Lamentablemente, todo parece indicar que los vientos reeleccionistas que tanto se critican en toda Latinoamérica por permitir a los gobiernos seguir concentrando poder, debilitando a las democracias, será el mismo camino que seguirá Alvaro Uribe en Colombia, para quien se reformaría una vez más la Constitución para que siga siendo presidente por tercera ocasión consecutiva, después de que ganó las elecciones en el 2002 y una reforma en el 2006 que le permitió quedarse en el Palacio de Nariño.
En vísperas de lograr una nueva autorización para un plebiscito que le permita a los colombianos decidir si puede haber una reforma adicional a la Constitución para un tercer mandato consecutivo, Uribe se muestra y se deja idolatrar por los sabuesos que predominan en todo el continente halagando a las mayorías – y gastando plata por doquier – para que le sigan dando su voto de confianza, lo que indudablemente terminará desgastando a la democracia y haciendo del presidencialismo uno de los peores pecados que existen en América Latina.
Seguramente muchos colombianos se inclinarán por darle otra oportunidad a Uribe, un presidente que tiene alta popularidad por su sabiduría en haberle devuelto a Colombia gran parte de la seguridad y estabilidad que gobiernos anteriores no pudieron asegurar tras décadas de drogas y violencia provocadas por las FARC y otras narco guerrillas.
De todas maneras, lo que indican las mayorías no siempre es bueno y muchas veces es perjudicial y la historia lo viene demostrando en muchos procesos. Muchas veces estas mayorías son compradas, como se está demostrando con las denuncias de cientos de políticos colombianos que han sido “ayudados” por el estado con asignaciones y dineros a favor de la reelección, así como se prevé que el gobierno pondrá toda su maquinaria para trabajar a favor de un plebiscito que no le será desfavorable. El problema mayor, es que el plebiscito no solo autorizará una posible reforma constitucional y reelección presidencial, sino que legitimará una excesiva concentración de poder, proceso político que siempre terminó en abusos de poder.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
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agosto 25, 2009
julio 22, 2009
Desvergüenza re-electoral
Como se sospechaba y el “orteguismo” lo venía pregonando a los cuatro vientos, especialmente a través de los labios de Rosario Murillo, Daniel Ortega no aguantó más y lanzó oficialmente su propuesta por una reforma constitucional que le permita la reelección presidencial para los comicios del 2011.
Un desafío social y hasta diría internacional, justo en el momento en que la “cuarta urna” que buscaba Manuel Zelaya fue el episodio desencadenante de una de las crisis políticas más profundas de los últimos años.
Pero es más que todo un desafío a la desfachatez y a la desvergüenza porque justamente lo que muestran los casos de reelecciones ya conseguidas es que son mecanismos para concentrar poder, hacerse adicto y perpetuarse en él. Los ingenuos pueden aducir que la reelección no es automáticamente una forma de “atornillarse” en la silla presidencial, sino permitir igualdad de condiciones a un presidente para que pueda postularse y seguir su proyecto, siempre y cuando el pueblo soberano le de el beneficio de los votos, pueblo que muchas veces es engañado sobre la base de votos cambiados, comprados y fraudulentos.
Pero eso puede suceder en cualquier otra parte del mundo, quizás, pero no en América Latina, donde las reelecciones pueden llegar a ser eternas como en el caso de Hugo Chávez, y como seguramente los estarán buscando las presidencias de Ecuador y Bolivia. Nicaragua irá camino a eso, porque Daniel Ortega ya ha demostrado, con las elecciones de noviembre pasado, que está dispuesto a todo con tal de concentrar el poder y ganarlo a costa de cualquier artimaña. El fraude espectacular cometido en noviembre no tiene muchos parangones.
Sin lugar a dudas, no se puede dejar de sospechar que con la posibilidad de la reelección Ortega seguiría cometiendo fraudes con tal de seguir concentrando poder. Tiene, además, un ejemplo muy grande de dónde aprender.
Un desafío social y hasta diría internacional, justo en el momento en que la “cuarta urna” que buscaba Manuel Zelaya fue el episodio desencadenante de una de las crisis políticas más profundas de los últimos años.
Pero es más que todo un desafío a la desfachatez y a la desvergüenza porque justamente lo que muestran los casos de reelecciones ya conseguidas es que son mecanismos para concentrar poder, hacerse adicto y perpetuarse en él. Los ingenuos pueden aducir que la reelección no es automáticamente una forma de “atornillarse” en la silla presidencial, sino permitir igualdad de condiciones a un presidente para que pueda postularse y seguir su proyecto, siempre y cuando el pueblo soberano le de el beneficio de los votos, pueblo que muchas veces es engañado sobre la base de votos cambiados, comprados y fraudulentos.
Pero eso puede suceder en cualquier otra parte del mundo, quizás, pero no en América Latina, donde las reelecciones pueden llegar a ser eternas como en el caso de Hugo Chávez, y como seguramente los estarán buscando las presidencias de Ecuador y Bolivia. Nicaragua irá camino a eso, porque Daniel Ortega ya ha demostrado, con las elecciones de noviembre pasado, que está dispuesto a todo con tal de concentrar el poder y ganarlo a costa de cualquier artimaña. El fraude espectacular cometido en noviembre no tiene muchos parangones.
Sin lugar a dudas, no se puede dejar de sospechar que con la posibilidad de la reelección Ortega seguiría cometiendo fraudes con tal de seguir concentrando poder. Tiene, además, un ejemplo muy grande de dónde aprender.
junio 24, 2009
De San Pedro Sula a Teherán
El derecho de reunión es uno de los derechos humanos más fundamentales concebidos en los tratados internacionales y en las constituciones de cada país. Su mejor representación es a través de la convocatoria ciudadana para reclamar justicia, exigir cambios o reprobar conductas.
Así como lo están demostrando los iraníes, quienes vienen manifestándose públicamente en las calles de Teherán y otras ciudades de su país para reprobar el fraude y burla electoral cometido por su gobierno, los hondureños de Tegucigalpa y San Pedro Sula vienen haciendo uso de esta herramienta popular para exigir que el gobierno desista de sus intenciones de perpetuarse en el poder a través de una reforma que permita la reelección.
La marcha de ayer en San Pedro Sula, calificada por el diario La Prensa de San Pedro Sula, como histórica, es una muestra más de la madurez de un pueblo que quiere vivir en una democracia palpable, diversa y plural, sin la necesidad de que los gobernantes – como sucede lamentablemente en muchos países – traten de perpetuarse en el poder mediante métodos no muy transparentes. Los gobiernos, por lo general, tienen los recursos y muchas veces las herramientas fraudulentas (como en Irán) para poder acomodar las cosas a su antojo y a los intereses personales.
A diferencia de los iraníes – claro está – los hondureños tienen la libertad para expresarse y hacer cuántas marchas quieran. Pero más allá de esa diferencia, el ímpetu demostrado en las marchas como la de “la unidad nacional en paz y libertad”, muestran la vocación y el ansia de vivir en una democracia plural y diversa.
Las marchas en contra de los secuestrados en Colombia, en contra de la violencia en Guatemala, en contra del terrorismo en España, en contra del fraude electoral en Irán, en Venezuela o en Nicaragua y en contra de la inseguridad en tantas capitales latinoamericanas, son un canto al coraje y a la valentía de un pueblo que quiere hacer escuchar su voz y que no solo quiere que lo tomen en cuenta durante los períodos electorales.
Así como lo están demostrando los iraníes, quienes vienen manifestándose públicamente en las calles de Teherán y otras ciudades de su país para reprobar el fraude y burla electoral cometido por su gobierno, los hondureños de Tegucigalpa y San Pedro Sula vienen haciendo uso de esta herramienta popular para exigir que el gobierno desista de sus intenciones de perpetuarse en el poder a través de una reforma que permita la reelección.
La marcha de ayer en San Pedro Sula, calificada por el diario La Prensa de San Pedro Sula, como histórica, es una muestra más de la madurez de un pueblo que quiere vivir en una democracia palpable, diversa y plural, sin la necesidad de que los gobernantes – como sucede lamentablemente en muchos países – traten de perpetuarse en el poder mediante métodos no muy transparentes. Los gobiernos, por lo general, tienen los recursos y muchas veces las herramientas fraudulentas (como en Irán) para poder acomodar las cosas a su antojo y a los intereses personales.
A diferencia de los iraníes – claro está – los hondureños tienen la libertad para expresarse y hacer cuántas marchas quieran. Pero más allá de esa diferencia, el ímpetu demostrado en las marchas como la de “la unidad nacional en paz y libertad”, muestran la vocación y el ansia de vivir en una democracia plural y diversa.
Las marchas en contra de los secuestrados en Colombia, en contra de la violencia en Guatemala, en contra del terrorismo en España, en contra del fraude electoral en Irán, en Venezuela o en Nicaragua y en contra de la inseguridad en tantas capitales latinoamericanas, son un canto al coraje y a la valentía de un pueblo que quiere hacer escuchar su voz y que no solo quiere que lo tomen en cuenta durante los períodos electorales.
junio 10, 2009
Fútbol y "cuarta urna"
Estoy en la bella San Pedro Sula y feliz de compartir las pasiones que tienen por estos días los hondureños y de lo que hablan hoy: fútbol y “cuarta urna”. Dos temas con connotaciones totalmente diferentes. El primero, infiere la unión de todos los catrachos detrás de una pasión común; y el segundo, muestra la polarización política de un país al que su máximo político lo tiene enfrascado y confundido en su pasión personal por buscar la reelección.
Hoy es un día muy especial ya que Honduras recibe por las eliminatorias a El Salvador, no solo un clásico porque reverdece rivalidades que se tejieron durante las eliminatorias de los 70 cuando ambos países sostuvieron una guerra de seis días lo que se denominó la “guerra del fútbol”, sino porque ninguno de los dos equipos tiene la seguridad de llegar a Sudáfrica. Los catrachos vienen maltrechos por haber perdido 2 a 1 contra los estadounidenses en Chicago y los salvadoreños llegan agrandados de haberle ganado los mexicanos en su cancha por el mismo marcador. Aquí como en el resto de Latinoamérica, todos tenemos la mente en los partidos y con los corazones medio paralizados, ya pensando en celebraciones o las excusas que pondremos si perdemos y cómo deberemos enfrentar a los burladores.
Por mi parte, estoy pendiente de lo que pasará en la altura de Quito, sabiendo que el síndrome del 6 a 1 en La Paz perseguirá a los argentinos hasta que aparezca en un futuro una goleada peor para hacer olvidar a la boliviana. Así fue con los 5 a 0 de los colombianos en el Monumental, que aunque parecía que sería eterno, ya quedó en la historia, por lo que los pobres colombianos ya no podrán ostentar aquel logro magnífico. Los periódicos quiteños tratan de contagiar a su gente y destruir psicológicamente a sus adversarios, por eso un ocurrente tabloide, tituló hoy: “Diego, si La Paz fue tu tortura, Quito será tu tumba”).
Pero aquí en San Pedro cuando las cosas del fútbol se apaciguan, un tema que polariza al país es el que viene enarbolando el presidente Manuel Zelaya, que alejado de toda la crítica que le hacen varios sectores políticos, de la sociedad civil, la Iglesia y los medios de comunicación, sigue con su tesitura de que se reforme la Constitución para que se permita la reelección, un tema muy de moda por estos tiempos en América Latina.
Zelaya insiste que en las elecciones de noviembre haya una “cuarta urna” (además de las que se dispondrán para las elecciones de presidente, legisladores y alcaldes) para crear una constituyente capaz de incluir una reforma que sostenga una reelección y así aspirar a otro mandato.
Lo peligroso es que para lograr esto, está hablando de hacer una encuesta y de conseguir un plafón político que impulse sus ideas, argumentos que muchos miran con desdén, mirando de reojo a los militares sobre quienes varios dicen que estarían tentados a no dejar que los principios constitucionales sean pisoteados si Zelaya continúa con sus aspiraciones. Hace rato que en Honduras se habla o al menos se rumora sobre la posibilidad de un golpe de Estado, algo que por más justificado que parezca a nivel interno para muchos, podría resultar una medida totalmente sorpresiva a nivel internacional.
Hoy, antes del partido, parto hacia San Salvador. Veré la pasión de la otra cara de la moneda.
Hoy es un día muy especial ya que Honduras recibe por las eliminatorias a El Salvador, no solo un clásico porque reverdece rivalidades que se tejieron durante las eliminatorias de los 70 cuando ambos países sostuvieron una guerra de seis días lo que se denominó la “guerra del fútbol”, sino porque ninguno de los dos equipos tiene la seguridad de llegar a Sudáfrica. Los catrachos vienen maltrechos por haber perdido 2 a 1 contra los estadounidenses en Chicago y los salvadoreños llegan agrandados de haberle ganado los mexicanos en su cancha por el mismo marcador. Aquí como en el resto de Latinoamérica, todos tenemos la mente en los partidos y con los corazones medio paralizados, ya pensando en celebraciones o las excusas que pondremos si perdemos y cómo deberemos enfrentar a los burladores.
Por mi parte, estoy pendiente de lo que pasará en la altura de Quito, sabiendo que el síndrome del 6 a 1 en La Paz perseguirá a los argentinos hasta que aparezca en un futuro una goleada peor para hacer olvidar a la boliviana. Así fue con los 5 a 0 de los colombianos en el Monumental, que aunque parecía que sería eterno, ya quedó en la historia, por lo que los pobres colombianos ya no podrán ostentar aquel logro magnífico. Los periódicos quiteños tratan de contagiar a su gente y destruir psicológicamente a sus adversarios, por eso un ocurrente tabloide, tituló hoy: “Diego, si La Paz fue tu tortura, Quito será tu tumba”).
Pero aquí en San Pedro cuando las cosas del fútbol se apaciguan, un tema que polariza al país es el que viene enarbolando el presidente Manuel Zelaya, que alejado de toda la crítica que le hacen varios sectores políticos, de la sociedad civil, la Iglesia y los medios de comunicación, sigue con su tesitura de que se reforme la Constitución para que se permita la reelección, un tema muy de moda por estos tiempos en América Latina.
Zelaya insiste que en las elecciones de noviembre haya una “cuarta urna” (además de las que se dispondrán para las elecciones de presidente, legisladores y alcaldes) para crear una constituyente capaz de incluir una reforma que sostenga una reelección y así aspirar a otro mandato.
Lo peligroso es que para lograr esto, está hablando de hacer una encuesta y de conseguir un plafón político que impulse sus ideas, argumentos que muchos miran con desdén, mirando de reojo a los militares sobre quienes varios dicen que estarían tentados a no dejar que los principios constitucionales sean pisoteados si Zelaya continúa con sus aspiraciones. Hace rato que en Honduras se habla o al menos se rumora sobre la posibilidad de un golpe de Estado, algo que por más justificado que parezca a nivel interno para muchos, podría resultar una medida totalmente sorpresiva a nivel internacional.
Hoy, antes del partido, parto hacia San Salvador. Veré la pasión de la otra cara de la moneda.
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