sábado, 25 de julio de 2009

Palabras irresponsables

¿Tiene un presidente los mismos derechos que un ciudadano para expresar sus opiniones y argumentos? Claro que sí. ¿Y para decir lo que se le antoja, burlarse o insultar a otros? Por supuesto que no.
En materia de libertad de expresión, por su envergadura pública y debido a las consecuencias que sus pronunciamientos pueden acarrear, un presidente tiene más restricciones y responsabilidades que una persona normal y corriente. Así como sus acciones están limitadas – no puede declarar la guerra o irse de viaje al extranjero sin la aprobación del Congreso – también lo están sus palabras.
Pero no lo sienten así muchos presidentes latinoamericanos, demostrándolo con sus constantes dichos sarcásticos, desafiantes y burlones. Estas actitudes provocan en algunos cierta autocensura, en otros una retórica vengativa, a la vez que pueden estimular violencia.
Uno de esos presidentes es Rafael Correa, quien en su última alocución semanal, y tras ser criticado por burlarse de los medios de comunicación y desacreditar a los periodistas en su espacio sabatino, “La libertad de expresión ya es de todos”, retó a los ecuatorianos a que le escriban a info@elciudadano.gov.ec, para saber si “tiene algo de malo” emitir su informe semanal a la ciudadanía.
Correa desvirtuó la pregunta y cometió dos errores. Primero, la crítica no era sobre el espacio y el hecho de informar, sino sobre sus adjetivados insultos contra quienes dan noticias y opiniones que no le favorecen. Segundo, un mandatario no tiene la potestad de elegir si dar o no información, sino la obligación legal y moral de hacerlo.
Hablar u opinar no es necesariamente informar. Correa, Hugo Chávez, Cristina de Kirchner, Evo Morales y, entre otros, Daniel Ortega, quienes prefieren hablar en cadenas nacionales, espacios propios de medios privados y estatales, mítines políticos y actos públicos o través de spots y publicidades, lo que generan no es información, sino comunicación de una sola vía. Pura propaganda.
El acto de informar dentro de la administración gubernamental democrática, tiene otros ingredientes esenciales, como la transparencia que garantiza y obliga una ley de acceso a la información pública, la argumentación que se fragua en el debate de las ideas con la oposición y el cuestionamiento que se alcanza en conferencias de prensa y entrevistas periodísticas. Aspectos éstos, muy ausentes en los gobiernos mencionados.
Evidenciado por sus prédicas contra quienes los critican, muchos presidentes no admiten que como funcionarios renuncian a privilegios de privacidad, asumen restricciones y deben estar más expuestos a la crítica y a la fiscalización pública. Da la impresión que manejan la función pública como patrones de estancia, creyendo que se les dio un país en usufructo, cuando lo único que legitiman las elecciones es la gerencia temporal de los bienes del Estado, actividad que infiere tres valores: eficiencia, honestidad y transparencia.
El presidente Chávez inauguró hace 10 años este estilo discursivo de gobernar, en el que usa como arma a la retórica para atacar y degradar a cualquier tipo de adversario. Esa arenga, además de conseguir titulares, tiene dos riesgos, desalienta el debate por la autocensura que genera en el desacreditado, mientras que instiga a los partidarios a la violencia. Sus declaraciones recientes sobre Honduras, infiriendo insurrección, guerra civil y militarización, prueban que sus palabras tienen la intención de profundizar, más que de solucionar la crisis.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en varias disputas entre periodistas y el estado venezolano, falló que los funcionarios públicos tienen mayores responsabilidades en cuanto a sus pronunciamientos, ya que los dichos hostiles pueden exacerbar la intolerancia y animadversión, y “constituir formas de injerencia directa o indirecta o presión lesiva en los derechos de quienes pretenden contribuir a la deliberación pública mediante la expresión”. La Corte señaló que las restricciones a los dichos de los funcionarios, deben ser mayores en situaciones de conflictividad social, ante el peligro de que los riesgos puedan potenciarse.
Lamentablemente, estos fallos no fueron acatados ni aprendidos. La polarización extrema que hoy se vive en Latinoamérica, no se debe tanto a la diferencia entre modelos políticos, sino al antagonismo de las palabras, dichas por presidentes irresponsables que no se comportan a la altura de su investidura, sino más bien, como agitadores de barricada.

¿Por qué? ¿Para qué?

Vaya a saber uno la estrategia de Manuel Zelaya para entrar a suelo hondureño por quince minutos. Desafiante al fin, no fue rodeado masivamente y los militares no bajaron sus fusiles como había pronosticado. No ganó mucho que digamos, quedó mal internacionalmente, acusado de terco e imprudente y, aún más, de ridículo, por haber sido acompañado en la caravana, por nada más ni nada menos que el canciller venezolano.

Hugo Chávez quien dice que nadie puede ser injerencista, a excepción de él, y quien se toma la libertad para insultar y acusar a medio mundo, debe haber tenido alguna razón muy fuerte para asesorar a Zelaya para que finalmente cumpla con su propósito de entrar a Honduras. Pero las preguntas quedan flotando: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Era necesario el desafío? ¿Era necesario el desafío? Si entrara a la fuerza, ¿no será que la comunidad internacional no lo aceptaría tampoco a él?

Zelaya tiene ahora el compromiso de llegar este martes a Washington y se presume que ya sabe que el único camino que le queda hacia la Presidencia es aceptar la propuesta de Oscar Arias de que se adelanten las elecciones un mes y que desista absolutamente de cualquier intento de reforma constitucional. Roberto Micheletti no se ha pronunciado sobre esta última parte de la negociación y pudiera ser la única vía de solución que se avizora en este momento.

¿Cuánto presionará Washington para que esto suceda? ¿Se están midiendo fuerzas con la retórica diplomacia venezolana, para taparle la boca a Chávez y dejarlo en ridículo acusando a EE.UU. de haber estado tras el golpe de Estado? ¿Si finalmente hay un arreglo, como estos dos gobiernos, quede quien quede, convencerá a sus seguidores de que se está haciendo lo correcto para calmar las aguas?

viernes, 24 de julio de 2009

Chávez y su militarización

El presidente Hugo Chávez, aprovecha cada oportunidad para militarizar más a su país y producir un excesivo desbalance de fuerzas armadas en la región.

En este momento arremetió contra Alvaro Uribe criticándolo de que está permitiendo la apertura de tres bases militares de Estados Unidos, por lo que reaccionó en contra de Colombia amenazando con que podría suspender el intercambio comercial bilateral, pero también diciendo que seguirá comprando pertrechos bélicos para defender su frontera.

La molestia de Chávez es que EE.UU. haya anclado en Colombia después de que la DEA y las embajadas estadounidenses fueran cerradas y expulsadas de Venezuela y Bolivia, y que a los militares estadounidenses no se les permitiera seguir en la base de Manta en Ecuador, obviamente, todos estos hechos motivados por él.

EE.UU. desde entonces estuvo negociando con Colombia para seguir operando en la región su proyecto antidrogas, dentro del Plan Colombia ya de varios años que le ha posibilitado a Uribe debilitar a las narco guerrillas de las FARC, las cuales tendrían el beneplácito y mantendrían relaciones con los tres gobiernos mencionados – además de Nicaragua - según videos y grabaciones que todavía siguen saliendo a la luz, desde la incursión militar colombiana en Ecuador el año pasado.

Chávez enfurecido en su Aló Presidente dijo que “nosotros no vamos a agredir a nadie… ni a Honduras ni a nadie” (sugestiva declaración después de que insistió con el envío de tropas al país centroamericano de ser necesario para apoyar la restitución de Manuel Zelaya o el derrocamiento de Roberto Micheletti) y anunció que rearmará su frontera con Colombia duplicando la fuerza de tanques que adquirirá en Rusia. Ya en este país, Chávez compró 100.000 fusiles, 53 helicópteros y 24 aviones, además de acuerdos militares que permitieron a una flotilla rusa desplegarse por el Caribe y el Atlántico americano, en un desafío antiamericano al mejor estilo guerra fría.

A diferencia de la denuncia de Chávez sobre la apertura de bases militares, las autoridades de EE.UU y Colombia explicaron que están a punto de firmar un acuerdo por 10 años para que los militares estadounidenses tengan acceso a instalaciones operadas por Colombia.

Chávez no pierde ninguna oportunidad para seguir expandiendo su poderío bélico, a excepción de las fuertes recriminaciones que por ese motivo recibe de su vecino Brasil, país que se viene quejando del desbalance a la paz internacional que Chávez está provocando, ya que se entiende que el presidente venezolano no acumula pertrechos para luchar contra las drogas ni las guerrillas. Obviamente, la militarización de ALBA propuesta por Evo Morales esta semana tampoco es pura casualidad.

jueves, 23 de julio de 2009

Ironía: todos a favor de Chávez

Los entuertos de la política tienen esas encerronas difíciles de resolver y destrabar como lo demuestra la crisis en Honduras. La mayor parte de la comunidad internacional – para no decir casi toda – incluyendo a los Estados Unidos y la Comunidad Europea, además de las organizaciones intergubernamentales como la OEA y la ONU, claman indirectamente a favor de Hugo Chávez (al pedir la restitución de Manuel Zelaya), a quien critican por el ahorcamiento de la democracia venezolana, por su concentración del poder, por su apoyo al narcotráfico y por interferir, con y sin el Alba, en las demás naciones latinoamericanas mediante subsidios casi extorsivos de petrodólares.

Todos saben que después de tanto mal y tantos sinsabores que le está causando a la propia comunidad internacional, la ironía del destino es que Hugo Chávez se puede recostar sobre su espalda, cruzar de brazos, dejar de hablar y esperar pasiva y en forma optimista que todo el mundo le haga el caldo gordo o el trabajo sucio, elevando su nombre a la altura de los grandes demócratas.

Todo esto, porque en Honduras hay varias verdades incontrastables y que no se pueden negar, especialmente dos: hubo golpe de Estado y hubo restitución constitucional al mismo tiempo. Un hecho atípico, novedoso, desafiante para los demócratas y para quienes no lo son tanto, ya que las dos verdades se pueden defender con la misma fuerza. De ahí la dificultad incluso moral que tiene la lectura de esta realidad. A Zelaya se lo echó porque en definitiva quiso establecer una democracia al estilo Chávez, tratando de instaurar la reelección, cuyo segundo paso sería no solo la repetición de período por período, sino la eternización en el poder al mejor estilo chavista; es decir, como en un buen estado totalitario o monárquico, la persona endiosada enquistada para siempre.

Es verdad que lo que la comunidad internacional defiende es el principio democrático, que nadie pueda ser sacado por los militares. Y cierto es también que es más difícil de sortear el caso de un presidente corrupto pero elegido en votación popular, aunque no haya respetado instancias democráticas y que esté destruyendo las democracias con elecciones fraudulentas, concentrando poder, desestabilizando o sometiendo a las demás instituciones del Estado.

El sarcasmo de esta crisis es que quienes de fondo desechan, descartan y reniegan del estilo Chávez, tal el caso de los Estados Unidos; de forma o para guardar las apariencias lo deben sostener, defender y hasta promover mediante el pedido de que Manuel Zelaya sea restituido al sillón presidencial.

¿Qué está bien o qué está mal? se dilucidará en estos días. Mientras tanto, la ironía es mayúscula. Apoyar a Chávez no es justamente hacerlo por la democracia.

miércoles, 22 de julio de 2009

Desvergüenza re-electoral

Como se sospechaba y el “orteguismo” lo venía pregonando a los cuatro vientos, especialmente a través de los labios de Rosario Murillo, Daniel Ortega no aguantó más y lanzó oficialmente su propuesta por una reforma constitucional que le permita la reelección presidencial para los comicios del 2011.

Un desafío social y hasta diría internacional, justo en el momento en que la “cuarta urna” que buscaba Manuel Zelaya fue el episodio desencadenante de una de las crisis políticas más profundas de los últimos años.

Pero es más que todo un desafío a la desfachatez y a la desvergüenza porque justamente lo que muestran los casos de reelecciones ya conseguidas es que son mecanismos para concentrar poder, hacerse adicto y perpetuarse en él. Los ingenuos pueden aducir que la reelección no es automáticamente una forma de “atornillarse” en la silla presidencial, sino permitir igualdad de condiciones a un presidente para que pueda postularse y seguir su proyecto, siempre y cuando el pueblo soberano le de el beneficio de los votos, pueblo que muchas veces es engañado sobre la base de votos cambiados, comprados y fraudulentos.

Pero eso puede suceder en cualquier otra parte del mundo, quizás, pero no en América Latina, donde las reelecciones pueden llegar a ser eternas como en el caso de Hugo Chávez, y como seguramente los estarán buscando las presidencias de Ecuador y Bolivia. Nicaragua irá camino a eso, porque Daniel Ortega ya ha demostrado, con las elecciones de noviembre pasado, que está dispuesto a todo con tal de concentrar el poder y ganarlo a costa de cualquier artimaña. El fraude espectacular cometido en noviembre no tiene muchos parangones.

Sin lugar a dudas, no se puede dejar de sospechar que con la posibilidad de la reelección Ortega seguiría cometiendo fraudes con tal de seguir concentrando poder. Tiene, además, un ejemplo muy grande de dónde aprender.

martes, 21 de julio de 2009

Luna y Marte: lecciones (Parte 1)

En este cuadragésimo aniversario de la conquista de la Luna quiero reflexionar sobre uno de los acontecimientos más importantes de la humanidad. No sólo se trató de la llegada del Hombre a la Luna aquel 20 de julio de 1969, sino de demostrar que nada es imposible cuando el conocimiento (la ciencia y la experiencia) y la voluntad (el espíritu y el trabajo) se alinean para alcanzar un objetivo común.

De la decisión adoptada por Estados Unidos para llegar a la Luna a través de la determinación de John Kennedy y del objetivo planteado luego por George Bush de mirar más allá todavía, se desprenden grandes lecciones sobre la grandeza de un país fundamentada en una serie de valores y objetivos que sobrepasan épocas y gobiernos.

(Dividé este post en dos partes)

Recuerdo que estaba en la habitación de un hotel en Barquisimeto, Venezuela, y como de costumbre, seguía haciendo zapping entre los noticieros locales. El objetivo era encontrar puntos de referencia que me permitieran enfocar mejor la conferencia que daría al día siguiente en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.

La charla que tenía que dar era sobre Periodismo y Tecnología, e intuía que sería difícil encontrar algún elemento de aterrizaje. Así que despreocupado por el resultado, y mientras revisaba los apuntes, jugaba con el control remoto hasta que encontré en CNN una pieza espléndida. Estaban reproduciendo partes del discurso del presidente de los Estados Unidos, George Bush, que el 14 de enero del 2004 había dedicado a la exploración espacial.

Confieso que mi primera reacción fue de incredulidad y de escepticismo, valores que creo los periodistas aprendemos en alto porcentaje a lo largo de nuestro oficio. Digo de incredulidad porque en los titulares que corrían debajo de la pantalla decía algo así como: “Bush promete que Estados Unidos llegará a la luna para el 2020”. Por unos momentos quedé sorprendido y en segundos tuve que esforzarme mentalmente para barajar varias posibilidades: primero, era una broma de Bush, aunque no estábamos en la inocentada del 28 de diciembre; segundo, este tipo se había vuelto loco ya que llegar a la luna después de que su propio país le había ganado la carrera a la Unión Soviética en 1969 era algo raro; o, tercero, me tenía que cambiar de cuarto porque el televisor estaba dañado.

No podía creer lo que estaba escuchando. El episodio me trajo a la memoria una escena fabulosa de la película (Dumb and Dumber), cuando Jim Carrey después de horas infructuosas de esperar en la barra de un bar a la mujer que lo había deslumbrado, decide irse y antes de cruzar el umbral de la puerta ve la primera página enmarcada de un diario colgada a la pared con el anuncio sobre la pisada de Neil Amstrong en la Luna, se da vuelta y con la cara de tonto rematada por un flequillo desprolijo y sin advertir que el poster ya tenía más de 30 años de colgado, Dumb grita: “El hombre llegó a la Luna”.

Pero este no era el caso. A medida que miraba CNN me fui dando cuenta que todo era mucho más serio de lo que pensaba. Uno puede tener sus diferencias con las políticas que aplicó Bush en cualquier dirección, pero en ese discurso encontré algo fascinante y novedoso. Bush estaba trazando objetivos nacionales a 20 años y pidiéndole al Congreso que lo respaldara con los fondos necesarios para su nuevo programa espacial que ni siquiera lo tendría a él en la Casa Blanca.

En esta época que un político hable de objetivos a 20 años me pareció realmente impactante. Las elecciones es cierto que son el hito más espléndido que tiene la democracia, pero cierto es también que son las vallas que retienen a los políticos de hacer planes más allá de los cuatro, cinco o seis años que dura el período electoral. Incluso ni los periodistas ni la gente común tenemos la expectativa de escuchar lo que sucederá en 20 años o los beneficios que tendrán generaciones futuras. Casi todos estamos enfrascados en un proceso muy acelerado en que todo se mide por los resultados que se producen de un día para el otro. Y todos... a todo... lo queremos ya. Solo basta pensar en las expectativas de urgencias y la desvirtuación de la paciencia que nos ha creado el correo electrónico, los chat romos y las redes sociales.

El discurso de Bush fue todo fascinante y arroja una gran enseñanza práctica sobre estrategia, planificación, objetivos, propósito y visión aspectos que me parecen fundamentales para tenerlos en cuenta.

Ir a la Luna, aunque sea por segunda vez, y a Marte, debemos admitir que no es cosa fácil ni de todos los días. Era necesario entonces apelar a la visión de país y sus valores, el por qué de la cosa. Explicar en forma detallada como se alcanzaría esa meta y mediante que objetivos, el cómo. Y demostrar que logrando resultados tangibles y concretos se justifique el esfuerzo, el para qué. Y Bush lo fue desgranando en forma muy hábil y estratégica.

Apeló primero a la memoria colectiva y a los valores de su país. “Escogimos explorar el espacio porque haciédolo mejora nuestras vidas y realza nuestro espíritu nacional”. Justificó su pedido remarcando el propósito implícito en el pueblo estadounidense diciendo que “el deseo de explorar y entender es parte de nuestra personalidad”.

Los valores de liderazgo, competititvidad, ética de trabajo, espíritu de unidad nacional, creatividad, los fue desgranando a lo largo de todo su discurso fundamentando el por qué de esta nueva visión.

En su discurso Bush mostró bien que para alcanzar cualquier objetivo es necesario estar fundamentado en los valores esenciales y visualizar o hacer visualizar los resultados a alcanzar, de tal forma que éstos se conviertan en los objetivos comunes y medibles. Visualizó el resultado mostrando lo que ya el país había conseguido con etapas anteriores en materia de innovaciones y grandes avances para la medicina, para las comunicaciones, meteorología, la industria aeronáutica y nuevas tecnologías en general. La exploración espacial “nos ha traído beneficios tangibles que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”.

“La visión que he delineado hoy es un viaje, no una carrera, y convoco a otras naciones a unísernos en este viaje, en el espíritu de cooperación y amistad”, dijo Bush.

En esa frase Bush trató de diferenciarse de John F. Kennedy al mostrar una nueva visión de país enfrascado no en una carrera de tipo armamentista sino de cooperación internacional. Los objetivos de Kennedy ante el Congreso el 25 de mayo de 1961 fueron distintos ya que estableció como primera meta llegar con un hombre a la Luna y traerlo de regreso en forma segura antes del término de la década, con lo que prentendía ganar la carrera espacial a la Unión Soviética, su máximo contendor durante la Guerra Fría.

De la misma forma que Bush aunque evidenciando los problemas históricos de la década de 1960, Kennedy apeló a los valores de la democracia y la libertad pero con diferente estrategia.

En 1961 Kennedy exhortó también a su pueblo fundamentándose sobre la base de los valores intrínsecos de la democracia para demostrar la diferencia entre el lidarazgo bueno y el malo, la bondad y la maldad (evil) lo que dejó concretado con una frase sin equívocos: “a ganar la batalla que se está desarrollando ahora alrededor del mundo entre la libertad y la tiranía”.

Luna y Marte: lecciones (Parte 2)

¿Qué podemos aprender sobre los discursos Kennedy y Bush?

Nadie llega a la luna sin un objetivo, una visión y una estrategia a largo plazo. Nadie llega a la Luna de un día para el otro, y Bush sabía que la visión y los objetivos que impulsó podrían ser alcanzados, a pesar de saber que él mismo no estaría en el gobierno.

De esa forma su mensaje es contundente. Su objetivo fue transormado en un objetivo de país, de conjunto. Y esa es tal vez la prinicpal diferencia que los países desarrollados tienen con los subdesarrollados, el establecimeinto de objetivos no solamente a largo plazo, sino objetivos que nos permiten a todos juntos perseguirlos. Ambos discursos fueron una lección de cómo empoderar a toda la sociedad.

Bush le añadió la estrategia. Remarcó sobre la visión bien enquistada en EE.UU. sobre democracia y libertad, dos valores trascendentes de la cultura estadounidense y habló sobre objetivos a corto y largo plazo dentro de una estrategia nacional que no es mas que la alineación de los objetivos, y que todos se sientan partícipes.

En esa estrategia nacional, cuando la gente se siente partícipe para luchar por un objetivo común, es donde para mi radica la mayor diferencia que consiguen los gobiernos desarrollados y de los subdesarrollados.

Bush además de hablar de combatir la violencia, el terrorismo y justificar su posición a la guerra contra Irak, hizo que el público se sintiera nuevamente con un objetivo común y algo más elevado en qué pensar: la ciencia.

El anuncio del ambicioso plan no fue una mera descripción de una lista de deseos, sino unos objetivos bien planificados. Propuso llegar a la Luna nuevamente para el año 2020 y a partir de ahí llegar con tripulaciones a Marte, con lo que apeló a los deseos del país de llegar a nuevas fronteras y descubrimientos.

Sorprendió a la nación con este objetivo a largo plazo que delineó en la sede de la NASA para la que pidió un presupuesto de más de cinco mil millones para los próximos cinco años como parte de la estrategia, aunque dijo que esto sería el comiernzo y que se necesitaría más dinero “guiados por el progreso que hayamos alcanzando con estos objetivos”.

Estableció varias metas. Primero, EE.UU. completará su trabajo en la Estación Espacial Internacional para el año 2010, cumpliendo con el compromiso con otras 15 naciones socias. Para alcanzar este objetivo, la NASA retornará con las misiones de los Space Shuttle a volar en forma consitente y bajo las normas de seguridad y recomendaciones de la Comisión Investigadora del Accidente del Columbia, y los vuelos Shutle serán retirados al final de esta década después de 30 años de servicios.

Segundo, EE.UU. empezará a desarrollar un nuevo vehículo de tripulación humana para explorar más allá de la órbita. La nueva nave el Crew Exploration Vehicle realizará su primera misión humana antes del 2014, y será capaz de transportar astronuatas y científicos a la Estación.

Tercero. EE.UU. retornará a la Luna tan pronto como en el 2015 y no más allá del 2020 y utilizará ese evento como una catapulta para misiones más ambiciosas. Una serie de misiones robóticas a la luna deberán enviar fotos para investigar y preparar para futuras misiones humanas. Habrá misisones humanas antes del 2015 con el objetivo de vivir y trabajar por períodos de tiempo cada vez más extrensos, lo que permitirá desarrollar nuevas tecnologías para otras misiones. La presencia porlongada de humanos en la Luna podría reducir el costo de futuras exploraciones debido a la menor gravedad que en la Tierra, lo que servirá de base para misiones humanas más allá de la Luna, comenzando con Marte.

Bush de esa forma afirmó el compromiso del país de la exploración espacial y le dio a la NASA, después de años de fracasos con varios accidentes a contar, un nuevo enfoque, y claros objetivos alineándolos a los de su Presidencia.

En esa alineación apeló principalmente a una sintonía que debe buscarse en otros estamentos de la sociedad y brindó un mensaje a los educacores y a que las escuelas también deberán estar sintonizadas con el nuevo desafío planteado. Dijo que “la fascinación que genere la exploración futura inspirará a nuestros jóvenes a estudiar matemáticas y ciencias e ingeniería y crear una nueva generación de innovadores y pioneros”.

Pero una estrategia no es sólo un deseo y un sueño, sino que se trata de visualizar de acuerdo a unos objetivos que se plantean y sobre los que se busca resultados concretos.

Para asegurarse que la NASA mantenga un sentido de enfoque y dirección hacia el logro de los nuevos objetivos, Bush pidió al administrador de entonces de la NASA, Sean O’Keefe, revisar todos los vuelos y exploraciones espaciales actuales para alinearlos con los objetivos presidenciales. Formó para ello una Comisión para la Implmentación de la Política de la Exploración Espacial de EE.UU. para asesorar a la NASA en la implementación a largo plazo de la visión presidencial.

Sin dudas, más allá de que la presidencia de Bush haya terminado con una popularidad paupérrima, no caben dudas que sus lineamientos, inspirados en aquellos de Kennedy de 1961, le dieron bastante aire en el 2004, y fundamentaron los principios de la cultura estadounidense sostenida por valores.

La llegada a la Luna fue mucho más que eso, abriendo la posibilidad del hombre a soñar en grande y a alcanzar cualquier meta propuesta.

domingo, 19 de julio de 2009

Honduras; tozudez, ruido y tiempo

Las negociaciones son difíciles. La tozudez, el tiempo y el ruido son las mayores dificultades. Desde que se conocieron los siete puntos de Oscar Arias, se sabía que el gobierno de Roberto Micheletti no las aceptaría, por cuanto hacerlo hubiera sido volver atrás con su tesitura de que Manuel Zelaya violó la Constitución.

Arias se sitió frustrado este domingo porque dijo que mientras Zelaya había aceptado su propuesta, Micheletti la había rechazado. Sin embargo, lo que no se entiende es que mientras Arias propuso que Zelaya debía renunciar a todo tipo de consulta sobre la posibilidad de reelección, Zelaya declaró al diario brasileño O Estado de S. Paulo que él insistiría con una asamblea constituyente; que, en definitiva, es justamente lo mismo, aunque diga lo contrario.

Zelaya no esconde su vocación por seguir adelante con su propuesta de seguir con la encuesta y la convocatoria a la asamblea constituyente, aunque dice que terminará su mandato en enero y se irá al campo y a sus granjas a trabajar. Esto huele a lo mismo que prometía Hugo Chávez, quien se cansó de decir en entrevistas que dejaría el poder al finalizar su mandato de cinco años. Dos constituyentes y reformas constitucionales más tarde, nos damos cuenta que Chávez ya tenía la vocación de mentir.

Tiempo es lo que se necesita en una negociación y mucho no hay. En un esquema en el que las elecciones de noviembre se aproximan, cada día de demora, torna a las partes, especialmente a los simpatizantes de Zelaya, cada vez más impacientes; ganando así la percepción de que la violencia puede estallar o ser provocada en cualquier momento.

Más allá de la tozudez de las partes y del tiempo, el otro ingrediente que puede hacer peligrar una mediación es el ruido que provocan las declaraciones de quienes se deberían quedar callados – como Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales - para que Arias pueda tomar las 72 horas y tratar de seguir negociando.