Luis Almagro asumió en marzo
de 2015 las riendas de la Organización de Estados Americanos. Desde el arranque
enfiló sus cañones contra el gobierno de Nicolás Maduro, en momentos que todos los
gobiernos del continente y del mundo eran indiferentes o guardaban silencio
ante las atrocidades del régimen venezolano.
Fue entonces, y todavía
ahora, una lucha ciclópea de un David contra Goliat. Maduro mantenía una
retórica antiimperialista seduciendo con la idea de la revolución forjada por
Hugo Chávez y una billetera todavía amplia para comprar voluntades. Almagro se
basó en su eslogan “más derechos para más gente”, obligándose a denunciar a una
dictadura disfrazada de oveja.
Al principio, Almagro
consiguió más repudios que adhesiones por su mensaje anti chavista. Habiendo
sido canciller del izquierdista José Mujica, traidor y burgués renegado fueron los
calificativos más benignos que recibió de la izquierda latinoamericana. No le
importó. Siguió machacando, y así como el cántaro a la fuente, logró que finalmente
muchos gobiernos admitieran que el régimen de Maduro es una dictadura.
“Una dictadura que criminaliza
toda forma de disenso” subrayó Almagro ante la Sociedad Interamericana de
Prensa al recibir el Gran Premio a la Libertad de Prensa 2017. Fue a fines de
octubre, días antes que Maduro aprobara su ansiada ley para encarcelar a los
disidentes y neutralizar las críticas en las redes sociales y de los medios
independientes.
La ley sanciona el odio, la
discriminación y la propaganda, paradójicamente desvalores que practica y promueve
el chavismo. A Maduro la ley le servirá para demorar la caída, pero no para
evitar el porrazo definitivo. Es cuestión de tiempo.
Tampoco se puede ser
ingenuo. Maduro siempre se ingenia las armas adecuadas para retrasar su debacle.
Engaña a la oposición y a los negociadores incautos del mundo con procesos de
diálogo que nunca cumple. Cierra el Congreso y abre una Asamblea Constituyente
que busca inventar la nueva democracia, un atajo para construir un sistema a
semejanza de la Cuba gastada y colapsada.
Gracias a su retórica antiimperialista
o anti títeres del imperio, de lo que acusa a Almagro o Juan Manuel Santos, consigue
salvatajes que le prolongan la vida, pese a ser un narco estado y cometer crímenes
de lesa humanidad, evidenciados por la suma de más de 140 muertos como
consecuencia de la brutal represión de las protestas públicas.
El salvavidas más audaz lo
arrojaron Rusia y China. Estas potencias no se presentaron en una reunión no
oficial del Consejo de Seguridad de la ONU, donde se buscaba concertar
estrategias para neutralizar la desestabilización que crea el régimen venezolano
en la región. Convertido en la piedra en el zapato, Almagro criticó ahí el
silencio que todavía se le prodiga al régimen. Responsabilizó a Maduro por las
muertes, la pobreza y el sufrimiento de los venezolanos y por ser un “esquema
criminal con vínculos con el narcotráfico”.
Rusia no le prestó atención,
y pese a la reprobación de la calificadora crediticia Standard & Poors por
no pagar la deuda externa, renegoció y dio a Maduro más tiempo. No le servirá
de mucho. Venezuela está en bancarrota. Su economía adicta al petróleo ya no
produce como antaño, los precios del barril singuen desplomados y el régimen
desperdició dos décadas en las que habría podido diversificar la economía, en
lugar de haber estado imponiendo ideología a fuerza de petróleo subsidiado o
regalado.
Es verdad que esta vez Almagro
no consiguió nada en la ONU. Pero es sagaz. Sabe que su prédica constante en
otros foros motivó a EE.UU. a disponer de tres olas de sanciones a funcionarios
venezolanos y que Canadá y España se sumaran con medidas similares. También
esta semana la Unión Europea dispuso impedir la venta de equipos y armas para
evitar que sean usados en la represión interna.
Almagro, aunque tenga
apariencia de pequeño David ante un enorme Goliat, sabe que el sentido común y
la denuncia permanente permitirán cambiar las percepciones y que tarde o
temprano, así como las Américas y Europa, el resto del mundo terminará
avergonzado por su silencio. Almagro sabe que su misión es cuestión de perseverancia
y de seguir luchando por “más derechos para más…” venezolanos. trottiart@gmail.com