Mostrando entradas con la etiqueta Iglesia Católica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Iglesia Católica. Mostrar todas las entradas

septiembre 26, 2015

Francisco, entre lobos y ovejas

Inspirador, político y diplomático como nunca, el papa Francisco atrajo la atención de gente de todos los credos e ideologías en su primera peregrinación por Cuba y EEUU, consagrándose como líder humanitario y espiritual de carácter universal.

La percepción de su liderazgo ya era soberbia, pero saltará por los cielos después de este viaje. En una encuesta anterior del New York Times, la mayoría lo reconocía como líder moral más allá de su jefatura en la Iglesia Católica, mientras que otra del Pew Center destacaba su popularidad entre el 75% de los protestantes y el 68% de los que no profesan religiones.

Su buena aura deviene de varias virtudes: Actúa como predica y combina como nadie la espiritualidad con la política. Equilibra a la perfección ideas con acciones. Desde acelerar los procesos de nulidad del matrimonio hasta pedir perdón para las mujeres que abortan; o desde pedir por la pacificación de Colombia en Cuba, hasta renegar de la “cultura del descarte” y pedir la prohibición de armas nucleares a la asamblea general de Naciones Unidas.

Nadie es indiferente o totalmente crítico con su mensaje. Desde ópticas tan diferentes como la de Raúl Castro, los legisladores estadounidenses o los líderes en la ONU que le escucharon su reclamo por “techo, trabajo y tierra”, todos se sienten incluidos. Toman, eso sí, lo que les beneficia y desechan lo que les perjudica.

En este viaje, a diferencia de otros, Francisco pareció que desde su desembarco en La Habana y en Washington prefería abocarse a buscar a la oveja descarriada que ahuyentar a los lobos disfrazados de corderos.

Esquivó ante los Castro ser directo contra la dictadura militar más longeva, así como en el Congreso estadounidense evitó criticar al capitalismo como en su previo viaje por Bolivia y Ecuador. En La Habana prefirió hablar de la revolución de la misericordia y que el Estado debe servir a las personas y no a las ideologías. En el Congreso estadounidense se honró de estar en la “tierra de los libres y el hogar de los valientes”, como reza el himno nacional, pero llamó a la unidad y la tolerancia, algo que escasea entre demócratas y republicanos.

Desde ese Congreso no habló solo para EEUU, sino al mundo. Apeló a la responsabilidad de los políticos por el bien común, con un mensaje que sirvió tanto para los cubanos aferrados al poder como para los estadounidenses dominados por la polarización. Les dejó dos frases perfectas: “Un buen político opta siempre por generar procesos, más que ocupar espacios” y “hay que evitar el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; entre justos y pecadores”.

Como sucede en cada viaje, cada quien hizo uso selectivo de sus frases. Raúl y Fidel Castro creyeron escuchar que la inclusión era la de Cuba en el mundo y no la que pidió Francisco, la de los disidentes en su propia Cuba. Y entre legisladores estadounidenses, los demócratas aplaudieron a rabiar el mensaje sobre el control de armas, los inmigrantes y la ecología; mientras los republicanos se regocijaron con la defensa de la clase media, la familia y la condena del aborto.

Pese a su diplomacia, Francisco cosechó críticas, ya sea por su desaprobación a la pena de muerte o a las guerras para dirimir conflictos. También porque fue demasiado bueno con la tiranía de los Castro, que desde hace 56 años se ha autoproclamado propietaria del libre albedrío de los cubanos.

Francisco tampoco dejó de lado su prédica a favor de la revolución interna. Reiteró a sus obispos y curas que dejen de encubrir la vergüenza de la pederastia, la necesidad de salir al encuentro de la gente para evangelizar en la calle a preferir la comodidad de los templos y a no descuidar a los más vulnerables, refugiados e inmigrantes.


Más líder moral y humanitario de todos que pastoral o religioso para los católicos, la importancia de Francisco se debe a que se encumbró como faro que alumbra y que ayuda a distinguir lo malo de lo bueno. Su popularidad y prestigio deviene por desafiar a todos con un mensaje simple, compasivo y predicar con el ejemplo. Algo que rápidamente encandila, desde que las palabras y las acciones de la mayoría de los líderes del mundo entero están cada vez más desprestigiadas.

diciembre 01, 2011

Las sandalias del sanador


En coincidencia con la celebración en Estados Unidos del Día de Acción de Gracias, me reencontré en Boston, después de casi 30 años, con un amigo muy especial, el cardenal Sean Patrick O’Malley. Pese al calor o la nieve, y a su investidura, sigue llevando su túnica de fraile capuchino y calzando unas humildes sandalias de cuero marrón, como las que usaba cuando era director del Centro Católico Hispano en Washington.

Recordamos mucho. Me comentó con orgullo que amigos con los que conviví a principios de los 80 en la Casa Galilea, una residencia pre seminario que él regenteaba, siguieron su vocación religiosa. Moisés está ahora en la parroquia de Sagrado Corazón en Washington y Adalberto, es obispo de San Pedro en Paraguay.

Le agradecí por aquellas vivencias, por permitirme acompañarlo en sus visitas a los más necesitados, por el trabajo en la Capilla Latina y por los varios eneros que lo seguí frente a las escalinatas de la Suprema Corte de Justicia, para protestar contra la legalización del aborto. También por su compresión, porque sabiendo de mi rechazo al celibato, me ayudó a encontrar otro tipo de vocación. Fue mi mentor en el periodismo, dándome trabajo en El Pregonero, un periódico de noticias generales que creó para la comunidad hispana. Ahí me impregné de los valores que él creía sustanciales para la misión de informar: buscar la verdad con tenacidad, dar voz a los que no la tienen y practicar una ética rigurosa.

Nos desconectamos cuando los trasladaron como obispo a las Islas Vírgenes, y después de darle trabajo a mi esposa en el periódico Catholic Standard, ayudarnos con los trámites migratorios y bautizar a nuestro hijo mayor. Mucho después, supe que debió postergar su vocación misionera cuidando pobres y sidosos, para abrazar una misión aún más dolorosa. En el 2003, el Papa Benedicto XVI le encargó restaurar la Arquidiócesis de Boston tras los repulsivos escándalos sexuales provocados por sacerdotes pederastas y sanar las heridas de miles de víctimas abusadas sexualmente.

Debido a su humildad, magnetismo y conexión con la gente, no tengo dudas que Sean hubiera preferido estar evangelizando y pescando vocaciones, a tener que arreglar asuntos internos. Pero por su firmeza, por ser el primer obispo en imponer una política de tolerancia cero, denunciar como criminales a los curas pedófilos y por limpiar las diócesis de Fall River en Massachusetts y la de Palm Beach en la Florida, era la mejor opción para asumir la Arquidiócesis de Boston, tras la renuncia del cardenal Bernard Law, acusado de encubrir a los religiosos pederastas.

Ungido como Cardenal en el 2006, su labor fue titánica. Aunque sigue en el proceso de restauración y sanación, arreglando juicios y vendiendo propiedades para pagar indemnizaciones, Sean restableció gran parte de la credibilidad de la Iglesia en Boston y hasta logró triplicar las vocaciones religiosas en los últimos años. En agosto pasado, y estricto en su prédica a los pederastas de que el abuso no solo es pecado sino crimen agravado, divulgó una lista con los nombres de 132 curas y diáconos pederastas en la página de internet de la arquidiócesis, con la intención de proveer “sanación adicional para aquellos que han sufrido de abuso sexual por parte del clero”.

Pese a su solidez, muchos todavía lo toman por liberal. La confusión fue mayor, cuando ofreció en 2009 los servicios funerarios al entonces senador Ted Kennedy, recibiendo las críticas más acérrimas de los conservadores de la Iglesia, quienes insisten en que ningún político católico que avale o promueva el aborto, puede recibir la Comunión u otros sacramentos.

Su trabajo no es fácil, en especial en una sociedad cada vez más secularizada, donde las enseñanzas de la Iglesia sobre la defensa de la vida desde la concepción y su oposición a los matrimonios entre homosexuales, se observan como enfoques políticamente incorrectos.

Cuando nos despedimos y lo vi alejarse en su Toyota negro, con su barba plateada y hábito de capuchino, me acordé de aquel Ford Pinto amarillo, medio destartalado, con el que recorríamos Washington. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos; pero estoy seguro que cuando acabe su tarea de sanador, sus sandalias lo volverán a llevar por sus añoradas andanzas de pescador.

mayo 29, 2009

Cutié, una buena decisión; pero...

El padre Alberto Cutié siguió haciendo de las suyas y sorprendiendo a medio mundo con su incorporación a la Iglesia Episcopal. Aunque había dicho que estaba en un retiro espiritual y pensando sobre su futuro, algunos noticieros los sorprendieron en estos días en playas de California junto con su pareja, por lo que se presentía que ya se venía venir el “salto de fe”, como tituló esta mañana The Miami Herald.

No tardó mucho. Menos de lo esperado. Ayer, pomposamente, la Iglesia Episcopal lo acogió y mientras el trámite dure casi un año para que pueda celebrar misa, el arzobispo de esa denominación ya le encomendó tareas laicas para sanear una parroquia a la que se espera arrastrará a algunos de sus feligreses apostólicos romanos.

La decisión de Cutié fue buena. Viró hacia la Iglesia Episcopal en la que podrá ofrecer misa y casarse y tener una familia. Enhorabuena si es lo que le gusta y quiere. Pero cómo lo hizo es lo reprochable, ya que parece que ni habló con su arzobispo católico para dar el salto ni siquiera para informar sobre su decisión. ¿Tendrá razones tan valederas como para haberse “escapado” de la Iglesia Católica o ni siquiera haber notificado y esperado respetuosamente una dispensa que era obvia le darían?

Cutié volvió a fallar en las cosas terrenales. Está enamorado de los medios y de su imagen en ellos. Su sentido del yo volvió a imponerse por sobre el respeto a una Iglesia que le encomendó su imagen y mercadeo en la comunidad y a un montón de almas, algunas descarriadas y otras de buen vivir. Todo este proceso, desde las primeras fotos en la playa, hasta todo el circo montado por Univisión y los demás medios, está manchado de suspicacias y sospechas. Cutié no hizo nada bien y cada palabra que dice lo embarra cada vez más.

Si hubiera querido tal vez podría haber seguido sirviendo en la Iglesia Católica en otra condición; como diácono. Aunque claro, sería una profesión más humillante para un cura hecho y derecho, y tendría que salir a trabajar por fuera de la parroquia para ganar el sustento de su familia. Lo de estar en la Iglesia Episcopal le cierra mejor.

Hay gente confundida todavía que cree que el problema de Cutié es el celibato o, como lo hizo ver el arzobispo episcopal, que mejor que lo hayan sorprendido in fraganti con una mujer que con un varoncito, excusándose en los problemas de pederastia que la Iglesia ha tenido. Pero lo de Cutié no tiene nada que ver con eso, se trató de un simple problema de infidelidad, en este caso a los votos de castidad y a una tradición y costumbre que él abrigó voluntariamente. Entrar en la Iglesia Episcopal no lo hace inmune a pecar nuevamente.

Lo bueno de esta telenovela es que nos ha dado la oportunidad de que se debatan temas apasionantes y que rara vez confrontamos si esos hechos no son cometidos por personas importantes y mediáticas como Cutié. Más allá de que algunos se sientan ofendidos por sus conductas, que otros encuentren venganza en contra de la Iglesia Católica y que otros lo aplaudan, lo bueno es que nos ha permitido tener buenas, acaloradas y hasta jocosas conversaciones sobre él y sus actos.

Tal vez esto forme parte del primer capítulo de su libro que todos creen que llegará en algún momento. Lo importante no será éste, ya bastante conocido, sino todos los demás capítulos que será capaz de agregar.

mayo 07, 2009

Padre Alberto. Lo que no se dice

Los medios en Miami, especialmente la televisión y la radio, están de parabienes con el último escándalo de la Iglesia Católica referido a las fotos del padre Alberto Cutié a quien se le ve con una mujer en poses amorosas – y comprometedoras para un sacerdote – tirados sobre la playa y en el patio de un bar.
La comunidad, en su mayoría, salió apoyarlo y justificarlo por acciones que tal vez a algún curita de barrio, sin tanta popularidad no se le aceptaría.
Hay dos o tres cositas que no se dicen, a pesar de que su conducta despertó en la gente a encomiar a la Iglesia Católica a que hable de la conveniencia o no del celibato, lo que muchos consideran que es un tema tabú. Entre esas cosas que no se hablan, especialmente porque muchos medios y periodistas están justificando conductas del “padre amigo y colega”, están:

1) El padre Cutié cometió el desliz amoroso en un lugar público, por ingenuo o por intención, de ahí que ello ya sea noticia, especialmente por tratarse de una persona que ofrece consejos sobre sexualidad y abstinencia, por lo que no se debe culpar a la Iglesia a que expíe por esta conducta pecados terribles como el abuso de menores, ya que eso va por otro andarivel.

2) El padre Cutié es quien tomó la decisión de hacer público el escándalo con su conducta en una playa pública, denegando de esa forma el voto de la castidad que obliga a la regla – buena o mala, eso es otra cosa – del celibato. El lo escogió voluntariamente, y si quería desairarlo, hubiera tenido que pedirle a la Iglesia – voto de obediencia – su permiso para ser excusado.

3) Las fotos fueron tomadas en marzo y esto explotó a principios de mayo, por lo que quedan unas cuatro o cinco semanas en el medio, en las que él ofreció misa y otros sacramentos sagrados, donde tal vez sea el punto más importante de este escándalo. Es decir, sabido de su falta, a él no le importó seguir gozando de la confianza de los feligreses que atienden su parroquia, escuchan sus sermones o leen sus columnas en el diario.

4) Muchos dudaban de qué tipo de inclinación sexual tendría el padre Alberto. Muchos ahora están convencidos y otros todavía no.

5) Muchos medios y periodistas están ahora rasgándose las vestiduras tratando de favorecer la opinión de la comunidad para salvarse de los ratings, porque el grito de la comunidad es “quien esté libre de pecado que tira la piedra”. Lo que los periodistas, condescendientes con el rating no ven, es que en casos públicos con éste la obligación de publicar es una obligación ética, sin importar lo que piense o juzgue la gente.

6) Mucha gente en la comunidad pide que no se juzgue la conducta del padre Alberto, pero al mismo tiempo juzgan a la Iglesia Católica para poder justificarlo a él.
7) ¿Quién es la mujer? Todos se preguntan y se supone que los medios amigos del cura – es muy íntimo de periodistas que están en la farándula y el entretenimiento – saben quién es esa colombiana de 38 años y con hijos de pelo oscuro, pero no lo dicen para protegerla.

8) Será que pronto saldrá ella, como la madre del hijo del ex obispo y presidente paraguayo Fernando Lugo, ¿a revelar su identidad? ¿Será que los tiburones de Hollywood ya están detrás de la trama?

9) ¿Será que al cura Alberto lo suspenderán o él se quedará en la Iglesia, renovando sus votos de abstinencia y castidad, o será que emigrará a otra denominación religiosa que le permita casarse como la Episcopal o la Anglicana y mantener su fe católica?

10) Las autoridades eclesiásticas tienen la palabra ahora. Ya pidieron excusas a la comunidad, lo que no sonó para nada importante, teniendo en cuenta que la Iglesia antes no se apresuró a enmendar cuestiones importantes, sino que pecó por omisión, ante los abusos de sexuales de curas pederastas. Cualquier decisión que adopte la Iglesia, a favor de separar al cura o no, y cualquier determinación que adopte el cura, renunciar o seguir en el silencio de la oración, seguirán ahondando la controversia de unos besos públicos.

Por favor, ‘les agradezco que en la sección de Comentarios, agreguen otros puntos que crean que en este caso no se están viendo.
Muchas gracias

mayo 05, 2009

La Iglesia golpeada

Como si no estuviera golpeada demasiado, la Iglesia Católica recibió una nueva bofetada, luego de que su imagen se vio denigrada por las acciones del presidente paraguayo Fernando Lugo que por estos días está reconociendo hijos como si se tratara de Madonna y Angelina adoptándolos por Africa.
Esta vez el sopapo en plena cara de la imagen de la Iglesia Católica provino del sacerdote Alberto Cutié, párroco de una parroquia en Miami Beach y uno de los pocos – diría el único – que con su buena imagen, carisma, buena voz a través de Radio Paz y buena pluma en El Nuevo Herald, estaba elevando una imagen que la propia Iglesia dejó denigrar luego del escándalo de los curas pedófilos, hecho que en Estados Unidos alcanzó proporción de escándalo masivo, desde que se ventiló en 2001.
A Cutié lo descubrieron in fraganti en las playas de Miami Beach amarrucándose con una señorita a la que toqueteó, besó apasionadamente a toda hora y en distintos días, ya sea debajo de una toalla tirado en la arena como sobre sus faldas en un bar en plena madrugada y ante la mirada de los transeúntes. Cutié no negó las fotos y esta misma tarde del martes cuando se hizo público que 25 fotos, tomadas en tres días diferentes, serán publicadas por la revista farandulera TV Notas, se reunió con el arzobispo de Miami quien lo alejó de sus responsabilidades. Ambos, en mensajes aparte, pidieron perdón a la comunidad.
Como cuando siempre ocurren escándalos con la curia, la gente reaccionó – en general – y culpando que el mal de todos los males es el celibato, un tema que se ha mitificado dentro de la feligresía de la Iglesia y que es el chivo expiatorio de todos los males. Muchos piensan que si los curas se pudieran casar (es decir tener sexo) se acabarían todas las desviaciones dentro de la Iglesia; lo que termina siendo una apreciación bastante exagerada y distorsionada, teniéndose en cuenta que el mismo porcentaje de desviaciones sexuales – pedofilia, por ejemplo – ocurre entre pastores de otras denominaciones, como las protestantes.
Si bien la Iglesia es hora que revise su política del celibato – incluso para despertar mayores vocaciones de sacerdotes que por estos años están escaseando – el tema del padre Cutié debe ser visto desde otro ángulo. Simplemente por su falta de lealtad a la Iglesia, por la traición de la expectativa que él había creado sobre la Iglesia de Miami, por mentir flagrantemente a su feligresía, considerando especialmente que su especialidad era su mensaje (consejos) masivo a la sociedad a través de los medios de comunicación y, por último, y más sorpresivo aún, por haber cometido esta “infidelidad” con su Iglesia en un lugar tan público como la playa de su propia parroquia, casi tan estúpido como si una pareja infiel cometería adulterio en el patio de su casa.
Salvado las diferencias, el de Lugo pareciera ser un pecado menos grave, ya que lo cometió escondiéndolo, sabiendo que era algo malo y pecaminoso por lo que trató de ocultarlo, preservando la imagen; mientras que Cutié lo cometió con saña y alevosía, lo gritó a los cuatro vientos, como pensando sáquenme un par de fotos, muestren los trapitos al sol, si tener siquiera en cuenta las consecuencias que sus actos podrían tener en la sociedad. Un pecado grave.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...