viernes, 11 de octubre de 2013

La gasolina la echan con gotero

Este fue el titular del diario venezolano 2001 por el que Nicolás Maduro se enfureció al punto que le pidió a la Fiscal General del país poner preso y multar al director del matutino por decir mentiras, cochinadas y crear zozobra en la población, una medida que días atrás su gobierno adoptó contra Globovisión, por un programa en la que se criticaba el desabastecimiento.
Maduro no es tonto. Bien asesorado por los de la isla, sabe muy bien que aunque se hable muy mal de él, pero que se hable, sigue siendo un instrumento formidable de propaganda y de enmascarar problemas mayores. Por eso Maduro en estas últimas semanas está apareciendo en todo lugar y con todo, casi de la misma forma omnipresente en que lo hacía Hugo Chávez.
Y como su antecesor, Maduro lo hace sin vergüenza con tal de que su nueva noticia tape a la otra. Por eso mientras todos los medios y en el Congreso nacional los diputados opositores se desbocaban en contra de los poderes extraordinarios que pidió para convertirse en legislador, los sorprendió con la creación del nuevo juguete, que al estilo de la dictadura cubana, servirá para controlar, espiar y pedir información a todo el mundo sin discriminar, ya sean entes públicos como privados, porque todos, según su cosmovisión, deben velar por la patria.
Así anunció el nuevo juguete, militarizado,  que en directa y exclusiva comunicación con él, le permitirá combatir “al enemigo interno”: Se trata del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESPPA), cuya justificación remontó al día en que expulsó a tres diplomáticos estadounidenses acusándolos de conspiración, por el solo hecho de reunirse con representantes de ONGs y legisladores de la oposición del interior del país.
El CESPPA, así como todos los demás elementos de control importados de Cuba, tiene el simple propósito de intimidar, con la intención de que se practique la autocensura y autorregulación ante las críticas y opiniones.
Se puede decir que Maduro ni es estadista ni lúcido gobernante, la economía y la política venezolanas son prueba de ello. Pero sí es un aplicado alumno de la propaganda más burda, aquella que dio sus frutos durante la Guerra Fría y que, aunque esté descompasada con los tiempos modernos del internet, puede ayudarle a creerse amo y señor, sintiéndose que tiene la sartén por el mango.

Cuando escribo estos post y repito sobre Maduro porque es un generador importante de groserías y noticias a granel, pienso en la difícil tarea que tienen los medios de comunicación y periodistas que están obligados a informar sobre todos los asuntos. Todos entendemos que Maduro, así como Chávez, entiende sobre estas debilidades (informativas)  y las aprovecha al máximo.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Maduro disfrazado de superhéroe anticorrupción

A Nicolás Maduro nadie le cree, especialmente ahora que trata de zanjar sus diferencias con la anti popularidad de su mandato, disfrazándose de superhéroe anticorrupción, su caballito de batalla que anoche paseó por el congreso venezolano.

Maduro no debería pedir lo que a Hugo Chávez se le concedió en cuatro oportunidades, poderes especiales para gobernar como se le antoja sin el debido equilibrio institucional que un parlamento puede brindar en una democracia. El ejemplo de ese equilibrio o tope se puede observar claramente en el proceso de negociación entre el presidente Barack Obama y los legisladores republicanos.

Maduro ya tiene bastantes privilegios (no aclarados, tal las elecciones que ganó y su ciudadanía dudosas) como para medir mayores poderes por un año y buscar afanosamente ese diputado 99 que necesita el chavismo para dejar a Maduro intocable y amo y señor de Venezuela. Su excusa fue que tiene el deber revolucionario de combatir la corrupción capitalista, cuando todos saben que los mecanismos para combatir la corrupción, especialmente de los funcionarios públicos, ya están en su lugar y que solo falta algo de voluntad política para hacerlo.

La excusa de la corrupción, como la usó Chávez las veces anteriores también, es simplemente para aprobar leyes por decreto que se requieren para profundizar la revolución, como bien admitió en su discurso, es decir crear mayores mecanismos de control para someter al país a los designios de su voluntad y de lo que le dictan desde Cuba. Por eso habló de tribunales populares para imponer una nueva ética política, siguió hablando de burguesía apátrida a la que ahora acusó de corromper a los funcionarios de la revolución. Es decir culpó a los otros y justificó a los suyos.


Como dije en las oportunidades anteriores que se le otorgaron a Chávez poderes especiales y cuyas consecuencias se pudieron observar en los meses venideros y tras acciones autoritarias tomadas, esa asignación, por más amparada y justificada que esté en la Constitución cuando no se usa por cuestiones de causa mayor, es simplemente un mecanismo para dar auto golpes institucionales.

martes, 8 de octubre de 2013

Cristina, polarización, Boudou y comentarios por internet

Con su forma soberbia de gobernar, la presidente de Argentina, Cristina Kirchner, ha polarizado a la sociedad. La polarización es consecuencia directa de los gobiernos más autoritarios, aquellos que aunque soportan estoicamente la crítica hacen o dicen siempre lo que les place, evadiendo la discusión y la negociación ante el disenso. Momentos de polarización intensa, a veces más o menos controlado por el autoritarismo, se vivieron en Argentina ya sea en épocas de militares o de gobiernos como el de Perón o Frondizi y se viven en países latinoamericanos con gobiernos similares.

La polarización en Argentina, entre aquellos que aman u odian al gobierno, aman u odian a Cristina, es cada vez más profunda y una muestra de ello se puede ver claramente en los sentimientos que los ciudadanos expresan en los comentarios que siguen a las notas periodísticas. Por cualquier motivo, los insultos de uno y otro bando afloran como en estadio de fútbol. De cualquier tema, se termina siempre en el descrédito y el agravio, y de lo político y social se termina en lo personal.

Hoy el diario La Nación de Buenos Aires tomó un camino distinto, pese a que algunos otros medios pudieran criticarlo por imponer censura previa. Debajo de sus notas sobre la operación quirúrgica que Cristina tendrá hoy y notas relativas del traspaso al poder al vicepresidente Amado Boudou, se aplicó la frase: “La nota fue cerrada a comentarios debido a la sensibilidad del tema”.

La frase connota esa polarización, es decir se cierran los comentarios a sabiendas que el tema de la presidente acarrearía comentarios injuriosos y subidos de tono en momentos que se merece mayor respeto. El diario Clarín, por dar otro ejemplo, seguía esta mañana abierto a los comentarios de la gente y el resultado fue el mismo de siempre,  polarización intensa y comentarios irrespetuosos.

Podrá decirse que La Nación optó por censurar y no confiar el proceso democrático del disenso aunque este a veces sea doloroso. Fue, seguramente, un proceso y decisión editorial que dentro del diario también habrá tenido adeptos y detractores, por lo que sería importante que el periódico explique a sus lectores e internautas ese proceso y esa decisión.

La polarización también se hace evidente cuando no se administra el riesgo. El gobierno poco hizo para ayudar en el proceso judicial que se le siguió al vicepresidente, atornillándolo al poder cuando se merecía obligarlo a dar un paso al costado para someterse a la justicia. Hoy, por aquellas malas decisiones, Argentina está gobernada por un presidente interino en funciones que obliga la Constitución, pero a quien Cristina no le confía el poder, y con varios procesos judiciales que merman su capacidad gubernativa y la confianza mínima del público que el puesto requiere.

Boudou está investigado y procesado en media docena de casos, especialmente en lo concerniente a su patrimonio que no es compatible con su salario como funcionario, al caso de la imprenta de papel moneda que quedaría para sus colaboradores más cercanos y, entre otros, por la compra de automóviles de lujo.


Es evidente que el período de Boudou, marcado por la campaña electoral en víspera de los próximos sufragios legislativos, será de polarización y desconfianza aún mayores.

lunes, 7 de octubre de 2013

El imperio sigue sólido: Apple, Google y Coca Cola

El cierre del gobierno federal estadounidense por desacuerdos entre el presidente demócrata y los legisladores republicanos sobre el tamaño del gobierno y el gasto público en torno a la nueva ley de salud pública, Obamacare, alimenta los sueños de los agoreros de siempre que predicen el comienzo del fin del imperio, como antes creyeron ver ese síntoma en la crisis financiera post Setiembre 11.

Así como el maya o el napoleónico, es verdad que todo imperio no dura para siempre. Pero a juzgar por las grandes multinacionales que hoy dominan el comercio mundial e influyen en la cultura global, la supremacía estadounidense no parece que se desplomará ni en esta ni en la generación de nuestros tataranietos.

En el reciente informe de Interbrand sobre las 100 marcas más valiosas del planeta, de las primeras diez más prestigiosas, ocho son norteamericanas, salpicadas por la surcoreana Samsung y la japonesa Toyota. La primera ahora es la siempre sorprendente Apple, relegando a Coca Cola al tercer puesto después de liderar la lista por 13 años consecutivos. Google se anota segunda y luego IBM, Microsoft e Intel completan la élite, demostrando que en la era digital, EE.UU. lleva la delantera y su industria del conocimiento se estableció como la nueva revolución.

La lista no es antojadiza. Son las compañías más influyentes no tanto por su poderío económico, por la cantidad de empleos directos e indirectos que crean, sino porque cambiaron la forma que consumimos, nos comunicamos y comportamos. Son las que nos acompañan a diario, de Pepsi a la mexicana Corona o Sony a Mastercard; las que nos despiertan admiración, de Ferrari a Harley Davison; las más accesibles, de Zara a McDonalds; y con las que soñamos o hasta nos invitan a comprar productos falsos, de Louis Vuitton a Cartier.

Las enseñanzas de las grandes marcas pueden aplicarse a cualquier tipo de negocio o actividad. En esta época de redes sociales y consumidores más activos y alertas, no alcanza con publicidad y mercadeo. El valor de la marca no es solo calidad del producto, sino la experiencia que se tiene con ellos, como Nike que permite a los clientes diseñar sus propias zapatillas. O Apple, cuyas largas colas para comprar los iPhone 5C y los más baratos 5S, no se forman por la estética y diseño de los móviles, sino por la expectativa de su contenido, las nuevas experiencias y la utilidad que el usuario tendrá con aplicaciones que pueden medir las calorías que consume o saber cuáles son las calles más descongestionadas.

Steve Jobs no trascendió por la forma de hacer marketing, sino por su visión. Revolucionó su industria, pensó en grande, amasó objetivos audaces; el equivalente al Henry Ford de comienzos del siglo pasado, cuando masificó la producción de automóviles, transformando los hábitos y la forma que nos transportamos.

Tampoco basta con la visión si esta no es transparente y de fines nobles. Las empresas hoy están exigidas a tener una alta cuota de responsabilidad social que va más allá de la utilidad de sus productos. De ahí que Google al tiempo de mejorar su algoritmos de búsqueda en internet, también experimente sobre cómo aminorar la vejez del ser humano; que Prada evolucione la calidad de sus productos, al tiempo que sea gran benefactor de las artes; que Mercedes imponga más lujo, pero investigue sobre nuevas energías renovables o que Sprite no solo “calme la sed”, sino busque cómo dar acceso al agua potable a 800 millones de personas en el mundo.

También es cierto que muchas de estas compañías buscaron atajos, cometiendo grandes pecados. Desde la sueca Ikea, cuyos muebles hacía fabricar en cárceles atestadas con presos políticos como las de Cuba; o Nike cuyas zapatillas, mientras eran diseñadas por deportistas de élite, las fabricaban niños y obreros con salarios de esclavo; y hasta Apple que también ascendió por prácticas poco santas frente a su rival Samsung.

De todos modos, la lista de Interbrand, más allá de mostrar el valor agregado que las grandes compañías privadas aportan con su innovación y creatividad, y cómo modifican nuestras vidas, nos invita a pensar que cualquier negocio o actividad individual, del tamaño o disciplina que fueren, debe estar enfocado a mejorar y transformar nuestro mundo, aunque este no vaya más allá de nuestro vecindario.