Las noticias falsas existieron
en el pasado, incluso durante el Génesis como afirmó el papa Francisco. En el
presente asustan por su fácil divulgación a través de las redes sociales y su
influencia negativa en la confianza pública. El futuro, empero, luce más aterrador. Los fake news ganarán mayor terreno gracias al uso de mejores
tecnologías para su fabricación y distribución.
Ya nadie puede negar su
existencia desde que el fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, acusó
la semana pasada a 13 personas y tres empresas de Rusia de regentar una fábrica
de noticias falsas, destinada a manipular las elecciones en EEUU y otros países.
Ni Mueller ni estudio alguno
todavía han podido comprobar si el bombardeo ruso de falsedades a través de
Facebook, Twitter y Google, ha tenido impacto directo en la elección de Donald
Trump o si hubo confabulación entre su campaña y el gobierno de Vladimir Putin
para perjudicar a Hillary Clinton. Pero lo que Mueller sí demostró con su
denuncia sobre el operativo Laktha con su presupuesto de 1,25 millones de
dólares mensuales, es que las fake news
pueden ser fabricadas con facilidad y ser una pieza sustancial del arsenal
propagandístico de un país para atacar a otro, sin necesidad de derramar balas
o sangre.
El informe es una acusación
y no un análisis conceptual, por lo que no profundiza sobre el impacto social de
la desinformación y la manipulación informativa. Pero en entrelíneas se puede
advertir que las noticias falsas son el “nuevo normal”. Habrá que acostumbrase
a convivir con ellas y, lo peor, es resultará cada vez más difícil distinguir lo
falso de lo verdadero, lo ficticio de lo real.
En esta era de evolución
digital acelerada, el futuro luce poco halagüeño. Las nuevas tecnologías, la
inteligencia artificial, la realidad aumentada, las nanotecnologías (y las que
vendrán) más allá de estar concebidas para el bien, también podrán ser usadas para
fabricar y distribuir engaños con mayor sofisticación de lo que se hizo hasta
ahora.
Al desenmascarar los métodos
actuales de producción, como hizo Mueller, se advierten casi las mismas
técnicas que usaba la propaganda de la Guerra Fría. Se conciben personajes
ficticios, se fabrican rumores, se trucan fotos y se inventan hechos y
declaraciones, tal el post en Facebook de un papa Francisco determinado
apoyando a Trump. Lo nuevo hoy, es que en las falsedades pueden ser desparramadas
y viralizadas como verdades a la velocidad de la luz.
Pero el futuro, repito,
puede ser más aterrador. Investigadores de la Universidad del estado de
Washingon, que experimentan con tecnologías avanzadas, han creado un video ficticio
del expresidente Barack Obama con perfecto movimiento de labios y su propia voz
en el que habla campante en contra de sus propias políticas de gobierno como el
Obamacare. Solo bastó una idea, un guión y la inteligencia artificial se
encargó de ensamblar millones de imágenes, sustantivos, verbos y preposiciones
para crear una nueva y convincente realidad.
Volviendo al ejemplo de
Francisco, seguramente el post estático de Facebook con su foto y mensaje escrito
será pronto una reliquia. Ahora con inteligencia artificial, se podrá crear a
su imagen y semejanza, un video en el que el Papa anuncie desde el interior de
la Capilla Sixtina que el Vaticano está en venta o que empezará a vender armas
para apoyar a los niños pobres de Bangladesh.
En este nuevo ecosistema
híper informativo, también preocupa que estén emergiendo controles que pueden
ser más contraproducentes que las noticias falsas en sí. Desde Europa a América
Latina, varios gobiernos iniciaron enérgicas carreras legislativas para
controlar la desinformación en las redes sociales – no solo en época electoral como
circunscribe el informe Mueller – sino en todo momento, corriéndose el riesgo
de desbordes legales que terminen por censurar debates que el público debe
estar en condiciones y en libertad de mantener.
Varias organizaciones trabajan
para revertir la desconfianza en las instituciones públicas generada por las
noticias falsas. Tendrán que partir de la premisa de no echarle toda la culpa a
las fake news, estas solo la han profundizado. La desconfianza está arraigada
en otros vicios, la corrupción rampante, uno de ellos. trottiart@gmail.com
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