sábado, 5 de diciembre de 2009

México agridulce

Estuve en Mexico cinco días esta semana y regreso con el mismo sabor agridulce de siempre. Admiro México, disfruto de su cultura, su arte, su arquitectura, y más de su gente, mis amigos. ¡Pero qué país con tantos contrastes! Lindo y violento.

El contraste de riqueza y pobreza, tan preocupante pero tan común en cualquier otro país, no me sorprende; como sí la violencia que hasta a flor de piel en todos los sectores del territorio.

Estuve en la UNAM organizando un foro para periodistas con la intención de ayudar a disminuir la violencia en contra de los periodistas, donde este año han sido asesinados 11 reporteros. Las historias ahí escuchadas son espeluznantes. Las nueve familias o cárteles del narcotráfico se han adueñado de gran parte de la vida de los mexicanos y el gobierno, por más esfuerzo que hace en materia de restricción y de luchar contra el crimen organizado no logra encadenar muchos éxitos.

Dos cosas llaman poderosamente la atención. La gente ya está acostumbrada y ha institucionalizado, en cierta forma, la violencia, por cuanto ésta, reflejada a cabalidad por los medios, ya no crea sorpresas o estupor. Es tomada como una estadística. Lo otro es que el avance del narcotráfico no se ha detenido en el crimen organizado sino que ha infiltrado – como supo suceder en la violenta Colombia de las décadas pasadas – todas las estructuras de poder político del país.

El presidente Felipe Calderón dijo algo esta semana que ya lo venían repitiendo muchos políticos oficialistas y de oposición, pero que recobró mayor fuerza por venir del propio presidente. Los políticos locales son tentados con dineros del
narco para sus campañas políticas, con lo que consiguen inmunidad e impunidad futura para cometer sus delitos ganando amplios territorios para distribuir y menudear drogas.

Este México de lindas mañanitas y bonito, siempre despertará en mí ese sabor agridulce.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Calentamiento global en Copenhague

A juzgar por el calentamiento global, el verde ya no es el color de la esperanza, sino sinónimo de catástrofe. Si los humanos no revertimos pronto la forma de consumir, producir y relacionarnos con el medio ambiente, las consecuencias a mediano y largo plazo serán irreversibles.
Modificar esa conducta autodestructiva es el desafío que tienen gobiernos de países desarrollados y en desarrollo. Tendrán que alcanzar en Copenhague un compromiso concreto en la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático de la ONU a partir del 7 de diciembre. Si no pactan reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, la temperatura seguirá aumentando y con ello, los problemas ecológicos, de salubridad y desarrollo.
Los países ricos tienen la mayor culpa. En el último siglo se aceleró un proceso biológico de millones de años del plantea, con la industrialización y el consumo de energías no renovables, responsables directos del calentamiento. Pero si el progreso atrajo perjuicios para todos, los países en desarrollo también tienen una cuota de responsabilidad. La deforestación que alcanza a 13 millones de hectáreas de bosques por año en el mundo, en zonas tan críticas como el Amazonas y la selva Maya, provocan asimismo gases de efecto invernadero.
Con el incumplimiento del Protocolo de Kioto que expira en el 2010, los ambientalistas están escépticos de que en Copenhague se pacte reducir las emisiones entre el 25 y el 40 por ciento para 2020, conscientes de que la recesión económica será la excusa sobre la mesa.
Sin embargo, esta semana, EE.UU. y China – los mayores contaminantes del planeta – anunciaron reducciones del 17 y 40 por ciento para el 2020, respectivamente, revirtiendo temores de que Barack Obama pudiera continuar políticas de su antecesor que antepuso intereses petrolíferos a Kioto, y que China si hiciera la distraída sin un paso firme estadounidense.
Los europeos, conscientes de su culpabilidad industrial aunque más verdes que nunca, presionan para que las reducciones se retrotraigan a niveles de 1990 y no a 2005 como proponen chinos y estadounidenses, y para que alcancen al 83 por ciento para el 2050, único atenuante para mitigar la suba de los océanos, entre otras catástrofes que sufriremos en este siglo.
Lo más importante es que los europeos piden que el acuerdo de Copenhague sea vinculante, obligatorio, y que los países ricos implementen un fondo de 50 mil millones de euros anuales para pagar la factura del calentamiento en países menos pudientes.
Centroamérica ya decidió pedir indemnizaciones, así como los presidentes Evo Morales y Rafael Correa, quienes responsabilizan a las multinacionales por explotaciones petroleras y mineras que dejaron tendales de comunidades enfermas y grandes extensiones de selvas contaminadas e irrecuperables.
El caso de Guatemala es patético, es el país más afectado del continente, aunque solo produce el 1 por ciento de emisiones. Las sequías recientes que arrojaron a cientos de comunidades al hambre y la malnutrición, así como la proliferación de bacterias que produjo la subida de temperatura de 2 grados Celsius del lago de Atitlán entre 1968 y 2009, del que depende el abastecimiento de cientos de miles de personas, son los efectos más notables del cambio climático.
La ecología no es un problema verde, sino multicolor. De ella dependen todas las actividades humanas. En México, por ejemplo, cada año se pierde entre el 8.8 y el 10 por ciento del Producto Interno Bruto por degradación del ambiente; mientras en todos los países latinoamericanos los hospitales públicos tienen que lidiar con nuevas enfermedades respiratorias e infecciosas atraídas o agravadas por el cambio climático.
La escasez de paliativos locales también es parte del problema. En Guatemala la tala indiscriminada de bosques es equivalente a 200 canchas de fútbol al día, mientras en el Congreso penden de aprobación 14 leyes de medio ambiente y en la justicia sólo prosperaron 2 por ciento de los 590 delitos denunciados por el ministerio de Recursos Naturales, dejando al país en un virtual clima de “impunidad ambiental”.
Así sea reduciendo gases, otorgando indemnizaciones, desarrollando tecnologías y energías alternativas, lo importante de Copenhague es que gobiernos ricos o pobres, democracias o dictaduras, todos asuman responsabilidades obligatorias para dejar de hipotecar el futuro y que el verde vuelva a retomar su tono esperanza.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Obama disfrazado de Bush

Barack Obama criticó con vehemencia durante la campaña electoral a George Bush por no retornar las tropas estadounidenses a casa, aunque ahora está haciendo exactamente los mismo o peor: no solo no las retira, sino que las incrementa, con un total de 30 mil soldados adicionales que enviará a partir de enero a Afganistán.

Más de 30 mil millones de dólares costará esta nueva escalada que se suma a los 400 mil millones ya gastados en los últimos ocho años, una cifra que hace mucha mella en las finanzas de los hogares estadounidenses, que seguramente harán bajar aún más la popularidad del presidente, a pesar de que anunció el retiro de las tropas a partir de mediados de 2011, como estrategia para morigerar las críticas.

Con esto queda demostrado que, demócratas o republicanos, por más que critiquen a sus contrincantes, siempre decidirán ir a la guerra cuando consideren que los intereses nacionales estén en juego, un mandato constitucional que no pueden desoír a pesar de su ideología.

Sobre esta idiosincrasia guerrerista de los presidentes estadounidenses escribí mi columna de diciembre de 2008. En algunos párrafos decía:

“La percepción - porque la memoria es corta y solo se recuerdan las tres últimas guerras, dos todavía en juego – es que los demócratas son más pacifistas que los republicanos; pero la realidad indica un mejor balance. La historia presidencial estadounidense está repleta de guerreros de ambos partidos, apoyados casi siempre en forma unánime por un Congreso bipartidista y con amplio respaldo popular, que se deteriora conforme no llegue la victoria.

Si bien los republicanos tienen en su haber la Guerra del Golfo con Bush padre y la de Vietnam que empezó a finales de los 50 con Dwight Eisenhower y terminó a mediados de los 70 con Gerald Ford; las otras no le correspondieron. La de Corea fue durante la presidencia del demócrata Harry Truman, cuando también Hiroshima y Nagasaki sufrieron la bomba atómica; mientras que la Segunda Guerra Mundial fue liderada por Franklin Roosevelt y la Primera por Woodrow Wilson, ambos demócratas.

En materia bélica, la diferencia entre demócratas y republicanos es mínima, como se puso de manifiesto este Setiembre 11 con el gesto de unidad nacionalista entre Obama y McCain. El candidato demócrata quien hasta hace poco reclamaba el retiro de las tropas de Irak, ahora promete un desvío de las mismas hacia Afganistán. Esto deja boquiabiertos a europeos y latinoamericanos, que se inclinan holgadamente hacia Obama por su vocación más diplomática; y no entienden cómo en materia de política exterior - manejo de la guerra - los estadounidenses prefieren tres a uno a John por sobre Barack.

Las guerras y el patriotismo son valores culturales que trascienden las filosofías partidarias. A la hora de la verdad, ambos son iguales y actúan similar”.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Correa y la falsa de la libertad

Fiel a su estrategia de ir coartando los espacios de libertad y de construir a su imagen y semejanza, el presidente Rafael Correa insistió hoy en que debe aprobarse en su país una Ley de Comunicación que patrocina, la cual permitirá el control más férreo que un gobierno latinoamericano podrá hacer de la prensa.

Sus propias palabras desenmascaran su intención: "Al poder hay que regularlo y controlarlo. Los medios de comunicación son un poder. Conclusión: a los medios hay que regularlos y controlarlos".

Da la sensación que Correa confunde, con mucha perspicacia, el “poder” de los medios con la libertad de prensa, y esa es la batalla que ha venido dando en toda su Presidencia, con la intención de ganar voluntad popular tras su proyecto. Y mal no le ha ido, ha convencido a una gran parte de la población, que todos los problemas del Ecuador, de antes y de ahora, fueron y son generados por los medios. Vale decir que algunos ejemplos no le faltan para mostrar cosas del mal periodismo, a la que usa, manipula y generaliza contra la institución de la prensa, único ente fiscalizador de las entidades públicas.

Correa miente, incluso dándole el beneficio de que los medios son un poder (lo que no se ajusta a la verdad) porque en realidad lo que estará controlando con la nueva ley, no solo es a los medios, sino lo peor, es que controlará la libertad de prensa, es decir, el derecho a fiscalizar, a opinar, a criticar.

Dentro de los estándares sobre libertad de prensa, la futura ley hace agua por todos lados. Es sólo un método legal de aplicar sanciones contra quienes quieran ejercer el derecho a disentir.

Muchos legisladores y el propio Correa hoy hablan sin entender mucho, pero han tomado como caballito de batalla la consigna de que la ley será buena porque establece que debe haber responsabilidad ulterior por parte de los medios y periodistas. Es decir, un principio que no necesita estar si se cumple con el artículo constitucional de prohibición de la censura previa; además, que en las leyes actuales y en el Código Penal ya existen reglas que penalizan a los periodistas y los medios cuando son vehículos o comenten algún delito.

En realidad, el principio de “responsabilidad ulterior” favorece a los periodistas, porque quiere decir que nadie puede ser censurado antes de que publique la información, y que solo podrá ser procesado o demandado o acusado en forma posterior a la publicación.

La ley es mala ya por existir. Obliga a los medios a tener códigos de ética, crea un ente manejado por el gobierno que procesará las quejas contra el gobierno y crea, entre otras barbaridades, tres tipos de medios diferentes pero en igualdad del 33 por ciento: medios públicos, privados y comunitarios. Con la experiencia que tenemos en América Latina sobre los medios públicos, entendemos que servirán para hacer propaganda del gobierno.

De esta forma, considerando que el gobierno se ha quedado con varios medios de comunicación que estaban en manos privadas y que ahora le pega otro zarpazo a los privados, no hay dudas del control que está ejerciendo.

Lamentablemente, gran parte de la gente se ha creído la farsa del Presidente que en Ecuador el problema son los medios, y no se dan cuenta que en este control y destrucción de la prensa, lo que está en juego es el derecho individual a la libertad de expresión.

martes, 1 de diciembre de 2009

Lobo... y falta el Congreso

Para que la fiesta sea total en Honduras, ojala que el Congreso haga una jugada política, más allá de la opinión de la Corte Suprema, y reinstale un gobierno de unidad nacional que esté integrado por Manuel Zelaya, y así cumplir con todos los requisitos de los previos acuerdos y dejar sin “armas” para el futuro que serán utilizadas contra el flamante presidente elegido Porfirio Lobo.

Un par de meses más y con las manos atadas por lo que especifica el acuerdo Tegucigalpa-San José, Zelaya deberá dejar el ruedo político, y el nuevo gobierno podrá empezar una relación de normalidad con Estados Unidos, en realidad, el mayor socio comercial y más conveniente para su estabilidad económica y social.

Estados Unidos está incluso en una encrucijada si solo hubiera apoyado las elecciones, ya que lo hizo con la consecuente reinstalación del gobierno nacional, y sabe que el incipiente apoyo de la Comunidad Europea y de otras naciones que tímidamente se están sumando, se podría resquebrajar sino le dejan a todo el mundo una sensación de que todos los actores han ganado.

Ahora bien, entendiendo como ha actuado Zelaya en todo el proceso, seguramente lo que menos quiere en este momento, es asumir una presidencia que será realmente decorativa y en la que no podrá tener poder de maniobra, por lo que seguirá insistiendo de que se trató de elecciones ilegales. Conociendo además los recursos que le apoyan, Zelaya emprenderá una batalla que se extenderá en el tiempo.
Veremos qué decisión toma el Congreso.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mujica y su tendencia contra los medios

José Mujica ganó la presidencia de Uruguay en el ballotage de hoy y si bien los medios de comunicación le darán el tradicional los 100 días sin tantas críticas para ver como se acomoda y hamaca, seguramente el debate prensa – gobierno surgirá antes de que termine ese período de gracia.

Es que ya durante la campaña electoral, el ex tupamaro y senador oficialista, venía argumentando a favor de que el gobierno tuviera mayor incidencia en los medios de comunicación, ya sea controlando su contenido como imponiéndolo.

En el informe reciente de la SIP divulgado el mes pasado en Buenos Aires, se relata que Mujica quiere “imponer al sistema de comunicación, campañas públicas permanentes para el desarrollo de valores colectivos, así como exigir y obligar desde el gobierno espacios mínimos de producción nacional en radio y televisión, modelo como el que en la década de los años ‘40 estableció en Argentina el ex presidente Juan Domingo Perón”.

El informe explica que en los últimos meses, Mujica criticó, culpó y acusó continuamente la tarea de los medios y de los periodistas.
Veremos que sucede en los próximos meses, pero si Mujica sigue los pasos que han dado otros gobiernos populistas de la región, lo más seguro es que en los primeros meses de gobierno ya irá delineando una estrategia de control del periodismo.