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agosto 01, 2009

Ciencias exactas: objetivos para el crecimiento

Más que conmemorarse el cuadragésimo aniversario de la llegada a la Luna, en realidad lo que se celebró esta semana es la vocación humana por plantearse objetivos audaces, bizarros e inalcanzables, sin los cuales, la historia sería chata y desabrida.

Cuando Neil Amstrong pisó la Luna el 20 de julio de 1969 no fue casualidad, sino fruto de ese tipo de objetivos excéntricos, los mismos que esbozó Cristóbal Colón en 1492. Llegar a la Luna no fue posible solo por el conocimiento (ciencia y experiencia) y la voluntad (espíritu y trabajo), sino por cierto sentido de locura para alcanzar desafíos desproporcionados. De ahí la fascinación por dos epopeyas irrisorias y utópicas, que solo se materializaron cuando alguien las visualizó, les trazó una estrategia y contagió la idea a los demás.

El mérito más reconocido de John Kenendy fue haber planteado sueños y metas desmesuradas, a pesar que lo suyo, fue una lógica competencia con la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Así quedó plasmado en el discurso del 25 de mayo de 1961 ante el Congreso, cuando no solo prometió llevar y traer un hombre desde la Luna, sino que justificó esa meta para “ganar la batalla que ahora se está desarrollando alrededor del mundo, entre la libertad y la tiranía”.

Su carrera por la supremacía, de todos modos, hizo que con esa libertad, individual y social, se sincronizara la investigación científica con la reevaluación de los currículos escolares haciendo de las ciencias exactas una materia obligatoria. Desde entonces, la creatividad, la invención y la innovación se fueron forjando como marca registrada de la cultura estadounidense.

Aquellos conceptos nunca pasaron desapercibidos. Esta semana, cuando el presidente Barack Obama honró a los famosos Amstrong, Aldrin y Collins, habló del aporte que las Ciencias y las Matemáticas representan para el espíritu nacional, elogiando a los astronautas porque “han inspirado a una generación entera de científicos e ingenieros que alentaron la innovación, el espíritu empresarial y la creatividad aquí en la Tierra”.

Pero en la actualidad, habiendo perdido EE.UU. el liderazgo en los resultados educativos de las ciencias exactas y enfocado en las urgencias del Plan de Estímulo para sostener la economía, el riesgo es - como lo aventuraron los veteranos astronautas – que se paralicen los objetivos audaces, como el de llevar misiones humanas a Marte.

Hasta ahora, el más osado de los presidentes después de Kennedy fue el impopular George W. Bush. El 14 de enero del 2004, dedicó gran parte de su discurso a los planes para volver a la Luna y empezar la travesía hacia Marte, con una estrategia a 20 años. Para convencer al Congreso que apruebe su presupuesto, Bush habló de los “beneficios tangibles” de la exploración espacial, “que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”, con avances en medicina, comunicaciones, meteorología, industria aeronáutica y nuevas tecnologías.

Como lo hiciera Kennedy antes y Obama ahora, Bush también pidió un compromiso pedagógico especial, sabiendo que la investigación y la educación se retroalimentan a sí mismas. “La fascinación que genere la exploración futura inspirará a nuestros jóvenes a estudiar matemáticas, ciencias e ingeniería, y a crear una nueva generación de innovadores y pioneros”.

Estas arengas presidenciales a favor de la educación, demuestran la importancia que los países desarrollados le dan a las ciencias exactas como generadores de crecimiento. Las naciones asiáticas descubrieron la ecuación educación-desarrollo décadas atrás y hoy tienen una evolución superior a cualquier otro país, a pesar de que también sufren la pobreza, excusa que otros ponen como obstáculo insuperable. El gran desarrollo científico y tecnológico, además de los sueños audaces que se impusieron, les permitirá a muchos países, como China e India, llegar a la Luna en poco tiempo, con todo lo colateral que de ello se desprende: mejoras en la economía, la producción y el empleo.

Invertir en Ciencias y Matemáticas, y en instrucción general, nunca fue prioridad en América Latina, porque no otorga beneficios dentro de las políticas cortoplacistas a las que estamos acostumbrados. Sin embargo, por la experiencia de las naciones más ricas, queda demostrado que abrazar las ciencias exactas es el primer paso para poder diseñar objetivos audaces, tan atrevidos como el que soñó Kennedy.

julio 21, 2009

Luna y Marte: lecciones (Parte 1)

En este cuadragésimo aniversario de la conquista de la Luna quiero reflexionar sobre uno de los acontecimientos más importantes de la humanidad. No sólo se trató de la llegada del Hombre a la Luna aquel 20 de julio de 1969, sino de demostrar que nada es imposible cuando el conocimiento (la ciencia y la experiencia) y la voluntad (el espíritu y el trabajo) se alinean para alcanzar un objetivo común.

De la decisión adoptada por Estados Unidos para llegar a la Luna a través de la determinación de John Kennedy y del objetivo planteado luego por George Bush de mirar más allá todavía, se desprenden grandes lecciones sobre la grandeza de un país fundamentada en una serie de valores y objetivos que sobrepasan épocas y gobiernos.

(Dividé este post en dos partes)

Recuerdo que estaba en la habitación de un hotel en Barquisimeto, Venezuela, y como de costumbre, seguía haciendo zapping entre los noticieros locales. El objetivo era encontrar puntos de referencia que me permitieran enfocar mejor la conferencia que daría al día siguiente en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.

La charla que tenía que dar era sobre Periodismo y Tecnología, e intuía que sería difícil encontrar algún elemento de aterrizaje. Así que despreocupado por el resultado, y mientras revisaba los apuntes, jugaba con el control remoto hasta que encontré en CNN una pieza espléndida. Estaban reproduciendo partes del discurso del presidente de los Estados Unidos, George Bush, que el 14 de enero del 2004 había dedicado a la exploración espacial.

Confieso que mi primera reacción fue de incredulidad y de escepticismo, valores que creo los periodistas aprendemos en alto porcentaje a lo largo de nuestro oficio. Digo de incredulidad porque en los titulares que corrían debajo de la pantalla decía algo así como: “Bush promete que Estados Unidos llegará a la luna para el 2020”. Por unos momentos quedé sorprendido y en segundos tuve que esforzarme mentalmente para barajar varias posibilidades: primero, era una broma de Bush, aunque no estábamos en la inocentada del 28 de diciembre; segundo, este tipo se había vuelto loco ya que llegar a la luna después de que su propio país le había ganado la carrera a la Unión Soviética en 1969 era algo raro; o, tercero, me tenía que cambiar de cuarto porque el televisor estaba dañado.

No podía creer lo que estaba escuchando. El episodio me trajo a la memoria una escena fabulosa de la película (Dumb and Dumber), cuando Jim Carrey después de horas infructuosas de esperar en la barra de un bar a la mujer que lo había deslumbrado, decide irse y antes de cruzar el umbral de la puerta ve la primera página enmarcada de un diario colgada a la pared con el anuncio sobre la pisada de Neil Amstrong en la Luna, se da vuelta y con la cara de tonto rematada por un flequillo desprolijo y sin advertir que el poster ya tenía más de 30 años de colgado, Dumb grita: “El hombre llegó a la Luna”.

Pero este no era el caso. A medida que miraba CNN me fui dando cuenta que todo era mucho más serio de lo que pensaba. Uno puede tener sus diferencias con las políticas que aplicó Bush en cualquier dirección, pero en ese discurso encontré algo fascinante y novedoso. Bush estaba trazando objetivos nacionales a 20 años y pidiéndole al Congreso que lo respaldara con los fondos necesarios para su nuevo programa espacial que ni siquiera lo tendría a él en la Casa Blanca.

En esta época que un político hable de objetivos a 20 años me pareció realmente impactante. Las elecciones es cierto que son el hito más espléndido que tiene la democracia, pero cierto es también que son las vallas que retienen a los políticos de hacer planes más allá de los cuatro, cinco o seis años que dura el período electoral. Incluso ni los periodistas ni la gente común tenemos la expectativa de escuchar lo que sucederá en 20 años o los beneficios que tendrán generaciones futuras. Casi todos estamos enfrascados en un proceso muy acelerado en que todo se mide por los resultados que se producen de un día para el otro. Y todos... a todo... lo queremos ya. Solo basta pensar en las expectativas de urgencias y la desvirtuación de la paciencia que nos ha creado el correo electrónico, los chat romos y las redes sociales.

El discurso de Bush fue todo fascinante y arroja una gran enseñanza práctica sobre estrategia, planificación, objetivos, propósito y visión aspectos que me parecen fundamentales para tenerlos en cuenta.

Ir a la Luna, aunque sea por segunda vez, y a Marte, debemos admitir que no es cosa fácil ni de todos los días. Era necesario entonces apelar a la visión de país y sus valores, el por qué de la cosa. Explicar en forma detallada como se alcanzaría esa meta y mediante que objetivos, el cómo. Y demostrar que logrando resultados tangibles y concretos se justifique el esfuerzo, el para qué. Y Bush lo fue desgranando en forma muy hábil y estratégica.

Apeló primero a la memoria colectiva y a los valores de su país. “Escogimos explorar el espacio porque haciédolo mejora nuestras vidas y realza nuestro espíritu nacional”. Justificó su pedido remarcando el propósito implícito en el pueblo estadounidense diciendo que “el deseo de explorar y entender es parte de nuestra personalidad”.

Los valores de liderazgo, competititvidad, ética de trabajo, espíritu de unidad nacional, creatividad, los fue desgranando a lo largo de todo su discurso fundamentando el por qué de esta nueva visión.

En su discurso Bush mostró bien que para alcanzar cualquier objetivo es necesario estar fundamentado en los valores esenciales y visualizar o hacer visualizar los resultados a alcanzar, de tal forma que éstos se conviertan en los objetivos comunes y medibles. Visualizó el resultado mostrando lo que ya el país había conseguido con etapas anteriores en materia de innovaciones y grandes avances para la medicina, para las comunicaciones, meteorología, la industria aeronáutica y nuevas tecnologías en general. La exploración espacial “nos ha traído beneficios tangibles que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”.

“La visión que he delineado hoy es un viaje, no una carrera, y convoco a otras naciones a unísernos en este viaje, en el espíritu de cooperación y amistad”, dijo Bush.

En esa frase Bush trató de diferenciarse de John F. Kennedy al mostrar una nueva visión de país enfrascado no en una carrera de tipo armamentista sino de cooperación internacional. Los objetivos de Kennedy ante el Congreso el 25 de mayo de 1961 fueron distintos ya que estableció como primera meta llegar con un hombre a la Luna y traerlo de regreso en forma segura antes del término de la década, con lo que prentendía ganar la carrera espacial a la Unión Soviética, su máximo contendor durante la Guerra Fría.

De la misma forma que Bush aunque evidenciando los problemas históricos de la década de 1960, Kennedy apeló a los valores de la democracia y la libertad pero con diferente estrategia.

En 1961 Kennedy exhortó también a su pueblo fundamentándose sobre la base de los valores intrínsecos de la democracia para demostrar la diferencia entre el lidarazgo bueno y el malo, la bondad y la maldad (evil) lo que dejó concretado con una frase sin equívocos: “a ganar la batalla que se está desarrollando ahora alrededor del mundo entre la libertad y la tiranía”.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...