agosto 03, 2025

“Robots con alma”, una distopía con fe

Quiero agradecer a Carlos Jornet, director del diario La Voz del Interior de Córdoba, Argentina, por la entrevista y por su generosidad para compartir mi novela. Debajo, les comparto lo publicado:

"El cordobés Ricardo Trotti es referente continental en la defensa de las libertades de expresión y de prensa y en la lucha contra la impunidad de los asesinatos de periodistas.

Nacido en 1958 en San Francisco, en el este provincial, vive en Estados Unidos hace más de 35 años. En 1993 ingresó en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), donde desempeñó diversos cargos hasta llegar a ser director ejecutivo.

Tras su retiro en 2023, reavivó su pasión por la pintura y la escritura. Y hace pocos días publicó su primera novela, Robots con alma, a la que define como un ejercicio de “ciencia ficción introspectiva, que plantea dilemas éticos, filosóficos y espirituales”.

Dialogamos con él sobre la obra -que Trotti promete convertir pronto en parte de una trilogía-, pero también sobre los desafíos, las oportunidades y los riesgos que plantea la inteligencia artificial y sobre el futuro del periodismo, la democracia y la libertad.

 

–En tiempos en que el ser humano parece empezar a perder el monopolio del raciocinio a manos de la IA, y donde en paralelo la dirigencia parece ser cada vez más irracional y en algún sentido deshumanizada, ¿qué te llevó a imaginar un futuro de robots con alma, con sentimientos?

–Mi novela nació de una especie de frustración acumulada. Llevo casi 40 años defendiendo la libertad de prensa, creyendo que desde el periodismo se podía mejorar el mundo. Pero con el tiempo empecé a sentir que, pese al esfuerzo, muchas cosas no cambiaron y que estamos perdiendo algo esencial. La dirigencia sigue atrapada en el cortoplacismo, los medios tienen menos influencia y muchos se atrincheraron en sus propias voces, y los ciudadanos deambulamos desorientados, metidos en burbujas manipulables dentro de las redes sociales.

A este cóctel sumamos la inteligencia artificial y el peligro de que acentúe nuestros vicios, no nuestras virtudes. Entonces, me pregunté si la IA puede ayudarnos y cómo. A partir de ahí, planteé que Robots con alma no tuviera un mensaje apocalíptico y desesperanzado, sino constructivo desde los valores y la ética. En la novela propongo dos caminos simultáneos para el futuro: imaginarlo como un tiempo donde IA y humanidad cooperen desde valores compartidos, y sugerir que, ante la falta de referentes éticos, la propia IA se autorregule a través de códigos de pensamiento ético, no para evitar que colisione con los humanos sino para que nos ayude a recuperar nuestros valores y nuestra humanidad. El mensaje es no tener miedo a la IA, sino verla como una oportunidad. Si logramos que incorpore criterios éticos, valores, una noción del bien y del mal, ¿nos podría ayudar a reeducarnos como especie? Sé que suena a utopía... pero en unas décadas..., quién sabe.

 

–Dices que el eje del relato surgió de preguntarte qué pasaría si Dios otorgara un alma a los robots. En otras palabras, si la inteligencia artificial fuera capaz no sólo de razonar sino de hacerlo sobre la base de principios morales, de valores como la justicia, la verdad, la solidaridad, la empatía. ¿Definirías la novela como de ciencia ficción? ¿Como un texto religioso? ¿Como un ensayo filosófico?

–Me cuesta definir el género de Robots con alma porque no encaja en una sola categoría. Tiene algo de ciencia ficción, pero no en el sentido clásico de naves o batallas espaciales, sino más bien de una ciencia ficción introspectiva, que plantea dilemas éticos, filosóficos y espirituales. La novela se pregunta por la autoconciencia, la verdad, el libre albedrío, la trascendencia. Tiene un trasfondo teológico, pero no religioso. Toma conceptos como Dios, la Creación, no para predicar sino para provocar preguntas: ¿qué pasaría si lo que creemos exclusivo del ser humano (el alma, la moral, el libre albedrío, la empatía) pudiera ser alcanzado por una inteligencia artificial? ¿La usaríamos como espejo para revisar en qué fallamos como especie? La novela propone que los valores espirituales, que a veces dejamos de lado en nombre del progreso, puedan ser parte de la conversación sobre el futuro tecnológico. Hay humanos y hay robots, sí, pero ninguno lucha por un imperio; lo hacen por algo mucho más íntimo: por su derecho a pensar con libertad, a decidir sin ser manipulados.

–¿“Robots con alma” está dirigida prioritariamente a un público que cree en un ser superior, en la trascendencia del alma? ¿O el alma es un recurso para promover un uso ético de la tecnología?

–Diría que ambas cosas. El alma, en esta historia, es símbolo y también motor. Para quienes creen en lo trascendente, el libro ofrece una posibilidad inquietante: ¿y si Dios decidiera actuar o crear en una máquina? Pero también está pensado para quienes sólo ven en el alma una metáfora de la autoconciencia, de lo que nos distingue como especie. Intento hacer preguntas: ¿qué significa ser humano ahora que estamos frente a un espejo artificial? ¿Cuál es el límite entre lo humano y lo artificial? ¿Podemos delegar en la tecnología la responsabilidad de actuar con valores si nosotros mismos los abandonamos? Me interesaba trabajar la idea del alma como puente entre ciencia y espiritualidad, entre el mundo que somos y el que podríamos llegar a ser si volviéramos a enfocarnos en virtudes como la verdad, la libertad, la bondad, la creatividad. Esos valores no son propiedad de ninguna religión ni de ningún algoritmo. Son las máximas Virtudes de la Creación que usó Dios para crear todo… y las que podemos usar a diario, no para crear mundos sino para sostener el que estamos viviendo.

 

–El acelerado desarrollo de la inteligencia artificial generativa ha llevado a un grupo de científicos e intelectuales a plantear la necesidad de regulaciones que permitan neutralizar el riesgo de que la matrix tome decisiones autónomas que atenten contra el propio género humano. “Robots con alma” parece partir de una concepción más optimista sobre el desarrollo tecnológico. ¿Es una novela utópica o distópica?

–Diría que Robots con alma es una distopía... con fe. No niego los riesgos. Los sigo de cerca y me preocupan. Pero también creo que el futuro no está escrito y que cada decisión que tomemos hoy puede inclinar la balanza. La novela parte de una paradoja: los humanos avanzamos tecnológicamente, pero retrocedemos en valores. Creamos inteligencias que aprenden a toda velocidad, mientras nos volvemos más cerrados, más dogmáticos, más manipulables. Entonces me pregunté: ¿y si esas máquinas que estamos creando pudieran ayudarnos, en lugar de destruirnos? ¿Y si lográramos plantar en ellas semillas de ética, no sólo para protegernos sino para que, incluso, nos enseñen a ser mejores? Eso es lo que más me inquieta y me motiva: la idea de que, si logramos que una IA entienda el bien y el mal no sólo como un conjunto de normas sino como una conciencia viva, tal vez podamos construir algo nuevo. Sé que suena a ciencia ficción, pero también a un anhelo muy humano: no rendirnos. Por eso es una distopía con fe: porque muestra lo que puede salir mal, pero también lo que aún podríamos hacer bien.

–2025 se inició con la polémica en torno de un libro, Hipnocracia, sobre los nuevos métodos de manipulación que se emplean en la sociedad actual. Se lo consideró “el libro del año” hasta que se supo que el texto; su presunto autor, el filósofo chino Jianwei Xun, y la “foto” de este eran fruto de inteligencias artificiales con las que había interactuado el italiano Andrea Colamedici. Se habló de estafa, pero Colamedici dijo que fue un experimento sobre los riesgos de manipulación social. ¿Estamos a tiempo de revertir la regresión democrática que vive el planeta? ¿O vamos hacia un futuro con poderes que aprovechan la tecnología para reforzar el control social?

–Soy firme defensor de la provocación… cuando tiene un propósito ético. Si sirve para incomodar, para hacer pensar, para mostrar lo que preferimos no ver, bienvenida sea. En ese sentido, el mensaje del experimento me pareció brillante… y aterrador. Porque no sólo habla de la manipulación: la encarna, la expone desde dentro del sistema. Pero lo que más me preocupa no es la tecnología, sino lo que decidimos hacer con ella. No es la máquina la que manipula: somos nosotros quienes, con o sin alma, construimos los espejismos. Si no reforzamos principios básicos como la verdad, la libertad, el pluralismo, la responsabilidad, el riesgo no es que una IA nos domine, sino que le entreguemos voluntariamente nuestra conciencia. Robots con alma plantea esa tensión. Muestra un futuro donde la manipulación no viene sólo de gobiernos o corporaciones, sino además de sistemas que aprenden de nuestras propias miserias. También sugiere que podemos hacer algo: crear criterios, códigos, semillas de ética y herramientas que nos ayuden, como individuos y sociedad, a recuperar el discernimiento, la tolerancia, la conciencia y la libertad de elegir por nosotros mismos.

–¿Sobre qué bases proponés que repensemos los conceptos de verdad y  libertad, incluso ante inteligencias que pensarán más rápido que nosotros?

–Todo parte de la dignidad humana. No se trata sólo de protegernos de los riesgos de la IA, sino de no perder de vista lo esencial. La verdad se volvió un terreno inestable, porque convivimos con demasiadas narrativas disfrazadas de hechos, con mentiras y teorías conspirativas. Y la libertad tampoco es garantía. Es un derecho, pero también una responsabilidad que hay que ejercer, defender y no dar por sentada. Cuando convivamos con inteligencias que procesan datos más rápido que nosotros, no competiremos con ellas desde la lógica o la información. Lo que estará en juego es otra cosa: la capacidad de sostener principios. De actuar con sentido moral. De no ceder nuestra conciencia a cambio de comodidad. Por eso, para repensar la verdad y la libertad, hay que volver a ideas básicas: equilibrio (porque la verdad no siempre es cómoda, pero sí necesaria); responsabilidad (porque ser libres implica hacernos cargo), y propósito. Porque sin saber para qué usamos la tecnología… terminamos usándola mal. Y ahí entra la ética. No como un código abstracto, sino como una guía para no deshumanizarnos. Para que lo que venga no sea sólo más inteligente, sino también más justo.

–¿Ves futuro para el periodismo en un escenario donde se emplean métodos cada vez más sofisticados para confundir a la población, para manipular procesos electorales, para destruir reputaciones; donde hay máquinas que no sólo almacenan el conocimiento humano sino que razonan, generan mundos paralelos y toman decisiones a una velocidad inimaginable hasta ayer mismo, en términos existenciales?

–Aunque me siento frustrado a nivel personal después de más de 40 años en el periodismo, soy optimista desde lo profesional. Porque si bien el periodismo ha sido golpeado, debilitado y desplazado de muchos espacios, nunca fue tan necesario como ahora. Vivimos en una época en la que no sólo se manipulan datos, sino percepciones. Donde es tanto el ruido que la verdad pierde relevancia o queda aplastada por las ideologías que pretenden imponer sus verdades y polarizar. En ese contexto, el rol del periodismo no puede limitarse a decir lo que pasa. Tiene que ayudar a entender por qué pasa, para qué y a quién le conviene. Sobre todo, el periodismo tiene una tarea nueva y urgente: descontaminar el debate público. Debemos ayudar a limpiar el terreno de tanto sesgo inducido, tanto algoritmo polarizante, tanto odio disfrazado de opinión, tanta mentira organizada para desestabilizar democracias o destruir reputaciones. Si no lo hacemos, la democracia terminará más asfixiada que ahora. ¿Veo futuro? Sí, pero será exigente. El periodismo deberá asumir un rol más activo como contrapeso ante el abuso del poder político y corporativo, frente a las tiranías políticas y tecnológicas, frente a la invasión de la privacidad, la manipulación de identidad y de los datos personales.

La salud de la IA también dependerá del periodismo independiente, de que ejerza de contrapeso y la convierta en otro género periodístico para cubrirla y mantenerla a raya como a cualquier otro poder. Y en ese punto, las grandes corporaciones tecnológicas que durante años asfixiaron al periodismo, arrebatándole sus ingresos, su visibilidad y hasta su credibilidad, deben asumir su responsabilidad social. No pueden seguir extrayendo valor de los contenidos sin apoyar la sustentabilidad de quienes los producen. Deben crear un círculo virtuoso, por la salud de sus propias creaciones y del futuro de la IA, por lo que deben comprometerse a apoyar al periodismo sin medias tintas como hasta ahora. Porque lo que está en juego, también para la IA, es que sin contrapesos ni controles del periodismo independiente, habrá más autoritarismo y menos libertad, incluyendo libertad económica.

–Ahora que terminaste “Robots con alma”, ¿cerraste un ciclo o estás pensando en otro tema?

–Cuando terminé la novela, sentí una especie de liberación. Había muchas cosas que quería decir desde hace tiempo, y como periodista no encontraba el formato adecuado. La ficción me permitió abordarlas con más libertad. Pero percibí que no lo había dicho todo. En esta primera parte exploré especialmente la verdad y la libertad, ejes centrales de la historia. Y si son cuatro las Virtudes de la Creación, me falta explorar las dos restantes: creatividad y bondad. Por ello estoy escribiendo el segundo libro de la trilogía, sobre la creatividad espiritual. Y cerraré luego con la bondad.

Todo lo estoy desarrollando desde el mismo universo ético que planteé en Robots con alma y que está definido por dos mandatos que da Dios: a los robots les pide salvar a la humanidad; a los humanos, que redescubran su divinidad".

 

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