Lo único común entre Julian
Assange y Edward Snowden es que están bajo el paraguas del gobierno de Ecuador
en casos de asilo, el primero habiéndolo conseguido y el segundo siendo
considerado, pese a que Assange haya aparecido como el vocero del ex
contratista de la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU.
Sus casos no se parecen
aunque ambos hayan argumentado que temen por su vida y de no tener un juicio
justo en EE.UU. Más allá de la actividad en Wikileaks, los cargos contra
Assange tienen que ver con la justicia de Suecia por violación de dos mujeres
durante una estadía fugaz en ese país. Las conjeturas que él hace, respecto a
que se trata de una treta de Suecia para que Inglaterra lo extradite y que
luego será extraditado a EE.UU. donde lo espera una posible condena a muerte,
es simplemente un excusa para evadir la justicia.
Por los casos de Snowden y Assange,
así como del soldado Bradley Manning quien filtró los 700 mil documentos
diplomáticos de su gobierno a Wikiliaks, el gobierno está en su derecho, pero
además en su deber legal, de procesar judicialmente a quienes considera que han
violado las normas estrictas sobre seguridad nacional. Que estas personas sean
o no traidores como varios políticos los han calificado, son simplemente
opiniones que a la hora de los juicios los magistrados tendrán que evaluar.
Desde el punto de vista del
gobierno el caso de Assange debería ser más peligroso en temas de seguridad
nacional porque reveló contenido. El de Snowden fue una denuncia respecto a que
el gobierno usa un sistema para espiar a los ciudadanos, especialmente
extranjeros a través del internet y en comunicaciones digitales.
Desde la perspectiva de
los ciudadanos lo que reveló Snowden es más peligroso por cuanto se habla de la
vulnerabilidad de todos los que navegamos internet ante sistemas de espionaje
del gobierno, poniéndonos a todos en la misma bolsa de sospechosos y sin siquiera
saberlo. El problema es de transparencia en las acciones del gobierno. Sobre
este tema comparto mi columna de la semana pasada, la que titulé: ¿Seguridad, privacidad o transparencia?
“El nuevo escándalo que
explotó en las manos de Barack Obama por la revelación de programas para espiar
comunicaciones telefónicas y por internet, no debería conducir a un debate
nacional sobre seguridad vs. privacidad como el Presidente propone.
Más bien, las prácticas de
vigilancia secreta que realiza la Agencia Nacional de Seguridad y el FBI a
usuarios extranjeros de Verizon y otras telefónicas, y de compañías digitales
como Google, Facebook, YouTube, Yahoo, Microsoft, Apple y Skype, indican que la
discusión debería enfocarse en la cultura del secreto que mantiene el gobierno
y en cómo está minando la credibilidad de un internet abierto y sin
restricciones, su mejor aliado para promover libertad y democracia en el mundo.
Obama está en lo cierto
cuando dice que no se puede tener 100% de privacidad y seguridad al mismo
tiempo mientras el Estado trata de neutralizar ataques terroristas. Todos somos
conscientes que por los chequeos en los aeropuertos y por la publicidad
personalizada a la que estamos expuestos después de navegar internet, todo ha
cambiado tras Setiembre 11 y desde que la comunicación se ha híper
digitalizado.
Pero
lo que se debe cuestionar no es la legalidad de la vigilancia que está
asegurada por la Ley Patriótica para perseguir actos terroristas, sino la
secrecía empleada. Lo tenebroso es que esos programas se
ejecutan de espaldas a la mayoría de los congresistas y de todos los
ciudadanos, y sin conocimiento de las empresas de internet que aseguraron
desconocerlos y que solo – dicen - se
someten ante órdenes judiciales.
Que la vigilancia esté
destinada solo para extranjeros no es justificación. Muchos actos violentos en
EE.UU. fueron cometidos por estadounidenses o nacionalizados. Tampoco es lo
mismo vigilar a un extranjero que se comunica con alguien de Al Qaeda, que
escudriñar a cualquier francés o español usuario de Facebook, cuando la Unión
Europea exige – a modo de reciprocidad - que los datos personales de ciudadanos
europeos deben quedar excluidos de las fuerzas de seguridad estadounidenses
“salvo en situaciones concretas, excepcionales y revisables judicialmente”.
Lo que realmente está en
juego es la credibilidad del gobierno en materia de transparencia, algo que el
presidente Obama prometió desde el inicio de su Presidencia. Instalar ahora un
debate sobre seguridad y privacidad es desviar la atención, en especial cuando
las preferencias del público son fáciles de detectar mediante encuestas, cuyos
resultados varían según la cercanía de tiempo con un acto terrorista. La gente
concedió perder privacidad ante mayor seguridad, después de Setiembre 11 o del
reciente atentado en la maratón de Boston.
Obama debe revisar sus
políticas de vigilancia sobre el internet, ya que no puede estar escribiendo
con la mano lo que borra con el codo. Lo contradictorio, es que Obama fue quien
ayudó al desarrollo impetuoso de la industria digital, instaló al internet como
la panacea para el comercio y el desarrollo internacional, y es quien
promociona que las redes sociales sean instrumentos para empoderar cambios
democráticos como el de la Primavera Árabe y despotrica contra todo gobierno
autoritario que restringe su uso.
Además, lo malo de estas
políticas de espionaje es que ofrecen artillería pesada a otros países como
China, Irán o Cuba que siempre critican que EE.UU. quiera mantener el control
mundial sobre el tráfico de internet, prefiriendo que esa autoridad la ejerza
un cuerpo colegiado de las Naciones Unidas, lo que daría pocas garantías de que
la red siga siendo libre e irrestricta.
Es lógico que el gobierno
debe mantener sigilo para detectar terroristas, pero bien podría hacerlo en
forma transparente, explicar sus políticas de vigilancia para que los usuarios
de Facebook, Google o Skype sepan a qué atenerse o en qué plataformas pueden
sentirse más libres o que no sean tratados como sospechosos.
Más que un debate ciudadano
sobre seguridad y privacidad, lo que se requiere es una amplia discusión en el
Congreso sobre el costo político, comercial y de credibilidad por mantener una
vetusta cultura del secreto. Aunque disguste a muchos, tal vez el delator
Edward Snowden, haya ayudado para que el Congreso se enfoque en legislar a
favor de la transparencia gubernamental”.
2 comentarios:
Un articulo muy profundo para nuestro medio. Aqui todo se trata de la seleccion de futbol o de insultar al dientudo presidente.
Hablar de transparencia, independencia de criterio, libertades individuales, etc. es de aires enrarecidos.
Si hay seguridad hay privacidad, ya que una garantiza la existencia de la otra.
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