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julio 17, 2013

Primeras damas y poder

Primeras damas hay para todos los gustos. Sin contar las que en América Latina son más que eso porque ocupan el primer puesto del país al haber sido elegidas como presidentas - tal los casos actuales de Cristina Kirchner, Laura Chinchilla y Dilma Rousseff - la mayoría de mujeres que ocupó el puesto al lado de su marido, casi siempre descolló por influir en los destinos del gobierno.
Incluso algunas ni siquiera fueron consortes pero sí influyentes, como las hijas del argentino Carlos Menem, Zulemita, y del peruano Alberto Fujimori, Keiko, quien luego terminó disputando en elecciones presidenciales sin mucha suerte.

Mucho se habla de la capacidad política y la influencia que ejerce Michelle Obama, en un país en que el puesto de primera dama está bien delimitado y donde su dominio no aplica al gobierno, sino solo a su marido y en algunos temas de agenda pública que debe liderar, como la cuestión de la obesidad y el ejercicio físico en las escuelas primarias.  Jackie Onassis tuvo otro perfil, así como Rosalynn Carter y  Nancy Reagan, pero jamás su influencia sobre el gobierno estuvo en entredicho. Y obviamente no se puede dejar de lado a Hillary Clinton, quien fuera atribulada por su marido durante su paso por la Casa Blanca, pero que luego descolló con luz propia como senadora y como ministra de relaciones exteriores del país, y ahora es posible candidata presidencial para el 2016.

Todo esto trae a colación a una de las primeras damas más influyentes de América Latina, Nadine Heredia, esposa del presidente peruano Ollanta Humala, a quien no se le atribuye solo el poder y dominio sobre su esposo, sino sobre el gobierno, lo que ha generado una polémica en creciente ebullición.

Nadine, de quien todos conocen sus quilates políticos por haber sido fundadora del partido que permitió ser presidente a Ollanta, ya ha dicho que no tiene aspiraciones presidenciales, pero suena a la misma excusa que por años tuvo Cristina Kirchner cada vez que a su esposo, Néstor Kircher, le resultaba difícil ocultar que muchas de sus decisiones tenían la voluntad y firma de la primera dama.

Sobre la primera dama peruana, a quien muchos califican de ser el poder detrás del trono, no hay muchas dudas. Este domingo pasado se conoció una escucha telefónica clandestina del ministro de Defensa de Perú, Pedro Cateriano, con un interlocutor no identificado donde claramente dijo que había recibido “luz verde” de Nadine para adoptar un par de decisiones respecto a la compra de materiales para destacamentos militares. Luego, si bien hubo disculpas de que Nadine solo había servido de correa de trasmisión entre el presidente y el ministro, no muchos compraron las justificaciones, sabiendo que es Nadine, a quien su marido le delega no solo opiniones, sino el mando.

Más allá de las explicaciones que pudieran darse, lo cierto es que Nadine tiene una personalidad avasalladora y mucha influencia sobre su esposo. Recuerdo que en una reunión de la SIP en Lima pocas semanas después de asumir, mientras el Presidente estaba contestando preguntas de los periodistas, no tenía disimulo en encontrar respuestas en los gestos de su esposa que él luego daba al público. La comunicación gestual y visual entre ellos era asombrosa.
Lo de Nadine va mucho más allá de su influencia y comunicación. Su papel siempre ha sobrepasado el asignado normalmente a las primeras damas. Sus viajes al exterior, sus gastos, su entorno, su presencia en los medios, también han sido parte de la controversia y, sobre todo, porque para muchos se trata de un abuso de privilegio utilizado para beneficio político y personal de cara a una posible elección futura.

En un país donde las últimas primeras damas han tenido fuerte influencia, como los casos de la esposa belga de Alejandro Toledo o la hija de Alberto Fujimori, los peruanos están tratando de limitar una función que ellos no han elegido en las urnas.

abril 18, 2009

Las primeras damas

Las primeras damas son para las repúblicas, lo que las reinas y princesas a las monarquías. Nadie las elige, no tienen poder real ni las constituciones les permiten mandar. Sin embargo, a base de carisma y glamour, conquistan más allá de sus dominios y pueden alcanzar mayor popularidad que sus consortes.
La historia sería insípida y la vida aburrida sin estas mujeres de sangre azul o roja común que brillaron con más luz que la de sus encumbrados maridos. Desde Nefertiti hasta María Antonieta; de Evita a Farah Diba; de Grace Kelly a Jacqueline Kennedy; de Lady Di a Rania de Jordania; de Leticia a Máxima; y de Michelle Obama a Carla Bruni.
Michelle Obama acaba de insertarse en esa dote, gracias a la aceptación de Europa. Desde su viaje por Londres, Estrasburgo y Praga sobrepasó la última medición de Gallup que la situaba en 72% de imagen positiva, tres puntos por encima de su marido. Más allá de los aciertos del presidente en el G-20 y en la OTAN, Michelle cautivó con su estilo sobrio y simple, con sonrisa amigable, pacífica y sin arrogancia; como trasmitiendo mejor la imagen de un Estados Unidos al que todos prefieren ver así.
Como nueva “reina”, Michelle conquistó corazones poderosos y comunes, hasta perdonándosele romper el protocolo por abrazar a la reina inglesa, lo que el influyente The Times reprodujo en portada. Fue tal el hechizo, que hasta The Guardian aprovechó para reprender la ausencia de la primera dama francesa, recordando su paso anterior por el Palacio de Buckingham: “Carla encantó, pero Michelle nos encantó a todos”.
Al día siguiente, cuando coincidieron en Estrasburgo, ambas embrujaron por igual tanto por estilo como por magnetismo, advirtiéndose que no se visten a la moda, sino que la imponen. Carla - famosa por posar desnuda en portadas de revistas, cantar y enamorar a Mick Jagger antes de casarse con Nicolás Sarkozy – y Michelle, que ahora de famosa se trepó a las tapas de Vogue y Vanity Fair con los bíceps al desnudo, son señoras refinadas que alguna vez se quejaron del oficio de primera dama, renegando de salarios y carreras prominentes.
Más allá de que la Casa Blanca diga en su sitio de internet que “las primeras damas no tienen obligaciones oficiales, por lo que cada una ha servido a la nación de acuerdo a sus propios deseos e intereses”, Michelle ya está empezando a influir sobre su esposo, como alguna vez se sospechaba de Hillary.
La misma conducta se le asigna a la primera dama rusa, que según el Instituto de Política y Negocios de Rusia, “tanto como Michelle Obama, Svetlana Medvédeva utiliza su personalidad e inteligencia para influir en la toma de decisiones políticas”. Un signo positivo, considerando que mientras ellas hablan de paz, sus maridos reiniciaron el diálogo sobre el desarme nuclear.
Pero no siempre las primeras damas cabalgan en la popularidad y la buena estrella. Otras vidas glamorosas terminaron en tragedias como las de la agraciada Grace Kelly y la entristecida Lady Di; mientras que en Latinoamérica otras vivieron su desgracia y fueron expulsadas de las casas presidenciales acusando de maltratos a sus ex, como Zulema Yoma de Menem, Susana Higuchi de Fujimori y Marisabel Rodríguez de Chávez.
Otras intentaron sin suerte lo que tampoco pudo hacer Hillary Clinton, de pasar de primera dama a presidenta, como la mexicana Marta Sahagún; algo que sí consiguió Cristina Fernández de Kirchner y lo que quizás querrá alcanzar la nicaragüense Rosario Murillo. Las hay también hijas, como Keiko Fujimori y Zulemita Menem, que asumieron su papel con sobrado protagonismo; y hermanas, como Mercedes Lugo de Maidana, que debe suplir la falta de pareja del ex obispo paraguayo.
Asimismo, existen países con líderes tan aburridos como Raúl Castro, Evo Morales y Rafael Correa que prefieren que el puesto pase desapercibido para que no se opaquen sus protagonismos. Pero quien sabe, preferible eso a tener en el cargo a primeros caballeros tan desabridos como el desconocido chileno o el archiconocido argentino.
Resta ahora esperar y monitorear el brillo propio que alcanzará Michelle Obama. Un resplandor que, como las demás primeras damas, es y será totalmente independiente a la suerte política de su marido.

“Robots con alma”, una distopía con fe

Quiero agradecer a Carlos Jornet, director del diario La Voz del Interior de Córdoba, Argentina, por la entrevista y por su generosidad para...