sábado, 4 de julio de 2009

Honduras: hora de verdades

Este domingo es hora de verdades. Manuel Zelaya amenaza volver a Honduras y hacerlo con varios mandatarios amigos. La Iglesia Católica le exhorta que no lo haga para evitar violencia. El nuevo gobierno expresó que lo apresará y juzgará. Mientras tanto, los militares dijeron que apoyarán a la policía para que lo detengan.

Mientras hoy la asamblea general de la OEA recibía el informe negativo de José Miguel Insulza de que Honduras no daría marcha atrás, y pidiendo su separación de la entidad aplicando una Carta Democrática que jamás se utilizó para condenar a los demás regímenes antidemocráticos de las Américas, miles de hondureños se arrojaron a las calles para expresar su desprecio por Zelaya y apego a Roberto Micheletti; acciones de apoyo que no pueden dejarse de tener en cuenta como parte de la voluntad de un pueblo.

Es probable que la OEA tenga que extender plazos si quiere resolver el conflicto, de lo contrario el regreso intempestivo de Zelaya - como lo hizo cuando se apoderó de las urnas en un cuartel general después de que el Poder Judicial no lo autorizaba a desplegarlas – puede generar mayores consecuencias.

El conflicto hondureño es confuso porque sostiene, con la misma convicción, dos verdades diametralmente opuestas: Golpe de Estado y sucesión constitucional. Gran parte de la comunidad internacional, anota que la destitución y expulsión de Mel Zelaya mediante fuerza militar no tiene otra lectura que un golpe de Estado. En cambio, para una mayoría de hondureños, incluyendo a la Justicia y al Congreso, su verdad es que se trató de una transición democrática, obligada por los atropellos de un presidente que se había elevado por arriba de la Constitución y la justicia.

Vivimos en un mundo muy polarizado, donde es difícil aferrarse a verdades absolutas; y las contradicciones están a flor de piel. La OEA, por ejemplo, rechaza el golpe en Honduras pero flirtea a un régimen totalitarista de medio siglo como el cubano; Hugo Chávez reclama a los hondureños someterse a la resolución de la OEA pero desconoce en su país los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; mientras Raúl Castro y Daniel Ortega hacen gala de cinismo al exigir la Carta Democrática.

La forma en que las nuevas autoridades hondureñas procedieron está en entredicho, pero muchos comprenden su verdad de fondo. Trataron de prevenir el modelo “chavista” que Zelaya estaba adoptando para perpetuarse en el poder, y evitar las consecuencias antidemocráticas que experimenta Venezuela, donde todo está sometido a la voluntad única del líder. Sin este ingrediente invasivo, no se podría entender lo que gritan los hondureños en las calles. No es casualidad que Chávez haya amenazado con usar la fuerza militar para derrocar al nuevo presidente Roberto Micheletti y liderado un movimiento sarcásticamente democrático dentro de la OEA, de países con signos autoritarios como Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia.

A pesar de que cada sector tenga sus razones o verdades, y que las organizaciones intergubernamentales hayan establecido límites, enviando así un mensaje a otros países para evitar imitaciones; es importante que utilicen la misma vara para medir, ya que si bien se quejan contra Honduras, también debería ser poco tolerantes con aquellos gobiernos, que disfrazados por procesos electorales, se la pasan dando “golpecitos” con total impunidad

Argentina no previno la fiebre procina

Las elecciones legislativas del domingo pasado en Argentina, y la plena y prolongada campaña electoral que les antecedió, fue el tapabocas y el tapaojos que impidió al público y a los medios observar el desastre gubernamental en torno a la epidemia de fiebre porcina.
El gobierno argentino, más ensimismado y preocupado por los resultados del domingo, trató al tema de la fiebre porcina con la misma indiferencia y escepticismo que trató al dengue en los meses pasados.
Con más de 50 muertos ahora y miles de contagiados, la epidemia de la fiebre AH1N1 parece ser un problema difícil de controlar, ya que no se han activado los mecanismos de prevención a tiempo. Ahora ya es tarde y lo que se avecina no es el control de la epidemia, sino curar una enfermedad.
Argentina está adoptando recién ahora en la etapa de la enfermedad, lo que México adoptó en la etapa preventiva, cuando por primera vez, el gobierno azteca salió el 23 de abril a la noche a contarle al mundo que se había detectado un brote y de inmediato declaró que a partir del día siguiente, el viernes, todos los eventos masivos eran suspendidos.
Cuando México adoptó todas las medidas ese fin de semana, muchas de las cuales fueron vistas como exageradas, todavía no había habido ninguna muerte. Sin embargo, asumió el costo político, y tuvo que soportar, días después, que algunos países, como Cuba y Argentina, entre otros, cerraran sus fronteras a los mexicanos a pesar de las recomendaciones en contrario por parte de la Organización Mundial de la Salud. De hecho, en aquella época, el embajador argentino en México debió disculparse.
Pero a contrapelo de la política preventiva mexicana, Argentina adopta recientemente las medidas preventivas, luego de decenas de muertos y miles de afectados. Es también una medida de cálculo político, en este caso de error político. Las elecciones obnubilaron al gobierno, a los medios y a la población, mientras que la ineficiente actuación de las autoridades sanitarias traerá consecuencias nefastas a la salud pública.

La ciberguerra

Olvídese de la amenaza nuclear de Corea del Norte, de los campos de batalla convencionales al estilo Irak o Afganistán, o de la futurística y obsoleta guerra de las galaxias como la concebía Ronald Reagan. La próxima gran guerra se librará entre computadoras; y es probable que ya haya comenzado.
Las computadoras nos han arrojado a un campo de batalla virtual, sin camuflaje y donde la Convención de Ginebra no tiene sentido ni alcance. El internet es un arma poderosa, pero también invasiva. Las nuevas tecnologías nos trajeron avances descomunales, pero también nos han hecho más vulnerables, poniendo en riesgo nuestra privacidad. De repente, podemos ser víctima de una ciberguerra en la que el botín más preciado son los datos y mensajes personales; donde un AK 47 es un arma ineficiente y ni se compara a los virus y gusanos informáticos capaces de penetrar sistemas de seguridad militar, espiar secretos industriales, suspender operaciones bancarias, cortar el suministro de electricidad o paralizar el tráfico aéreo.
La preocupación de los gobiernos por la ciberseguridad es proporcionalmente creciente al avance tecnológico. El Pentágono estadounidense anunció esta semana un plan cibernético para proteger la seguridad nacional y librar la guerra on-line contra más de 4.000 grupos terroristas en el internet, y que junto a hackers internacionales, son responsables de los 32.000 ciberataques a diario que tratan de violar los sistemas informáticos; algunos con éxito, como el que en marzo sustrajo información secreta sobre los nuevos cazabombarderos F35.
El ciberdelito, que mueve más de 100 mil millones de dólares anuales, puso a Barack Obama a la defensiva, creando la oficina de un ciberzar, cuya tarea será blindar las redes informáticas públicas y privadas que sustentan “la prosperidad económica de EE.UU.”, y así proteger al país de los ciberataques, que han costado más de 8.000 millones en los últimos dos años.
Todos los gobiernos están adoptando medidas similares. Esta semana, Gran Bretaña divulgó sus planes para reforzar su ciberseguridad y proteger la información militar, industrial y empresarial ante ataques de grupos terroristas como Al Qaeda y otras mafias de Rusia y China, que intentaron recientemente penetrar sus redes eléctricas y de telecomunicaciones.
España, donde el cibercrimen en el 2008 aumentó un 570% respecto al año anterior debido al robo y secuestro de información industrial y financiera, propuso dentro de la Comunidad Europea emular la figura del ciberzar de Obama, erigiendo un Plan Estratégico de Seguridad Nacional, que serviría para bloquear ataques cibernéticos como los que Rusia lanzó cuando invadió a Georgia o el constante espionaje que practica contra empresas alemanas.
Los ciberataques son cada vez más poderosos y sistemáticos. Al ejército chino, experto en reclutar a los mejores hackers, se le achacó en marzo haber infiltrado computadoras, robado documentos clasificados en 103 países, espiado en computadoras de la OTAN, bancos, medios y entrometerse en la del líder espiritual de los tibetanos, el Dalai Lama.
Si bien es comprensible la sensibilidad de gobiernos y militares por crear sistemas defensivos contra el ciberespionaje y el ciberterrorismo, es también preocupante que bajo esa excusa, se puedan cometer abusos en contra de los derechos individuales.
Mientras los empresarios y entidades privadas se concentran en resolver asuntos complejos en torno a la privacidad, los delitos al honor y los derechos de autor en la nueva jurisprudencia internacional cibernética; los gobiernos aprovechan y buscan reformas legales que permitan a los militares y a la justicia tener mayor acceso a los mensajes personales on-line para realizar registros equivalentes a los exámenes físicos que practican las aduanas en los aeropuertos.
Si bien la posición de Obama y de otros gobiernos sobre la ciberseguridad está aceptándose cada vez más, se corre el riesgo de que las teorías de seguridad nacional irrumpan nuevamente, creando más divisiones y mayores conflictos.
Sin dudas, la seguridad cibernética es un reto para la comunidad internacional, pero algunos expertos consideran que los modelos de cooperación internacional como el manejo de la salud pública que hace la Organización Mundial de la Salud, pudieran ser esquemas más apropiados para defenderse en forma concertada en contra de epidemias y pandemias informáticas, sin necesidad de practicar políticas abusivas y tan invasivas.

Honduras dice no a Chávez

El presidente venezolano está muy incómodo. A él (así como a la mayoría de los hondureños) no le importa la suerte de Mel Zelaya, esa es la cortina de humo, lo que le incomoda es saber que lo están rechazando a él y a su revolución. No es para menos. José Miguel Insulza no logró en sus reuniones en Tegucigalpa que las autoridades hondureñas decidan restituir a Mel Zelaya, según lo establece la resolución de la OEA, siendo el primer traspié internacional que Hugo Chávez sufre en su derrotero por expandir la revolución bolivariana a fuerza de billetera y petrodólares.

Más allá de la interpretación de los hechos y de los principios en juego, respecto a si la destitución de Zelaya fue un golpe o una transición democrática, lo cierto es que la crisis desenmascaró el problema real: la mayoría de los hondureños rechaza vivir en un país con un modelo chavista de gobierno.

Esta, es en realidad, la primera derrota internacional de Chávez. A nivel nacional, Chávez solo perdió en diciembre de 2007 de un total de 18 procesos electorales en 10 años, muchos de ellos forzados y con sospechas de fraude. Incluso Chávez se las ingenió para “matar” políticamente a quienes le ganaron algunas elecciones, por eso el alcalde Caracas, está ahora haciendo una huelga de hambre para que le restituyan sus poderes, y el gobernador del Zulia, está exiliado en Perú, perseguido como tantos otros disidentes.

Chávez ganó elecciones, pero ha destruido a los poderes públicos, ha desbandado a los sindicatos, intimidado a los partidos políticos, comprado a las Fuerzas Armadas, luchado contra la Iglesia, perseguido a medios y periodistas. En Venezuela nada se mueve si no es a su voluntad, claro está, todo dentro de un marco legal y jurídico creado a medida por dos poderes totalmente adictos. Una democracia sin contrapesos ni pluralidad y diversidad, no es democracia.

Chávez estuvo pataleando todos estos días, incluso en conjunto con Rafael Correa, Daniel Ortega, Evo Morales y Raúl Castro, quienes con el sarcasmo y el cinismo que les caracteriza, pidieron a la OEA restablecer la democracia en Honduras, la que ellos no practican en sus casas. Es más, hablaron de la Carta Democrática, la que utilizan como papel higiénico y Chávez, con total desparpajo, pide que en Honduras se cumpla con la resolución de la OEA que le daba 72 horas, mientras en su país jamás ha cumplido con los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y con las decisiones de la Comisión, ambos organismos pertenecientes a la OEA.

La conveniencia política es mucha, por eso se entiende cómo estos países que en las reuniones de Trinidad y Tobago y de San Pedro Sula despotricaron y descalificaron a la OEA, sean ahora quienes se llenen la boca clamando por democracia.

Chávez está muy incómodo porque en Honduras se vio la primera y concreta medida en contra de la propagación de su revolución. Hasta ahora venía sorteando escollos, como la oposición que tuvo Zelaya de la dirigencia opositora y de los medios de comunicación cuando decidió ingresar al ALBA. Ya en aquella oportunidad, Chávez, quien se autoproclama no intervencionista en los asuntos de otros estados, calificó a los opositores de Zelaya y a los medios como “pitiyanquis” y “lame cu…” del imperio.

Esta noche, después de que en días pasados dijo que derrocaría a Micheletti con la fuerza militar, dijo que no era intervencionista y volvió a la carga contra Estados Unidos. Se cuidó de acusar directamente a Barack Obama – sabiendo que el presidente estadounidense es más popular que él en Venezuela mismo – pero sí avanzó en contra “de los varios Estados Unidos”, algunos de los cuales estarían detrás del golpe. Aunque no elaboró, la prensa propagandística de su régimen ya anduvo circulando información esta semana de que el golpe de Estado en Honduras era una estrategia del Pentágono para comenzar a socavar su hegemonía en la región.

Chávez está incómodo. Teme que el ejemplo de Honduras pudiera expandirse por otros países en donde él cree que tiene todo a su favor. Y él sabe que las apariencias engañan.

jueves, 2 de julio de 2009

El insulso Insulza y el injerencista Chávez

¿Qué le pasa a la OEA? ¿Qué le pasa a su secretario general? José Miguel Insulza ha llevado a la organización a un alto grado de desprestigio después de que buscó, apoyó e influenció a todos los gobiernos del área para que respaldaran el ingreso a la institución de una de las dictaduras más largas de la historia en el mundo.

Fue una medida política, de la que pudo convencer a los gobiernos, pero no pudo hacerlo con la gente de a pie, que más allá de las ideologías, reconoce que en Cuba no existe libertad y no le gustaría ir a vivir a “ese paraíso”

¿Es éste insulso personaje, el más idóneo para hablar de democracia y para negociar con el gobierno de Roberto Micheletti la restitución de Mel Zelaya? después de defender a un régimen como el de La Habana o no haber dicho nada a Hugo Chávez quien en días pasados expresó que invadiría Honduras para derrocar al gobierno. Parece que el tema de la no intervención es solo una vara aplicada a algunos países, particularmente los de izquierda.

Insulza, a quien se le acusa de buscar su reelección apoyado por Chávez y los gobiernos parte del sistema ideológico del ALBA, ¿es la persona idónea para negociar en Honduras, siendo que el golpe contra Zelaya se debió a su alianza entretejida con Chávez en los últimos años?

Seguramente cuando mañana Insulza sea recibido por Micheletti, tratando de negociar que se cumpla con la resolución de que se restituya a Zelaya, el secretario general de la OEA tendrá que soportar los vítores de miles de hondureños que apoyan al nuevo gobierno.

Mientras tanto, quien provocó todo este desbarajuste, Hugo Chávez, sigue mirando de lejos y acusando a los medios de comunicación de haber dado el golpe en connivencia con los militares y los demás poderes del Estado – ya que no puede acusar a Obama y al “imperio” que se desvinculó de todo – además de felicitar a Cristina de Kirchner quien acompañaría eventualmente a Zelaya a su regreso.

Pero lo más cómico de todo, es que hoy Hugo Chávez, fiel a no ir a ningún lado donde no pueda ser protegido por la inteligencia venezolana o cubana, dijo que no acompañaría a Zelaya, aunque aclaró que “yo quisiera ir, pero no debo, por la más elemental prudencia”. (¿¿??)

Más allá del destino de la crisis, lo cierto es que el conflicto ha desnudado que hay grandes movimientos en el continente que no quieren que Chávez se entrometa en sus asuntos internos, a pesar de que abra su billetera de par en par. Chávez declaró que su injerencia en Honduras es falsa, pero los hondureños lo desmienten gritándole masivamente en las calles.

Dolorosa libertad de prensa en Honduras

A juzgar por el atropello contra la libertad de prensa, los periodistas y los medios de comunicación, se puede afirmar que en Honduras sí hubo un golpe de Estado el domingo cuando se destituyó al presidente Manuel Zelaya. Esta, la libertad de prensa, es una de las primeras víctimas que llevan implícito los cortes constitucionales, así como el debilitamiento de otros derechos individuales y sociales.

Más allá de si se justificaba o no para el pueblo y las autoridades hondureñas expulsar al Presidente o sobre la discusión de si se trató de un golpe de Estado o de una destitución apegada a las leyes, lo cierto es que el nuevo gobierno censuró a periodistas y medios de comunicación, como en el caso de los medios radioeléctricos, particularmente, entre ellos las cadenas internacionales Telesur y CNN Internacional, así como la agencia AP. Si bien las restricciones fueron duras en las primeras 48 horas, también es un poco exagerado hablar de un “apagón informativo” como algunos grupos defensores de derechos humanos y de defensa de la libertad de prensa hicieron ver, como si se hubiera tratado de otro Irán.

Prueba de que no fue así, es que los sitios de internet de noticias más importantes del país, prácticamente todos los periódicos, no tuvieron ningún tipo de censura. Se informó minuto a minuto, sin censura previa, y los medios o la comunidad internacional no se vieron forzados a informarse a través de Twitter, Facebook o YouTube como sucedió tras la crisis y la férrea censura en Irán.

También se deben dejar de lado por mentirosas y chabacanas las acusaciones de Hugo Chávez quien desde el principio – como no pudo culpar a Barack Obama ni al imperio de estar detrás del golpe – responsabilizó a “los medios oligarcas” de ser los intelectuales atrás de la escena. Los medios hondureños, principalmente los diarios independientes, ya están acostumbrados a los insultos de Chávez, como cuando les calificó de “pitiyanquis” y de “lame cu…” después de criticar al gobierno de Zelaya por alinearse a la iniciativa ideológica del ALBA.

Vale aclarar que si bien no hay excusa para restringir la labor de la prensa en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, tampoco se puede pecar de ingenuidad y pensar que durante el gobierno de Zelaya la libertad de prensa era absoluta. El Canal 8 fue cerrado por las nuevas autoridades porque no se trataba de un canal público, sino de uno que fue utilizado por el gobierno de Zelaya, con los dineros de los hondureños, como un medio al servicio propagandístico.

El gobierno de Zelaya también se ha caracterizado, y fue denunciado, por utilizar la publicidad oficial para castigar y premiar a los medios, corrompió a numerosos periodistas que estaban en planilla, y cometió continuos atropellos contra medios y periodistas por el solo hecho de que disentían y fiscalizaban su labor.

Lo que sí es censurable, es que entre tanta confusión y sin saber a quien echarle la culpa en el tumulto, mucha gente parece avivada y azuzada para volcarse en contra de los medios y acusarlos de golpistas. No hay un medio de comunicación en Honduras que no haya estado o todavía esté de alguna forma – la empresa en sí, sus editores, periodistas o fotógrafos – siendo amenazado, agredido, violentado, maltratado o malinterpretado por una u otra posición que forman parte de la profunda polarización que afecta a la sociedad.

Lamentablemente, la libertad de prensa termina siendo un elemento muy doloroso para muchos, pero muy necesaria para mantener a la democracia a flote. Y al nuevo gobierno le cabe preservarla.

martes, 30 de junio de 2009

Elecciones anticipadas para Honduras

¿No sería oportuno adelantar las elecciones presidenciales en Honduras para sacar al país de una crisis que parece encaminada a profundizarse? ¿Sería muy descabellado?
De repente, el nuevo presidente Roberto Micheletti y el depuesto Mel Zelaya – quien dijo que quiere terminar su período y prometió que no buscaría reformar la Constitución para perpetuarse en poder – podrían consensuar una salida institucional y adelantar las elecciones, que de todas maneras están a la vuelta de la esquina, programadas para noviembre. Ambos dijeron querer lo mejor para el país, y creo que ese sentimiento, cuando los ánimos se calmen es lo que en realidad todos quieren, excepto que ahora, unos y otros, quiere tener su razón.

En realidad, estamos ante dos posiciones polarizadas e irreconciliables: La mayoría de los hondureños en Honduras y muchos exiliados pareciera que apoyan a Micheletti, dicen que no fue un golpe de Estado porque los militares solo hicieron respetar la Constitución y se manifiestan concretamente en contra de Zelaya y de quienes consideran su promotor, Hugo Chávez. Mientras tanto, la comunidad internacional insiste en que se trata de un golpe de Estado, que Zelaya debe ser restituido, a la vez que se están buscando los castigos para hacer recapacitar al nuevo gobierno.

Hoy, por ejemplo, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo se sumaron al movimiento contra el nuevo gobierno, argumentando que suspenden créditos y ayuda financiera al país, a la vez que los organismos intergubernamentales analizan aislar al país.

La situación se pondrá tensa este jueves si es que Zelaya realmente piensa ingresar al país, acompañado de Rafael Correa, Cristina de Kirchner e Insulza. Parece ser una bravuconada, si uno realmente entiende que para entrar al país, un avión necesita los permisos necesarios o por lo menos los del aeropuerto para poder aterrizar. Más aún, las nuevas autoridades parece que lo esperarían con órdenes de captura, por lo que se entiende que hasta el momento, Zelaya está utilizando argumentos y propaganda a su favor.

Hay en todo esto, además de mucha confusión y polarización sobre las dos posiciones más visibles, una increíble dosis de hipocresía que molesta y mucho. No se puede entender que después de que muchos gobiernos que hasta hace una semana eran fuertemente críticos de la OEA y que se pasaban constantemente la carta democrática por el traste, se revistan ahora de grandes demócratas y de poner a la OEA en una posición que nunca le dieron y que nuca tuvo.

El solo anuncio de que pudiera haber elecciones anticipadas podría ayudar a descomprimir esta tensión natural que se ha creado el domingo con el golpe y mucho tiempo antes con todos los “golpecitos” constitucionales que Zelaya venía pegando.

lunes, 29 de junio de 2009

Zelaya, la víctima

Como era previsible y natural, la comunidad internacional reaccionó en contra del golpe de Estado que destituyó a Manuel Zelaya. Las nuevas autoridades que asumieron tras la destitución de Zelaya, fueron torpes en no calcular la avalancha internacional de opiniones que los hechos provocarían.

Incluso varios gobiernos - a sabiendas de que Zelaya era quien estaba dando continuos “golpes” con medidas anticonstitucionales como un llamado ilegal a un referendo para buscar su reelección presidencial - quedaron con las manos atadas ya que nunca podrían avalar una destitución, que a todas luces y por sus formas, se mostró como un golpe de Estado.

Lo increíble de esta historia, es que ahora, quien había mostrado actitudes anti democráticas y anti constitucionales, terminó siendo avalado como un gran demócrata a quien le usurparon el poder por pura casualidad. Las formas en cómo se procedió, como recalqué en el blog de ayer, fue la gran equivocación.

Hoy Zelaya, la víctima, fue vitoreado en conjunto por presidentes como Rafael Correa, Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega quienes se han llenado la boca de democracia como si la practicaran en sus países; y como presidentes como Felipe Calderón, Alvaro Uribe o Barack Obama, que no tuvieron otra salida que alinearse a la izquierda por un principio de institucionalidad.

Escuchar hoy a personajes como a Fidel Castro condenar un golpe de Estado, a Raúl Castro sancionar la falta de democracia, a Hugo Chávez hablar de invadir Honduras y a Daniel Ortega invocar la Carta Interamericana fue una experiencia tan fascinante como haber pasado sin pagar entrada al Ringling Borthers.

Equivocados: fondo y forma

Las reacciones en el mundo entero no se hicieron esperar apenas se supo que el presidente Manuel Zelaya fue destituido por el Congreso hondureño o que se le dio un golpe de Estado, como prefirieron llamarlo otros. En todos lados se condenó y seguramente a partir de este lunes las organizaciones intergubernamentales verán de qué forma aplicarán medidas o castigos.
Más allá de las argumentaciones que se escucharon durante el día - especialmente en el Congreso y del nuevo presidente Roberto Micheletti, quien prometió que continuará con el proceso electoral hacia noviembre – sobre que no se trató de un golpe de Estado, sino de una transición democrática de constitucionalmente deponer el Presidente de su cargo por incumplir con la ley y la Constitución, lo cierto es que las autoridades hondureñas se han equivocado.
Es probable que en el fondo la cúpula política hondureña haya tenido razones valederas en contra de Zelaya, quien en la última semana desacató órdenes de la Justicia que le prohibía realizar una encuesta este domingo con la que quería palpar el sentir de los electores para acrecentar sus intenciones sobre la reelección presidencial. Sin embargo, lo que estuvo equivocado, fue la forma en que se produjeron los hechos, un Presidente detenido por los militares y expulsado hacia Costa Rica.
La forma, más que un proceso democrático debido que debería seguir juicio político y otros esquemas que deben estar fijados por ley, se vio plenamente como un golpe de Estado, aspecto que ningún otro gobierno o institución internacional puede hacerle la vista gorda y dejar de condenar.
Si bien una gran cantidad de personas, de líderes y dirigentes detestaba la forma en que Zelaya estaba atropellando al país, da la sensación que esa gente pudiera estar enfrentándose a un caso similar a lo que sucedió con Hugo Chávez en abril de 2002, quien fue restituido al gobierno luego de un golpe de Estado injustificado.
Creo que los hondureños tienen todo el derecho, apegándose a la legislación y a la Constitución – como en cualquier otro país – de destituir a un Presidente por las razones ilegítimas e ilegales que hubiera en juego; pero se deberían haber cuidado las formas, pensado en las apariencias, ya que la opinión pública internacional desconocía todos los elementos y solo puede juzgar los acontecimientos a la luz de un golpe de Estado.