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junio 02, 2014

De joven quise ser cura

De joven quise ser cura. Lo charlé seriamente con un amigo, ahora cardenal. Pero el celibato me disuadió de no entrar al sacerdocio, tradición que siempre consideré discriminatoria contra quienes concebimos que la vocación espiritual no es incompatible con formar familia propia.

Optar entre esas dos vocaciones me terminó por alejar de la Iglesia. Tengo conocidos que también tomaron la misma decisión, otros fueron curas y luego dejaron los hábitos para casarse y amigas que se hicieron monjas, pero tenían personalidad para sacerdotisas.

Creo que el celibato obligatorio es una tradición profundamente contradictoria con las enseñanzas de la Iglesia sobre la procreación y la familia. Por suerte, esta costumbre que arrastra y lastra desde el Concilio de Trento está de nuevo en agenda. El papa Francisco, la defiende, pero sabiamente autorizó la discusión. “Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta”, sorprendió al regresar de su reciente visita a Tierra Santa.

Esta máxima y la de “quien soy yo para juzgar” en referencia a los homosexuales, y otros excluidos que soltó el año pasado en Brasil, infieren una agenda cargada de cambios para los sínodos de obispos convocados para este 2014 y el 2015. Aún le falta soltar una frase más, algo más difícil, la que permita discutir el papel de la mujer, que a imagen y semejanza de las enseñanzas de la Iglesia, también se le permita ser sacerdote, asumir responsabilidades teológicas y liderazgo en la cúspide de una jerarquía eclesiástica que no puede pensarse solo de y para hombres. Todo esto, sin que la Iglesia deba renunciar a ningún dogma fe o verdad absoluta, sino solo derribar mitos y costumbres.

La “puerta abierta” no es producto de la casualidad. Francisco, cura de a pie, está muy atento al contexto. Todos sus gestos y símbolos, aunque parecen espontáneos, están cargados de intención y de mensajes. Desde la canonización reciente de Juan XXIII y Juan Pablo II y de Laura Montoya Upegui y María Guadalupe García Zavala, hasta su invitación a judíos, musulmanes y víctimas de curas pedófilos para rezar juntos en el Vaticano, tienen un propósito.

La frase que Francisco lanzó es la misma que argumentó Pietro Parolín días antes de que fuera designado secretario de Estado o número dos de la Iglesia. Y días después que recibió una carta de 26 mujeres italianas, entre enamoradas, casadas y con relaciones secretas con sacerdotes católicos, que fue inusualmente difundida por los medios del Vaticano. La carta estuvo bien pensada. Las mujeres no se mostraron ni provocadoras ni desafiantes, expresaron en buen tono su sufrimiento profundo y le exhortaron a Francisco que permita a sus esposos y compañeros seguir viviendo plenamente la vocación sacerdotal y sirviendo a la comunidad.

La exclusión que proyecta el celibato obligatorio tiene repercusiones prácticas en la vida de la Iglesia. Tras décadas en que las vocaciones sacerdotales siguen disminuyendo, se calcula que 100 mil curas fueron dispensados por el Vaticano para casarse en los últimos 40 años. Todos los años la dispensa se extiende a 700 curas, según l’Obsservatore Romano. Pero todavía peor, el celibato actúa como un agente disuasivo coartando la potencialidad de quienes sienten la vocación sacerdotal.

Es el peor lujo que se da la Iglesia, necesitada de pastores para estar más presente en todas las comunidades y, así, detener en parte un éxodo masivo a otras denominaciones religiosas. La mayoría no emigra en desacuerdo con las enseñanzas, sino por falta de servicios. En América Latina el catolicismo decreció del 81 por ciento en 1996 al 70, mientras que las denominaciones evangélicas crecieron del 4 por ciento al 22.

Es evidente que la Iglesia necesita cambios prácticos y de mentalidad. Francisco, ahora rodeado por obispos más progresistas, parece convencido. Ojalá que sus gestos ayuden para acabar con la discriminación de la mujer, para incluir a otros excluidos y para que el celibato sea solo opción y no mandato.

Esas exclusiones fueron costumbres y creencias creadas por los hombres que pudieron defenderse en otros tiempos y contextos, como aquellas que derivaron en la excomunión de Galileo y Juana de Arco. Pero ya no resisten. Los cambios, ahora necesarios, no tienen que ver con dogmas de fe, por lo que no deberían ser difíciles de implementar. 

septiembre 13, 2013

El celibato y la esperanza de la reforma

El papa Francisco sigue haciendo cambios importantes y una vez más es evidente que hay indicios de que la reforma de la Iglesia va en serio, tanto en cuestiones de conducción administrativa como de costumbres arraigadas, como es el caso del celibato obligatorio.
A todas las reformas que ha venido implementando, desde crear una cultura más austera hasta modificar los asuntos económicos y financieros que maneja el banco del Vaticano, tal vez la más audaz es haber retirado al cuestionado cardenal Tarcisio Bertone y nombrar a Pietro Parolin, como secretario de Estado.
Y lo mejor de estos días, es que Parolin, entrevistado por el caraqueño El Universal después de ejercer en Venezuela como Nuncio, abrió de repente las puertas para una discusión postergada en la Iglesia, el tema del celibato, al que bien definió como una cuestión que no es dogma de fe, sino una tradición que data del año 390 de nuestra era.
La admisión del tema ya es en sí un golpe duro para los conservadores de la Iglesia y es tal vez la forma en que Francisco, quien no se ha mostrado públicamente a muy a favor del celibato voluntario, quiere empezar la discusión.
Aunque el tema pareciera superficial ante otros grandes cambios que necesita la Iglesia – incluyendo la ordenación de las mujeres - es muy significativo, ya que abriría las puertas a las vocaciones frustradas, la de aquellas personas que no entienden por qué no se puede servir a Dios y a una propia familia al mismo tiempo.
Lo importante de Parolin y de Francisco es que ya han dicho que todas las reformas que se implementen en la Iglesia deberán estar imbuidas de un “espíritu democrático”, esto es, no solo de que se buscarán decisiones más colegiadas con la participación de todos los obispos o la jerarquía eclesiástica, sino también – y es lo más trascendente – que se escuchará a los fieles.

Parolin dijo que el celibato no obligatorio es un desafío para el Papa, pero confía en que habrá discusión. Seguramente de alcanzarse, será una reforma histórica, otra de las tantas que permitirán a Francisco crear un legado permanente.

julio 29, 2013

Árbol cayendo, bosque creciendo

Una de las mejores frases o metáforas del papa Francisco la pronunció en el vuelo de regreso del viaje a Río de Janeiro,  un viaje que nadie hubiera imaginado tan masivo, tan contagioso, tan inspirador.
En el vuelo habló por casi una hora y media con los periodistas, quienes lo zarandearon por montones de temas relativos a su papel en la reforma de la Iglesia, sobre corrupción, sobre la diferencia entre delitos y pecados, sobre el papel de la mujer en la Iglesia, sobre el aborto y sobre las personas homosexuales.
Pero cuando habló sobre que en la Iglesia hay gente mala pero mayoría buena, cuando los actos de corrupción molestan y llaman mucho más la atención que los actos buenos, Francisco expresó una metáfora que nos viene muy bien tener en cuenta a los periodistas:  “Ya sabéis que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”.
Dentro de la entrevista que concedió hay dos cosas que no me gustaron. Una, respecto a su visión de la mujer en la Iglesia y, otra, sobre su omisión al celibato. Este fue un tema que los medios trajeron a colación en Brasil después de que lo manifestara el teólogo Leonardo Boff, cuando se refirió a la necesidad de que el celibato no sea obligatorio sino opcional.
Sobre la ordenación de la mujer como sacerdote, aunque no entiendo las cuestiones dogmáticas de fondo, creo que es una cuestión de discriminación.  Esto es lo que dijo Francisco, lo cual me pareció que fue una respuesta de alguna forma evasiva: “Como dije a los obispos, sobre la participación de las mujeres en la Iglesia no nos podemos limitar a las mujeres monaguillo, a la presidenta de Cáritas, a la catequista… Tiene que haber algo más, hay que hacer una profunda Teología de la Mujer. En cuanto a la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado y dice no. Lo dijo Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada. Pero sobre esto quiero decirles algo: la Virgen María era más importante que los apóstoles y que los obispos y que los diáconos y los sacerdotes. La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor. Creo que falta una explicitación teológica sobre esto”.
Lo que sí me gustó es que Francisco fue astuto en no haber tocado en Brasil otros temas como el aborto y los matrimonios de personas del mismo sexo que lo hubieran distanciado. El Papa, en el avión de regreso dijo que “La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre eso, como tampoco hable sobre la estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos. Además los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia”.


julio 24, 2013

No es x católicos, sino x célibes

Francisco está desparramando por Brasil toda su personalidad. Tiene una especial conexión con los jóvenes a través de su simpleza y humildad terrenales. No solo los jóvenes católicos sienten ese “engagement” con el Papa, sino aquellos que lo miran desde la vereda cristiana de los evangélicos y quienes se declaran agnósticos o ateos.

Incluso aquellos que protestan por los gastos del Estado - los 57 millones de dólares que cuesta su visita, continuando los reclamos de estas semanas por los exuberantes costos de los estadios para el Mundial y las Olimpíadas – miran de reojo simpático al Papa, porque habla y practica lo mismo que piden ellos: que haya gobiernos y una Iglesia más comprometida con los pobres, menos corrupción, menos ostentación de la riqueza, más frugalidad, más acción.

Aunque estas Jornadas Mundiales de la Juventud se consideren especiales porque en Brasil la Iglesia Católica quiere reconectar y energizar a los jóvenes para que no emigren a otras religiones y sigan produciendo una sangría en el país más católico del mundo, el mensaje que está escuchando el Papa tiene que ver más con las reformas dentro de la Iglesia. Francisco seguramente está escuchando.

El mensaje no tiene que ver mucho ni con la corrupción ni con la pedofilia, dos temas que Francisco ya ha dado muestras de que está enfrentando desde que fue elegido pontífice. Tampoco tiene que ver con doctrina ni teología, sino con costumbres de siglos transformadas en tradición. Dos de ellas, muy importantes, como la ordenación de las mujeres y la opción por el celibato.

Los jóvenes católicos – según un sondeo reciente – en un 62% está a favor del sacerdocio femenino y 72% está en contra del celibato. En estos días, en un renacer mediático del cura Leonardo Boff, uno de los padres de la Teología de la Liberación que fue prácticamente proscripto por Benedicto XVI y Juan Pablo II, habló especialmente de la esperanza de reforma eclesiástica que trae Francisco y apuntó, como uno de los deberes, a que el celibato debe transformarse en una opción, no en una obligación.

Boff consideró que los 100 mil curas que salieron de la Iglesia Católica para casarse pudieran volver para seguir con su apostolado y vocación. Boff considera que sin la obligación del celibato en Brasil, donde solo hay 17 mil curas, se podrían tener los necesarios 120 mil sacerdotes.

Francisco debería escuchar este clamor pragmático de los jóvenes. El celibato es una tradición que entorpece cubrir las necesidades del servicio apostólico, espiritual y humano que él promueve, pero además coarta las vocaciones de quienes quieren servir a través de la espiritualidad católica y procurar su propia familia, dos opciones que no son para nada incompatibles.


En la encuesta entre los jóvenes, otras cuestiones pragmáticas también surgieron, aunque no tienen que ver con la tradición sino con la doctrina, por lo que probablemente serán temas que deberán quedar para un futuro muy lejano. Un ejemplo es que el 82% de los jóvenes está de acuerdo con los métodos anticonceptivos y un 62% a favor del aborto.

mayo 29, 2009

Cutié, una buena decisión; pero...

El padre Alberto Cutié siguió haciendo de las suyas y sorprendiendo a medio mundo con su incorporación a la Iglesia Episcopal. Aunque había dicho que estaba en un retiro espiritual y pensando sobre su futuro, algunos noticieros los sorprendieron en estos días en playas de California junto con su pareja, por lo que se presentía que ya se venía venir el “salto de fe”, como tituló esta mañana The Miami Herald.

No tardó mucho. Menos de lo esperado. Ayer, pomposamente, la Iglesia Episcopal lo acogió y mientras el trámite dure casi un año para que pueda celebrar misa, el arzobispo de esa denominación ya le encomendó tareas laicas para sanear una parroquia a la que se espera arrastrará a algunos de sus feligreses apostólicos romanos.

La decisión de Cutié fue buena. Viró hacia la Iglesia Episcopal en la que podrá ofrecer misa y casarse y tener una familia. Enhorabuena si es lo que le gusta y quiere. Pero cómo lo hizo es lo reprochable, ya que parece que ni habló con su arzobispo católico para dar el salto ni siquiera para informar sobre su decisión. ¿Tendrá razones tan valederas como para haberse “escapado” de la Iglesia Católica o ni siquiera haber notificado y esperado respetuosamente una dispensa que era obvia le darían?

Cutié volvió a fallar en las cosas terrenales. Está enamorado de los medios y de su imagen en ellos. Su sentido del yo volvió a imponerse por sobre el respeto a una Iglesia que le encomendó su imagen y mercadeo en la comunidad y a un montón de almas, algunas descarriadas y otras de buen vivir. Todo este proceso, desde las primeras fotos en la playa, hasta todo el circo montado por Univisión y los demás medios, está manchado de suspicacias y sospechas. Cutié no hizo nada bien y cada palabra que dice lo embarra cada vez más.

Si hubiera querido tal vez podría haber seguido sirviendo en la Iglesia Católica en otra condición; como diácono. Aunque claro, sería una profesión más humillante para un cura hecho y derecho, y tendría que salir a trabajar por fuera de la parroquia para ganar el sustento de su familia. Lo de estar en la Iglesia Episcopal le cierra mejor.

Hay gente confundida todavía que cree que el problema de Cutié es el celibato o, como lo hizo ver el arzobispo episcopal, que mejor que lo hayan sorprendido in fraganti con una mujer que con un varoncito, excusándose en los problemas de pederastia que la Iglesia ha tenido. Pero lo de Cutié no tiene nada que ver con eso, se trató de un simple problema de infidelidad, en este caso a los votos de castidad y a una tradición y costumbre que él abrigó voluntariamente. Entrar en la Iglesia Episcopal no lo hace inmune a pecar nuevamente.

Lo bueno de esta telenovela es que nos ha dado la oportunidad de que se debatan temas apasionantes y que rara vez confrontamos si esos hechos no son cometidos por personas importantes y mediáticas como Cutié. Más allá de que algunos se sientan ofendidos por sus conductas, que otros encuentren venganza en contra de la Iglesia Católica y que otros lo aplaudan, lo bueno es que nos ha permitido tener buenas, acaloradas y hasta jocosas conversaciones sobre él y sus actos.

Tal vez esto forme parte del primer capítulo de su libro que todos creen que llegará en algún momento. Lo importante no será éste, ya bastante conocido, sino todos los demás capítulos que será capaz de agregar.

mayo 15, 2009

La infidelidad de Alberto

Abofeteada y avergonzada por los escándalos sexuales de años recientes, esta semana la Iglesia Católica de Miami tuvo que poner la otra mejilla. La cachetada fue del padre Alberto Cutié, uno de sus hijos más dilectos y responsable de moldear a su imagen y semejanza la renovada cara de la Iglesia: carismática, moderna y comunicativa.
Tal vez por su popularidad y porque la Iglesia no saldó del todo sus cuentas con la sociedad por el abuso de menores, muchos pasaron factura inundando programas periodísticos para respaldar el desliz amoroso del cura con una mujer en las arenas públicas de Miami; una conducta que quizás no se le hubiera tolerado a otro religioso de más bajo perfil.
Muchos tomaron partido a su favor, acusando al celibato de todos los males sexuales que engendraron los curas desde el Concilio de Trento en 1563. Sin embargo, que éstos se casen o que puedan tener relaciones no resuelve los problemas de las desviaciones ni de la infidelidad, en algunos casos hasta los puede potenciar. Numerosos pastores protestantes casados son la prueba; están acusados de adulterio y sentenciados por delitos sexuales.
Tampoco el matrimonio es la solución a los descarríos amatorios. Hay pederastas y pedófilos entre los que se ven felizmente casados, así como relaciones incestuosas, pornografía infantil y violencia doméstica. En todo caso, la desaparición del celibato, un debate nada nuevo en la Iglesia, más que enderezar perversiones, permitiría aumentar el número de vocaciones (en Estados Unidos hay 40.600 curas, cinco mil menos que en 2000); aunque quizás para la Iglesia sería más urgente resolver la discriminación de las mujeres al sacerdocio.
Lo del padre Alberto no es un tema de celibato, sino de infidelidad. Tenía incluso más responsabilidad que otros sacerdotes, debido a su vida pública y porque le habían delegado la imagen y mercadeo de la Iglesia en los medios. Su conducta tiene el agravante de que la hizo pública y sin tapujos; y pudo tener el atenuante si hubiera pedido a sus superiores excusarse de sus deberes sacerdotales durante las semanas transcurridas desde que fueron obtenidas las fotos en febrero (o desde que empezó la relación) y publicadas en mayo.
El caso de infidelidad a los votos sacerdotales, como el del ex obispo paraguayo, Fernando Lugo, no debería generar culpas más que a las personas responsables. No se puede acusar de este incidente ni a la Iglesia ni al celibato ni a los periodistas. A pesar de los excesos, los medios tienen la obligación ética, aún a riesgo de perder simpatías o lectores, de dar a conocer los actos de personas públicas, especialmente cuando se reflejan incoherencias entre lo que se pregona y se practica. De ahí que muchas carreras políticas exitosas y cercanas a la Presidencia estadounidense, como los casos de Gary Hart y John Edwards, hayan quedado truncadas por infidelidad marital.
Más allá de las responsabilidades éticas y legales que cada uno tiene ante su profesión, lo que la publicación de los hechos sobre personas públicas permite a la sociedad, no es corregir o castigar la promiscuidad, sino sancionar la traición de la confianza depositada y evitar que esa mentira o engaño pueda ser reiterada.
La sabiduría popular, más allá del cansino dicho de “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, sabrá ubicar al cura Alberto cerca de la imagen de Bill Clinton, cuya infidelidad fue perdonada, o la pegará a la de políticos y curas cuyas figuras fueron castradas por hechos parecidos. La ubicación depende de cómo juzgue la gente su admisión anoche en Univisión de que es un cura con novia, enamorado, de su lucha interna por serle infiel a Cristo y de una relación más larga de lo que mostraron las fotos.
Sus declaraciones rompieron un silencio que parecía prudente y reflexivo. Ahora la Iglesia, ante su confesión pública, no tendrá otro remedio que tomar una decisión, por lo que hasta un posible debate por la eliminación del celibato no lo tendrá a él entre los protagonistas más directos. La Iglesia tiene por delante una difícil decisión. Cualquier medida que adopte generará un grupo de ofendidos y mucha desconfianza.
Lo paradójico y asombroso, en todo caso, es que este bullicio lo genere una persona que mucho hizo para devolverle a la Iglesia la confianza perdida tras tantos años de escándalos y abusos sexuales.

mayo 07, 2009

Padre Alberto. Lo que no se dice

Los medios en Miami, especialmente la televisión y la radio, están de parabienes con el último escándalo de la Iglesia Católica referido a las fotos del padre Alberto Cutié a quien se le ve con una mujer en poses amorosas – y comprometedoras para un sacerdote – tirados sobre la playa y en el patio de un bar.
La comunidad, en su mayoría, salió apoyarlo y justificarlo por acciones que tal vez a algún curita de barrio, sin tanta popularidad no se le aceptaría.
Hay dos o tres cositas que no se dicen, a pesar de que su conducta despertó en la gente a encomiar a la Iglesia Católica a que hable de la conveniencia o no del celibato, lo que muchos consideran que es un tema tabú. Entre esas cosas que no se hablan, especialmente porque muchos medios y periodistas están justificando conductas del “padre amigo y colega”, están:

1) El padre Cutié cometió el desliz amoroso en un lugar público, por ingenuo o por intención, de ahí que ello ya sea noticia, especialmente por tratarse de una persona que ofrece consejos sobre sexualidad y abstinencia, por lo que no se debe culpar a la Iglesia a que expíe por esta conducta pecados terribles como el abuso de menores, ya que eso va por otro andarivel.

2) El padre Cutié es quien tomó la decisión de hacer público el escándalo con su conducta en una playa pública, denegando de esa forma el voto de la castidad que obliga a la regla – buena o mala, eso es otra cosa – del celibato. El lo escogió voluntariamente, y si quería desairarlo, hubiera tenido que pedirle a la Iglesia – voto de obediencia – su permiso para ser excusado.

3) Las fotos fueron tomadas en marzo y esto explotó a principios de mayo, por lo que quedan unas cuatro o cinco semanas en el medio, en las que él ofreció misa y otros sacramentos sagrados, donde tal vez sea el punto más importante de este escándalo. Es decir, sabido de su falta, a él no le importó seguir gozando de la confianza de los feligreses que atienden su parroquia, escuchan sus sermones o leen sus columnas en el diario.

4) Muchos dudaban de qué tipo de inclinación sexual tendría el padre Alberto. Muchos ahora están convencidos y otros todavía no.

5) Muchos medios y periodistas están ahora rasgándose las vestiduras tratando de favorecer la opinión de la comunidad para salvarse de los ratings, porque el grito de la comunidad es “quien esté libre de pecado que tira la piedra”. Lo que los periodistas, condescendientes con el rating no ven, es que en casos públicos con éste la obligación de publicar es una obligación ética, sin importar lo que piense o juzgue la gente.

6) Mucha gente en la comunidad pide que no se juzgue la conducta del padre Alberto, pero al mismo tiempo juzgan a la Iglesia Católica para poder justificarlo a él.
7) ¿Quién es la mujer? Todos se preguntan y se supone que los medios amigos del cura – es muy íntimo de periodistas que están en la farándula y el entretenimiento – saben quién es esa colombiana de 38 años y con hijos de pelo oscuro, pero no lo dicen para protegerla.

8) Será que pronto saldrá ella, como la madre del hijo del ex obispo y presidente paraguayo Fernando Lugo, ¿a revelar su identidad? ¿Será que los tiburones de Hollywood ya están detrás de la trama?

9) ¿Será que al cura Alberto lo suspenderán o él se quedará en la Iglesia, renovando sus votos de abstinencia y castidad, o será que emigrará a otra denominación religiosa que le permita casarse como la Episcopal o la Anglicana y mantener su fe católica?

10) Las autoridades eclesiásticas tienen la palabra ahora. Ya pidieron excusas a la comunidad, lo que no sonó para nada importante, teniendo en cuenta que la Iglesia antes no se apresuró a enmendar cuestiones importantes, sino que pecó por omisión, ante los abusos de sexuales de curas pederastas. Cualquier decisión que adopte la Iglesia, a favor de separar al cura o no, y cualquier determinación que adopte el cura, renunciar o seguir en el silencio de la oración, seguirán ahondando la controversia de unos besos públicos.

Por favor, ‘les agradezco que en la sección de Comentarios, agreguen otros puntos que crean que en este caso no se están viendo.
Muchas gracias

mayo 05, 2009

La Iglesia golpeada

Como si no estuviera golpeada demasiado, la Iglesia Católica recibió una nueva bofetada, luego de que su imagen se vio denigrada por las acciones del presidente paraguayo Fernando Lugo que por estos días está reconociendo hijos como si se tratara de Madonna y Angelina adoptándolos por Africa.
Esta vez el sopapo en plena cara de la imagen de la Iglesia Católica provino del sacerdote Alberto Cutié, párroco de una parroquia en Miami Beach y uno de los pocos – diría el único – que con su buena imagen, carisma, buena voz a través de Radio Paz y buena pluma en El Nuevo Herald, estaba elevando una imagen que la propia Iglesia dejó denigrar luego del escándalo de los curas pedófilos, hecho que en Estados Unidos alcanzó proporción de escándalo masivo, desde que se ventiló en 2001.
A Cutié lo descubrieron in fraganti en las playas de Miami Beach amarrucándose con una señorita a la que toqueteó, besó apasionadamente a toda hora y en distintos días, ya sea debajo de una toalla tirado en la arena como sobre sus faldas en un bar en plena madrugada y ante la mirada de los transeúntes. Cutié no negó las fotos y esta misma tarde del martes cuando se hizo público que 25 fotos, tomadas en tres días diferentes, serán publicadas por la revista farandulera TV Notas, se reunió con el arzobispo de Miami quien lo alejó de sus responsabilidades. Ambos, en mensajes aparte, pidieron perdón a la comunidad.
Como cuando siempre ocurren escándalos con la curia, la gente reaccionó – en general – y culpando que el mal de todos los males es el celibato, un tema que se ha mitificado dentro de la feligresía de la Iglesia y que es el chivo expiatorio de todos los males. Muchos piensan que si los curas se pudieran casar (es decir tener sexo) se acabarían todas las desviaciones dentro de la Iglesia; lo que termina siendo una apreciación bastante exagerada y distorsionada, teniéndose en cuenta que el mismo porcentaje de desviaciones sexuales – pedofilia, por ejemplo – ocurre entre pastores de otras denominaciones, como las protestantes.
Si bien la Iglesia es hora que revise su política del celibato – incluso para despertar mayores vocaciones de sacerdotes que por estos años están escaseando – el tema del padre Cutié debe ser visto desde otro ángulo. Simplemente por su falta de lealtad a la Iglesia, por la traición de la expectativa que él había creado sobre la Iglesia de Miami, por mentir flagrantemente a su feligresía, considerando especialmente que su especialidad era su mensaje (consejos) masivo a la sociedad a través de los medios de comunicación y, por último, y más sorpresivo aún, por haber cometido esta “infidelidad” con su Iglesia en un lugar tan público como la playa de su propia parroquia, casi tan estúpido como si una pareja infiel cometería adulterio en el patio de su casa.
Salvado las diferencias, el de Lugo pareciera ser un pecado menos grave, ya que lo cometió escondiéndolo, sabiendo que era algo malo y pecaminoso por lo que trató de ocultarlo, preservando la imagen; mientras que Cutié lo cometió con saña y alevosía, lo gritó a los cuatro vientos, como pensando sáquenme un par de fotos, muestren los trapitos al sol, si tener siquiera en cuenta las consecuencias que sus actos podrían tener en la sociedad. Un pecado grave.

abril 24, 2009

Qué le pasa a los curas!

Hace uno días alquilé “Doubt” la película en que Meryl Streep protagoniza a una monja directora de una escuela que empieza dudar de la conducta pederasta del cura educador en el papel de Philip Seymour Hoffman. Tras su persecución y dudas sobre la malicia del sacerdote, éste termina siendo transferido a una nueva jurisdicción dándose a entender que seguirá “tapado” y seguirá destruyendo la vida de muchos chicos más.
Es la historia real de la gran denuncia que sacudió a la curia de Estados Unidos hace una década y en la que se responsabilizó, en muchos casos, a las autoridades eclesiásticas, que en vez de denunciar a los pederastas, los fueron traspasando de parroquia en parroquia y escuela en escuela.
Aquí en México, donde estoy en estos días, sucedió algo parecido pero con una vuelta de tuerca aún mayor. Se descubrió a una banda de pederastas que traficaban además con pornografía infantil entre los que se encuentra involucrado el cura párroco de Jalapa, una localidad de Veracruz. Lamentablemente, México, según las estadísticas, es el segundo productor mundial de pornografía infantil en el mundo, con 80 mil niños víctimas de pornografía y prostitución, según la UNICEF.
No se sabe todavía si el cura es realmente culpable o no. Sin embargo, lo que más llama la atención, son las sorpresivas declaraciones de la Conferencia Episcopal mexicana, que en boca de un obispo dijo que los pecados (¡delitos!) de pederastia y pornografía cometidos por curas, hacen que la gente los vea como “más humanos”.
En fin, entre esto, aquellos casos de Estados Unidos y lo que sucede con el ex obispo presidente paraguayo Fernando Lugo, quien habría podido incurrir en estupro de confirmarse varias paternidades que se le asignan con menores de edad, es indudable que el celibato es un tema que debe ser discutido y en forma urgente.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...