Siempre sostuve que la
diferencia entre Argentina y Venezuela radica que en el país gaucho todavía
existe independencia de la justicia, pese a que el gobierno de Cristina de
Kirchner siempre ha querido emular al de Hugo Chávez también en esa disciplina.
El 7-D desnudó, de todos
modos, un proceso lamentable en el país. Un gobierno totalmente arrogante, con
pocas ganas de ajustarse a derecho, quería aplicar la ley más allá de lo que
establecieran las cortes. Cristina de Kirchner bien sabe que tarde o temprano
le ganará la pulseada al Grupo Clarín ya que la desinversión que deben hacer
los grupos está establecida por la ley de medios, solo que ahora debe esperar ante
una medida cautelar admitida por un tribunal y hasta que la Corte Suprema se
expida sobre el fondo de la cuestión: la Constitucionalidad de dos artículos relativos
a la venta de medios que esos grupos deben hacer.
La ley no es mala, si en
cambio, su espíritu e intención. Apunta a que haya más pluralidad y diversidad de
medios. Pero con el vicio del gobierno de tener medios propios, de amigos y de
acólitos, y de someter a los independientes, no es difícil adivinar que seguirá
buscando la hegemonía comunicacional para controlar la verdad.
Si el gobierno
fuera claro, transparente y realmente le importaría la libertad de prensa y de
expresión – y lo demostrara en los hechos - difícilmente algún ciudadano o juez
pudiera rechazar esta ley y su proceso.
El gobierno es tan arrogante
que termina hiriéndose a sí mismo. No solo esperaba aplicar la ley este
viernes, al que le puso nombre de guerra, sino que usó todo un armamento propagandístico
para “vender” al público y a la justicia, que un fallo contra Clarín – una empresa
privada – serviría para reverdecer la democracia y acabar con muchos problemas
heredados de la historia. En realidad, como bien lo han usado otros
presidentes, tal el caso de Rafael Correa y Hugo Chávez, Cristina de Kirchner
endilga a la prensa los grandes males del país, una forma de exculparse de
responsabilidad.
Los mismos parámetros de
lucha lo usaron Chávez con RCTV - a la que cerró - y Correa con El Universo de
Guayaquil, al que todavía no pudo doblegar.
Cristina seguramente
terminará ganando la batalla a largo plazo, ya que los legisladores, aún sin
que la justicia permita aplicar la actual, irán recreando otras leyes tratando
de limitar el poder de Clarín. Pero bien hubiera podido esperar los fallos de
la justicia, darse su tiempo, seguir con los procesos y no crear actos y
propaganda para cantar victoria; de lo contrario, cuando le llegan los
fracasos, lo único que aumenta es la intención y vocación por tomar revancha.
Seguramente mucho de eso se
verá en los próximos días – lo que se observó antes de la resolución judicial a
favor de Clarín – cuando los funcionarios atacarán a jueces o seguirán pidiendo
su remoción.
El Poder Ejecutivo tiene
todo el derecho de pelear sus batallas y por sus convicciones, pero está
obligado a respetar los plazos judiciales y aquellos que también le pueden ser
adversos. Pero sobre todo, como eje de un país, debe estar dispuesto a hacerlo
con mesura, prudencia y en forma civilizada y con sentido común.
Lamentablemente, es tanta la
arrogancia del gobierno, que le resulta cada vez más difícil tener sentido
común.