Donald Trump cierra el 2017 tan ecléctico como lo empezó. Su America First le sirvió para justificar
el muro, cerrar fronteras, evadir tratados de comercio y cambio climático o
anunciar el deseo de volver a la Luna y conquistar Marte.
Entremedio, usó una lluvia
de tuits para negar el “rusiagate” y el acoso a mujeres, para insultar a los
medios y al norcoreano Jong-un, para castigar a Maduro y reconocer a Jerusalén como
capital de Israel.
Trump no se conduce con correcta
compostura presidencial. Su estrategia comunicacional es asombrar, disfrazar y
crear coartadas. No permite que cuestión alguna sea analizada a profundidad.
Cuando una conversación empieza a madurar o a molestar, tira otro tema sobre la
mesa y cambia la agenda. Así desbarató el “rusiagate”, imponiendo a Jerusalén.
Virtud o vicio, lo cierto es
que sorprende casi todos los días. Sabe generar impacto y robar la atención.
Los medios, antes acostumbrados a marcar la agenda y cuidarla como perros guardianes,
ahora parecen perritos falderos detrás de sus dichos y efectos. Trump les lleva
la delantera y encima los acusa de falsos y los desprecia. Su prédica no es
verdadera, pero en la confusión genera que los medios pierdan confianza y
credibilidad.
Sus tuits son el ariete para
ofuscar, acusar, alabar o imponer agenda. Son indignos a la conducta y
confianza que debe proyectar un Presidente. Su agitación verbal, propia de sucias
luchas electorales, enciende fuegos impensados que el vicepresidente Mike Pence
o el canciller Rex Tillerson deben apresurarse a apagar. Sus tuits suelen
exacerbar el discurso de odio. No escucha los reproches: Un presidente tiene más
responsabilidades y menos derecho a la libertad de expresión que los ciudadanos
de a pie.
Las mujeres son el flanco
más vulnerable del Presidente. Para él hay buenas y malas. Las mejores, sus preferidas,
son su hija Ivanka, su esposa Melania y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley.
Las tres son su sosiego, su ingenio, su máscara. Se destacan en política, en
conducta, en la moda y la diplomacia. La más avezada es Haley, a quien Trump la
prefiere de apriete diplomático más que a su canciller.
Y están las mujeres que
menos le agradan; su lastre del pasado. Más de cien congresistas demócratas le
plantaron cara esta semana en el Congreso exigiendo su renuncia, así como en
días recientes lo hicieron tres congresistas acusados por acosar sexualmente a
sus subordinadas. Argumentaron que “los estadounidenses se merecen la verdad”.
Trump arrastra más de veinte
denuncias de mujeres que lo acusan de haberlas acosado cuando era empresario
exitoso, celebridad y dueño del concurso Miss Mundo. Tres de ellas, cuyas
denuncias están en el documental 16 women
and Donald Trump, dieron una conferencia de prensa esta semana. Exigieron la
misma justicia, al menos pública y laboral, que condenó al productor Harvey Weinstein,
al periodista Matt Lauer y a los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman.
Las denuncias no son nuevas,
pero se potenciaron con el movimiento #MeToo
y también durante la campaña electoral cuando se difundió un audio en el que
Trump fanfarroneaba que por su carácter de celebridad las mujeres le permitían
cualquier cosa, hasta ser tomadas por los genitales. Las denuncias nunca
pasaron desapercibidas, pero fueron ignoradas por la Casa Blanca que siempre
las quiso tapar, dándoles un tinte político: “El pueblo emitió su veredicto
otorgando a Trump la victoria”.
La justificación es
incongruente y no será suficiente para detener el #MeToo. Se trata de un movimiento fuerte y que goza del
reconocimiento social que no tuvo años atrás. Las denuncias contra Hollywood
envalentonaron la tendencia a la denuncia. La revista Time lo reconoció y eligió
a las mujeres “interruptoras del silencio” como el personaje del año. Time argumentó
que la explosión de las denuncias por acoso sexual produjo uno de los cambios
culturales de mayor velocidad desde la década de 1960, provocando efectos
inmediatos e impactantes en todo el mundo.
El 2018 no amaga que será
distinto en torno a Trump, mientras siga con su estilo impulsivo y despreciando
mejores conductas. Su discurso incendiario, las acusaciones del “rusiagate” y
las denuncias de las mujeres, lo perseguirán y continuarán desgastando. trottiart@gmail.com