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diciembre 16, 2017

Trump: las mujeres, sus tuits y la prensa

Donald Trump cierra el 2017 tan ecléctico como lo empezó. Su America First le sirvió para justificar el muro, cerrar fronteras, evadir tratados de comercio y cambio climático o anunciar el deseo de volver a la Luna y conquistar Marte. 

Entremedio, usó una lluvia de tuits para negar el “rusiagate” y el acoso a mujeres, para insultar a los medios y al norcoreano Jong-un, para castigar a Maduro y reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

Trump no se conduce con correcta compostura presidencial. Su estrategia comunicacional es asombrar, disfrazar y crear coartadas. No permite que cuestión alguna sea analizada a profundidad. Cuando una conversación empieza a madurar o a molestar, tira otro tema sobre la mesa y cambia la agenda. Así desbarató el “rusiagate”, imponiendo a Jerusalén.

Virtud o vicio, lo cierto es que sorprende casi todos los días. Sabe generar impacto y robar la atención. Los medios, antes acostumbrados a marcar la agenda y cuidarla como perros guardianes, ahora parecen perritos falderos detrás de sus dichos y efectos. Trump les lleva la delantera y encima los acusa de falsos y los desprecia. Su prédica no es verdadera, pero en la confusión genera que los medios pierdan confianza y credibilidad.

Sus tuits son el ariete para ofuscar, acusar, alabar o imponer agenda. Son indignos a la conducta y confianza que debe proyectar un Presidente. Su agitación verbal, propia de sucias luchas electorales, enciende fuegos impensados que el vicepresidente Mike Pence o el canciller Rex Tillerson deben apresurarse a apagar. Sus tuits suelen exacerbar el discurso de odio. No escucha los reproches: Un presidente tiene más responsabilidades y menos derecho a la libertad de expresión que los ciudadanos de a pie.

Las mujeres son el flanco más vulnerable del Presidente. Para él hay buenas y malas. Las mejores, sus preferidas, son su hija Ivanka, su esposa Melania y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley. Las tres son su sosiego, su ingenio, su máscara. Se destacan en política, en conducta, en la moda y la diplomacia. La más avezada es Haley, a quien Trump la prefiere de apriete diplomático más que a su canciller.

Y están las mujeres que menos le agradan; su lastre del pasado. Más de cien congresistas demócratas le plantaron cara esta semana en el Congreso exigiendo su renuncia, así como en días recientes lo hicieron tres congresistas acusados por acosar sexualmente a sus subordinadas. Argumentaron que “los estadounidenses se merecen la verdad”.

Trump arrastra más de veinte denuncias de mujeres que lo acusan de haberlas acosado cuando era empresario exitoso, celebridad y dueño del concurso Miss Mundo. Tres de ellas, cuyas denuncias están en el documental 16 women and Donald Trump, dieron una conferencia de prensa esta semana. Exigieron la misma justicia, al menos pública y laboral, que condenó al productor Harvey Weinstein, al periodista Matt Lauer y a los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman.

Las denuncias no son nuevas, pero se potenciaron con el movimiento #MeToo y también durante la campaña electoral cuando se difundió un audio en el que Trump fanfarroneaba que por su carácter de celebridad las mujeres le permitían cualquier cosa, hasta ser tomadas por los genitales. Las denuncias nunca pasaron desapercibidas, pero fueron ignoradas por la Casa Blanca que siempre las quiso tapar, dándoles un tinte político: “El pueblo emitió su veredicto otorgando a Trump la victoria”.

La justificación es incongruente y no será suficiente para detener el #MeToo. Se trata de un movimiento fuerte y que goza del reconocimiento social que no tuvo años atrás. Las denuncias contra Hollywood envalentonaron la tendencia a la denuncia. La revista Time lo reconoció y eligió a las mujeres “interruptoras del silencio” como el personaje del año. Time argumentó que la explosión de las denuncias por acoso sexual produjo uno de los cambios culturales de mayor velocidad desde la década de 1960, provocando efectos inmediatos e impactantes en todo el mundo.


El 2018 no amaga que será distinto en torno a Trump, mientras siga con su estilo impulsivo y despreciando mejores conductas. Su discurso incendiario, las acusaciones del “rusiagate” y las denuncias de las mujeres, lo perseguirán y continuarán desgastando. trottiart@gmail.com

diciembre 12, 2015

Venezuela y Argentina deben crear institucionalidad y confianza

Argentinos y venezolanos empiezan nuevas etapas políticas. Optaron por países más serios, sin estridencias ni revanchismos. Erradicar la corrupción, combatir la inseguridad y crear bienestar y desarrollo son objetivos en común.

Cristina Kirchner y Nicolás Maduro aceptaron la derrota en las urnas, aunque por sus acciones, no reconocieron la victoria de la oposición. La ex mandataria se fue a los carterazos, criticando al presidente Mauricio Macri y a una justicia que nunca pudo dominar y a la que le teme, dejando una estela de nombramientos interminables y arcas vacías para empantanar el nuevo modelo.

Venezuela tiene un panorama todavía difícil, pese al rotundo éxito de la oposición en las legislativas del domingo. Maduro fue sentenciado en las urnas, pero sigue. Ya anunció que vetará cualquiera ley que emerja del nuevo Congreso opositor. Pero de aquí a enero, cuando asumirá la oposición, nombrará 12 jueces chavistas a la Corte Suprema, para neutralizar al nuevo Congreso.

Maduro de poca autocrítica, ya acusó de su derrota a la “guerra económica” y al avance de “las nuevas oligarquías latinoamericanas” (por aquello de Macri), y teme que los diputados quieran darle la estocada final, ahora que está insolvente y sin apoyo militar ni popular. Los 112 diputados opositores podrían legislar a su gusto, crear una ley habilitante, llamar a plebiscito para reformar la Constitución, destituir funcionarios y plantear juicios políticos.

Sin embargo, mejor sería que adopten la tónica del gobernador opositor Henrique Capriles, que pidió una legislatura que esquive “la venganza” y se dedique a procurar justicia. La oposición tiene que pensar que su fuerza, ahora monolítica y exultante por la victoria, puede ser pasajera. Después de la práctica del poder, cuando lleguen las primeras fisuras entre partidos de izquierda y derecha, el chavismo estará acechando como siempre. Tratará de comprar votos o amenazará con desafueros y cárcel, fiel a su estilo.

Por los primeros discursos de Macri, se entiende que no será un gobierno revanchista y que tiene en mente a todos los argentinos. Se valora aún más su decisión de ser implacable contra la corrupción, sin privilegios para nadie, tal vez el punto de quiebre con Cristina y lo que provocó la telenovela de la transición del mando.

A diferencia de Venezuela, Macri tiene frente a sí equilibrio de poderes. Un Congreso en el que tendrá que hacer alianzas y una justicia independiente a la que prometió no contaminar. La gobernabilidad le será difícil, pero de eso se trata la democracia. Tendrá que buscar consensos, respetar a las minorías y ojalá termine con la política habitual del Ejecutivo de castigar y premiar con fondos públicos como si fueran propios.

Lo más importante para los nuevos dirigentes en ambos países, es que deberán crear institucionalidad e incentivar la independencia y equilibrio de poderes. El estado de Derecho es la garantía indispensable para empezar a crear confianza y desarrollo. Las inversiones extranjeras y el crédito volverán cuando se deje de expropiar por ideología o conveniencia, se incentive la producción privada, se construya infraestructura pública y haya reglas de juego claras y transparentes.

El sinceramiento de las estadísticas públicas es de las primeras medidas que deberán adoptar. En Argentina el gobierno las manipuló y en Venezuela las escondió, como si evadiendo los datos de la inflación o la pobreza, hubieran podido evadir la realidad.

Venezuela tiene retos mayúsculos comparados a Argentina. Maduro es un cero a la izquierda en eficiencia administrativa y ha matado a la gallina de los huevos de oro, la estatal petrolífera PDVSA. No ha diversificado la economía más allá del petróleo, al cual todavía usa como como mercancía para exportar una ideología retrógrada que solo acarrea divisiones a quien la abraza.

Macri sabe de desarrollo y tiene delante de sí un mundo de posibilidades. Debe poner la casa en orden y ofrecer gobernabilidad, un atributo esquivo y todavía inmaduro desde que se ganó la democracia en 1983.

Más allá de izquierdas o derechas, argentinos y venezolanos sentenciaron en las urnas que están cansados del infantilismo político de las últimas décadas. Quieren países en serio y estables, donde todos puedan soñar su futuro. Esa es la esperanza.  trottiart@gmail.com

 







Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...