Francisco está desparramando
por Brasil toda su personalidad. Tiene una especial conexión con los jóvenes a
través de su simpleza y humildad terrenales. No solo los jóvenes católicos
sienten ese “engagement” con el Papa, sino aquellos que lo miran desde la
vereda cristiana de los evangélicos y quienes se declaran agnósticos o ateos.
Incluso aquellos que
protestan por los gastos del Estado - los 57 millones de dólares que cuesta su
visita, continuando los reclamos de estas semanas por los exuberantes costos de
los estadios para el Mundial y las Olimpíadas – miran de reojo simpático al Papa,
porque habla y practica lo mismo que piden ellos: que haya gobiernos y una
Iglesia más comprometida con los pobres, menos corrupción, menos ostentación de
la riqueza, más frugalidad, más acción.
Aunque estas Jornadas
Mundiales de la Juventud se consideren especiales porque en Brasil la Iglesia
Católica quiere reconectar y energizar a los jóvenes para que no emigren a
otras religiones y sigan produciendo una sangría en el país más católico del
mundo, el mensaje que está escuchando el Papa tiene que ver más con las
reformas dentro de la Iglesia. Francisco seguramente está escuchando.
El mensaje no tiene que ver
mucho ni con la corrupción ni con la pedofilia, dos temas que Francisco ya ha
dado muestras de que está enfrentando desde que fue elegido pontífice. Tampoco
tiene que ver con doctrina ni teología, sino con costumbres de siglos
transformadas en tradición. Dos de ellas, muy importantes, como la ordenación
de las mujeres y la opción por el celibato.
Los jóvenes católicos –
según un sondeo reciente – en un 62% está a favor del sacerdocio femenino y 72%
está en contra del celibato. En estos días, en un renacer mediático del cura
Leonardo Boff, uno de los padres de la Teología de la Liberación que fue
prácticamente proscripto por Benedicto XVI y Juan Pablo II, habló especialmente
de la esperanza de reforma eclesiástica que trae Francisco y apuntó, como uno
de los deberes, a que el celibato debe transformarse en una opción, no en una
obligación.
Boff consideró que los 100
mil curas que salieron de la Iglesia Católica para casarse pudieran volver para
seguir con su apostolado y vocación. Boff considera que sin la obligación del
celibato en Brasil, donde solo hay 17 mil curas, se podrían tener los
necesarios 120 mil sacerdotes.
Francisco debería escuchar
este clamor pragmático de los jóvenes. El celibato es una tradición que
entorpece cubrir las necesidades del servicio apostólico, espiritual y humano que
él promueve, pero además coarta las vocaciones de quienes quieren servir a
través de la espiritualidad católica y procurar su propia familia, dos opciones
que no son para nada incompatibles.
En la encuesta entre los
jóvenes, otras cuestiones pragmáticas también surgieron, aunque no tienen que
ver con la tradición sino con la doctrina, por lo que probablemente serán temas
que deberán quedar para un futuro muy lejano. Un ejemplo es que el 82% de los
jóvenes está de acuerdo con los métodos anticonceptivos y un 62% a favor del
aborto.