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agosto 24, 2013

La verde hipocresía de Correa

Corría el 2007 y la propuesta del presidente Rafael Correa de no extraer petróleo de la Amazonía ecuatoriana a cambio de una millonaria compensación de la comunidad internacional, sonaba a genialidad.

Hoy, seis años después, quedó demostrado que aquella idea provocadora no fue otra cosa que demagogia. La semana pasada, Correa anunció que perforará el Parque del Yasuní, una de las reservas de biodiversidad más importantes del planeta, desquitándose de un mundo al que calificó de “hipócrita” porque no le compensó con los 3.600 millones de dólares que pidió.

De ese modo, aquella revolucionaria visión ecológica del Plan del Buen Vivir con la que evitaría la emanación de 407 millones de toneladas de dióxido de carbono y protegería a miles de especies de plantas, aves, insectos y reptiles, decayó en un enfoque económico más práctico, con el que ahora justifica la necesidad de extraer los 846 millones de barriles de crudo.

“No me gusta la minería, no me gusta el petróleo, pero mucho menos me gusta la pobreza y la miseria”, dijo Correa, mostrando su transformación de verde idealista a experto economista. Su cambio, no obstante, fue siempre calculado. Endilgarle la culpa a la comunidad internacional porque solo aportó 13.3 millones de dólares de los 3.600 esperados, le sirvió para enmascarar sus verdaderas intenciones.

El fracaso de su iniciativa le viene como anillo al dedo. Su anuncio actual, con bombos y platillos, de que pedirá autorización a la Asamblea Legislativa para explotar el Yasuní, se da en momentos que tiene mayoría en la Asamblea Legislativa, apoyo que no tenía en 2007. Tampoco encontró buen eco en 2010 cuando desistió de una consulta popular porque sabía que el resultado le sería adverso.

Pero la señal más patente en contra de su propio plan, se dio en 2009 cuando desarticuló la idea de que en la cumbre mundial ambiental de Copenhague se creara un fideicomiso para manejar los más de 300 millones de dólares que habían comprometido países como Alemania, Bélgica y España. Dijo entonces que no permitiría que se afecte la soberanía de su país. Peor ahora, que para justificar la exploración que antes denostaba, le echa la culpa al capitalismo internacional por querer atarle las manos en su lucha a favor de los pobres.

Es decir, su pedido de que le extendieran un “cheque en blanco” sin condiciones, sonó al mundo más como una extorsión que a una auténtica transferencia de responsabilidad ética por los estragos al medio ambiente. Nadie se dejó embaucar creyendo que Correa era merecedor de un Nobel de la Paz, como en 2007 lo obtuvo el ex vicepresidente estadounidense, Al Gore, por su documental sobre el calentamiento global.

Correa no trasmite confiabilidad en el exterior. Su compulsión sarcástica con la que igualmente ataca a líderes extranjeros como a opositores internos, desmejoran su imagen. No se olvida que demandó por 40 millones de dólares y pidió tres años de cárcel para los periodistas que lo criticaron por autoritario.

Tras su anuncio de perforación, no solo se burló de los grupos civiles que quieren bloquear sus intentos en el Congreso mediante una consulta popular para evitar la perforación del Yasuní, sino que desafió a quienes critican su cambio de posición. “Ahora los mayores ecologistas son los diarios mercantilistas”, respondió a las críticas proponiendo otra consulta popular para que la gente vote por diarios digitales, para que se evite “la tala indiscriminada de árboles”, desconociendo cómo se fabrica el papel periódico.

Si finalmente la consulta popular ocurre porque se consiguen las firmas necesarias, Correa invertirá millones de dólares en propaganda a favor de la extracción “responsable” del petróleo en la Amazonía, repitiendo demagógicamente que “el factor fundamental del fracaso (no apoyar su Plan del Buen Vivir) es que el mundo es una gran hipocresía” y que su preocupación mayor son los pobres y no la ecología.

En realidad, lo interesante de este ejercicio de verde hipocresía que duró seis años, es que la escandalosa diferencia entre el dinero solicitado y el recibido, entre los 3.600 y los 13.3 millones, terminó siendo un excelente referéndum con el que se midió el nivel de liderazgo y credibilidad internacional del presidente Rafael Correa.

agosto 17, 2013

Correa y el cínico plan del Yasuní

La tira venezolana de dibujitos animados “Isla Presidencial”, en la que acaba de debutar Nicolás Maduro con su inseparable pajarito en el que se reencarnó el “comandante”, tendrá fino material para que los náufragos se vayan de ahí. Podrán llevar sus desopilantes aventuras al Parque de Yasuní, la reserva de petróleo y reserva mundial de la biósfera en la Amazonía ecuatoriana, a la que ahora Rafael Correa está dispuesto  a explotar porque no consiguió que la comunidad internacional le regalara 2.700 millones de euros o 3.600 millones de dólares para respetar el medioambiente.
La propuesta de Correa aparentaba una genialidad de la inteligencia y el sentido común, pero en realidad se trata de una transferencia de responsabilidad ética a la comunidad internacional que él no quiere asumir. Es decir, pura demagogia y un jugueteo político para encaramarse en la agenda pública internacional, con un dejo de vanidad que seguro que le habrían llevado a pensar que merecería el Premio Nobel de la Paz, como aquel conseguido por el ex presidente estadounidense Al Gore, cuando arrancó el galardón tras un documental de concientización sobre el calentamiento global.
La idea de Correa, no obstante, sonaba buena y pomposa. Por su amor a la humanidad, al planeta Tierra, promovió el Plan del Buen Vivir, no explotar las reservas petroleras del yacimiento del Yasuní, a cambio de un fondo internacional de 3.600 millones de dólares como indemnización previa al Ecuador, para que se pudiera combatir la pobreza y miseria internas a cambio de no ensuciar el aire del planeta con las emanaciones provocadas por la exploración y explotación de crudo.
Correa tuvo un duro golpe. Al cierre de tiempo de su propuesta, solo recogió 13.3 millones de dólares de los 3.600 en cuestión. El fracaso de la gestión no solo se debe a lo demagógico del plan, sino también a la falta de credibilidad de Correa a nivel internacional. Podría decirse  que la diferencia entre lo solicitado y lo recibido es un buen plebiscito de su función y, en especial, de su credibilidad internacional, la cual se fue a la bancarrota cuando hace dos años demandó a periodistas y directivos de El Universo por 40 millones de dólares porque no le habían gustado que lo criticaran.
Ahora Correa se enfrenta a su público interno y a demostrar si realmente tiene esa vocación ética de no explotar el Yasuní por los peligros medioambientales, entre ellos los de mermar la biodiversidad que según estudios alcanza a 100 mil especies de insectos, 121 reptiles, 598 aves, 3.000 especies de plantas y 150 anfibios.  Pero vanidoso, demagógico y desafiante como es, Correa ya está hablando y empezando a hacer campañas de propaganda  para explotar el lugar, pues dice que Ecuador necesita inversiones por arriba de los 70 mil millones de dólares para combatir la pobreza y brindarle igualdad de condiciones a los más vulnerables.
En Ecuador, según sondeos, los ecuatorianos están por arriba del 90% en contra de la exploración, pero seguramente Correa encontrará la forma de culpar a esa gente de no querer asistir a los pobres y ordenará, con su acostumbrado sesgo autoritario, a que empiece la exploración del parque. Ya dijo  este jueves, cuando anunció el fin de la propuesta, que la culpa de su malogrado plan es del mundo, al que calificó de hipócrita. Seguramente, la próxima culpabilidad se la echará a los fascistas, corruptos y asesinos ecuatorianos que no quieren que se explote el Yasuní porque detestan a sus pobres conciudadanos.
Seguramente que la tira cómica de la “Isla Presidencial” tiene mucho material. Así como Correa, se prevé que Cristina Kirchner pida al mundo que le regale 5.000 millones para no criar más ganado y así evitar el peligro medioambiental que representa las emanaciones de dióxido provocado por el estiércol. Lo mismo sucederá con Evo Morales, cuyo fondo servirá para no producir más carne de pollo y así evitar que se propague la homosexualidad por el mundo.

Correa demostró con su demagógico plan que sigue siendo tan cínico como siempre.     

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...