Corría el 2007 y la propuesta
del presidente Rafael Correa de no extraer petróleo de la Amazonía ecuatoriana
a cambio de una millonaria compensación de la comunidad internacional, sonaba a
genialidad.
Hoy, seis años después, quedó
demostrado que aquella idea provocadora no fue otra cosa que demagogia. La
semana pasada, Correa anunció que perforará el Parque del Yasuní, una de las
reservas de biodiversidad más importantes del planeta, desquitándose de un
mundo al que calificó de “hipócrita” porque no le compensó con los 3.600
millones de dólares que pidió.
De ese modo, aquella
revolucionaria visión ecológica del Plan del Buen Vivir con la que evitaría la
emanación de 407 millones de toneladas de dióxido de carbono y protegería a miles
de especies de plantas, aves, insectos y reptiles, decayó en un enfoque económico
más práctico, con el que ahora justifica la necesidad de extraer los 846
millones de barriles de crudo.
“No me gusta la minería, no
me gusta el petróleo, pero mucho menos me gusta la pobreza y la miseria”, dijo
Correa, mostrando su transformación de verde idealista a experto economista. Su
cambio, no obstante, fue siempre calculado. Endilgarle la culpa a la comunidad
internacional porque solo aportó 13.3 millones de dólares de los 3.600
esperados, le sirvió para enmascarar sus verdaderas intenciones.
El fracaso de su iniciativa
le viene como anillo al dedo. Su anuncio actual, con bombos y platillos, de que
pedirá autorización a la Asamblea Legislativa para explotar el Yasuní, se da en
momentos que tiene mayoría en la Asamblea Legislativa, apoyo que no tenía en
2007. Tampoco encontró buen eco en 2010 cuando desistió de una consulta popular
porque sabía que el resultado le sería adverso.
Pero la señal más patente en
contra de su propio plan, se dio en 2009 cuando desarticuló la idea de que en
la cumbre mundial ambiental de Copenhague se creara un fideicomiso para manejar
los más de 300 millones de dólares que habían comprometido países como
Alemania, Bélgica y España. Dijo entonces que no permitiría que se afecte la
soberanía de su país. Peor ahora, que para justificar la exploración que antes
denostaba, le echa la culpa al capitalismo internacional por querer atarle las
manos en su lucha a favor de los pobres.
Es decir, su pedido de que
le extendieran un “cheque en blanco” sin condiciones, sonó al mundo más como
una extorsión que a una auténtica transferencia de responsabilidad ética por
los estragos al medio ambiente. Nadie se dejó embaucar creyendo que Correa era
merecedor de un Nobel de la Paz, como en 2007 lo obtuvo el ex vicepresidente
estadounidense, Al Gore, por su documental sobre el calentamiento global.
Correa no trasmite
confiabilidad en el exterior. Su compulsión sarcástica con la que igualmente
ataca a líderes extranjeros como a opositores internos, desmejoran su imagen. No
se olvida que demandó por 40 millones de dólares y pidió tres años de cárcel
para los periodistas que lo criticaron por autoritario.
Tras su anuncio de
perforación, no solo se burló de los grupos civiles que quieren bloquear sus
intentos en el Congreso mediante una consulta popular para evitar la
perforación del Yasuní, sino que desafió a quienes critican su cambio de
posición. “Ahora los mayores ecologistas son los diarios mercantilistas”,
respondió a las críticas proponiendo otra consulta popular para que la gente
vote por diarios digitales, para que se evite “la tala indiscriminada de
árboles”, desconociendo cómo se fabrica el papel periódico.
Si finalmente la consulta
popular ocurre porque se consiguen las firmas necesarias, Correa invertirá
millones de dólares en propaganda a favor de la extracción “responsable” del
petróleo en la Amazonía, repitiendo demagógicamente que “el factor fundamental
del fracaso (no apoyar su Plan del Buen Vivir) es que el mundo es una gran
hipocresía” y que su preocupación mayor son los pobres y no la ecología.
En realidad, lo interesante de este ejercicio de verde hipocresía que duró seis años, es que la escandalosa diferencia entre el dinero solicitado y el recibido, entre los 3.600 y los 13.3 millones, terminó siendo un excelente referéndum con el que se midió el nivel de liderazgo y credibilidad internacional del presidente Rafael Correa.