La
periodista irlandesa Verónica Guerin fue asesinada el 26 de junio de 1996 por narcotraficantes
que hicieron lo imposible para que ella no reporte ni investigue sobre sus sucios
negocios.
Una
amiga en Harvard University, June Erlick, profesora de un curso sobre la
relación del periodismo en el cine y editora de la prestigiosa publicación ReVista
del Centro David Rockefeller para Asuntos Latinoamericanos, me invitó a una de
sus premieres para presentar esta película sobre la vida de Verónica Guerin, un
“true story”, interpretada por la extraordinaria Kate Blanchet.
Se
trata de una película que ningún periodista o estudiante de comunicación
debería perderse. Enseña mucho sobre la conducta de los periodistas, su forma
de trabajar y sus miedos, frustraciones y conflictos éticos.
La
presentación sirvió para honrar la memoria de muchas periodistas que en el
mundo y principalmente en América Latina fueron asesinadas por tratar de
descubrir la verdad. Una de ellas, la guatemalteca Irma Flaquer, caso que June
investigó y que en las próximos meses la llevará a presentar su libro sobre el
caso en Guatemala y Colombia.
Estas
son algunas de las cosas que plantee antes y después de la proyección de la
película:
Desde
una perspectiva periodística, esta película nos enfrenta a nuestra misión de
cómo descubrimos lo oculto, buscamos la verdad y el costo que ello conlleva.
Siempre dije que hacer periodismo no es sobre cómo cubrimos hechos y eventos, sino
el arte de descubrir e iluminar los hechos más complejos y ocultos.
En la
vida de Verónica podremos observar la línea delgada que separa la pasión de la
obsesión, siendo que la primera nos hace tomar caminos inteligentes; mientras
que la obsesión, hacer cosas tontas.
La vida
y la muerte de Verónica fueron trascendentes. Aunque sus medios para alcanzar
su fin no siempre estuvieron sincronizados con principios éticos y
profesionales, al final llegó a hacer una diferencia como ella pretendía
durante su carrera, especialmente en los dos últimos años de su vida cuando
decidió investigar al narcotráfico de su país.
Varios
mafiosos terminaron pagando en la cárcel por su crimen y viendo como sus
negocios se desbarataban. Hubo reformas constitucionales y legales con las que
se agravaron estos delitos, lo que en los primeros años después del asesinato
de Verónica ayudó para que la tasa de criminalidad se redujera
considerablemente.
Para
lograr sus fines, Verónica muchas veces sobrepasó criterios éticos del
periodismo a tal punto de ser más activista por una causa que periodista, se involucró
con fuentes de la criminalidad, pagó para obtener información, terminó usando rumores como información
fidedigna y quiso obtener justica por sus propias manos.
Me
quedaron en el tintero varias preguntas que se las hice a la audiencia para
generar un debate, entre ellas: ¿Su periódico hizo lo suficiente para
defenderla? ¿Su conducta puso en riesgo la vida de otros periodistas y la de
sus familiares? ¿Debió ella autocensurarse? ¿Pudo ella descubrir lo mismo y
alcanzar sus fines sin exponerse a tantos riesgos? ¿Vale pagar un precio tan
alto por descubrir la verdad?
En el
auditorio no tuvimos la sapiencia para contestar todas las preguntas. La vida y
muerte de Verónica tan bien interpretadas en la película, lo dejan a uno aturdido,
confundido, repensando en el papel del periodismo en la sociedad, en el papel
que cada uno de nosotros como periodista ha jugado hasta ahora. Verónica hace
pensar y pensarse a uno mismo.
Sin
dudas es una película que deberían ver todos los periodistas y aspirantes a
periodista.