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septiembre 24, 2016

América Latina más confiable

La última vez que América Latina había resonado fuerte en la Asamblea de Naciones Unidas fue cuando Hugo Chávez comparó a George Bush con el diablo, época en que la verborragia sarcástica suplantaba a la diplomacia.

Esta semana América Latina sonó más fina que nunca, más seria, menos complicada. El presidente Juan Manuel Santos hizo el anuncio más resonante con el anuncio del acuerdo definitivo de paz, el que fue esquivo por más de dos décadas. Lo hizo con todo el simbolismo posible, el 21 de setiembre, cuando el sur abraza la nueva vida con el inicio de la primavera y el mundo celebra el Día Internacional de La Paz.

Se descuenta que en el plebiscito del 2 de octubre los colombianos refrendarán el acuerdo definitivo; aunque los más realistas saben que no se debe cantar gloria antes de victoria. El sorpresivo Brexit que sacó a los ingleses de la Unión Europea en su último referendo, invita a la precaución.

El optimismo de Santos va más allá de la paz, que es mucho más que menos violencia. Sabe que la “nueva Colombia” genera más confianza, cualidad clave que ofrece más progreso, dándole la "bienvenida a la inversión, al comercio y al turismo”.

Mauricio Macri también apuntó a un país diferente, más serio y confiable.  Comparte con Santos el objetivo de generar confianza para atraer inversiones y progreso. No dejó de lado el reclamo de sus antecesores por la soberanía de las Islas Malvinas, aunque lo hizo con menos decibeles, más diplomático y con algunos errores, al interpretar que los ingleses habían consentido incluir el tema de la soberanía en las nuevas conversaciones.

Eso no ocurrió y probablemente cuando eso suceda, tal lo piden las resoluciones de la ONU que Gran Bretaña no acata, Macri será historia. Sin embargo, en el ínterin, dio buenas señales de que prefiere el diálogo a los gritos, a sabiendas que ante la quinta potencia del mundo, la confrontación y los boicots solo provocarán espantar inversores y cerrar las puertas a otros negocios redituables.

Brasil, por otra parte, que en otras asambleas brilló por su ataque frontal a la pobreza, así como por hacer honor al lema de su bandera, orden y progreso, tuvo poco de que vanagloriarse, a excepción de sumarse a los esfuerzos de la región para combatir el calentamiento global, el terrorismo y el narcotráfico.

A Brasil el progreso le resulta esquivo y el mamarracho de la corrupción le generó desorden. Pese a que Michel Temer insistió en que la destitución de su antecesora tuvo todos los resortes republicanos, varios gobiernos latinoamericanos se ausentaron del recinto por considerar que se trató de un burdo golpe de Estado.

La destitución de Dilma Rousseff puede interpretarse según la ideología con que se la mire, pero lo que sorprendió fue la hipocresía de aquellos gobiernos que desairaron al brasileño: Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela países que poco pueden ofrecer en materia democrática.

Cuba sigue siendo una dictadura militar. Venezuela se encamina a ello, más cuando esta semana el Consejo Electoral postergó la posibilidad de hacer este año un referendo revocatorio, logrando atornillar a Nicolás Maduro hasta el 2019. En Nicaragua los Ortega están pasando debajo del radar, pero ya se convirtieron en una dictadura unifamiliar. En Ecuador, Rafael Correa desbarató a la oposición y a las instituciones para consolidarse en el poder, mientras que en Bolivia, Evo Morales insiste con la reelección dándole la espalda a los resultados de un referendo popular que le prohíben postularse.

Por suerte, a diferencia de otras veces cuando los violadores de derechos humanos se salían con la suya, esta vez en la asamblea de la ONU, Maduro fue criticado por Argentina, Panamá y Perú. La denuncia más elocuente fue del presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski. Al referirse a Maduro, reclamó que la “plena vigencia de la democracia requiere el pleno respeto a los derechos humanos, así como la separación y equilibrio de poderes”. Demandó un diálogo urgente para evitar consecuencias inimaginables.


Ojalá los mejores aires en Latinoamérica no sean pasajeros como tantas otras veces. Las “décadas ganadas” que algunos populistas reclaman, no dejaron más que instituciones políticas derruidas, desconfianza y decadencia. Es hora de reconstruir la confianza. trottiart@gmail.com

septiembre 17, 2016

La Casa Blanca: Inquilinos muy opacos


Barack Obama y sus antecesores en la Casa Blanca no se han mostrado muy transparentes. Y a juzgar por la opacidad de los dos contendientes que desean habitarla, la tendencia a la oscuridad parece extenderse hacia futuro.

La falta de transparencia parece regla más que excepción en la carrera presidencial. Esta semana el tema explotó cuando Hillary Clinton, acalorada y deshidratada, trastabilló al subir a una camioneta en plena campaña. No interesó tanto el incidente, como que haya ocultado la neumonía y sus antecedentes médicos que, por lo visto, acusan otras caídas y contusiones en meses recientes.

La opacidad de la candidata, que se vio obligada a revelar su estado clínico, sobrepasa su estado de salud. Se le critica que haya ocultado información sobre más de 60 mil correos oficiales que despachó por su cuenta privada y que no ofrezca conferencias de prensa por temor a confrontar a los periodistas. Por suerte para ella, Donald Trump tampoco es transparente. Se le reprocha no dar a conocer su declaración de impuestos, mentir sobre resonantes donaciones que no salen de su bolsillo y por sobornar a un fiscal para que no investigue irregularidades en su universidad.

La falta de transparencia de los inquilinos de la Casa Blanca no es nueva. Es una tradición que empezó desde que fue construida por esclavos, como denunció Mitchell Obama. Sus ocupantes fueron siempre opacos a la hora de informar, ya sea sobre la guerra de Vietnam, los entretelones de espionaje que derribaron a Richard Nixon, los argumentos sobre las armas de destrucción masiva que George Bush nunca encontró en Irak, o hasta por la inteligencia con la que la democracia más fuerte del planeta se involucró con dictadores. La opacidad también abarcó temas mundanos, entre ellos, los amoríos de John Kennedy con Marilyn Monroe y las aventuras sexuales de Bill Clinton en el Salón Oval.

En materia de transparencia el presidente Obama ha sido un fiasco. Prometió mucho al inicio de su mandato, pero casi a su término, es lo que más se le critica. Esta semana, la Sociedad Interamericana de Prensa, junto a 40 instituciones estadounidenses, le escribió reprochándole que su gobierno clasifica demasiada información, retrasa de manera excesiva las solicitudes de entrevistas y que las agencias federales discriminan a reporteros críticos.

Esto, claro, parecen minucias a la hora de las escuchas telefónicas que el gobierno ordenó en contra de la agencia de noticias AP y del espionaje indiscriminado contra ciudadanos en las redes sociales e internet. De no haber sido por las filtraciones de Edward Snowden, quizás esos programas seguirían funcionando.

La Casa Blanca no es una aguja en el pajar. La falta de transparencia es un mal extendido. La divulgación de los Panama Papers que mostró como muchos creaban empresas off-shore para evadir impuestos en sus países de origen, obligó a algunos poderosos a dimitir, como el primer ministro de Islandia. Otros, como el presidente Mauricio Macri todavía está tratando de aclarar ante los fiscales que su participación en empresas off-shore fue inducida por su padre.

Macri, de todos modos, logró esta semana lo que el anterior no hizo en los 12 años anteriores. A su iniciativa, el Congreso aprobó la Ley de Acceso a la Información Pública, la que obligará al gobierno y al Estado a ser más transparentes. La nueva legislación incluye fuertes penalidades para aquellos funcionarios que nieguen o tarden en entregar la información que los ciudadanos soliciten.

Sin embargo, hay que entender que las leyes por sí solas no crean automáticamente mayor transparencia. EEUU tiene en vigencia esta legislación desde 1966 - muchos países latinoamericanos la adoptaron en la última década - y, pese a ello, la opacidad sigue reinando entre quienes recibieron el mandato de administrar los bienes públicos.  
En el mejor de los casos, la ley es un punto de inicio, una herramienta idónea, pero por sí sola no crea cultura de transparencia. Esta se construye exigiendo información, incluso a través de demandas judiciales y con un gobierno cuya obligación es educar a la población sobre cómo usar esa ley.


La opacidad de Hillary y Trump demuestra que por más alto que sea el nivel de la democracia de un país, la transparencia debe ser un reclamo y ejercicio permanentes. trottiart@gmail.com

julio 11, 2016

Macri, migraciones y nacionalismos


La inmigración planificada es un proceso beneficioso. Sin estrategia y orden, puede despertar nacionalismos discriminatorios y racistas, convirtiendo en pesadilla los sueños de quienes buscan mejores oportunidades y complicando los propios esfuerzos de los países receptores.

Esos nacionalismos anti inmigratorios llevaron a los británicos a salirse de la Unión Europea, motivaron protestas multitudinarias en Alemania y Francia por la suerte de refugiados sirios y del norte africano, así como envalentonaron a Donald Trump a prometer muros físicos y virtuales para detener la entrada de “mexicanos violadores” y “musulmanes terroristas”.

Entre tantas actitudes anti migratorias, Mauricio Macri sorprendió esta semana durante su gira por Europa. Ratificó que Argentina recibirá a tres mil refugiados sirios, pero aumentó su apuesta a favor de una nueva ola inmigratoria que, emulando las del siglo 19 y de comienzos del 20, considera necesaria para crear riqueza, desarrollo y buen futuro.

El tema inmigratorio también flotó en su paso por EEUU cuando se reunió en Sun Valley con los popes de las mayores empresas tecnológicas del mundo. Los líderes de Google, Facebook y Microsoft  admiten que sin los inmigrantes con mano de obra calificada, Silicon Valley podría estancarse. Por ello insisten a Barack Obama para que amplíe el número de visas que EEUU otorga a inmigrantes con especialidad en ciencias y matemáticas.

Para su formidable aventura, que desentona con las experiencias de Argentina y de Latinoamérica, regiones expertas en expulsar a sus ciudadanos, Macri debería observar otras experiencias migratorias y enfocarse en la de EEUU, que si bien no es la mejor del mundo, ese melting pot le servirá de espejo para aprender sobre aciertos y errores.

EEUU es, ante todo, solidario. Así como dio cabida a los perseguidos por su religión que terminaron por moldear la Constitución y los cimientos de la nación, cuatro siglos después sigue siendo el país que más visas a refugiados y asilados políticos otorga, 69.933 solo en 2015. Esto sin contar las 20 mil residencias que otorga anualmente en forma oficial a los cubanos y las miles que concede a los que llegan en balsas o por terceros países.

También otorga miles de visas a trabajadores agrícolas que deambulan por cosechas desde California a Dakota del Norte; aunque equilibra esa mano de obra que no quieren los estadounidenses con visas a trabajadores con habilidades excepcionales. Adjudica cada año unas 65 mil visas a inmigrantes con grado universitario y otras 20 mil a profesionales con doctorados que, después de seis años con permiso de trabajo, suelen terminar absorbidos por la empresa privada.

Utiliza también otra fórmula indirecta y muy eficiente. Ochocientos mil estudiantes extranjeros se matriculan cada año en las universidades estadounidenses. Un gran porcentaje de ellos, cuya matrícula y estudios anteriores fueron pagados por sus gobiernos de origen, terminan quedándose en el país, demostrándose que los procesos migratorios también son ecuaciones injustas, siendo que un país gana lo que el otro pierde.    

No todo es color de rosa en EEUU. Obama todavía no ha podido lograr consenso sobre una esperada reforma migratoria para sacar del limbo a 11 millones de indocumentados hispanos. La discriminación, las actitudes racistas, la explotación laboral y la deportación que muchas veces fractura a familias enteras, son moneda corriente en este grupo cada vez más marginal.

Estas buenas y malas experiencias pueden aportarle a Macri un contexto mejor para superar sus varios desafíos. En un país tan vasto, deshabitado, ciclotímico en crisis políticas y económicas que ahuyenta a sus propios habitantes, no le será fácil incentivar la inmigración, que al igual que las inversiones, tiende a radicarse en lugares confiables y estables.


Su mayor desafío será proponer una Argentina federal, alejándola de la tentación que representan los centros urbanos como Buenos Aires. Tendrá que ofrecer un país con buenas instituciones, económicamente viable, con buen sistema de salud pública, mejores universidades como polos de atracción y, muy especialmente, con una política de inserción que no deje al migrante, de cualquier nacionalidad, preso de los prejuicios de ascendencia europea que se tienen en el país. trottiart@gmail.com

junio 04, 2016

Venezuela: Diplomacia injusta y oportunista

La diplomacia suele ser injusta; aún más en el caso de Venezuela. Después de muchos años en que los gobiernos ignoraron los atropellos de Nicolás Maduro, y justo en el momento que asomaba una posible sanción contra su autoritarismo, Argentina propuso una moción de diálogo que salvó del nocaut al régimen venezolano.

Nadie imaginó que fuera el gobierno de Mauricio Macri el que le daría un respiro a Maduro. Menos aún, cuando por primera vez en la historia de la OEA, un secretario general, en este caso Luis Almagro, había tomado la iniciativa de convocar una reunión de Consejo Permanente para que se analice la posibilidad de aplicar la Carta Democrática Interamericana contra Venezuela, pudiendo derivar en la suspensión y sanciones considerables contra el país.

La Carta podría haberse activado muchas veces contra Venezuela, algo que Almagro fundamentó bien en su informe de 132 páginas. Argumentó el carácter autoritario y antidemocrático de un régimen que desconoce al Congreso, avasalla a la Justicia y desobedece el legítimo mandato popular a convocar un referendo revocatorio.

Ante semejantes argumentos era previsible la reacción grosera de Maduro, quien invitó a Almagro a perderse la Carta por donde le cupiera. Los insultos forman parte de la diplomacia descalificadora del régimen que meses antes, sin argumentos políticos, había llamado “racista, basura corrupta y colonialista” al presidente español Mariano Rajoy cuando pidió por la liberación de los presos políticos. Maduro es fiel seguidor de la escuela de su mentor, Hugo Chávez, que igual llamaba “pendejo” al anterior secretario general de la OEA, que insultaba a cualquiera.

Más allá de la cortina de humo que generó con sus insultos (y de la diplomacia oportunista de Macri para que Venezuela, a cambio, apoye la candidatura de la canciller Susana Malcorra a la secretaría general de Naciones Unidas) Maduro supo aprovechar la injusta diplomacia. Ni lerdo ni perezoso, el mismo día en que el Consejo Permanente prefirió el diálogo (eso sí, en forma unánime) que activar la Carta, Maduro se disfrazó de modesto demócrata disponiéndose a negociar con la oposición.

Una aproximación que varias veces usó para ganar tiempo ante crisis económicas y sociales profundas como en la que está enfrascado el país ahora, tras haberse convertido en el que más recursos humanos y económicos expulsa en el continente. La mesa de diálogo del fin de semana pasado en Santo Domingo, a instancias de la Unasur y de los ex presidentes Martín Torrijos de Panamá, Leonel Fernández de Rep. Dominicana y José Luis Zapatero de España, terminó en abrupto fracaso, cuando su gobierno desestimó todos los reclamos de la oposición.

Además de la oposición, los que han quedado sin palabras con el nuevo criterio dialogante de los gobiernos, ha sido una veintena de ex presidentes, nucleados en la Iniciativa Democrática de España y las Américas, que después de haber pedido por años y sin éxito la aplicación de la Carta, salieron de inmediato a respaldar a Almagro y a pedir que se respete el mandato de referendo revocatorio firmado por más de un millón de venezolanos.

Oscar Arias, José María Aznar, Felipe Calderón y Alejandro Toledo, entre los ex presidentes más reconocidos, explicaron que “no puede haber diálogo sin el previo rescate de los mínimos democráticos, como la libertad de los presos políticos y el respecto a la manifestación de la soberanía popular”, en referencia al revocatorio.
Sería oportuno que esta nueva estrategia diplomática derive en la creación de un gobierno de transición democrática en reemplazo del “dictadorzuelo” Maduro, como lo llamó Almagro. Pero sería muy ingenuo pensar de esa forma. El chavismo siempre ha utilizado el engaño y a la propaganda como armas preferidas para sustentar su poder autoritario.

Por ahora, el llamado al diálogo, la campanita que lo salvó del nocaut, le permitirá a Maduro tomar aire y ganar tiempo. Se surtirá de otras estrategias para aferrarse al poder y así comprará más impunidad e inmunidad.


Es una lástima que la diplomacia llegara a destiempo esta vez. Es que la mesa estaba servida para que el diálogo y la transición sucedieran de verdad, pero después de la presión que hubiese ejercido la aplicación de la Carta Democrática. trottiart@gmail.com

abril 09, 2016

House of Cards o los Panama Papers

Ni Claire ni Frank Underwood imaginarían que la realidad de los “Panama Papers” superaría la ficción de House of Cards. Queda así reconfirmado que no solo los narcotraficantes, mafiosos y traficantes de armas lavan dinero.

También lo hacen impúdicamente presidentes, reyes, empresarios, celebridades, futbolistas y 29 billonarios que figuran en la lista Forbes de los 500 más ricos del mundo. Así se desprende de la investigación periodística sobre las compañías offshore en paraísos fiscales, en la que colaboraron 376 reporteros de 109 medios de comunicación de 76 países, organizados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

Como en un cambalache, ya nada sorprende en este mundo en el que todo está globalizado; la corrupción más que nada. Como en un efecto dominó, las denuncias y filtraciones son parte del nuevo paisaje que ayuda a crear una realidad que muchos buscan esconder: Desde los banqueros avaros de Wall Street que produjeron la catástrofe de la burbuja hipotecaria del 2008, pasando a las filtraciones de Julian Assange y sus miles de cables de Wikileaks o las denuncias de espionaje masivo de Edward Snowden, hasta el escándalo de sobornos del FifaGate, al lavado masivo del Lava Jato brasileño y el conteo impúdico de La Rosadita argentina.

Los Panama Papers harán historia y seguramente la estrategia de publicación a nivel mundial estará dosificada como sucedió con los cables de Wikileaks. Muchos perderán la cabeza, como el vice primer ministro islandés, Sigmundur Gunnlaugsonn, que renunció apenas fue denunciado y otros temerán perderla o tendrán que salir a explicar y defenderse como Lionel Messi, Roberto Carlos, Pedro Almodóvar y Mario Vargas Llosa o el argentino Mauricio Macri y el rey de Saudi Arabia. Y otros, como el ruso Vladimir Putin, cuyos amigos habrían desfalcado dos billones al fisco, dirán que se trata de propaganda occidental.

Sin dudas que algunos justos pagarán por pecadores, pero ante tanta impunidad y falta de justicia que parece reinar en un mundo estilo Miami Vice, el público parece disfrutar de la justicia por manos propias que se arrogó esta vez el Periodismo o, en otras palabras, del escrache público de aquellos que mantenían su riqueza oculta al fisco y que, en muchos casos, la ostentaban con ligereza y arrogancia como si fuera producto del sudor de sus frentes.

Lo más interesante de esta era de globalización es que así como se ha internacionalizado la corrupción, también se expandió el avance de las denuncias, de los soplones que filtran información y de los arrepentidos, que motivados por los beneficios judiciales, delatan a sus colegas y fechorías. Así como en el caso de Snowden, Wikileaks o el Figagate, es lo que sucedió con un soplón que, sin querer nada a cambio, entregó 11.5 millones de páginas de información al diario alemán Suddeutsche Zeitung, sobre los negocios entre el estudio legal panameño Mossack Fonseca y sus clientes.

No se sabe a ciencia cierta el incentivo de quien ha filtrado la información o si fue un hacker. Las especulaciones son muchas. Pero la denuncia sobre Mossack Fonseca, uno de los cinco estudios más grandes del mundo en la creación de compañías off-shore, con oficinas en 35 países, huele a un ajuste de cuentas contra los distintos gobiernos panameños que en las últimas décadas han sido reacios a la transparencia y a colaborar con investigadores internacionales.

Mucha información conduce a Miami y otros destinos que se favorecieron con los fondos provenientes de los paraísos fiscales. Varios de los nuevos rascacielos de Miami se construyeron con millones de dólares en efectivo que provino de sociedades anónimas y compañías off-shore. Mucho debe ser legítimo; otro tanto no. Lo inentendible es cómo EEUU es juez y parte. Reclama e investiga por más transparencia, pero atrae lo oscuro. Algo no funciona.

En un mundo globalizado y sobre saturado de información, en el que cuesta diferenciar lo esencial de lo chabacano, es importante el papel investigativo del Periodismo para iluminar y destapar la realidad. La justicia le corresponde a otros; pero, obviamente, la información bien investigada y procesada ayuda o presiona por más justicia o, al menos, a crear la sensación de que se hará justicia. 

abril 03, 2016

Argentina deja Telesur y a la propaganda

Nicolás Maduro se enojó con su colega Mauricio Macri porque Argentina decidió retirarse de la cadena televisiva multiestatal Telesur, de la que era socia desde que Hugo Chávez la creó en 2005 para contrarrestar la “propaganda imperialista de CNN”.

El berrinche de Maduro fue para matar dos pájaros de un tiro. Se la tenía jurada al presidente argentino desde que anunció que pediría al Mercosur aplicar la cláusula democrática contra Venezuela por su violación sistemática de los derechos humanos. Macri luego cedió porque la oposición ganó las elecciones legislativas, aunque seguramente insista ahora al saber que Maduro se niega a promulgar una ley de amnistía que el Congreso venezolano aprobó esta semana para liberar a 78 presos políticos.

Maduro, fiel a su estilo mandón y boquiabierto, comparó a Macri con los represores, haciendo un juego de palabras entre “desaparecer” a Telesur y los “30 mil desaparecidos”, desafiando con que nadie va a “desaparecer la verdad… si la prohíben en Argentina, millones de argentinos la verán por internet”.

La exageración no pudo tapar la realidad de Telesur. Más que un canal de noticias es un capricho propagandístico subvencionado por el chavismo, ideado para propagar “el socialismo del siglo 21”, ahora en retirada y desahuciado. No tiene impacto ni audiencia y mucho menos credibilidad. Provee información en forma unidireccional, característica especial a la que apuntó el ministro argentino de Medios Públicos, Hernán Lombardi.

Lombardi no necesitó decir mucho más para justificar que Argentina se retira de la televisora. La salida no es tan solo política, sino pragmática y coherente con los criterios de Macri para desactivar los órganos que sustentaron el relato K o la narrativa estrambótica ideada por el chavismo que, a través de Telesur, prefiere dar espacio a los líderes narcotraficantes de las Farc para hablar de sus logros por la paz, que a admitir la existencia de presos políticos en su país de origen.

El ahorro económico para el gobierno argentino no es mucho por el 16% de participación en Telesur, algo así como un cuarto de millón de dólares, aunque un solo dólar de los contribuyentes destinados a propaganda es un malgasto total. Sin embargo, la decisión le sirve a Macri para fundamentar su política informativa. Había prometido en campaña que acabaría con la propaganda, que los medios que maneja el gobierno serían públicos y no partidarios y que nunca más existiría la "guerra del Estado contra el Periodismo", antagonismo que siempre fomentaron el chavismo y el kirchnerismo.

La frustración de Maduro es que está viendo cómo empieza a desmoronarse todo el aparato de comunicación hegemónica que en un primer momento bajó de Cuba y que luego se potenció con el chavismo. Estos gobiernos utilizaron recursos públicos para apuntalar grandiosos aparatos de propaganda, además de no escatimar esfuerzos para perseguir a la oposición, a los medios y periodistas que no se sumaban a sus designios. 

En el último año de su mandato, Cristina Kirchner desembolsó 1.400 millones de dólares para sustentar un aparato gigantesco de medios públicos que usó como armas partidarias, distribuir pauta publicitaria a medios amigos y apuntalar a Fútbol para Todos y otros programas que propalaban su relato.

Siempre he sostenido la teoría de que los gobiernos autoritarios necesitan más propaganda cuando decrecen sus logros y progreso. Esa lógica queda demostrada con el gasto exorbitado del kirchnerismo en 2015, así como del chavismo, el correísmo ecuatoriano y el orteguismo nicaragüense. Comenzaron a invertir más en propaganda a medida que decaían sus logros políticos y económicos y su popularidad. De ahí que en este momento Telesur, así como otros medios del chavismo, son fundamentales para mantener el sistema político.

La salida de Telesur es un buen paso del gobierno argentino. Telesur, si quiere continuar como medio y alternativa, tendrá que ser eficiente, debería transformarse en medio público sin subvenciones exageradas o pasar a manos privadas y quedar al arbitrio de su audiencia. De lo contrario, sino cambia, durará tanto como el régimen que lo sustenta.

Los gastos en propaganda, lamentablemente, son el último bastión que abandonan los regímenes autoritarios, a sabiendas que deben guardar las apariencias hasta último momento. 

marzo 26, 2016

Obama, Macri y Castro: Listas negras y monumentos de la memoria

Todo país tiene un pasado desgraciado con listas negras; y un presente con monumentos que recuerdan a las víctimas de sus propios genocidios. Los que no tienen ni lo uno ni lo otro, es porque aún viven en el autoritarismo.

Raúl Castro quedó de ejemplo esta semana, cuando en conferencia de prensa junto a Barack Obama, negó que en Cuba haya presos políticos. Con el sarcasmo habitual respondió por la negativa: “Si hay esos presos políticos, antes de que llegue la noche van a estar sueltos".

Obviamente no soltó a nadie. Y hasta el propio Castro recoció meses atrás la existencia de presos políticos cuando al inicio del proceso de restauración de relaciones con EEUU en diciembre de 2014, liberó a 53 como gesto de buena voluntad. Hoy, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, cuenta a 89 personas presas, todavía discriminadas en razón de sus ideas y expresiones.

Organismos extranjeros de derechos humanos tienen listas mucho más largas y hasta el entorno de Obama habló de tres diferentes que le entregarían a Castro. Todo esto sin contar las interminables listas de personas que son detenidas arbitrariamente por horas y días, una táctica eficiente para mantener a raya a la disidencia y evitar las críticas internacionales por los largos encarcelamientos.

Listas negras hay y hubo muchas en el castrismo. Y cuando algún día llegue la democracia, alimentarán de nombres algún poderoso monumento en el malecón de la Habana, que como el Parque de la Memoria argentino frente al Río de la Plata, cobijará a todas las víctimas de estos últimos 57 años de dictadura: A los miles de asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado y a los que se tragó el Estrecho de la Florida cuando intentaban escapar hacia la libertad.

Para crear los monumentos más poderosos, aquellos que unen en la tragedia recordando las vergüenzas nacionales, son necesario dos cosas: Tener los datos más precisos posibles sobre las listas negras y que todos los sectores hagan un verdadero acto de contrición y autocrítica. De lo contrario, con listas a medias, se corre el riesgo de que los monumentos solo sirvan de reconciliación pasajera.

La verdad es la única fuerza que puede sanar y cerrar un período, y esa es todavía la asignatura pendiente de estos 40 años en Argentina. Pese a que las listas negras son muchos más transparentes que antes y han permitido erigir el Parque de la Memoria al que este 24 de marzo se rindieron Mauricio Macri y Obama para honrar a las miles de víctimas de la dictadura de la vergüenza, las heridas no terminan de sanar.

La falta de transparencia y no contar con toda la verdad, permite que los grupos de diferentes posiciones en el espectro político e ideológico, puedan usar o manipular la historia a su antojo. Aunque muchos argumenten que no importa si hubo 9 mil o 30 mil víctimas y que solo basta una víctima para luchar por los derechos humanos, sí es necesario saber el nombre de todas para hacer el duelo debido y cicatrizar. Los mausoleos NN o al soldado desconocido terminan siendo fuertes símbolos, pero no monumentos de reconciliación con la historia.

En ese orden, más allá de que muchas listas de proscriptos y sobre métodos de la dictadura se conocieron en 2013, son esenciales las promesas de Obama y del papa Francisco, quienes prometieron que en el corto plazo EEUU y el Vaticano desclasificarán documentos de la dictadura que arrojarán más luz sobre la verdad de aquella tragedia.

Obama no solo utilizó su viaje para honrar a las víctimas y hacer autocrítica sobre la responsabilidad que le cupo a EEUU en el apoyo que dio a los golpes de Estado y dictaduras de la región, sino que prometió que la desclasificación de documentos incluirá a los archivos militares y de inteligencia. Si esto se concreta, será sin dudas otro paso firme hacia la reconciliación regional.

Si bien las listas negras muestran el pasado más desgraciado de un país, los monumentos de la memoria alumbran el futuro. Sirven para construir tolerancia, el valor más esencial para que todos, sin exclusión, se sientan cómodos y libres de verdad.

Amor por la libertad y por la reconciliación es el mensaje que Obama trajo a la región, un capital mucho mayor que todos los acuerdos comerciales e inversiones que firmó. 

marzo 19, 2016

Obama con paquete y mochila

Con los inquilinos a la Casa Blanca casi definidos y a solo nueve meses de ser un ex, Barack Obama inicia su viaje a Cuba y Argentina. Quiere dejar una América Latina más amigable de la que encontró hace ocho años, cuando Hugo Chávez arengaba contra el “imperio” y la región prefería al ALBA sobre el ALCA.

Obama quiere cosechar los frutos de la diplomacia suave que aplicó en la región. Supo alejarse de la confrontación retórica de los gobiernos populistas y tejer acuerdos entre bambalinas. Cuba fue su sorpresa. Nadie imaginó su acercamiento a una de las dictaduras más longevas del planeta.

Obama prometió que hablará con Raúl Castro sobre el abuso a los derechos humanos, de libertades civiles pisoteadas y disidentes sistemáticamente detenidos. Sabe que la sordera de los Castro, maquiavélicos en el arte de evadir preguntas comprometidas, puede desmoronar la flexibilización del embargo con la que está empeñado.

El gobierno cubano, que jamás supo crear prosperidad sino administrar pobreza estimulado con subsidios soviéticos, chinos y venezolanos, buscará enmarañarlo. Le pedirá ostentosamente por el fin del embargo, la devolución de Guantánamo e indemnizaciones millonarias por el “injusto” bloqueo económico más largo de la historia.

La coartada de los Castro es llevarlo a Obama públicamente al terreno de la economía y escucharlo en privado sobre elecciones, democracia y derechos humanos. Querrán que desarrolle su teoría de que la apertura económica devengará en cambios políticos y no a la inversa. Por eso, Raúl ya adelantó que la revolución concebida por Fidel es intocable, que los contactos de Obama con la disidencia serán inexistente y que muchos revoltosos estarán en el calabozo.

Los Castro siguen obsesionados con la oscuridad y la censura. Saben que deben contrarrestar a Obama que intentará ser abierto y que a cada paso se estará jugando su credibilidad. Tratarán que tenga el menor impacto posible. En vivo y en directo los cubanos aprenderán lo que la prensa oficial querrá decirles. Para saber más deberán esperar el Paquete Semanal, esa memoria USB que se trafica en el mercado negro con noticieros, series televisivas, películas y videojuegos enlatados, al que el gobierno sin éxito combate con la Mochila, otro paquete oficial que pasa desapercibido.

Días después, y a punto de que el Congreso argentino apruebe un acuerdo definitivo para salir del default y así pueda aspirar a líneas de crédito internacionales, Obama recalará en Buenos Aires con unos 450 empresarios y un paquete ponderable de inversiones

El viaje es un espaldarazo importante a Mauricio Macri, quien encarna el principio del fin de los populismos. La tendencia parece irreversible sin Cristina Kirchner en el poder, con la derrota de Evo Morales en el referéndum, la de Nicolás Maduro en las legislativas y a la negativa de Correa de aspirar a la reelección.

Obama tiene una agenda concreta con Macri, más allá de los acuerdos comerciales, científicos y tecnológicos. Considera crucial la colaboración en materia de terrorismo y narcotráfico. La triple frontera es un talón de Aquiles difícil de eludir y ofrece a la DEA, la Agencia Antinarcóticos, para debilitar al narco que se disparó a niveles insospechados en años recientes.

Habrá fotos para todos los gustos. Momentos duros como cuando Obama anuncie que desclasificará documentos de la dictadura, mientras visite el Parque de la Memoria para honrar a las víctimas. Y momentos más relajados, cuando las cámaras enfoquen a las primeras damas Michele y Juliana, a quienes Vogue las comparó con las sofisticadas Jaqueline Kennedy y Evita Perón, dos íconos de la pasarela mundial.

Macri le mostrará a Obama sus esfuerzos por crear institucionalidad, garantizar la independencia judicial y acabar con la corrupción, esa lacra que se manifiesta cotidiana, ya sea por la deficiente investigación sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, como por la valija de Antonini o el conteo impúdico de dólares de Martín Báez.

Barack Obama está convencido de estar abriendo una nueva era menos paternalista y de igual a igual con sus pares latinoamericanos. Lleva a Cuba y Argentina paquetes genuinos de ayuda política y económica, pero también quiere regresar con una mochila cargada de hechos y promesas. Quiere que sea un viaje memorable.

marzo 06, 2016

Narcotráfico: Máximo desafío para Macri

Mauricio Macri fue contundente en su primer mensaje al Congreso cuando desmitificó el papel de Argentina como un simple país de tránsito: “Somos un país que recibe droga, la transforma, la vende internamente y la exporta”.

El nivel de sinceridad contrasta con el gobierno anterior que nunca asumió la realidad manipulando estadísticas y datos a ficción. Macri citó informes internacionales y aseveró que Argentina se ha convertido en el tercer proveedor de cocaína del mundo.

A su pesar, le tocó poner los puntos sobre las íes. No es difícil entender que la verdad es la única fórmula para construir una estrategia antidroga. Si luego fracasa o tiene éxito en esa lucha, será otro cantar. Ahora la sinceridad era indispensable.

“Necesitamos verdad y justicia” fue su expresión sobresaliente. Son los ingredientes indispensables para combatir las drogas, en un país que se ha convertido en “próspero para los traficantes” y que dejó de asombrarse de los crímenes violentos en otras regiones, para experimentarlos en carne propia.

Ante el Congreso, Macri no solo desnudó un sombrío panorama heredado con alta inflación, nulo crecimiento y mucha pobreza, sino también con profusa corrupción, poca seguridad y escasa justicia. Casualmente estos elementos son los que influyen, potencian o retroalimentan el tráfico de drogas.

Es que los carteles de la droga se nutren del círculo vicioso que crean. Se empoderan entre la pobreza y desigualdad, potencian a otras mafias dedicadas a otros crímenes y riegan corrupción con la intención de debilitar a las instituciones democráticas para blindarse ante la ley y la justicia.

Puede ser que el presidente argentino haya exagerado en algo para crearse espacio y tiempo para trabajar, en especial después de un comienzo con medidas agobiantes para los ya menguados bolsillos y anuncios impopulares de arreglos con la usura internacional, la única forma de acceder a una cartera de créditos que le estaba negada al país.

Pero Macri no exageró sobre el impacto del narcotráfico. En el informe 2015 divulgado por Naciones Unidas esta semana, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) sentencia que el narcotráfico es el causante del devastador impacto económico, social y político de Centroamérica, aunque sus aseveraciones se aplican a cualquier región donde anidan los narcos.

El informe señala que hasta el desarrollo y crecimiento económico de un país es relativo, sí no se ataca de raíz el problema del narcotráfico, el que socava en forma directa el Estado de derecho y la calidad de la democracia. Ahora se puede apreciar aquella advertencia del Papa sobre la “mexicanización de Argentina”. Francisco no solo se refería al clima de violencia física e inseguridad ciudadana, sino a la inestabilidad democrática.

Macri apuntó bien en su mensaje cuando buscó la alianza del Congreso para delimitar el nuevo marco legal necesario para combatir al narcotráfico. Habló de fondo y de formas. Una reforma judicial que haga realidad la independencia de la Justicia y mejore su funcionamiento como estrategia. Y reformas al Código Penal, el fortalecimiento de la Justicia federal, el decomiso de bienes y las leyes del Arrepentido y la de Acceso a la Información Pública y Transparencia, como tácticas.

Más fácil decirlo que hacerlo. El mayor desafío del oficialismo no es la estrategia que parece clara, sino buscar consensos en una legislatura que no es mayoría. Le costará sudor y lágrimas, sobre todo cuando le está endilgando a esa mayoría haber sido el artífice de tanta inseguridad que “no es una sensación” y haber generado “la violencia verbal, la denigración de sentir que el Estado no solo no te cuida sino que te falta el respecto”.

El egoísmo político puede hacer descarrilar cualquier estrategia por buena que parezca. Sin embargo, Argentina no tiene otra alternativa si no quiere verse reflejado en el espejo mexicano, ese país cuya clase política estuvo por años negándose a admitir que las drogas lo estaba consumiendo todo.

Macri tuvo en este presente la razón de poder endilgarle al gobierno anterior sus responsabilidades. Pero ya está. De ahora en más, ya no podrá quedarse con las culpas del pasado sino mostrar sus propias soluciones y acciones. El narcotráfico ya es su batalla a futuro. 

enero 16, 2016

Lo esencial entre narcos, fugas y periodistas

La atención que despertó la espectacular captura del Chapo Guzmán en México y de los hermanos Lanatta y Schilachi en Argentina, validan aquellas líneas de El Principito que “lo esencial es invisible a los ojos”.

Esa tendencia a irnos por las ramas hizo que se hable más sobre el túnel del Chapo y la cacería de película estilo Osama Bin Laden que de lo esencial. Se discute más sobre su admiración por Kate del Castillo y la entrevista de Sean Penn o sobre la fuga de los tres narcos argentinos a punta de pistola de juguete, que de la connivencia del narcotráfico con la política, la justicia y las fuerzas de seguridad.

El papa Francisco ya había advertido sobre lo esencial: La mexicanización de Argentina. Aquel estereotipo – molesto para el gobierno de México, como antes para el de Colombia cuando se hablaba de la colombianización de México - ya no es ficción en Argentina.

El presidente Mauricio Macri tiene razón para justificar una depuración de los cuerpos policiales, penitenciarios y de seguridad, ante la infiltración de los carteles en todas las esferas. Pero no la tiene cuando le pasa todo el fardo a la administración anterior, por más que Aníbal Fernández, ex jefe de Gabinete, manchado por la efedrina y derivados, evidencia el auge del narco en el país.

Los gobiernos argentinos de las últimas cinco décadas, incluido las dictaduras, son responsables. Sucumbieron a la globalización de las drogas; descreyeron del poder de los carteles internacionales; descuidaron las fronteras; permitieron que el país pasara de tránsito a consumidor y productor; omitieron castigar el uso de  dineros sucios en campañas electorales y en el sistema financiero; e hicieron la vista gorda al narcomenudeo y las peleas cotidianas del narco por disputarse territorios.

Lo de Sean Penn y la Reina del Sur no es esencial en esta historia, pero sintomático. Idolatraron a un asesino y narco que, como buen samaritano estilo Pablo Escobar, se las ingenió para engañar a medio mundo, haciendo obras de infraestructura y caridad con los pobres, y cosechando voluntades ante la ineficiencia del Estado.

La discusión sobre si Penn es o no periodista, es aún menor. Más allá que su condición de actor le abre puertas, es periodista. Hizo una entrevista, la publicó la revista Rolling Stone, así como antes se publicaron sus charlas con Fidel Castro y Hugo Chávez. Lo esencial es si fue un buen trabajo periodístico. No lo fue. Hizo propaganda. Se dejó deslumbrar por un “caballero” que lo recibió con carne asada, tequila y que se jactó de ser el mayor exportador de marihuana, heroína y metanfetaminas del mundo. No lo cuestionó. Se olvidó de sus asesinatos.

Diferente trabajo hizo el periodista Jorge Lanata. Cuando presionó en su entrevista a Martín Lanatta en la cárcel, consiguió confesiones y evidencias sobre negocios del narco. Eso fue periodismo.

Yo comparto la actitud de muchos periodistas mexicanos de prestigio que se han negado a entrevistar al Chapo, así como en Colombia en algún momento los periodistas dejaron de seguir entrevistando a guerrilleros y narcos para no engrandecer su popularidad y evitar la apología de sus crímenes. Pero sobre todo, porque el Chapo es responsable directo de docenas de asesinatos de periodistas, quienes jamás tuvieron los privilegios que se le concedieron al actor.

Lo esencial será ver como el niño travieso de Hollywood y la Reina del Sur se libran de las autoridades estadounidenses. Entrevistar a uno de los mayores asesinos de la historia no es ilegal, puede ser inmoral en todo caso. Lo que sí es ilegal es haber transado la posibilidad de producir su película biográfica, un negocio que, como cualquier otro, la ley prohíbe con todo aquel que esté registrado en la lista negra de los narcotraficantes, como es el caso del Chapo.

La idolatría popular y la desidia de las autoridades para actuar es el estímulo que el narco necesita para crecer. En Argentina es tarde para tomar medidas preventivas, se necesitan correctivas. Además de la depuración urgente al mejor estilo Colombia, Macri debe alistar al país para otros debates que se avecinan: Si el gobierno permitirá la asistencia formal de la DEA, la agencia antidroga estadounidense, y si cabría echar mano a los militares para una tarea que a la policía ya le rebasa. 

enero 04, 2016

Recuperar la palabra

Mas allá de los impredecibles éxitos que podrá alcanzar el gobierno de Mauricio Macri en el corto plazo, ya se avizoran acciones y efectos concretos en la recuperación del valor de la palabra, un bien que fue degradado tras doce años de propaganda kirchnerista.

Algunos actos oficiales del nuevo gobierno son consecuentes con promesas de campaña: Se dejará de lado la "guerra del Estado contra del Periodismo"; los medios de comunicación que maneja el gobierno serán públicos y no partidarios, bajo una política de "pluralismo, federalismo e innovación"; la publicidad oficial no será utilizada para premiar a medios amigos y castigar a los críticos; y los periodistas militantes serán despedidos o deberán trabajar profesionalmente sin sueldos de privilegio.

La política para desmantelar el aparato de propaganda estatal no debería cometer el error de censurar la libertad de expresión. Deben seguir existiendo espacios para programas partidarios como el ex oficialista 678 o para que pregonen su militancia periodistas como Víctor Hugo Morales. Eso sí, esos espacios no debieran estar en medios públicos o pagados por el bolsillo de todos los argentinos, sino en privados, bajo las reglas del rating de la audiencia o el criterio e interés editorial de sus propietarios.

Si se cumple con los anuncios del ministro de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, la Argentina podrá ir recuperando el valor de la palabra, especialmente después de años en que la propaganda gubernamental se utilizaba para suplir las carencias de la población, manipular las estadísticas oficiales y para crear un culto a la personalidad hacia Cristina Kirchner y su difunto esposo.

 Lombardi tiene razón cuando dice que no solo heredó un ministerio del relato sino “un aparato propagandístico muy fuerte, concentrado y unilateral” que ha sido pernicioso para el país y también para el propio gobierno que se creyó su propio relato, alejándose de la realidad.

La narrativa del gobierno anterior se basó en la mentira, la omisión y la exageración, tres ingredientes de la propaganda. De ahí que la intervención del INDEC sirvió para mentir sobre porcentajes de pobreza e inflación, programas como Fútbol para Todos fueron utilizados para hacer auto bombo, mientras que las cadenas nacionales de la Presidenta eran incongruentes con los propósitos y restricciones que marca la Constitución para ese tipo de alocuciones.

Ojalá Argentina, a diferencia de lo que sucede en países con gobiernos populistas y propagandísticos como los de Rafael Correa, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, pueda ver modelos de medios públicos como los de Uruguay, Costa Rica y Chile que, aunque tienen limitaciones, han avanzado respetando la pluralidad y diversidad de la población.

No es malo que los gobiernos se auto elogien o resalten sus acto, siempre y cuando ello no sea política de Estado como ocurría con el modelo kirchnerista. Los gobiernos deben tener limitaciones y restricciones para hablar de sus logros, así como los tienen durante las campañas electorales, cuando no pueden abusar del dinero de todos los ciudadanos para fines proselitistas.

En materia de comunicación pública, además de desmantelar el aparato de propaganda y hacer reformas a las leyes de medios y de telecomunicaciones para que no sean utilizadas para castigar o maniatar a medios críticos, el gobierno de Macri tiene dos tareas importantes que gobiernos anteriores no las quisieron emprender: Debe promulgar una ley de Acceso a la Información Pública y de Transparencia, y también acatar un fallo de la Corte Suprema de Justicia que exige una reglamentación específica para el uso y gasto del Estado en publicidad oficial.

Que el Estado no esté obligado a ofrecer información de la administración pública cuando los ciudadanos lo pidan es una de las grandes distancias que Argentina tiene con países de mayor nivel democrático. La transparencia y los datos verdaderos son el antídoto contra la propaganda y la única forma que permite generar confianza y abandonar una realidad de ficciones. La verdad es la única forma para recuperar la confianza en la palabra, ese bien que ha sido devaluado por el gobierno anterior, como bien sentenciaba el escritor Martín Caparrós.

diciembre 12, 2015

Venezuela y Argentina deben crear institucionalidad y confianza

Argentinos y venezolanos empiezan nuevas etapas políticas. Optaron por países más serios, sin estridencias ni revanchismos. Erradicar la corrupción, combatir la inseguridad y crear bienestar y desarrollo son objetivos en común.

Cristina Kirchner y Nicolás Maduro aceptaron la derrota en las urnas, aunque por sus acciones, no reconocieron la victoria de la oposición. La ex mandataria se fue a los carterazos, criticando al presidente Mauricio Macri y a una justicia que nunca pudo dominar y a la que le teme, dejando una estela de nombramientos interminables y arcas vacías para empantanar el nuevo modelo.

Venezuela tiene un panorama todavía difícil, pese al rotundo éxito de la oposición en las legislativas del domingo. Maduro fue sentenciado en las urnas, pero sigue. Ya anunció que vetará cualquiera ley que emerja del nuevo Congreso opositor. Pero de aquí a enero, cuando asumirá la oposición, nombrará 12 jueces chavistas a la Corte Suprema, para neutralizar al nuevo Congreso.

Maduro de poca autocrítica, ya acusó de su derrota a la “guerra económica” y al avance de “las nuevas oligarquías latinoamericanas” (por aquello de Macri), y teme que los diputados quieran darle la estocada final, ahora que está insolvente y sin apoyo militar ni popular. Los 112 diputados opositores podrían legislar a su gusto, crear una ley habilitante, llamar a plebiscito para reformar la Constitución, destituir funcionarios y plantear juicios políticos.

Sin embargo, mejor sería que adopten la tónica del gobernador opositor Henrique Capriles, que pidió una legislatura que esquive “la venganza” y se dedique a procurar justicia. La oposición tiene que pensar que su fuerza, ahora monolítica y exultante por la victoria, puede ser pasajera. Después de la práctica del poder, cuando lleguen las primeras fisuras entre partidos de izquierda y derecha, el chavismo estará acechando como siempre. Tratará de comprar votos o amenazará con desafueros y cárcel, fiel a su estilo.

Por los primeros discursos de Macri, se entiende que no será un gobierno revanchista y que tiene en mente a todos los argentinos. Se valora aún más su decisión de ser implacable contra la corrupción, sin privilegios para nadie, tal vez el punto de quiebre con Cristina y lo que provocó la telenovela de la transición del mando.

A diferencia de Venezuela, Macri tiene frente a sí equilibrio de poderes. Un Congreso en el que tendrá que hacer alianzas y una justicia independiente a la que prometió no contaminar. La gobernabilidad le será difícil, pero de eso se trata la democracia. Tendrá que buscar consensos, respetar a las minorías y ojalá termine con la política habitual del Ejecutivo de castigar y premiar con fondos públicos como si fueran propios.

Lo más importante para los nuevos dirigentes en ambos países, es que deberán crear institucionalidad e incentivar la independencia y equilibrio de poderes. El estado de Derecho es la garantía indispensable para empezar a crear confianza y desarrollo. Las inversiones extranjeras y el crédito volverán cuando se deje de expropiar por ideología o conveniencia, se incentive la producción privada, se construya infraestructura pública y haya reglas de juego claras y transparentes.

El sinceramiento de las estadísticas públicas es de las primeras medidas que deberán adoptar. En Argentina el gobierno las manipuló y en Venezuela las escondió, como si evadiendo los datos de la inflación o la pobreza, hubieran podido evadir la realidad.

Venezuela tiene retos mayúsculos comparados a Argentina. Maduro es un cero a la izquierda en eficiencia administrativa y ha matado a la gallina de los huevos de oro, la estatal petrolífera PDVSA. No ha diversificado la economía más allá del petróleo, al cual todavía usa como como mercancía para exportar una ideología retrógrada que solo acarrea divisiones a quien la abraza.

Macri sabe de desarrollo y tiene delante de sí un mundo de posibilidades. Debe poner la casa en orden y ofrecer gobernabilidad, un atributo esquivo y todavía inmaduro desde que se ganó la democracia en 1983.

Más allá de izquierdas o derechas, argentinos y venezolanos sentenciaron en las urnas que están cansados del infantilismo político de las últimas décadas. Quieren países en serio y estables, donde todos puedan soñar su futuro. Esa es la esperanza.  trottiart@gmail.com

 







noviembre 30, 2015

Macri: Señales de cambio y buenos aires

Mauricio Macri delineó su gabinete y la estrategia político-económica. Las expectativas son buenas. Así lo aceptaron los mercados, las instituciones internas y aquellas donde Argentina volverá al ruedo, con otra cara y otra actitud.

Pese a que Cristina Kirchner chicaneó con que “un país no es una empresa”, Macri sabe que el futuro se medirá por la eficiencia de su gestión y los resultados. Macri promete un país diferente, serio, sin sarcasmos ni cadenas interminables, sin la arrogancia discursiva que polarizó a la población y que minó los mercados internos y desbandó las inversiones.

La tarea es mayúscula. No será fácil trabajar para todos. El peronismo es mayoría en el Congreso y la justicia. Al principio tendrá que adoptar medidas económicas impopulares para evitar que siga la hemorragia. Lo tendrá que hacer sin transición como resolvió Cristina, sin estadísticas confiables, con leyes vergonzosas aprobadas a último momento y con más nombramientos de empleados públicos, funcionarios y embajadores con los que el kirchnerismo pretende empantanar y se quiere perpetuar.

Por otra parte, no le será difícil marcar diferencias. La década kirchnerista fue tan desastrosa en libertades económicas y políticas, que cualquier decisión lo desmarcará de su antecesora. Sin la estridencia política que caracterizó cada anuncio por los últimos 12 años, los de Macri son estridentes en sí mismos. El nuevo gabinete muestra capacidad de gestión. No hay lugar para el estilo irónico que prevaleció con Aníbal Fernández y otros funcionarios que siempre fueron más papistas que el papa para congraciarse con su jefa.

Pese a los dichos de la Presidenta, los anuncios más destacados de Macri fueron de orden político, aunque la mayor expectativa se centre en el bolsillo de la gente, el futuro del cepo al dólar, la devaluación en ciernes, la apertura a los mercados, la corrección de las estadísticas o las negociaciones con los acreedores.

Macri prometió que será implacable contra la corrupción. Quiere, primero, que se denuncie a sus funcionarios y, segundo, que los jueces sean independientes para juzgar a los corruptos. Su mayor desafío será despolitizar a la Justicia que en parte fue secuestra en estos años, pero que también ha pecado de ser sumisa y partidaria.

Será buena señal que Macri desbarate el aparato propagandístico del Estado. Deberá impedir que los medios de comunicación públicos se usen como pasquines gubernamentales y eliminar cualquier vestigio de espacios como “6, 7 y 8” que han contribuido a polarizar y enemistar a los argentinos. Deberá desbaratar el clientelismo, no los subsidios sociales, pero sí los partidarios. Si logra que todos esos miles de millones de dólares desperdiciados se inviertan en obras de infraestructura e incentivos a la pequeña y mediana empresa, el país se verá pronto con más empleo y movimiento.

En el plano internacional las señales son mejores. Macri ha generado confianza renovada y tendrá crédito, político y económico. En política internacional su sentido común ya promete cambios drásticos con su antecesora. Con la elección de la tecnócrata Susana Mallorca en Cancillería se distancia de Héctor Timerman, quien a semejanza de Cristina, manejaba el país a favor de ideologías en decadencia. Que Venezuela sea la gran aliada de Argentina, demuestra que en política exterior prevalecían criterios ideológicos, en lugar de económicos y comerciales, como los tienen otras economías emergentes.

Probablemente Macri no logre que se aplique la cláusula democrática contra Nicolás Maduro y Venezuela. Pero el solo hecho que la invoque en la próxima reunión del Mercosur, deja entrever que no mantendrá silencio cómplice cuando se coarten las libertades políticas y de expresión, así se violen dentro o fuera del país. En ese sentido, se pliega a lo que remarcó la Corte Suprema de Chile que falló a favor de que Michel Bachelet condene a Maduro, como antes la justicia internacional lo hizo contra Pinochet. El mensaje es que las violaciones a las libertades no tienen frontera y toda dictadura o autoritarismo, de derecha o izquierda, es imperdonable.

Ojalá el peronismo acompañe con oposición constructiva como prometió Daniel Scioli. Argentina no tiene mucho margen para seguir desperdiciando oportunidades. 

octubre 31, 2015

No rotundo a la arrogancia del kirchnerismo

El mensaje tras las elecciones en Argentina es claro y contundente. Más allá de quien gane el balotaje del 22 de noviembre, el domingo pasado perdió el kirchnerismo y su forma arrogante de hacer política y conducir un país.
La evidencia no hay que buscarla en la elección que ganó/perdió Daniel Scioli frente a Mauricio Macri, ambos lejos de la Presidenta, sino en la derrota que sufrió el ultra kirchnerista Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires.
Fernández no perdió contra la liberal María Eugenia Vidal. Perdió por el hartazgo de la gente sobre aquellos que confunden el debate de las ideas con la confrontación ideológica y los que anteponen beneficios propios o partidarios por sobre los de todos, sin distinciones.
Perdió porque a imagen y semejanza de la presidenta Cristina Kirchner – quien cree que el balotaje será un referéndum sobre su “modelo” - representa esa especie de políticos arrogantes que con sarcasmo e ironía a flor de piel, esconden vicios y corrupción, estigmatizando y persiguiendo a opositores, jueces y fiscalizadores.
Perdió por ser parte de una clase política retrógrada que ensucia el campo de juego con burlas, mentiras y conspiraciones. Como las bufonadas del ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno; las manipulaciones estadísticas para fabricar una Argentina ficticia con menos pobres que Alemania; o la artificiosidad con la que el canciller Héctor Timerman denunció un complot encabezado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por llamar a una sesión sobre la falta de independencia judicial en el país.
Perdió porque la gente se cansó de los políticos que se creen dueños del Estado; ineficientes en el manejo de la cosa pública excepto cuando se trata de sus bolsillos; que no generan empleos, pero sí subvenciones para adular a sus mayorías y militancia; y que abusan de cadenas nacionales para hacer propaganda durante la veda electoral.
Perdió porque el contexto cambió. La gente está harta de modelos prepotentes, así sean los de Argentina, Guatemala o Brasil, donde las marchas anticorrupción y los cacerolazos son revoluciones por la dignidad y el respeto. Es que pese a las penurias económicas, la gente no reclama por más pan, sino por menos circo.
La derrota de Aníbal y Cristina es una advertencia para los políticos arrogantes de todas las latitudes. Es probable que el 22 de noviembre se defina si en la región el péndulo comenzará a oscilar hacia la derecha, tras dos décadas de izquierda y populismo que generaron los abusos del neoliberalismo. Más allá de las ideologías, lo que ahora se impone es que la oscilación sea desde la corrupción hacia la honestidad.
Sin necesidad de saber a dónde anidarán los votos de Sergio Massa, gane quien gane, Scioli o Macri, lo cierto es que el kirchnerismo ya es el gran derrotado. Aunque no se puede pecar de ingenuos. En política un mes es una eternidad y el kirchnerismo se aferrará de donde pueda, ni querrá perder poder ni quedar potencialmente a merced de la justicia y las represalias políticas después de años de sembrar polarización y enemistades.
El kirchnerismo no desaparecerá de la noche a la mañana. Tiene grandes cuotas de poder en el Congreso y ha sabido enquistarse a través de entidades paraestatales como La Cámpora, que en estos días, de espalda a la estridencia de las urnas, compró futuro y puestos para seguir ideologizando, con una ley que le permitirá administrar el deporte en toda la nación.
Esa actitud desafiante y de nepotismo kirchnerista que tiene al Estado como botín, no es más que un resabio de una práctica extendida por 12 años. Por eso, antes de que Cristina se vaya el 10 de diciembre, habrá que esperar más leyes acomodaticias y más jueces partidarios para escudar su futuro; más estigmatizaciones, más persecuciones y muchos más “yos”. Todo eso forma parte del ADN kirchnerista. Nada ni nadie lo puede cambiar.

Aunque el kirchnerismo no escuche e insista en la defensa de su modelo, el resultado adverso del domingo reclama, al menos al peronismo, la desideologización de la política y la economía. Reclama la necesidad de un país en serio, reclama líderes con valentía suficiente para desmontar la corrupción estructural, la degeneración más perversa de la arrogancia política. trottiart@gmail.com

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...