la reforma.

Los jueces no son mejores ni peores que cualquier otro miembro de cualquiera otra disciplina. Los hay probos y deshonestos; pero hay formas de combatir esa corrupción sin tener que entrar a lidiar con reformas que lo que buscan es solo fomentar una justicia adicta y permisiva para los intereses de los otros poderes del Estado.