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agosto 29, 2015

Crisis de identidad en el periodismo

Así como Wikipedia cambió el mundo de las bibliotecas y Uber a la industria del taxi, el periodismo está atravesando un proceso de cambio brusco y complejo.

Toda evolución conlleva cierta crisis de identidad. La del periodismo está potenciada por un contexto híper informativo digitalizado, en el que se han borrado las fronteras entre medios de comunicación tradicionales y redes sociales, entre periodistas profesionales y periodistas ciudadanos, esos individuos que munidos de un teléfono inteligente todo lo captan y postean sin filtros ni criterio en Facebook, Twitter o Instagram.

Periodistas y medios siempre se jactaron de las reglas de la ética profesional para adoptar criterios sobre qué, por qué y cómo publicar. Hoy, muchas veces, no hay tiempo para pensar y decidir; medios y periodistas se ven superados por el liderazgo de los periodistas ciudadanos y de las redes sociales, y deben publicar de inmediato obedeciendo a las reglas del mercado y la competencia por las audiencias.

Ejemplo palpable sucedió esta semana. Los medios no tuvieron más remedio que tomar de Facebook el dantesco video que filmó el propio asesino de los periodistas Parker y Ward de Virginia. En circunstancias normales, los medios no lo hubieran publicado, ya sea por recato y respeto a los familiares de las víctimas, pero la viralización global del episodio no les dejó alternativas.

En una época en que todo es reality show y se viraliza, desde los degüelles publicitados por los terroristas islámicos para ganar adeptos o las denuncias de Edward Snowden y de Julian Assange, el periodismo atraviesa un trance complejo, lleno de cuestionamientos sobre su nuevo papel.

Estos interrogantes internos y externos a la profesión también se han potenciado porque, como en cualquier disciplina, hay profesionales en todos los extremos y de infinitos tonos: Excelentes – mediocres; humildes – arrogantes; honestos – corruptos; neutros – prejuiciados; imparciales - activistas.

Estos últimos suelen ser los más influyentes, formadores de opinión y representantes de comunidades que no tienen voz. Jorge Ramos en EE.UU., Jorge Lanata en Argentina y Jineth Bedoya en Colombia son algunos de ellos.

Ramos, que tiene a la inmigración como causa, cobró mayor notoriedad esta semana cuando Donald Trump lo expulsó de una conferencia de prensa justamente por confrontarlo por su desprecio hacia los inmigrantes, lo mismo que recriminó en vivo a Barack Obama por las deportaciones.

Ramos no es un periodista liso y llano, tiene agenda propia y nunca lo disimuló; pero después del incidente con Trump fue más activista que nunca: “Cometeríamos un error si no nos lo tomamos en serio (a Trump). Si llega a la Casa Blanca, la transformación de Estados Unidos sería brutal y tendría graves consecuencias para los latinos".

El activismo periodístico tiene precio. Los informadores que confrontan cara a cara con el poder, también suelen polarizar a la ciudadanía cosechando tantos amores como odios. Lanata es un personaje amado por muchos argentinos por su lucha frontal contra la corrupción, pero también es odiado por los simpatizantes de sus interlocutores y por aquellos que, al igual que sucede con Ramos, ven con desagrado que su altivez supere su conducta profesional.

La causa exacerbada o el activismo pueden aparentar cierta arrogancia, pero a veces no es más que el producto de la pasión, la rigurosidad, las confianza de sus fuentes y la valentía por confrontar a los poderosos e intocables.

El activismo conlleva riesgos. Bedoya, que abrazó la causa en contra de la violencia de las mujeres, luego de que fuera secuestrada y violada en represalia por sus denuncias periodísticas, vive rodeada de guardias de seguridad. En su caso, como en el de otros, el activismo no es un ideal periodístico y es peligroso, pero se hace necesario cuando otros géneros periodísticos, como la investigación y las denuncias, no alcanzan.

Aunque los activistas y la inmediatez de la información potencien la crisis de identidad, la profesión no tiende a desaparecer como pronostican algunos agoreros, sino que está en proceso de evolución. Ante tanta complejidad y sobre abundancia informativa, nunca se hizo más necesario que haya profesionales que descubran e iluminen la realidad.

marzo 15, 2015

La dualidad del internet: Para el bien y para el mal

Es difícil no estar agradecidos y frustrados al mismo tiempo con el internet y las redes sociales. Es que la web empoderó más libertades, pero también se transformó en una herramienta para la censura y el sometimiento.
En esta época digital, pareciera que todo tuviera la misma relevancia. Tanto da una selfie que se sacaron los jugadores de Boca para festejar un gol que viralizaron por Twitter, que los sanguinarios del Estado Islámico muestren por YouTube como arrojan homosexuales desde azoteas o que el presidente venezolano Nicolás Maduro haya detenido y procesado a siete tuiteros por criticar a su régimen.
Habrá que aprender a convivir con esta dualidad del internet y lidiar caso por caso sin caer en glorificarlo o condenarlo en forma general. Sobre la base de reencontrarnos con amigos de la infancia, acudir marchas de protesta, firmar peticiones, informarse y saberse vigilados o insultados, hemos aprendido que el mundo digital y sus redes son un medio nada más y que pueden usarse para el bien o para el mal.
Esta dualidad se vio plasmada en un caso concreto de la reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en Panamá. Claudia Gurisatti y Johnattan Balincieri de NTN24, explicaron cómo debieron lidiar con la censura cuando Maduro los expulsó de Venezuela. Lejos de amilanarse, NTN24 siguió informando a través de sitios web y redes sociales. Una y otra vez fueron bloqueados y censurados, pero con creatividad y tesón supieron resistir. Así, la cadena internacional no dejó de informar a los venezolanos.
A esta calidad dual del internet, que de igual forma sirve para censurar como para burlar la censura, el uruguayo Claudio Paolillo, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP la definió como el cuchillo de dos filos. Sirve para cortar un buen bistec como para coartar las libertades.
En todos los países se cuecen habas. En EEUU tal vez es donde más se ha notado como el internet ha cambiado la forma de hacer negocios y política. Los shopping Center han perdido gran parte de la clientela que ahora, más selectiva, prefiere comprar a través de Amazon que en Banana Republic. Y, por otro lado, la política ya no será igual. Barack Obama mostró el camino. Ningún candidato puede obviar el uso de las redes sociales para ganar elecciones; aunque también se observó a este gobierno manipular a Facebook e Instagram, para vigilar a los usuarios,  violentando datos y el derecho de los ciudadanos a la privacidad.
En su nuevo libro “La Nueva Censura: La batalla global por la libertad de prensa”, Joel Simon del Comité de Protección para Periodistas argumenta que nunca antes se habían visto tantas amenazas al trabajo de los reporteros. En esta era digital, se enfoca más en las amenazas que provienen de gobiernos elegidos en las urnas pero con rango de autoritarios, a los que llama “democratators” – Maduro y Rafael Correa entran en este rango - que se dedican a censurar, espiar, bloquear y perseguir a sus críticos por internet y redes sociales.
Cuba es un caso concreto de esta práctica vil de censura de Estado. Fue denunciado de manera peculiar este 12 de marzo cuando se celebró el Día Mundial contra la Censura en Internet. La organización Reporteros sin Fronteras puso en marcha su operación “Libertad colateral”, creando espejos de páginas webs en la nube digital para que todo el mundo pueda acceder a los sitios censurados. Yoani Sánchez, la famosa bloguera cubana dijo en la reunión de la SIP, que si bien el internet la ha liberado, también le ha servido al gobierno para rastrearla mejor, así como para perseguir y encarcelar a muchos de sus compatriotas internautas.
El internet ha traído historias de éxitos y fracasos. Desde el sitio Ipaidabribe en India para que los usuarios denuncien a funcionarios que sobornan o el de la periodista mexicana María del Rosario Fuentes, quien sigue desaparecida desde octubre pasado. Desafió a los narcotraficantes informando sobre sus actividades en su página de Facebook “Valor de Tamulipas”, denuncias que los medios tradicionales no se animaban a delatar por temor a las represalias.
Esto comprueba que el internet no es bueno o malo en sí mismo; sino que, como cualquier otro medio de comunicación, es una herramienta que puede usarse para el bien o para el mal. 

octubre 06, 2014

Hong Kong: La sublevación digital

Todas las revoluciones en la historia sirvieron para denunciar opresión y exigir libertad. Sin embargo, jamás esos derechos e insubordinaciones se habían expresado con tanta rapidez y espontaneidad.
La desobediencia civil del movimiento “Occupy Central” en Hong Kong, demuestra cómo las nuevas tecnologías, en especial redes sociales y teléfonos móviles, han potenciado la capacidad de convocatoria y organización de las masas.
En la ciudad más conectada del mundo, con 2.5 celulares por habitante y donde los 7 millones acceden a banda ancha y blue tooth indiscriminadamente, y los activistas usan drones para filmar sus protestas y divulgarlas por live streaming, más que de una “revolución de los paraguas”, se debería hablar de una sublevación digital.
El éxito de esta revolución no será de quien gane más calle, sino quien mejor use las tecnologías: Los manifestantes por amplificar mejor sus derechos o las autoridades por censurar en forma eficiente esos mensajes.
Para los hongkoneses la ecuación no es fácil. Debido a la censura que empezaron a experimentar en sus redes sociales y por virus cibernéticos que destruyen sus comunicaciones, recién ahora tomaron conciencia sobre los pesares que vienen sufriendo sus connacionales en China continental.
Los esfuerzos de las autoridades chinas por censurar son sobrehumanos, porque las redes sociales, los mensajes de texto o Whatsapp son menos vulnerables que los periódicos, radio o TV. En China Facebook e Instagram están prohibidas, y la censura es habitual en Weibo, el twitter chino. Una ley reciente castiga con tres años de cárcel a quien difunda rumores por la red; y casi todo puede ser rumor.
Desde la perspectiva de los líderes chinos la protesta también es difícil de digerir. Si no contienen las manifestaciones, pudieran contagiar luchas por más libertades tierra adentro. Y si las reprimen con gases pimienta y lacrimógenos, como ya sucedió, pudieran generar mayor adhesión interna y condenas internacionales.
Esta disputa entre censura y libertad es extensión de aquella realidad que el gobierno chino quiso tapar con el lema “dos sistemas, un país”, acuñado después que tomó posesión de Hong Kong en 1997 tras 150 años de dominio británico. Pese a sus promesas de mayores libertades, siempre se supo que tarde o temprano el gobierno autoritario de Beijín cortaría algunos de los derechos que siempre consideraron privilegios y que han negado a sus 1.300 millones de habitantes.
Tampoco hay que confundirse. El uso y euforia que despiertan las nuevas tecnologías no prometen resultados automáticos. La “Primavera Árabe” no logró más democracia en Medio Oriente, ni las marchas en Ferguson acabaron con el racismo en EEUU, ni los estudiantes chilenos consiguieron educación gratuita.
Esto demuestra que las redes sociales y las nuevas tecnologías son medios, no fines y que también pueden usarse para el mal: Para acosar, divulgar mensajes de odio, promover pornografía o como armas de propaganda de los terroristas. A YouTube, Facebook, Twitter o Google no les está resultando fácil bloquear y filtrar todo ese tipo de mensajes, por lo que hay que aprender a convivir con ellos.
De todos modos, lo importante de estas revoluciones digitalizadas es que están ayudando a crear una mejor cultura de la denuncia, en favor de la búsqueda de soluciones. Antes, las entidades de derechos humanos conocían los problemas, pero carecían de pruebas. Ahora, a las evidencias las aportan los usuarios que las retratan con sus móviles y las hacen virales en las redes sociales.
Es difícil predecir qué sucederá en Hong Kong. Los miembros de “Occupy Central” piden cada vez más y las autoridades otorgan cada vez menos. Además de elecciones libres sin interferencias del partido central, los activistas ahora quieren la renuncia al líder de la ciudad. Mientras tanto, desde China continental se amenazó con “consecuencias inimaginables” si las marchas prosiguen; una alusión subliminal al miedo que todavía provoca la masacre en la Plaza de Tiananmen, aquella protesta juvenil que también exigía más libertad y democracia.
Pero a diferencia de la oscuridad en la que se produjo aquella barbarie en 1989, ahora los jóvenes en Hong Kong están iluminados y protegidos por las nuevas tecnologías. Esa es la revolución. 

agosto 04, 2014

El "Me gusta" de Facebook

El “me gusta” se convirtió en la calificación más frecuente y decisiva con la que manifestamos nuestras emociones. La experiencia en Facebook revolucionó la forma en que percibimos la realidad y creó nuevas formas de expresión.

Todo (o casi todo) pasa por Facebook. Desde la campaña de solidaridad para que Helenita acceda a un trasplante de médula ósea, pasando por la masiva admiración femenina por el pintón ladrón californiano Jeremy Meeks o hasta el asesinato de la mexicana Lucila Reyes Villanueva que su yerno confesó a sus amigos.

La gente prefiere buscar noticias en Facebook, lo que obliga a los medios a incluir y adaptar sus contenidos para existir. A las marcas ya no les basta con hacer publicidad; saben que el poder no está en lo que comunican, sino en los comentarios de los usuarios. Una frase negativa que se haga viral puede destruir cualquier reputación, de ahí el celo de Coca Cola para monitorear los comentarios en las redes sociales y actuar previendo incendios.

Mark Zuckerberg, más allá de la ambición por aumentar la conexión global para reducir la pobreza y la desigualdad, siempre experimenta con su red social buscando que el usuario tenga una experiencia personal, exprese su identidad y se enganche con contenidos positivos (por eso no existe el “no me gusta”). El problema es que muchas veces se excede y debe recapitular.

Hace días fue blanco de una crítica severa por parte de las universidades. La polémica se generó luego que una revista científica publicó los resultados de un experimento en 2012 sobre conducta humana entre 700 mil usuarios. Facebook pudo conocer el alto nivel de contagio que generan los comentarios positivos o negativos en el estado anímico de los usuarios, y ver si ello conlleva a que la gente esté más o menos activa en esa plataforma.

El problema no fue el resultado – se hicieron varios estudios sobre cómo el suicidio se contagió en Suecia y Japón a través de las redes sociales – sino que Facebook no haya avisado sobre el experimento, tomando a los usuarios como conejillos de india.

De nada sirvió la defensa original de sus ejecutivos. Dijeron que en el acuerdo que firma quien registra una cuenta, se indica la posibilidad de estudios para entender mejor a los usuarios y así mejorar la experiencia en la red social. También es evidente, que Facebook no dice todo, ya que usa comercialmente esa información. Al saber mejor qué hace, cómo vive y qué preferencias tiene cada usuario, cambia algoritmos, dándole información a las marcas para que hagan publicidad más efectiva y haciendo que los usuarios paguen si quieren que sus posts lleguen a todos sus amigos y seguidores.

La crítica más vigorosa contra Facebook es que no toma los recaudos que tienen las universidades, que cada vez que hacen experimentos sobre conducta humana deben pasar por protocolos bien estrictos sobre metodología, ser autorizadas por consejos de expertos calificados y tener mucha transparencia.

El celo por la actitud de Facebook, tal vez sobredimensionado por los medios, es que esta red social, junto a otros monstruos del internet, como Google, Yahoo! o Apple, ha violado la privacidad, después de comprobarse que brindó información sobre los usuarios al gobierno de Barack Obama, en el contexto de la lucha anti terrorista y la seguridad nacional.

En defensa de Facebook, vale decir que en marketing siempre se están haciendo sondeos sobre preferencias de la gente, por lo que es difícil delimitar esa línea divisoria entre el bien y el mal. Máxime cuando la información sirve para incorporarse a las nuevas tecnologías y mejorar cómo vivimos. Por ejemplo, con sensores en pulseras, cintos o zapatillas, que miden la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea o los niveles de azúcar y que, en el futuro mediato, podrán calcular el nivel de depresión, el estado anímico o la autoestima.

Puede que la mala publicidad empuje a más jóvenes a emigrar a otras plataformas, aunque Facebook no desaparecerá, tiene más habitantes que China, su Instagram superó los 200 millones y su Whatsapp crece un millón de usuarios al día. Sin embargo, lo más interesante de la polémica, es que sepa - así como otras redes sociales – que también es vigilada y que existen límites cuando trata de jugar con las emociones y sentimientos de los usuarios. 

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...