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marzo 04, 2018

El futuro (aterrador) de las noticias falsas


Las noticias falsas existieron en el pasado, incluso durante el Génesis como afirmó el papa Francisco. En el presente asustan por su fácil divulgación a través de las redes sociales y su influencia negativa en la confianza pública. El futuro, empero,  luce más aterrador. Los fake news ganarán mayor terreno gracias al uso de mejores tecnologías para su fabricación y distribución.

Ya nadie puede negar su existencia desde que el fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, acusó la semana pasada a 13 personas y tres empresas de Rusia de regentar una fábrica de noticias falsas, destinada a manipular las elecciones en EEUU y otros países.

Ni Mueller ni estudio alguno todavía han podido comprobar si el bombardeo ruso de falsedades a través de Facebook, Twitter y Google, ha tenido impacto directo en la elección de Donald Trump o si hubo confabulación entre su campaña y el gobierno de Vladimir Putin para perjudicar a Hillary Clinton. Pero lo que Mueller sí demostró con su denuncia sobre el operativo Laktha con su presupuesto de 1,25 millones de dólares mensuales, es que las fake news pueden ser fabricadas con facilidad y ser una pieza sustancial del arsenal propagandístico de un país para atacar a otro, sin necesidad de derramar balas o sangre.

El informe es una acusación y no un análisis conceptual, por lo que no profundiza sobre el impacto social de la desinformación y la manipulación informativa. Pero en entrelíneas se puede advertir que las noticias falsas son el “nuevo normal”. Habrá que acostumbrase a convivir con ellas y, lo peor, es resultará cada vez más difícil distinguir lo falso de lo verdadero, lo ficticio de lo real.

En esta era de evolución digital acelerada, el futuro luce poco halagüeño. Las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, la realidad aumentada, las nanotecnologías (y las que vendrán) más allá de estar concebidas para el bien, también podrán ser usadas para fabricar y distribuir engaños con mayor sofisticación de lo que se hizo hasta ahora.

Al desenmascarar los métodos actuales de producción, como hizo Mueller, se advierten casi las mismas técnicas que usaba la propaganda de la Guerra Fría. Se conciben personajes ficticios, se fabrican rumores, se trucan fotos y se inventan hechos y declaraciones, tal el post en Facebook de un papa Francisco determinado apoyando a Trump. Lo nuevo hoy, es que en las falsedades pueden ser desparramadas y viralizadas como verdades a la velocidad de la luz.

Pero el futuro, repito, puede ser más aterrador. Investigadores de la Universidad del estado de Washingon, que experimentan con tecnologías avanzadas, han creado un video ficticio del expresidente Barack Obama con perfecto movimiento de labios y su propia voz en el que habla campante en contra de sus propias políticas de gobierno como el Obamacare. Solo bastó una idea, un guión y la inteligencia artificial se encargó de ensamblar millones de imágenes, sustantivos, verbos y preposiciones para crear una nueva y convincente realidad.

Volviendo al ejemplo de Francisco, seguramente el post estático de Facebook con su foto y mensaje escrito será pronto una reliquia. Ahora con inteligencia artificial, se podrá crear a su imagen y semejanza, un video en el que el Papa anuncie desde el interior de la Capilla Sixtina que el Vaticano está en venta o que empezará a vender armas para apoyar a los niños pobres de Bangladesh.

En este nuevo ecosistema híper informativo, también preocupa que estén emergiendo controles que pueden ser más contraproducentes que las noticias falsas en sí. Desde Europa a América Latina, varios gobiernos iniciaron enérgicas carreras legislativas para controlar la desinformación en las redes sociales – no solo en época electoral como circunscribe el informe Mueller – sino en todo momento, corriéndose el riesgo de desbordes legales que terminen por censurar debates que el público debe estar en condiciones y en libertad de mantener.

Varias organizaciones trabajan para revertir la desconfianza en las instituciones públicas generada por las noticias falsas. Tendrán que partir de la premisa de no echarle toda la culpa a las fake news, estas solo la han profundizado. La desconfianza está arraigada en otros vicios, la corrupción rampante, uno de ellos. trottiart@gmail.com

noviembre 05, 2017

Facebook y Google acorraladas por el “rusiagate”

La intromisión de la inteligencia rusa con su propaganda, trolls y post pagados en redes sociales durante la campaña estadounidense con la clara intención de manipular al electorado no solo afectó la credibilidad de las grandes compañías tecnológicas como Facebook, Google y Twitter. También minó la confianza del público y potenció posibles represalias legislativas por parte del Congreso estadounidense.

Aunque todavía falta claridad sobre cómo Washington arremeterá contra la industria, tarde o temprano el cambio llegará. Los legisladores no quieren que las redes censuren contenidos porque podría infringirse la Primera Enmienda, pero tampoco quieren que sigan tan invasivas y dominantes.

La posición de dominio es clara así como el duopolio formado por Facebook y Google, empresas que este año absorberán el 49% de toda la publicidad digital del mundo. Mientras Mark Zuckerberg el miércoles respondía en el Senado sobre la influencia de Facebook en las elecciones, fue informado que tiene 2.1 billones de usuarios y que su ganancia se proyecta en $38 mil millones en este 2017.  Por su parte, Google reportó $3 billones de ingresos entre julio y septiembre.

Aunque en el Congreso todavía existe resistencia para regular al sector, muchos legisladores opinan que el internet y las redes deben tener mayor obligación moral para examinar la información política que se publica, tal como se hace con la pornografía infantil y el terrorismo.

Negada la intromisión por las compañías tecnológicas al principio, admitida luego y confirmada esta semana ante el Congreso, la intrusión fue un duro golpe. Todo un país, ciudadanos, comunicadores y políticos fueron engañados. Y lo peor de todo, a través de las redes sociales y el internet, creaciones que han posicionado a EE.UU. como líder de la industria del conocimiento.

El engaño digital o esta nueva ciberguerra se comparan al efecto sorpresa del ataque terrorista de Setiembre/11 y sus consecuencias. Entonces, los terroristas no solo mataron a más de tres mil civiles inocentes, sino que se burlaron y derribaron el centro de operaciones financiero más importante del planeta. Sin dudas, así como antes, el “rusiagate” digital será un elemento bisagra en la forma que nos comunicamos a partir de ahora.

El contenido propagandístico de los rusos que determinó la (mala) suerte de Hillary Clinton, ya había sido alertado por el FBI. Esta semana solo se confirmaron los hechos cuando las compañías admitieron, aunque un poco a destiempo, que los trolls rusos llegaron a 126 millones de usuarios en EE.UU. y que se usaron más de 2.700 cuentas en Twitter para distribuir noticias falsas y miles de videos por YouTube y Google.

El “rusiagate”, más allá de desenmascarar que Vladimir Putin estuvo detrás del hackeo de correos del Partido Demócrata, desencadenando el arresto de Paul Manafort, exdirector de la campaña de Donald Trump y los eternos desmentidos del Presidente, demuestra que Facebook y Google no solo son canales de distribución de noticias, como ellos quieren ser identificados. Son espacios donde se pueden crear y promover hechos falsos, por lo que les caben responsabilidades como asumen los medios tradicionales.

Las tecnológicas han demostrado que implementan buenas prácticas de autorregulación, pero no parecen ser suficientes para el Congreso. Un nuevo proyecto de ley sobre anuncios políticos les obliga a ser más transparentes con avisos de más de $500. Deberán desclasificar el nombre del comprador, a quienes va dirigido, el costo, el tiempo de duración y mantener un banco de datos histórico con toda la información.
Con o sin regulaciones, lo cierto es que nadie quiere vuelva a ocurrir la intromisión rusa que influenció el destino del país. Se trata de una modalidad de guerra sin armas convencionales, en la que una potencia extranjera manipula a otra usando sus propios métodos. Los escudos para la ciberguerra estaban preparados para detener robos de identidad, intromisión en grillas eléctricas o en sistemas nucleares, pero no para atajar propaganda y noticias falsas a través de las redes y los buscadores de internet.


Ojalá la legislación futura ponga énfasis en temas de publicidad política y no se entrometa en temas informativos que pudieran entorpecer la libertad de expresión. trottiart@gmail.com

marzo 04, 2017

Trump más presidencial; pero falta transparencia

Donald Trump no dijo nada diferente ante el Congreso de lo que había sostenido hasta ahora. Pero lo expresó en un tono distinto. Más mesurado y conciliador. Menos arrogante y convulsivo que en sus primeros 40 días de gobierno.

Su estilo de martes en la noche sorprendió y ganó audiencia. Fue tal el cambio de tono que sus críticos más acérrimos de la CNN y los más indulgentes de FoxNews, coincidieron. Entró al Congreso como candidato y salió convertido en Presidente.

En la tarde ya se avizoraba el cambio. Trump subrayó que se daba la más alta calificación por lo que había hecho y logrado, pero casi un aplazo por no haber sabido comunicar su mensaje. La disfrazada humildad exultaba confianza por un discurso que sabía tendría alto impacto.

El estilo diferente le permitió hablar de lo mismo sin producir los retorcijones acostumbrados. Insistió con una agresiva política anti inmigratoria, terminar con la “corrupción del pantano”, hacer una profunda reforma impositiva, acabar con el Obamacare, crear empleos, producir made in USA y construir puentes y caminos.

Los demócratas ni aplaudieron ni coincidieron, pero tampoco se sintieron satirizados como otras veces. Debieron asentir por políticas a favor de la mujer, de las minorías y por un gesto de manso nacionalismo que hasta sorprendió a gobiernos extranjeros que siempre sintieron el peso de un Washington avasallante: “Mi trabajo no es representar al mundo, sino representar a EEUU”.

Más allá de que la narrativa fue la misma, queda así comprobado que el cambio de tono al expresar las palabras hace la diferencia; minimiza divisiones y despolariza. Los legisladores demócratas igualmente creen que existe profunda divergencia entre los dichos de Trump y sus acciones. El pecado no es nuevo. También se acusaba a Barack Obama de lo mismo. Era un maestro de la oratoria mesurada. Declamaba transparencia, pero su Presidencia fue restrictiva en información pública; persiguió a funcionarios soplones y espió a extranjeros; abrazaba a musulmanes y latinos, pero deportó a millones como ningún otro presidente del pasado.

Cambiado el tono, lo que ahora importa es la esencia del discurso y que sus palabras no estén peleadas con la verdad.

El ruido generado por el tren Rusia, de no ser disipado a tiempo y con transparencia puede descarrilar su Presidencia. La renuncia de Michael Flynn, asesor de Seguridad Nacional y la inhibición del Fiscal General, Jeff Sessions, para no involucrarse en las investigaciones criminales sobre las influencias rusas en la campaña electoral, son síntomas que pueden tirar todos sus logros por la borda.

Los demócratas y los servicios de inteligencia se la tienen jurada, buscarán la verdad hasta debajo de las piedras. No olvidan que la ciber inteligencia rusa denunció el tráfico de influencias en su partido y desmoronó la campaña de Hillary Clinton.
La prensa también está obstinada con la verdad. La “enemiga del pueblo” seguirá fiscalizándolo sin piedad y obteniendo filtraciones de inteligencia como las que terminaron por demostrar el acercamiento de los funcionarios y de su yerno Jared Kusher con el embajador ruso, Sergei Kisliak.

En este forcejeo entre Trump y la prensa que se acusan de generar noticias falsas y de inexactitudes por igual, cada uno responde con sus mejores armas. Trump despotrica en sus discursos y tuits, mientras la prensa investiga, denuncia y critica.

Durante la politizada y fallida noche de los Oscars, el New York Times publicó un spot televisivo tajante. En fondo blanco con letras negras, con la búsqueda de la verdad como título, ironizó las “verdades” de Trump con varias frases. “La verdad es que tenemos que proteger nuestras fronteras” o “la verdad es que las celebridades deberían mantener la boca cerrada”. Tras una docena de ironías similares sobre esta agitada etapa política, el mensaje final en defensa del buen Periodismo, el spot sostuvo: “La verdad es difícil de encontrar… de saber… y es más importante que nunca”.

En definitiva, hay dos cosas sobre la mesa. Una es de estilo y Trump tiene la opción de construirse como Presidente con un tono mesurado que invite al diálogo. La otra es de fondo y no tiene opción: Tiene la obligación de apegarse a la verdad y a la transparencia. trottiart@gmail.com


noviembre 12, 2016

Elecciones y protestas: Azuzando la arrogancia

Las protestas y vigilias anti Donald Trump que explotaron en varias ciudades y universidades estadounidenses, demuestran la fuerte arrogancia política y división que se experimenta en el país, acentuada por el vicioso proceso electoral.

El eslogan de las protestas demócratas “No es mi presidente”, que reniega del divisionismo encarnado por Trump y de un sistema electoral que venció al voto popular, también desnuda la intolerancia y el irrespeto de una multitud hacia la otra mitad del país que votó o piensa distinto.

Los políticos son los culpables de incentivar esa arrogancia. El arte del debate de las ideas ha sido suplantado por la descalificación personal y la estigmatización del oponente. Cualquiera otra opción es considerada apocalipsis seguro. Sin dudas que el discurso incendiario de Trump ha cosechado el resentimiento y el rencor que sembró. Pero esas llamas también fueron azuzadas por Hillary Clinton y Barack Obama, pese a que luego pidieron respetar los resultados y apoyar la transición.

La arrogancia de la multitud no es casual. Después de consumir discursos de odio, insultos y acusaciones de corrupción que se prodigaron los candidatos entre sí por largos meses, no se puede pretender que el público haga borrón y cuenta nueva, como lo insinuaron Trump y Obama en la Casa Blanca, donde se dispensaron elogios, minutos después de que se sacaran los ojos.

La hipocresía que es natural a la política como los colores al camaleón, no es norma entre la multitud. Estas, cuando se las azuza crean anticuerpos y prejuicios, auto induciéndose a creer que sus ideas son superiores a las del grupo contrario. De ahí que la despiadada campaña electoral, amplificada por los medios y las redes sociales, creara una fuerte polarización, en la que ambos grupos se sintieron en lo “políticamente correcto” y con el derecho a imponer sus ideas, aun a costa de denigrar al que pensara diferente.

Si bien las redes sociales han democratizado la comunicación, también incentivan una intolerancia salvaje. Algunos de palabras fuertes tratan de imponer su voluntad mediante el bullying y el insulto; otros, por miedo a la estigmatización, prefieren esconder sus sentimientos. Muchos, además, no se dan cuenta que la realidad que experimentan en Facebook no es real; está condicionada por los que “likes” y amigos que se escogen con opiniones similares a las propias. Los tres grupos quedaron evidentes en esta campaña electoral.

Beyoncé, Maryl Streep o Lebron James tampoco ayudaron a morigerar las divisiones. Los líderes demócratas quedaron alucinados por los llamados de estas estrellas a enterrar a Trump y por causas nobles, como los temas ecológicos y de género. Pero fue evidente que las celebridades fueron insensibles al problema real que aqueja a la gente común, bolsillos cada vez más flacos. Trump, en cambio, tiró contra los políticos, pero apuntando a la clase trabajadora, esa que pedía cambios y reniega del establishment. El Aprendiz se mostró mejor enfocado que sus colegas célebres.

A la prensa también hay que culparla por haber azuzado la arrogancia. Pro liberal y anti conservadora, el periodismo endiosó a Hillary e incineró a Trump. No es malo que 500 medios se hayan expresado a favor de Hillary, pero fue injustificable que muchos hicieran activismo en contra de Trump.

Por ese activismo, los medios no fiscalizaron las encuestas, pese a que el Brexit inglés invitaba a la revisión de los métodos. Desdeñaron la conversación en las redes, donde Trump cosechó más euforias que Hillary. Y desacreditaron las denuncias de Wikileaks sobre el favoritismo demócrata por Hillary, cuando años antes legitimaron sin tapujos las denuncias de Assange contra el gobierno de Bush.

Lo más terrible, es que los medios se quedaron en su zona de confort, reflejando  la conversación de las grandes urbes costeras, pero olvidándose de los que viven en las zonas rurales y periferias. Un periodismo más equilibrado y certero hubiera contenido a esa multitud que ahora cree que le han robado los resultados y sus sueños.


Avivar la arrogancia, ya sea a propósito o involuntariamente, genera intolerancia y autocensura, dos elementos contrarios a la libertad de expresión. Los políticos y periodistas, custodios naturales de esta libertad, deberían ser los primeros en dar el ejemplo. trottiart@gmail.com

noviembre 05, 2016

Ni por Hillary ni por Trump. Voté en blanco

Adelanté mi voto. Fue en blanco y a conciencia. Hubiese podido hacerlo por el mal menor o para castigar a uno de los candidatos, como lo hice otras veces en Argentina o en este, mi país adoptivo. Pero no tuve escapatoria. Ni Hillary Clinton ni Donald Trump me atraen o generan confianza.

Como millones, adelanté mi voto porque no creo que sucederá algo nuevo de aquí al martes. Esta campaña entre Hillary y Trump, y las internas en que destruyeron a sus contrincantes, me produjo hastío, desconcierto y mayor incredulidad en la política.

Soy independiente, no estoy registrado en ningún partido, aunque me inclino por los principios del Partido Republicano. Prefiero una economía abierta y menor participación del Estado en todo. Sin embargo, Trump me desconcertó. Se presentó como el buen outsider del sistema político de Washington, pero terminó siendo tan proteccionista y cerrado en economía como un Demócrata. Y en materia de corrupción, sus emprendimientos privados están tan o más sospechados que los públicos.

Me hartaron las reyertas personales. Me ganó la incredulidad. ¿Cómo creer en que Hillary o Trump serán buenos presidentes ante tanta evidencia de corrupción y falta de transparencia?

El director del FBI tiró la última bomba. ¿Existe mucho más de parte de Hillary que la simple distribución de correos oficiales en su cuenta personal, cuando era ministro de Obama y puso en riesgo la seguridad nacional? Una nueva investigación sobre el contenido de otros miles de emails, elevan a la estratosfera las sospechas sobre su honestidad.

Esta indecencia “clintoniana” también está plasmada en la conducta de su Fundación. Mientras fue secretaria de Estado de Barack Obama, ofreció favores oficiales a aquellos gobiernos y empresarios que le hicieron donaciones sustanciosas. A ello hay que sumarle la falta de transparencia sobre sus antecedentes clínicos, el mal manejo del escándalo de Bill con Mónica Lewinsky y el de todas sus amantes anteriores, así como la desfachatez por haberse llevado de la Casa Blanca los regalos de Estado que otros gobiernos les habían obsequiado, y que luego los Clinton debieron devolver.

Trump, por otro lado, es más transparente. Es lo que es. Estridente, fanfarrón y mediático. Es un tipo sin términos medios; todo lo polariza. Sí o no, blanco o negro, paz o guerra. El riesgo es que conduzca al país como a sus empresas, saltando del éxito a la bancarrota con total naturalidad.

Trump acumula inmoralidades por doquier. Tiene discurso racista, sexista y divisionista. Estira la ley para no pagar impuestos y juguetea con su Fundación. Ridiculiza a quienes piensan diferente o son inmigrantes. Dice lo que muchos quieren escuchar y su sarcasmo da miedo. Es la fórmula que usaron el derechista Alberto Fujimori y el izquierdista Hugo Chávez, otros outsiders de la política, cuyos gobiernos derivaron en el culto a la personalidad y el autoritarismo.

Aunque en el presente voté en blanco y mi opinión no contará en el conteo, estoy tranquilo por no haber escogido entre el pasado de Hillary y por el miedo al futuro con Trump; ni por otros candidatos alternativos que no tienen buenas propuestas. Tendré que lidiar luego con quien salga elegido, y ojalá el nuevo presidente se comporte distinto que en la campaña o Mike Pence (R) y Tim Kaine(D) tengan mayor peso como vicepresidentes.

En realidad, más que la Presidencia, lo que siempre me preocupó es la composición de la Corte Suprema, porque es la que delinea y construye la cultura del país. Es la que acabó con la segregación, empoderó a la mujer, quitó los privilegios a los funcionarios, fortaleció la libertad de expresión y prohibió que se impidan los casamientos de personas del mismo sexo.

Además, me siento tranquilo porque voté por buenos legisladores, jueces, alcalde y porque mi voto contará en enmiendas constitucionales trascendentes sobre el uso medicinal de la marihuana, el costo de la energía solar y la rebaja de impuestos para discapacitados.


Espero ansioso al martes. Todo podrá suceder. Las  encuestas son erráticas y muestran un virtual empate. Creo que ganará Hillary, aunque mi pronóstico no es muy confiable. Me equivoqué varias veces, hasta con el Brexit inglés y el No de los colombianos por la paz. trottiart@gmail.com

septiembre 17, 2016

La Casa Blanca: Inquilinos muy opacos


Barack Obama y sus antecesores en la Casa Blanca no se han mostrado muy transparentes. Y a juzgar por la opacidad de los dos contendientes que desean habitarla, la tendencia a la oscuridad parece extenderse hacia futuro.

La falta de transparencia parece regla más que excepción en la carrera presidencial. Esta semana el tema explotó cuando Hillary Clinton, acalorada y deshidratada, trastabilló al subir a una camioneta en plena campaña. No interesó tanto el incidente, como que haya ocultado la neumonía y sus antecedentes médicos que, por lo visto, acusan otras caídas y contusiones en meses recientes.

La opacidad de la candidata, que se vio obligada a revelar su estado clínico, sobrepasa su estado de salud. Se le critica que haya ocultado información sobre más de 60 mil correos oficiales que despachó por su cuenta privada y que no ofrezca conferencias de prensa por temor a confrontar a los periodistas. Por suerte para ella, Donald Trump tampoco es transparente. Se le reprocha no dar a conocer su declaración de impuestos, mentir sobre resonantes donaciones que no salen de su bolsillo y por sobornar a un fiscal para que no investigue irregularidades en su universidad.

La falta de transparencia de los inquilinos de la Casa Blanca no es nueva. Es una tradición que empezó desde que fue construida por esclavos, como denunció Mitchell Obama. Sus ocupantes fueron siempre opacos a la hora de informar, ya sea sobre la guerra de Vietnam, los entretelones de espionaje que derribaron a Richard Nixon, los argumentos sobre las armas de destrucción masiva que George Bush nunca encontró en Irak, o hasta por la inteligencia con la que la democracia más fuerte del planeta se involucró con dictadores. La opacidad también abarcó temas mundanos, entre ellos, los amoríos de John Kennedy con Marilyn Monroe y las aventuras sexuales de Bill Clinton en el Salón Oval.

En materia de transparencia el presidente Obama ha sido un fiasco. Prometió mucho al inicio de su mandato, pero casi a su término, es lo que más se le critica. Esta semana, la Sociedad Interamericana de Prensa, junto a 40 instituciones estadounidenses, le escribió reprochándole que su gobierno clasifica demasiada información, retrasa de manera excesiva las solicitudes de entrevistas y que las agencias federales discriminan a reporteros críticos.

Esto, claro, parecen minucias a la hora de las escuchas telefónicas que el gobierno ordenó en contra de la agencia de noticias AP y del espionaje indiscriminado contra ciudadanos en las redes sociales e internet. De no haber sido por las filtraciones de Edward Snowden, quizás esos programas seguirían funcionando.

La Casa Blanca no es una aguja en el pajar. La falta de transparencia es un mal extendido. La divulgación de los Panama Papers que mostró como muchos creaban empresas off-shore para evadir impuestos en sus países de origen, obligó a algunos poderosos a dimitir, como el primer ministro de Islandia. Otros, como el presidente Mauricio Macri todavía está tratando de aclarar ante los fiscales que su participación en empresas off-shore fue inducida por su padre.

Macri, de todos modos, logró esta semana lo que el anterior no hizo en los 12 años anteriores. A su iniciativa, el Congreso aprobó la Ley de Acceso a la Información Pública, la que obligará al gobierno y al Estado a ser más transparentes. La nueva legislación incluye fuertes penalidades para aquellos funcionarios que nieguen o tarden en entregar la información que los ciudadanos soliciten.

Sin embargo, hay que entender que las leyes por sí solas no crean automáticamente mayor transparencia. EEUU tiene en vigencia esta legislación desde 1966 - muchos países latinoamericanos la adoptaron en la última década - y, pese a ello, la opacidad sigue reinando entre quienes recibieron el mandato de administrar los bienes públicos.  
En el mejor de los casos, la ley es un punto de inicio, una herramienta idónea, pero por sí sola no crea cultura de transparencia. Esta se construye exigiendo información, incluso a través de demandas judiciales y con un gobierno cuya obligación es educar a la población sobre cómo usar esa ley.


La opacidad de Hillary y Trump demuestra que por más alto que sea el nivel de la democracia de un país, la transparencia debe ser un reclamo y ejercicio permanentes. trottiart@gmail.com

septiembre 10, 2016

El muro de las ironías y los lamentos

Donald Trump insiste con un muro en la frontera y que México lo pague. El presidente Enrique Peña Nieto le dijo que no, pero por twitter; y tampoco pudo convencer a Hillary Clinton que lo visite. La candidata no quiere explicar que el muro ya existe y que tendrá que seguir deportando indocumentados como masivamente lo hace Barack Obama.

La telenovela depara ironías para todos los gustos. A Trump le hubiera bastado decir a secas, que su intención era alargar el muro para detener a los migrantes ilegales, pero lo traicionó su verborragia fanfarrona. Calificó de asesinos, violadores y narcotraficantes a los inmigrantes, sin saber que los delincuentes prefieren quedarse y gozar de la impunidad de su país. Los nuevos migrantes, en cambio, son niños y familias enteras víctimas de secuestros, traficantes de personas y de la guerra sanguinaria entre carteles.

Por más que hablen y pataleen, ni Trump ni Clinton resolverán mucho. La reforma migratoria la debe solucionar el Congreso, que no atina a dar soluciones coherentes desde hace tres décadas. La parálisis legal tiene de víctimas a 11 millones de indocumentados y obligó a Obama a convertirse en el presidente récord en materia de deportaciones. Echó a más de 2.5 millones de personas durante sus primeros siete años de mandato, más que los 19 presidentes que le precedieron desde 1892.

Pese a cualquier esfuerzo del Ejecutivo y del Congreso, lo cierto es que el sistema migratorio hace aguas por todos lados. Se calcula que el 40% de quienes entran con visa de turista a EEUU se quedan ilegalmente después de los seis meses permitidos. Además, otras leyes positivas del pasado están quedando descompasadas. Una de ellas es la Ley de Ajuste Cubano, que beneficia con alto grado de solidaridad (entrada automática y residencia legal) a quienes escapan de la eterna dictadura comunista de Raúl y Fidel Castro.

La legislación es extemporánea y está creando más perjuicios que beneficios. Desde que en diciembre de 2014 Obama y los Castro hicieron las paces, los cubanos se fugan en masa por temor a que pronto podrían perder sus privilegios. La estampida masiva provocó en 2015 que miles de ellos quedaran varados en terceros países, creándose una crisis migratoria y económica entre naciones centroamericanas, que suficiente tienen con sus propios conflictos políticos y de inseguridad.

El “Lampedusa latinoamericano”, como se denominó a la crisis de refugiados cubanos en su paso por Costa Rica y Nicaragua hacia EEUU, dejó a muchos de ellos a merced de traficantes de personas, asaltantes, explotadores sexuales y de gobiernos sin capacidad de reacción ni recursos para mitigar la situación. La crisis reventó esta semana. Nueve gobiernos latinoamericanos imploraron a Obama detener esos privilegios que terminaron siendo un búmeran y un muro invisible e insalvable para la región.

A los cubanos los motiva la falta de libertad y las penurias económicas. Iguales razones tenían en otras épocas la mayoría de los latinoamericanos para emigrar hacia el norte. Pero la ecuación determinante es ahora la inseguridad. Un reciente estudio, “Vidas a la Incertidumbre” de la Coalición Pro Defensa del Migrante en México, demuestra que en siete de 10 casos la violencia es la causa principal de la migración. La situación está agravada por la impunidad de los malhechores como consecuencia de la inacción del Estado, según denuncia la mexicana Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Otro dato irónico es que si bien Trump puso de moda al muro con sus exabruptos, EEUU hace décadas que lo está construyendo. De las 2.000 millas de frontera que separa a los dos países, 700 millas ya están con vallas, muchas de ladrillos y tejido, y otras con sonares electrónicos y custodiadas por drones. Más irónico aún, es que los descalificativos de Trump contra los inmigrantes ilegales, encuentran sustento en los argumentos que usa Obama para deportar. En 2015, el 91% de los deportados tenía antecedentes criminales, ya sea por delitos cometidos en EEUU o en sus países de origen.


La ironía mayor, sin embargo, es que Trump, habiendo sido políticamente incorrecto en la última semana, logró que sus dichos y acciones sobre este nuevo muro de los lamentos y los agravios, le ayudaron a pegar un gran salto en las encuestas. trottiart@gmail.com

agosto 27, 2016

La mentira en la política

El nadador Ryan Lochte, la candidata Hillary Clinton, la ex mandataria Cristina Kirchner y el presidente Nicolás Maduro demuestran que es inválido aquel adagio sobre que “la mentira tiene patas cortas”. Los políticos en el poder usan propaganda para que los engaños se confundan con verdades y maniatan a la justicia para que los delitos se barajen como simples problemas éticos.

En el deporte, donde la propaganda no existe, el bien y el mal son más fáciles de diferenciar. Por eso Lochte sufrió de inmediato los efectos de su mentira en Río. Perdió a sus patrocinadores, sus connacionales lo destronaron del pedestal dorado y la justicia brasileña lo procesó por inventar un robo. Lo mismo le sucedió al ciclista Lance Armstrong. Perdió siete trofeos del Tour de Francia tras confesar que los corrió dopado. Por la mentira perdió honores y millones.

En la política las patas son largas. La verdad es más difícil de distinguir. Nada es blanco o negro, sino con infinitas tonalidades de grises. Propaganda, negociaciones, pago de favores, encubrimiento y falta de transparencia, sirven para disfrazar los hechos, confundir a la opinión pública y evitar que la justicia actúe con claridad y rapidez.

En las campañas electorales las mentiras no suelen tener consecuencias. Las de Hillary Clinton están morigeradas por su propaganda electoral, al adjudicarle su corrupción a la verborragia de su contrincante. Clinton niega que los gobiernos árabes y africanos que donaron dinero a su fundación obtuvieron su trato preferencial mientras era secretaria de Estado. Ante toda evidencia, niega que usó cuentas de correo personal para distribuir mensajes clasificados y niega, pese a correos filtrados que la desmienten, que las autoridades del Partido Demócrata la beneficiaron por sobre su oponente Bernie Sanders. Todo lo disfraza como a aquellos affaires de su marido.

Clinton tiene la suerte que Donald Trump también miente. A diario, los sitios que detectan mentiras, FactCheck.org y PolitiFact.com, se hacen picnics con las inexactitudes del candidato. Y semanas atrás debió defender a su esposa por plagiar a Mitchel Obama y un título de arquitecta que nunca obtuvo.

Los políticos suelen pagar las consecuencias de sus mentiras recién cuando dejan el poder. América Latina está lleno de presidentes y vices que terminaron en la cárcel después de que no pudieron eternizarse con la reelección o auto exiliarse en países amigos y sin tratado de extradición, artimañas preferidas de aquellos que se escudan en la impunidad.

Todo indica que alejada del poder, Cristina Kirchner correrá la misma suerte. Los procesos judiciales se le están acumulando y solo basta un disparador para que termine presa. Los Cristileaks, cientos de movimientos financieros por 500 millones de dólares en siete bancos internacionales, pueden ser la gota que rebalse el vaso o la mentira más palpable con la que se cercioren todas las demás.

Existe una regla muy fácil de medir en la política. La inversión en propaganda es directamente proporcional a la cantidad de mentiras. De ahí que en el gobierno de Kirchner la información oficial era tergiversada u omitida para que sea consecuente con el relato. Se mintió sobre índices de inflación, desempleo y pobreza, y cualquier desmentido era neutralizado con campañas de desprestigio contra sus interlocutores.
En Venezuela, Nicolás Maduro tiene el mismo patrón para gobernar. Disfraza su prepotencia con propaganda y clientelismo. Miente mucho y, como todo mitómano patológico, termina siendo cada vez más autoritario para poder defender sus realidades inventadas. Fantasea éxitos de una revolución inexistente para aferrarse al poder; incluso, pese a un mandato constitucional que lo obliga a someterse a un referendo revocatorio.

Los mitómanos como Maduro y Kirchner no suelen medir las consecuencias mientras tienen el poder, y cuando lo pierden y se sienten acorralados, terminan con la paranoia típica de los que se creyeron sus propias mentiras. Acusan a todos de perseguirlos, así sean opositores, arrepentidos, periodistas o jueces.


Por fortuna para la política, a las mentiras de patas largas se le antepone aquella frase del célebre Abraham Lincoln: “Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”. trottiart@gmail.com

junio 11, 2016

Un “regalo” provocador para el Día del Padre


En una de las autovías de Miami irrumpe una valla pública con un mensaje atípico para la celebración del Día del Padre que se avecina: “Papá: ¿Qué le estás enseñando a tu hijo sobre las chicas?”.

El mensaje busca crear conciencia sobre un problema irresuelto y creciente en el mundo entero: El machismo, una enfermedad corporizada en la discriminación de género, el abuso sexual, la trata de jóvenes y niñas, la violencia doméstica y los feminicidios. 

Implícitamente, el cartel desnuda que se necesita más educación en el hogar, ante leyes y castigos más severos que no están dando los resultados esperados en la lucha contra el maltrato femenino.  

Es cierto que el papel de la mujer ha progresado en las últimas décadas. En América Latina ya es costumbre lo que esta semana logró Hillary Clinton, de convertirse en la primera mujer en EEUU que aspira a la Presidencia. Y seguramente una mujer ocupará en la secretaría general de Naciones Unidas, ya sea Irina Bukova, directora de Unesco o la canciller argentina, Susana Malcorra.

Pero también es verdad que los abusos contra la mujer están en expansión. En las Fuerzas Armadas de EEUU se registran más de 20 mil casos de abusos por año. El panorama es aún más aterrador en las universidades. Una encuesta, entre 150 mil estudiantes, reveló que el 23% de las alumnas fue abusada y el 10% violada. Dos factores agravan el problema. Solo se denuncia el 28% de los casos y la aplicación de castigos minúsculos desmorona cualquier estrategia. En estos días, un gran revuelo causó un juez californiano que sentenció a un estudiante por violar a otra alumna en la Universidad de Stanford. Aunque el delito contempla una pena de 14 años, el juez, bajo el argumento de que la cárcel “tendría un impacto severo” sobre el violador, lo condenó a solo seis meses.

En América Latina, además del extendido, pero poco denunciado fenómeno del abuso sexual – se comete una violación cada 11 minutos en Brasil - el mayor problema son los homicidios de mujeres. Hasta hace poco, cuando no había estadísticas fiables o grupos de derechos humanos enfocados en el tema, los feminicidios parecían limitados a Ciudad Juárez y países centroamericanos.

Al contrario de lo esperado, los feminicidios están aumentando. Guatemala, con 846 casos en 2015, encabeza la lista mundial, seguido por El Salvador y Jamaica. En Argentina se registraron 286 casos en un año, entre ellos, el de tres de niñas de 12 años en mayo, lo que provocó una ola de rabia que empoderó las protestas en todo el país bajo la etiqueta #NiUnaMenos. La misma indignación se sintió en Brasil, provocada por la violación de una joven de 16 años, cuyos 33 violadores se ensañaron subiendo fotos de la víctima a las redes sociales.

La denuncia del #NiUnaMenos dio voz a las víctimas, situó el debate público e incentivó nuevas soluciones. En el subte de Buenos Aires se quieren instalar vagones solo para mujeres, como existen en Río de Janeiro, Ciudad de México y Tokio. En muchos países se han creado botones y silbatos de alerta, así como policías y juzgados especializados que apliquen los castigos más severos que se consiguió introducir en los códigos. En México se aumentó a 60 años el castigo por feminicidio, en Colombia a 50, en Brasil a 30 y en Chile puede llegar a cadena perpetua.

Pero el tema no pasa por la tipificación más severa de los castigos, sino que se apliquen. En Ciudad de México donde el gobierno incentiva a las mujeres a que “tu denuncia es tu mejor defensa; hazte escuchar”, el grupo femenino Estereotipas cuestiona la efectividad y que todo haya quedado en eslóganes bonitos. Con la etiqueta  #YoDenuncioY, reclama que las denuncias caen en saco roto, y la incompetencia de la policía y autoridades a la hora de lidiar con el problema.

El tema es complejo y de proporciones. Los remedios no dan resultados, aunque igualmente se hace necesario ir creando todo el andamiaje legal, judicial y educativo que en algún momento permitirá combatir con más eficiencia el maltrato, después de que se alineen los recursos profesionales y económicos con la voluntad política.

Mientras tanto, tal como lo provoca el “regalo” en la valla en Miami, no todo es tarea del gobierno. El remedio contra la estigmatización de la mujer y el machismo debe empezar por casa, con el ejemplo. trottiart@gmail.com


abril 23, 2016

Elecciones, dólares y audiencias

Las nuevas tecnologías están acelerando nuestros tiempos y espacios. La política también esta siendo modificada. Las actuales elecciones presidenciales de EEUU son ejemplo palpable.

Google, Facebook, Apple y otras empresas tecnológicas están invirtiendo tiempo y dinero – y haciendo sentir sus audiencias - para influir sobre quien será el nuevo inquilino de la Casa Blanca, crear nuevas leyes en el Congreso y desafiar a los jueces para que resuelvan conflictos del mundo digital, como el derecho al olvido, hasta hace poco inexistentes.

Los cambios son de forma y fondo. Facebook con Live y Google a través de youTube, las dos compañías con mayor influencia de lobby en Washington, han lanzado sistemas de trasmisión de video de realidad virtual y en 360 grados que alterará la forma en que apreciamos la realidad. El usuario ya puede estar a miles de kilómetros de distancia pero palmo a palmo con el candidato en su campaña, así como un cirujano podrá operar en un quirófano remoto, un usuario en Ushuaia cantar al lado de Mick Jagger en La Habana o sentarse con Iniesta en el Camp Nou hasta que salte a la cancha con la Pulga.

Las campañas políticas también sienten el cambio. Hillary Clinton, Donald Trump o Bernie Sanders ya no se afanan por las mejores prácticas en redes sociales que usó Barack Obama para ganar en 2012. Ahora prefieren mirar a Silicon Valley y aprender de la nueva generación, chicos de 16 a 20 años, que conversan en redes mas nuevas como Snapchat, habiendo dejado a Twitter e Instagram en la prehistoria.

El miedo a perder las audiencias mas jóvenes es lo que impulsa la creatividad y la cultura de cambio de Facebook. Se ha convertido en el lugar preferido para el activismo político y Mark Zuckerberg, reconociendo la falta de contenido, ha creado Instant Articles, que permite a los medios tradicionales descargar sus noticias para que el usuario no quiera salir de Facebook. Zuckerberg, de 31 años y con dos billones de usuarios, se ha convertido en el mas influyente en Washington, comparable a lo que antes eran Ted Turner de CNN, Katherine Graham del Washington Post o los Rockfeller y los Ford.

En su reciente delineación de objetivos para los próximos 10 años, Zuckerberg aprovechó a tirar un viandazo. En alusión a Trump, el candidato menos querido por Silicon Valley por su delirio contra los inmigrantes mexicanos, Zuckerberg tiró: “Escucho voces llenas de miedo que llaman a construir muros”.

Es que Facebook y su equipo de lobby FWD pro inmigración tratan de influir para que el gobierno libere mas visas para trabajadores especializados, especialmente de los “tigres asiáticos”, países insuperables en la enseñanza de ciencias y matemáticas. Las tecnológicas también influyen en temas espinosos confrontando a Obama, entre estos, ciberseguridad, encriptación de contenidos, privacidad, patentes, neutralidad en la web y otros, que el Presidente ha supeditado a la lucha contra el terrorismo.

Mas allá de los forcejeos, Washington mira a Silicon Valley como aliado. No solo los emprendedores digitales y sus millones son la savia de la política, sino que aquel que aspire a político debe pasar por alguna empresa digital para aprender el nuevo ecosistema, de la misma forma que antes buscaba pasantías en bufetes y en oficinas de congresistas en Washington.

Los políticos saben que sin electores no tienen poder y por eso cortejan a estos nuevos magnates digitales, cuyo dominio radica en las masivas audiencias que representan y sus donaciones de campaña. El izquierdista Sanders, sin muchas chances ante Hillary, es inexplicablemente quien mas ha cosechado de parte de Google, Microsoft, Apple y Amazon, tal vez porque obedecen a sus audiencias de jóvenes que prefieren un discurso menos tradicional y mas combativo.


Nadie puede predecir quien ganará las elecciones en noviembre. Pero tampoco nadie puede desconocer que estas empresas juegan un papel cada vez mas relevante en la política. Tienen, además, la ventaja de que ningún político les puede hacer frente, ya que además de dólares y audiencias, potencian el respetado derecho constitucional a la libertad de expresión. Y si alguien intenta aplicarles leyes restrictivas, las nuevas tecnologías se encargan de hacerlas obsoletas al instante. trottiart@gmail.com

julio 17, 2013

Primeras damas y poder

Primeras damas hay para todos los gustos. Sin contar las que en América Latina son más que eso porque ocupan el primer puesto del país al haber sido elegidas como presidentas - tal los casos actuales de Cristina Kirchner, Laura Chinchilla y Dilma Rousseff - la mayoría de mujeres que ocupó el puesto al lado de su marido, casi siempre descolló por influir en los destinos del gobierno.
Incluso algunas ni siquiera fueron consortes pero sí influyentes, como las hijas del argentino Carlos Menem, Zulemita, y del peruano Alberto Fujimori, Keiko, quien luego terminó disputando en elecciones presidenciales sin mucha suerte.

Mucho se habla de la capacidad política y la influencia que ejerce Michelle Obama, en un país en que el puesto de primera dama está bien delimitado y donde su dominio no aplica al gobierno, sino solo a su marido y en algunos temas de agenda pública que debe liderar, como la cuestión de la obesidad y el ejercicio físico en las escuelas primarias.  Jackie Onassis tuvo otro perfil, así como Rosalynn Carter y  Nancy Reagan, pero jamás su influencia sobre el gobierno estuvo en entredicho. Y obviamente no se puede dejar de lado a Hillary Clinton, quien fuera atribulada por su marido durante su paso por la Casa Blanca, pero que luego descolló con luz propia como senadora y como ministra de relaciones exteriores del país, y ahora es posible candidata presidencial para el 2016.

Todo esto trae a colación a una de las primeras damas más influyentes de América Latina, Nadine Heredia, esposa del presidente peruano Ollanta Humala, a quien no se le atribuye solo el poder y dominio sobre su esposo, sino sobre el gobierno, lo que ha generado una polémica en creciente ebullición.

Nadine, de quien todos conocen sus quilates políticos por haber sido fundadora del partido que permitió ser presidente a Ollanta, ya ha dicho que no tiene aspiraciones presidenciales, pero suena a la misma excusa que por años tuvo Cristina Kirchner cada vez que a su esposo, Néstor Kircher, le resultaba difícil ocultar que muchas de sus decisiones tenían la voluntad y firma de la primera dama.

Sobre la primera dama peruana, a quien muchos califican de ser el poder detrás del trono, no hay muchas dudas. Este domingo pasado se conoció una escucha telefónica clandestina del ministro de Defensa de Perú, Pedro Cateriano, con un interlocutor no identificado donde claramente dijo que había recibido “luz verde” de Nadine para adoptar un par de decisiones respecto a la compra de materiales para destacamentos militares. Luego, si bien hubo disculpas de que Nadine solo había servido de correa de trasmisión entre el presidente y el ministro, no muchos compraron las justificaciones, sabiendo que es Nadine, a quien su marido le delega no solo opiniones, sino el mando.

Más allá de las explicaciones que pudieran darse, lo cierto es que Nadine tiene una personalidad avasalladora y mucha influencia sobre su esposo. Recuerdo que en una reunión de la SIP en Lima pocas semanas después de asumir, mientras el Presidente estaba contestando preguntas de los periodistas, no tenía disimulo en encontrar respuestas en los gestos de su esposa que él luego daba al público. La comunicación gestual y visual entre ellos era asombrosa.
Lo de Nadine va mucho más allá de su influencia y comunicación. Su papel siempre ha sobrepasado el asignado normalmente a las primeras damas. Sus viajes al exterior, sus gastos, su entorno, su presencia en los medios, también han sido parte de la controversia y, sobre todo, porque para muchos se trata de un abuso de privilegio utilizado para beneficio político y personal de cara a una posible elección futura.

En un país donde las últimas primeras damas han tenido fuerte influencia, como los casos de la esposa belga de Alejandro Toledo o la hija de Alberto Fujimori, los peruanos están tratando de limitar una función que ellos no han elegido en las urnas.

marzo 09, 2011

Bien por Yoani; pero faltó Adela Navarro

La bloguera cubana Yoani Sánchez sigue recogiendo premios y ayer en el Día Internacional de la Mujer fue honrada por el gobierno de EEUU en una ceremonia presidida por la canciller Hillary Clinton y la primera dama Michelle Obama.

Lo de Yoani, más conocida a nivel internacional que dentro de la isla donde el gobierno la agrede y bloquea su blog Generación Y, es un justo reconocimiento a una mujer que se impuso a la censura y con coraje y valentía se desenvuelve en una sociedad cerrada, peligrosa y desafiante para quienes solo piden libertad. Lo más trascendente de este galardón es que sirve de incentivo para miles de disidentes en la isla que todos los días exponen su poca libertad a costa de reclamar mayores espacios y denunciar las atrocidades del régimen.

EEUU como una forma de incentivar esos aires de libertad y de mujeres corajudas que anteponen ideales a su propio bienestar y el de sus familias, de entre 10 premios, también reconoció a otra latina, la mexicana Marisela Morales Ibáñez, subprocuradora en delincuencia organizada de la Procuraduría General de la República de México.

En esa lista creo que en México hubo una ausencia. Me hubiera gustado ver a Adela Navarro, directora del semanario Zeta, de Tijuana, quien semana tras semana, bajo su batuta o en forma directa, expone su vida denunciando al crimen organizado y al narcotráfico. Hacer periodismo en México, en especial en el interior y zonas de frontera dominadas por el narco es difícil y las implicancias como mujer son peligrosas, precisamente en un medio que por sus denuncias ha tenido que soportar asesinatos y atentados como los sufridos por Héctor Félix Miranda, Francisco Ortiz Franco y Jesús Blancornelas.

Un premio para Adela serviría para homenajear su estatura como editora, su compromiso con el periodismo y la libertad de prensa, pero más aún para llamar la atención sobre su caso y causa y blindarla de los violentos que siempre están al acecho.

Yoani expone su libertad; Adela su vida. Hubiera sido lindo verlas homenajeadas al mismo tiempo y en el mismo acto.

febrero 26, 2011

Embajador debería ser censurado, por…


El embajador estadounidense en China, John Huntsman, es censurado en el internet por el gobierno chino, en represalia por haberse mostrado en un video de YouTube en una calle céntrica de Pekín, el domingo pasado, adonde acudió como parte de una protesta pública que organizadores desconocidos convocaron en la web.

China, uno de los países donde más censura existe y donde Facebook y Twitter no son permitidos y Google tiene límites, ya estaba bloqueando desde la semana pasada toda noticia sobre la canciller Hillary Cinton, desde que anunció que EEUU estaría invirtiendo 25 millones de dólares para apoyar a blogueros y cibernautas víctimas de censura en varios países del mundo.
No se sabe a ciencia cierta quienes o quien convocó virtualmente a la llamada ``revolución china de los jazmines'', la que se suma a la convocada por la web de derechos humanos Boxun, que pide a los chinos que salgan a dar un paseo a las dos de la tarde cada domingo en 13 ciudades del país. Las evidencias indican que, entre el presupuesto de los 25 millones y la presencia del embajador, EEUU podría estar detrás de incentivar a los chinos para que emulen los alzamientos en Libia, Egipto, Túnez y los demás países árabes.
Si fuera así, se trataría de un hecho lamentable. Las protestas en el mundo árabe se han registrado por motu proprio, y el gobierno estadounidense no debería meterse ni siquiera aparentar de meterse, para que los gobiernos luego no tengan la excusa de reprimir por las injerencias del imperio, como suele ocurrir.
Lo mejor que ha sucedido hasta ahora, es que son los propios ciudadanos de esos países con la ayuda de las nuevas tecnologías y las redes sociales, que les han servido de medios e instrumentos, los que han incentivado las revoluciones debido a la falta de libertad, corrupción y altos índices de desempleo y opresión.
El gobierno estadounidense debería guardar una actitud pasiva con los pobladores y seguir presionando a los gobiernos, como al de Libia, para que dejen de lado las matanzas. Debe limitarse a eso y evitar las fantochadas como las del embajador Huntsman, que parece que busca publicidad para posicionarse en la escalera electoral.  
Una cosa es apoyar a cibernautas y blogueros y otra es participar directamente en las protestas. El gobierno estadunidense debería censurar esta falta de diplomacia del gobernador.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...