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enero 04, 2016

Recuperar la palabra

Mas allá de los impredecibles éxitos que podrá alcanzar el gobierno de Mauricio Macri en el corto plazo, ya se avizoran acciones y efectos concretos en la recuperación del valor de la palabra, un bien que fue degradado tras doce años de propaganda kirchnerista.

Algunos actos oficiales del nuevo gobierno son consecuentes con promesas de campaña: Se dejará de lado la "guerra del Estado contra del Periodismo"; los medios de comunicación que maneja el gobierno serán públicos y no partidarios, bajo una política de "pluralismo, federalismo e innovación"; la publicidad oficial no será utilizada para premiar a medios amigos y castigar a los críticos; y los periodistas militantes serán despedidos o deberán trabajar profesionalmente sin sueldos de privilegio.

La política para desmantelar el aparato de propaganda estatal no debería cometer el error de censurar la libertad de expresión. Deben seguir existiendo espacios para programas partidarios como el ex oficialista 678 o para que pregonen su militancia periodistas como Víctor Hugo Morales. Eso sí, esos espacios no debieran estar en medios públicos o pagados por el bolsillo de todos los argentinos, sino en privados, bajo las reglas del rating de la audiencia o el criterio e interés editorial de sus propietarios.

Si se cumple con los anuncios del ministro de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, la Argentina podrá ir recuperando el valor de la palabra, especialmente después de años en que la propaganda gubernamental se utilizaba para suplir las carencias de la población, manipular las estadísticas oficiales y para crear un culto a la personalidad hacia Cristina Kirchner y su difunto esposo.

 Lombardi tiene razón cuando dice que no solo heredó un ministerio del relato sino “un aparato propagandístico muy fuerte, concentrado y unilateral” que ha sido pernicioso para el país y también para el propio gobierno que se creyó su propio relato, alejándose de la realidad.

La narrativa del gobierno anterior se basó en la mentira, la omisión y la exageración, tres ingredientes de la propaganda. De ahí que la intervención del INDEC sirvió para mentir sobre porcentajes de pobreza e inflación, programas como Fútbol para Todos fueron utilizados para hacer auto bombo, mientras que las cadenas nacionales de la Presidenta eran incongruentes con los propósitos y restricciones que marca la Constitución para ese tipo de alocuciones.

Ojalá Argentina, a diferencia de lo que sucede en países con gobiernos populistas y propagandísticos como los de Rafael Correa, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, pueda ver modelos de medios públicos como los de Uruguay, Costa Rica y Chile que, aunque tienen limitaciones, han avanzado respetando la pluralidad y diversidad de la población.

No es malo que los gobiernos se auto elogien o resalten sus acto, siempre y cuando ello no sea política de Estado como ocurría con el modelo kirchnerista. Los gobiernos deben tener limitaciones y restricciones para hablar de sus logros, así como los tienen durante las campañas electorales, cuando no pueden abusar del dinero de todos los ciudadanos para fines proselitistas.

En materia de comunicación pública, además de desmantelar el aparato de propaganda y hacer reformas a las leyes de medios y de telecomunicaciones para que no sean utilizadas para castigar o maniatar a medios críticos, el gobierno de Macri tiene dos tareas importantes que gobiernos anteriores no las quisieron emprender: Debe promulgar una ley de Acceso a la Información Pública y de Transparencia, y también acatar un fallo de la Corte Suprema de Justicia que exige una reglamentación específica para el uso y gasto del Estado en publicidad oficial.

Que el Estado no esté obligado a ofrecer información de la administración pública cuando los ciudadanos lo pidan es una de las grandes distancias que Argentina tiene con países de mayor nivel democrático. La transparencia y los datos verdaderos son el antídoto contra la propaganda y la única forma que permite generar confianza y abandonar una realidad de ficciones. La verdad es la única forma para recuperar la confianza en la palabra, ese bien que ha sido devaluado por el gobierno anterior, como bien sentenciaba el escritor Martín Caparrós.

marzo 09, 2012

Propaganda chavista con recursos públicos

No será le fácil a la oposición venezolana imponerse al gobierno de Hugo Chávez en las próximas elecciones de octubre.

Como muchas veces dije en este blog, son numerosos los medios y el dinero que el gobierno tiene para hacer propaganda, además de la información que niega a los periodistas y a los medios de comunicación independientes.

Chávez no pudiendo ser Cuba pero adquiriendo los vicios del vulgar aparato de propaganda ideológica del castrismo, también ha sabido motivar y apoyar esa propaganda en otros países del hemisferio, incluso por fuera del ALBA, como en Argentina, gobierno que también practica la propaganda a través de medios propios y mediante medios que maneja a través de testaferros y gente comprada a su servicio.

Esta semana el diario El Nacional de Caracas dio a conocer una lista bastante completa de medios oficiales, que no son públicos, sino a disposición de la propaganda del gobierno.

Entre ellos, se destacan tres diarios financiados con fondos públicos, Vea, Correo del Orinoco y Ciudad CCS; seis canales de televisión nacional, VTV, Vive TV, Asamblea Nacional TV, TVES y Ávila TV y Telesur; cuatro emisoras de radio del circuito YVKE Mundial; una red que se identifica como de "medios paraestatales", compuesta por alrededor de 400 emisoras de radio comunitarias, 36 televisoras comunitarias y cerca de 100 periódicos; la Agencia Bolivariana de Noticias; una red digital del Ministerio de Comunicación e Información, que incluye las páginas web de los distintos órganos del aparato estatal; Misión 2.0 con la cuenta @ChávezCandanga en twitter, para cuyo funcionamiento disponen de 200 funcionarios, explica el artículo de El Nacional.

Si bien en pocos países hay una concepción sobre medios públicos como de alguna forma sucede en Chile y El Salvador, por lo general en casi todos, los medios del Estado son usados para beneficio del propio gobierno. Esto ocurre con alevosía, no solo en Venezuela y Argentina, sino también en Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

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