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abril 15, 2017

Los Pulitzer y la gran corrupción

Los prestigiosos premios Pulitzer al Periodismo estadounidense se conocieron esta semana. Galardonaron varias investigaciones periodísticas que destaparon hechos importantes de corrupción, como el caso de los Panama Papers.

El diario The Miami Herald, en conjunto con el Consorcio Internacional de Periodistas Investigativos, obtuvo el premio en la categoría “periodismo explicativo” por una investigación sobre empresas off-shore contenida en 11.5 millones de documentos filtrados a la prensa. El escándalo salpicó a 72 jefes de Estado, 29 billonarios de la lista Forbes, futbolistas, celebridades, financistas; y demostró conexiones con el Lava Jato brasileño y el entuerto de la FIFA, entre otros casos de corrupción.

Otros premios significativos fueron para el Washington Post que desenmascaró la falta de transparencia de las obras de caridad del presidente Donald Trump y para el New York Times que descubrió como Vladimir Putin impone la agenda del poder ruso mediante una espiral de asesinatos, ciberacoso e incriminaciones falsas contra sus oponentes. Los Pulitzer reafirmaron que el buen periodismo es importante para fiscalizar al poder y mantener confianza en la democracia.

Por otro lado, lo contrario a la democracia es la corrupción. El presidente de Transparencia Internacional, el peruano José Ugaz, en una reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, señaló que la corrupción tiene un impacto negativo sobre la calidad democrática. Coarta los derechos fundamentales de la población y reduce el desarrollo social.

El agravante es que la corrupción - o la “gran corrupción” como la define Ugaz – es que castiga más a los países menos desarrollados. Transparencia Internacional calcula que más de un trillón de dólares se esfuma de las arcas públicas de países en vías de desarrollo todos los años; entre 20 y 40 billones terminan en paraísos fiscales, ocultados en el extranjero.

La corrupción no es una simple transacción irregular. Ugaz dice que la corrupción mata, enferma, genera desnutrición, produce analfabetismo, profundiza la pobreza, impide el desarrollo y afecta la gobernabilidad.

Nada mejor que Venezuela para ilustrar el problema. El régimen autoritario de Nicolás Maduro ocupa el puesto 166 de 178 posibles en el Índice Mundial de Percepción de la Corrupción. Brasil, consecuentemente, con el escándalo de Lava Jato, debería estar en peor posición que Venezuela. Sin embargo, su puesto 79 obedece al trabajo eficiente de la justicia para castigar a los corruptos.

Esta semana se conoció otro enorme anillo de corrupción. La “Lista Fachin”, en honor al apellido de un juez de la Corte Suprema, demostró que cinco presidentes constitucionales recibieron sobornos de la empresa de Marcelo Odebrecht, los que fueron canalizados hacia sus respectivas campañas electorales.

Los 78 ex empleados de Oderbrecht que siguen confesando sus crímenes para reducir sus sentencias, deschavaron a los ex presidentes José Sarney, Fernado Collor de Mello, Fernando Henrique Cardoso, Lula da Silva y Dilma Rousseff. Pero también denunciaron a un tercio del gabinete del presidente Michel Temer, a gobernadores, intendentes, a 39 diputados y 24 senadores. Todos están sospechados de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero.

De la lista también se desprende que Odebrecht pagó 13 millones de dólares a Lula de Silva, “el amigo de los pobres”, después de ser presidente, por favores recibidos durante su mandato. Pocos gobernantes de Argentina, Colombia, Perú, Venezuela, Guatemala, El Salvador, R. Dominicana, Ecuador y Chile quedaron por fuera del círculo ominoso de Odebrecht.

La justicia brasileña está mostrando el camino para combatir la corrupción rampante. Sin embargo, en un continente donde la justicia está secuestrada por el poder político, se necesitan remedios eficientes en esta lucha: Crear agencias anti corrupción, destrabar el secreto bancario, acelerar leyes sobre extradición y crear formas eficientes de cooperación internacional.


Mientras tanto, la prensa, como quedó demostrado con los casos que salieron a la luz y merecieron los Pulitzers, sigue siendo una de las mejores auxiliares de la justicia, ayudando a que se reduzca la tolerancia ciudadana frente a la gran corrupción y generando presión contra las instituciones. trottiart@gmail.com

diciembre 18, 2016

Miamii, el paraíso

Miami es un paraíso. Fue fundado por la visión de los colonos del norte, construido con la pujanza de los exiliados cubanos; pero, también, fue y es alimentado por los botines de las mafias, los dineros de la corrupción de otros lares y por capitales que vuelan desde cada país en crisis en busca de refugio.

Los Panama Papers, la investigación de principios de 2016 sobre capitales off-shore, demostró como esos dineros, muchos legítimos y otros mal habidos, recalaron en Miami levantando una industria inmobiliaria sin parangón.

Como paraíso de redención para corruptos, esta ciudad tiene larga data y etapas. Las residencias de contrabandistas y narcotraficantes como Al Capone y Pablo Escobar, en la época del “miami vice”, y las recordadas fiestas del ex dictador venezolano, Marcos Pérez Jiménez, hasta su deportación, son testigo del estrecho vínculo con la corrupción.

Toda crisis política y económica en el mundo termina beneficiando a Miami. Este resguardo seguro no solo atrae dineros ganados con el sudor de la frente, sino también el de los “nuevos ricos”, una pléyade de empresarios amigos del poder, testaferros y ex funcionarios públicos que buscan esconder y sacar mayor rédito a sus saqueos. Los 12 años del kirchnerismo y los casi 20 del chavismo generaron una alta rentabilidad para Miami, de aquellos “amigos del poder” que invirtieron millonadas en casa y apartamentos en los exclusivos barrios de Sunny Isle y Key Biscayne.

Los Panama Papers fueron pródigos en señalar a compradores argentinos y brasileños que, cobijados bajo las polleras de Cristina y Dilma, reventaron el mercado de propiedades residenciales y comerciales a fuerza de cash.

Pero para bailar el tango se necesitan dos. El otro bailarín es el gobierno estadounidense, demasiado permisivo a la hora de imponer controles. Leyes débiles, incentivos para visas de inversores demasiado laxas o funcionarios consulares que se dejan influenciar (o tentar) por los mismos dineros que deberían detener, también son parte de la ecuación.

Una reciente investigación del medio digital ProPublica y de la neyorkina Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, reveló como la familia de un ex dictador surcoreano y funcionarios chinos corruptos usaron visas para inversores para colocar sus dineros y evadir a la justicia de sus países.

La investigación detectó varios flancos en el sistema inmigratorio que permite la entrada y permanencia en el país a empresarios, dirigentes y ex presidentes sospechados de corrupción, cuya intención es escudarse de los procesos judiciales  en sus países de origen. Resalta al ex presidente panameño, Ricardo Martinelli, que llegó a Miami poco después de dejar el poder y días antes de ser procesado por apropiación indebida de 45 millones en fondos públicos y por espionaje en contra de 150 opositores políticos.

Muchos corruptos entran al país aprovechando lagunas en el Decreto 7750, dictado por George Bush en 2004, que obliga denegar la entrada a dirigentes y líderes sospechosos de corrupción, aún aquellos sin sentencia firme. Aunque la investigación destaca que fue utilizado con éxito en contra de expresidentes procesados por corrupción, como el nicaragüense Arnoldo Alemán y el panameño Ernesto Pérez Balladares, también señala que otros eludieron los controles. Agrega en esa lista al expresidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada, al exministro colombiano Andrés Felipe Arias, ahora con pedido de deportación, y a una gran “delegación” de funcionarios del mundo entero.
Más allá de los yerros en la aplicación del decreto 7750 y de la ley de inversión que otorga visas a quienes formen empresas y generen empleos, también es cierto que las autoridades han creado mayores controles tras los Panama Papers. En Miami y Manhattan, otro de los paraísos, las escribanías están ahora obligadas a develar los nombres de todo aquel que invierta por más de un millón de dólares.

La expectativa recae ahora sobre la nueva administración de Donald Trump, tan adicta a los inversores como alérgica a los inmigrantes. Sería óptimo que se incentiven las inversiones legítimas, se abrace a los inmigrantes, pero se intensifiquen los controles para coartar a aquellos que robando y empobreciendo a sus pueblos, enriquecen y construyen su paraíso en Miami. trottiart@gmail.com

    

abril 30, 2016

Tras la ruta del dinero

Abril es un mes importante para el Periodismo en EEUU. Se entregan los prestigiosos Pulitzer que premian el servicio público de medios y periodistas que denuncian lo que muchos quieren que permanezca en la oscuridad, en especial las rutas del dinero mal habido, público o privado.
La agencia AP ganó un Pulitzer este año por un reportaje sobre el abuso humano en la industria pesquera del sudeste asiático que determinó la liberación de dos mil esclavos.
No todas las investigaciones tienen suerte. Una excelente del The Miami Herald quedó sin premio, aunque puso a un grupo de policías de Bal Harbour, zona del sofisticado shopping mall de Miami, en el banquillo de la Justicia. Los agentes habían incautado 74 millones de dólares a unos narcotraficantes por lavado de dinero. Luego de sus pesquisas, para las que usaron más de dos millones en lujos, pasajes de primera clase y hoteles cinco estrellas, le devolvieron el dinero a los narcos sin ton ni son. Nadie fue arrestado.
En América Latina las investigaciones del Periodismo son hasta más resonantes, pero la diferencia es que la Justicia no actúa en forma rápida y eficiente, ya sea por negligencia, falta de recursos y sometimiento al poder.
La corrupción suele ser tema recurrente en la conversación pública y el debate político, argumentándose siempre las mejores prácticas para debilitarla. En especial cada vez que en un país y en una época se toca fondo y resurge la idea del saneamiento moral. Se echa a los políticos como podría pasar en Brasil y se renuevan las autoridades como ocurrió tras el “corralito” argentino. Pero luego, como por arte de magia, se incurre en iguales o peores abusos que en el pasado.
A menudo se desaprovechen los momentos de quiebre en los que la sociedad reclama más ética y moral. Puede pasar de nuevo con la intención del Congreso de México que, presionado por 634 mil firmas de ciudadanos, creará el Sistema Nacional Anticorrupción. O con la iniciativa de ley de Elisa Carrió en Argentina que obligaría transparencia a sindicalistas y contratistas con el Estado para reducir los altos niveles de enriquecimiento ilícito.
Para esos puntos de quiebre no faltan oportunidades. Una de ellas son los Panama Papers. Pero incluso con la filtración de documentos que compromete a muchos líderes de gobiernos y corporaciones con compañías off-shore con las que evadían y lavaban, no se observó que los sistemas judiciales hayan actuado con premura investigativa, más bien se los notó cautos e incrédulos.
Hubo sí buenas reacciones políticas. El gobierno panameño, siempre refugio de secretos y evasores, firmó acuerdos de transparencia financiera con Alemania. Y Mauricio Macri, aunque no convenció con su defensa, aceptó presentarse ante la justicia. En Argentina, por otro lado, la ruta del dinero K se transformó en una búsqueda del tesoro escondido (y enterrado) en las estancias de Lázaro Báez, una muestra de la labor titánica que deben hacer las fiscalías para encontrar lo que se le robó al pueblo.
Brasil es un caso aparte. Dilma Rousseff puede quedar en la calle por malversación, aunque de los 547 legisladores que la enjuiciarían, más de la mitad tiene cuentas pendientes ante la Justicia. Venezuela es caso de diván. Nicolás Maduro representa el mayor embauque de la historia moderna; la de un chavismo que le ha robado a mansalva a un pueblo al que cínicamente idolatra como centro de la revolución.
El caso de Rafael Correa es sintomático. Acusó a los periodistas de los Panama Papers, porque no revelaron que él y su gobierno eran honestos. Esta semana se supo que el Presidente y su hermano Fabricio fueron investigados por la oficina anticorrupción panameña por una empresa off-shore, una honestidad que ya había sido comprometida en “El Gran Hermano”, un libro que denuncia como benefició a su hermano con la adjudicación de obras públicas.
Lamentablemente no se aprovechan las oportunidades ciclotímicas en las que se reclama ética y castigos para derrotar la corrupción. La falta de voluntad política, las escasas herramientas que se le dan a la Justicia y la cultura general de la viveza criolla, alimentan ese círculo vicioso de corrupción e impunidad, que genera no solo un clima asfixiante, sino uno extremadamente riesgoso para la salud misma de la democracia.

abril 09, 2016

House of Cards o los Panama Papers

Ni Claire ni Frank Underwood imaginarían que la realidad de los “Panama Papers” superaría la ficción de House of Cards. Queda así reconfirmado que no solo los narcotraficantes, mafiosos y traficantes de armas lavan dinero.

También lo hacen impúdicamente presidentes, reyes, empresarios, celebridades, futbolistas y 29 billonarios que figuran en la lista Forbes de los 500 más ricos del mundo. Así se desprende de la investigación periodística sobre las compañías offshore en paraísos fiscales, en la que colaboraron 376 reporteros de 109 medios de comunicación de 76 países, organizados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

Como en un cambalache, ya nada sorprende en este mundo en el que todo está globalizado; la corrupción más que nada. Como en un efecto dominó, las denuncias y filtraciones son parte del nuevo paisaje que ayuda a crear una realidad que muchos buscan esconder: Desde los banqueros avaros de Wall Street que produjeron la catástrofe de la burbuja hipotecaria del 2008, pasando a las filtraciones de Julian Assange y sus miles de cables de Wikileaks o las denuncias de espionaje masivo de Edward Snowden, hasta el escándalo de sobornos del FifaGate, al lavado masivo del Lava Jato brasileño y el conteo impúdico de La Rosadita argentina.

Los Panama Papers harán historia y seguramente la estrategia de publicación a nivel mundial estará dosificada como sucedió con los cables de Wikileaks. Muchos perderán la cabeza, como el vice primer ministro islandés, Sigmundur Gunnlaugsonn, que renunció apenas fue denunciado y otros temerán perderla o tendrán que salir a explicar y defenderse como Lionel Messi, Roberto Carlos, Pedro Almodóvar y Mario Vargas Llosa o el argentino Mauricio Macri y el rey de Saudi Arabia. Y otros, como el ruso Vladimir Putin, cuyos amigos habrían desfalcado dos billones al fisco, dirán que se trata de propaganda occidental.

Sin dudas que algunos justos pagarán por pecadores, pero ante tanta impunidad y falta de justicia que parece reinar en un mundo estilo Miami Vice, el público parece disfrutar de la justicia por manos propias que se arrogó esta vez el Periodismo o, en otras palabras, del escrache público de aquellos que mantenían su riqueza oculta al fisco y que, en muchos casos, la ostentaban con ligereza y arrogancia como si fuera producto del sudor de sus frentes.

Lo más interesante de esta era de globalización es que así como se ha internacionalizado la corrupción, también se expandió el avance de las denuncias, de los soplones que filtran información y de los arrepentidos, que motivados por los beneficios judiciales, delatan a sus colegas y fechorías. Así como en el caso de Snowden, Wikileaks o el Figagate, es lo que sucedió con un soplón que, sin querer nada a cambio, entregó 11.5 millones de páginas de información al diario alemán Suddeutsche Zeitung, sobre los negocios entre el estudio legal panameño Mossack Fonseca y sus clientes.

No se sabe a ciencia cierta el incentivo de quien ha filtrado la información o si fue un hacker. Las especulaciones son muchas. Pero la denuncia sobre Mossack Fonseca, uno de los cinco estudios más grandes del mundo en la creación de compañías off-shore, con oficinas en 35 países, huele a un ajuste de cuentas contra los distintos gobiernos panameños que en las últimas décadas han sido reacios a la transparencia y a colaborar con investigadores internacionales.

Mucha información conduce a Miami y otros destinos que se favorecieron con los fondos provenientes de los paraísos fiscales. Varios de los nuevos rascacielos de Miami se construyeron con millones de dólares en efectivo que provino de sociedades anónimas y compañías off-shore. Mucho debe ser legítimo; otro tanto no. Lo inentendible es cómo EEUU es juez y parte. Reclama e investiga por más transparencia, pero atrae lo oscuro. Algo no funciona.

En un mundo globalizado y sobre saturado de información, en el que cuesta diferenciar lo esencial de lo chabacano, es importante el papel investigativo del Periodismo para iluminar y destapar la realidad. La justicia le corresponde a otros; pero, obviamente, la información bien investigada y procesada ayuda o presiona por más justicia o, al menos, a crear la sensación de que se hará justicia. 

La ironía de la libertad

Existen dos tipos de libertad, la propia y la ajena. Una es la que gerenciamos y depende estrictamente de nuestra conciencia y de las decisi...