Con los inquilinos a la Casa
Blanca casi definidos y a solo nueve meses de ser un ex, Barack Obama inicia su
viaje a Cuba y Argentina. Quiere dejar una América Latina más amigable de la que
encontró hace ocho años, cuando Hugo Chávez arengaba contra el “imperio” y la
región prefería al ALBA sobre el ALCA.
Obama quiere cosechar los
frutos de la diplomacia suave que aplicó en la región. Supo alejarse de la
confrontación retórica de los gobiernos populistas y tejer acuerdos entre
bambalinas. Cuba fue su sorpresa. Nadie imaginó su acercamiento a una de las dictaduras
más longevas del planeta.
Obama prometió que hablará
con Raúl Castro sobre el abuso a los derechos humanos, de libertades civiles
pisoteadas y disidentes sistemáticamente detenidos. Sabe que la sordera de los
Castro, maquiavélicos en el arte de evadir preguntas comprometidas, puede desmoronar
la flexibilización del embargo con la que está empeñado.
El gobierno cubano, que
jamás supo crear prosperidad sino administrar pobreza estimulado con subsidios soviéticos,
chinos y venezolanos, buscará enmarañarlo. Le pedirá ostentosamente por el fin
del embargo, la devolución de Guantánamo e indemnizaciones millonarias por el
“injusto” bloqueo económico más largo de la historia.
La coartada de los Castro es
llevarlo a Obama públicamente al terreno de la economía y escucharlo en privado
sobre elecciones, democracia y derechos humanos. Querrán que desarrolle su
teoría de que la apertura económica devengará en cambios políticos y no a la
inversa. Por eso, Raúl ya adelantó que la revolución concebida por Fidel es
intocable, que los contactos de Obama con la disidencia serán inexistente y que
muchos revoltosos estarán en el calabozo.
Los Castro siguen
obsesionados con la oscuridad y la censura. Saben que deben contrarrestar a
Obama que intentará ser abierto y que a cada paso se estará jugando su
credibilidad. Tratarán que tenga el menor impacto posible. En vivo y en directo
los cubanos aprenderán lo que la prensa oficial querrá decirles. Para saber más
deberán esperar el Paquete Semanal, esa memoria USB que se trafica en el mercado
negro con noticieros, series televisivas, películas y videojuegos enlatados, al
que el gobierno sin éxito combate con la Mochila, otro paquete oficial que pasa
desapercibido.
Días después, y a punto de
que el Congreso argentino apruebe un acuerdo definitivo para salir del default
y así pueda aspirar a líneas de crédito internacionales, Obama recalará en
Buenos Aires con unos 450 empresarios y un paquete ponderable de inversiones
El viaje es un espaldarazo
importante a Mauricio Macri, quien encarna el principio del fin de los
populismos. La tendencia parece irreversible sin Cristina Kirchner en el poder,
con la derrota de Evo Morales en el referéndum, la de Nicolás Maduro en las
legislativas y a la negativa de Correa de aspirar a la reelección.
Obama tiene una agenda
concreta con Macri, más allá de los acuerdos comerciales, científicos y tecnológicos.
Considera crucial la colaboración en materia de terrorismo y narcotráfico. La
triple frontera es un talón de Aquiles difícil de eludir y ofrece a la DEA, la Agencia
Antinarcóticos, para debilitar al narco que se disparó a niveles insospechados
en años recientes.
Habrá fotos para todos los
gustos. Momentos duros como cuando Obama anuncie que desclasificará documentos
de la dictadura, mientras visite el Parque de la Memoria para honrar a las
víctimas. Y momentos más relajados, cuando las cámaras enfoquen a las primeras
damas Michele y Juliana, a quienes Vogue las comparó con las sofisticadas Jaqueline
Kennedy y Evita Perón, dos íconos de la pasarela mundial.
Macri le mostrará a Obama
sus esfuerzos por crear institucionalidad, garantizar la independencia judicial
y acabar con la corrupción, esa lacra que se manifiesta cotidiana, ya sea por la
deficiente investigación sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, como por la
valija de Antonini o el conteo impúdico de dólares de Martín Báez.
Barack Obama está convencido de estar abriendo una nueva era menos paternalista y de igual a igual con sus pares latinoamericanos. Lleva a Cuba y Argentina paquetes genuinos de ayuda política y económica, pero también quiere regresar con una mochila cargada de hechos y promesas. Quiere que sea un viaje memorable.