sábado, 8 de enero de 2011

Índices de popularidad y los resucitados



La mayor sorpresa política a fines del 2010 fue la resurrección de Barack Obama y de Cristina Kirchner cuando muchos los daban por muertos tras meses de logros escasos. Un par de aciertos les bastó a ambos para modificar la percepción del público y elevar sus magros índices de popularidad.

La muerte y sus connotaciones también jugaron un papel clave en la alteración de la popularidad de varios mandatarios que - además de llevarse a tres ex presidentes, el argentino Néstor Kirchner, el venezolano Carlos Andrés Pérez y el dominicano Salvador Blanco - quedaron registradas en frases curiosas.

El ecuatoriano Rafael Correa se consolidó con 73% de aprobación con su “mátenme si les da la gana” cuando mostró el pecho a los policías sublevados. El colombiano Juan Manuel Santos no tuvo mejor comienzo con “esta es mi bienvenida a las FARC”, después de que la Fuerza Aérea le confirmó que había abatido al jefe militar guerrillero “Mono Jojoy”. La flamante mandataria brasileña Dilma Rouseff, aseguró su pasaje a la Presidencia luego que se aseveró que como guerrillera “nunca disparó un tiro”; mientras el chileno Sebastián Piñera se afirmó en el cargo, convencido de que “los encontraremos vivos” debajo del “Campamento Esperanza”.

Más allá de las frases, la resucitada política del año fue para Obama, después de haber admitido que perdió ese “toque especial” tras una derrota furibunda en las elecciones legislativas de noviembre que dejó su popularidad desmoronada y a los Demócratas en minoría en la Cámara de Diputados.

En junio, una encuesta de Wall Street Journal mostraba a Obama con un 45% de aprobación, golpeado por el derrame de petróleo en el Golfo, la crisis migratoria expandida por la ley antiinmigrante de Arizona y el desempleo por las nubes. Meses después, un sondeo de Gallup expuso otro descenso de simpatías por su apoyo a la construcción de una mezquita a dos cuadras de donde fueron derribadas las Torres Gemelas. Así, tumbo tras tumbo, el voto castigo era cosa anunciada.

Sin embargo, con reconocimiento de la derrota y trabajo bipartidista, Obama tuvo en estos días logros impresionantes. Rebajó los impuestos a la clase media, eliminó la ley que discriminaba a los militares homosexuales por expresar en público su preferencia sexual y consiguió que el Congreso aceptara renegociar con Rusia un tratado para limitar el número de ojivas nucleares.

No obstante su remontada de imagen, son muchos los escollos que deberá sortear para la reelección del 2012. La economía es el principal, aunque tampoco podrá desatender a la fuerza electoral hispana que lo continuará castigando en las urnas si no legaliza a más de once millones de indocumentados.

En Argentina, Cristina Kirchner también es otra personalidad política después de la muerte de su esposo. Si bien habrá que ver cómo influirán los hechos de violencia de estos días en Buenos Aires por la usurpación de terrenos, lo cierto es que a principios de diciembre, mediante anuncios sorpresivos de renegociación de deuda con el Grupo de París, la intención de voto a su favor superó con creces a sus rivales con un 44% camino a las elecciones de octubre próximo.

Sus opositores la daban por muerta, pero las simpatías por su duelo habrían influido a favor de su la percepción de su popularidad, que había tocado fondo con un 23% de aprobación a causa de acusaciones de enriquecimiento ilícito contra ella y su difunto marido.

Es que la buena imagen no siempre está atada a los hechos y frutos. De ahí el contraste entre la pobre imagen del peruano Alan García y la exitosa economía que construyó en el último lustro; o la del mexicano Felipe Calderón, cuyos logros son siempre opacados por los muertos que provoca el crimen organizado. Y a veces requiere prudencia, como se le aconseja al ex presidente brasileño Lula da Silva, que con 87% de aprobación al terminar su mandato, debería observar cómo se le desmoronó la altísima popularidad al ex mandatario colombiano Alvaro Uribe, tras complicaciones judiciales.

Este 2011, con elecciones presidenciales en Perú, Argentina, Guatemala y Nicaragua, tendremos muchas oportunidades para seguir observando cómo mueren y resucitan políticos y candidatos con los funestos y reverenciados índices de popularidad.