El gobierno de Cristina
Kircher sigue con la lógica impuesta por su ex marido de quebrar al Grupo Clarín.
Luego del romance inicial del Grupo Clarín con Néstor Kirchner llegaron las
grandes desavenencias y los insultos al por mayor. Le siguió la Ley de Medios o
de Servicios Audiovisuales para que el Grupo Clarín tenga que desinvertir, acusando
al grupo de ser un monopolio que no lo es, en un país donde existen varios
grupos que concentran medios y donde el Estado (que es manejado como gobierno)
ya tiene casi o más cantidad de medios y periodistas que los medios privados.
Luego siguió la intervención
estatal de la fábrica Papel Prensa, de la que Clarín es socio mayoritario con
59 por ciento, La Nación con 22 y el resto del Estado, una época en que
Cristina decretó que el papel de periódicos es un producto de interés nacional
por lo que se asumía un rol preponderante en la fabricación de papel, su
distribución y la importación de insumos. Una movida que incluso encontró adeptos dentro
del propio periodismo, particularmente del interior argentino, donde varios
diarios debieron soportar las políticas arrogantes de Clarín y La Nación en la
repartija de papel a regañadientes y a precios más altos, que hacían difícil la
sustentabilidad de los diarios que debían pagar más o importar a mayores
precios.
Pero ahora con la
expropiación de Papel Prensa presentado en proyecto de ley por diputados
kirchneristas, el gobierno quiere quedarse con la mayoría de las acciones,
mediante argucia del “interés nacional” y de que el Estado velará para que haya
suministro parejo para todos y así la libertad de prensa estará garantizada.
Obviamente se trata de una
mentira. Así como el gobierno usa la publicidad para entregarla solo a medios
amigos y negarla a los independientes y críticos, usará el papel con el mismo
criterio. En Argentina, donde el gobierno se comporta y cree que es Estado,
esta política es una de las tantas que se utiliza para arremeter contra la
prensa independiente. Seguramente se trata de una nueva represalia en contra de
Jorge Lanata, quien desde Clarín y la televisión sigue denunciando la corrupción
que roza a la Presidenta, su ex marido y al entorno de ambos; y recuerda
episodios corruptos que nunca se cerraron, como la valija de Antonini.
De consumarse la
expropiación de papel, no será la última bofetada. Vendrán otras. El gobierno
persiste en su estrategia de apagar cualquier voz que opaque la agenda única
que quiere imponer en el país. Si esta situación del kirchnerismo se asemeja
cada vez más al chavismo venezolano, no es pura coincidencia.
El gobierno de izquierda de los
Kirchner, se asemeja al de derecha de Carlos Menem: Es corrupto, manipula a la
justicia y odia a la prensa.