Una
movida estratégica de Facebook y el New York Times anunciada esta semana generó
una luz de esperanza para el futuro de los periódicos, cuyo presente gris
oscuro vaticinaba pronto un eclipse total.
Hasta
ahora, y anquilosados en un pasado de oro basado con ganancias por circulación
y publicidad a granel, la industria de periódicos no había acertado a crear un
modelo de negocio capaz de competir en el nuevo ambiente digital. De la mano de
Google y Facebook, la digitalización informativa cambió los hábitos de consumo
de noticias. Los usuarios son más volátiles, menos leales a las marcas, prefieren
un trato más personalizado e interactivo con la información. Sobre todo, estos sitios
construyeron audiencias más jóvenes, cada vez más esquivas a los medios
tradicionales.
Google
News empezó por romper todos los esquemas habituales de consumo informativo,
permitiendo a los usuarios leer contenidos de los medios que escogieran. Facebook
y YouTube redoblaron la apuesta dando la estocada final. Al consumo más
personalizado, sumaron video y fueron pioneros en llevar los contenidos a los teléfonos
móviles, donde los usuarios ahora lo prefieren.
Lo más
importante de la nueva alianza con Facebook – a la que se sumaron la web social Buzzfeed, NBC News, The
Atlantic, y National Geographic, y los medios europeos The Guardian, BBC, Bild
y Spiegel Online – es que está lejos de la estrategia ortodoxa de luchar contra
el enemigo. La nueva visión de estos medios convencionales es la de aprovechar
las virtudes extraordinarias de Facebook: Una audiencia de casi 1.500 millones
de personas y la posibilidad de beneficiarse de la publicidad que hace rato
viene recalando con fuerza en los sitios digitales.
El cambio
de paradigma anima un futuro mejor para todos. Hasta ahora los medios convencionales
estaban peleando contra Google, para que les comparta ganancias del “uso
indebido” de contenidos del que se apropia. Llevó al gobierno español a crear
una “tasa Google” o impuesto especial, que derivó en la retirada de Google News
de España y en el posterior arrepentimiento de los editores, que sin Google,
vieron disminuir el tráfico en sus sitios y, por ende, el interés de los
anunciantes.
Esa
lucha, por más justificada que pareciera, llevó siempre todas las de perder.
Los usuarios mandan y el mercado también. No por nada, Jeff Bezos de Amazon
compró el diario más importante de la política estadounidense, The Washington
Post, por solo 150 millones, mientras que Facebook está valorada en 200 mil
millones dólares.
Facebook
también sale ganador. Redobla la experiencia de los usuarios por contenidos de
calidad, que ya no se conforman con el “like”. Gana seguidores y perfecciona su
comprensión sobre los hábitos de los lectores, permitiéndole ser más eficaz con
la publicidad.
El
nuevo modelo no es camino de rosas sin espinas. Hasta ahora Facebook había
capitalizado sobre la idea de que los medios tradicionales son trasmisores de
“malas noticias”, prefiriendo contenidos “light” creados por sus usuarios.
Ahora tendrá que resolver bloqueos que generan sus algoritmos, capaces de
detectar “hechos indecentes” que podían derivar en la sanción del usuario y
hasta en el cierre de su cuenta.
Una
foto del diario El Nacional de Caracas, de cadáveres apilados en una morgue para
demostrar que el clima de inseguridad superó niveles inimaginables, hubiera
sido fácilmente “censurada” por Facebook por no adaptarse a sus estándares éticos.
Sus algoritmos la hubieran descartado por considerarla pornografía - así como a
un desnudo del Museo del Louvre. Ahora, en cambio, la interpretarán como lo que
es, una “buena noticia” o un instrumento del periodismo tradicional, capaz de
hacer reaccionar a un gobierno o permitir que la sociedad aplique medidas
correctoras.
El
desafío para los medios que prefieren la “opción Facebook” es que enajenarán
parte del conocimiento de sus audiencias y su tráfico; y que tendrán que
preparar contenidos para una audiencia más juvenil, que exige más video e
interacción, sin desmérito de calidad.
Sin embargo, el riesgo mayor es para los que reniegan la realidad y eligen
seguir por fuera de las alianzas, adivinando caminos y bordeando precipicios.
La época digital es implacable. Sobrevivirán solo aquellos que la abracen con
creatividad, sin tapujos y con optimismo.