Icarus es el nuevo film de
Bryan Fogel que ganó un Oscar al mejor documental en la reciente entrega de la
Academia de Hollywood. Está basado en la denuncia del ahora soplón Grigory Rodchenkov,
ex director del laboratorio antidoping ruso, quien permitió a su gobierno hacer
fraude.
Desde su oficina se
intercambiaban los frascos con orina contaminada por otros inocuos, dándole a
los atletas olímpicos rusos aire de superdotados y posibilidad de multiplicar sus
chances para obtener preseas doradas.
El sistema ruso oficial de dopaje, sumado a la fábrica de noticias
falsas descubierta en St. Petersburg para afectar elecciones foráneas y los pagos
debajo de la mesa para quedarse con el Mundial de Fútbol, son parte de una inmensa
y creativa red de mentiras, que Rusia impone al mundo mediante intrigas,
extorsiones y sobornos.
Tres informes delatan las conspiraciones rusas que ponen al presidente
Vladimir Putin como gestor. El más reciente es el del fiscal especial
estadounidense, Robert Mueller, que acusó a 13 ciudadanos y tres empresas de internet
rusas, con presupuesto del gobierno, por fabricar falsedades para manipular las
elecciones presidenciales en EEUU y otras en Europa.
A su vez, el informe de Richard McLaren, contratado por la Agencia
Mundial Antidoping (WADA), demostró la existencia del sistema oficial de doping
del gobierno ruso, certificando las denuncias expuestas en Icarus. Rodchenkov
está protegido en algún lugar de EEUU, por temor a que lo asesinen como a dos
de sus colaboradores. Y en época en que Rusia envenena a sus espías, como
ocurrió en estos días con Sergei Skripal en Inglaterra por pasar información de
sus colegas al servicio secreto británico, es posible que Rodchenkov preferirá quedarse
en el ostracismo por muchos años más.
El otro informe es el de Michael García como parte del escandaloso FIFAgate.
Publicado en 2017 después de que Rusia lo bloqueara por varios años, García
dejó claras evidencias de que el gobierno ruso sobornó a dirigentes de la FIFA
para quedarse con el Mundial de junio próximo. Pero como en el FIFAgate los
sobornos fueron masivos más allá de Rusia, la denuncia rápido se desvaneció.
El caso de dopaje oficial
fue más burdo. Tras las denuncias de Rodchenkov y Fogel al New York Times y al
Departamento de Justicia, McLaren constató que más de mil atletas rusos estuvieron involucrados en casos de doping. Si
bien el sistema operó a toda marcha para los juegos de invierno rusos de 2014
en Sochi, se sospecha que el método está incrustado en la cultura deportiva rusa
desde la época soviética.
Las evidencias fueron tan vastas, que al Comité Olímpico Internacional
(COI) no le quedó más que castigar a Rusia en los recientes juegos de invierno
de 2018 en Pyeongchang, despojando a los atletas rusos de bandera e
himno. Se esperaban sanciones más severas, pero no había mucha esperanza, desde
que el COI le había permitido a Rusia participar en las Olimpíadas de Río de
Janeiro de 2016. Entonces, totalmente impune, Rusia terminó cuarta en el
medallero.
Putin negó los miles de documentos con los que McLaren y la WADA denunciaron
el fraude. Hizo lo mismo con el informe de García y logró que la FIFA le
permitiera avanzar con la organización del Mundial. Ahora resta saber si el
Reino Unido decidirá boicotear el Mundial de comprobarse el envenenamiento del
espía Skripal.
Lo que el presidente Putin no pudo detener fue la acusación judicial
de EEUU. El fiscal Mueller terminó desenmascarando el operativo que usaba
cuentas de usuarios ficticios y computadoras y servidores en EEUU para hacer
virales las noticias y publicidad falsa sin dejar pistas. Así, Mueller no solo
desactivó la fábrica de bulos en Rusia, sino que permitió que se enfoque mejor
la conversación en EEUU, donde el presidente Donald Trump sostenía que las noticias
falsas de los rusos eran un montaje de los demócratas o de la CIA y el FBI para
perjudicarlo.
Vladimir Putin ha usado el engaño a nivel internacional para aumentar
su popularidad de cara a las elecciones presidenciales de los próximos días. Se
espera que se el claro triunfador. Lamentablemente, su juego sucio seguirá
deshonrando la máxima olímpica, que también debería ser regla en la política: “Respeta
las reglas, juega limpio, sé limpio”. trottiart@gmail.com