Ojalá todos pudieran visitar
el Newseum o museo de las noticias en Washington, aunque sea una vez en la vida.
Para los políticos, sin embargo, y para quienes aspiran a un cargo público, la
visita debería ser obligatoria.
Como parte de una delegación
internacional de la Sociedad Interamericana de Prensa que se destacó esta
semana ante el Congreso estadounidense, no pude evadir la tentación. Por sexta
vez cumplí con el rito de pasar por el Newseum a recargar las baterías y
constatar cuán imprescindible es la comunicación sin censura para construir
democracia.
Es uno de los pocos museos
privados de la ciudad. Está ubicado entre la Casa Blanca y el Capitolio, por la
avenida Pennsylvania, a pocas cuadras de la Corte Suprema. Representa el cuarto
símbolo del equilibrio democrático, el de watchdog o contrapoder que ejerce la
prensa ante los poderes del Estado.
No es solo un rejunte de
trastes viejos – papiros, grilletes de esclavos, el primer satélite o las
fotografías Pulitzer - sino un espacio didáctico e interactivo para crear
conciencia sobre las cinco libertades de la Primera Enmienda constitucional. Cinco
libertades – de religión, de prensa, de expresión, de reunión y de petición -
que no se enmarcan como derechos ciudadanos, sino como deberes del gobierno, al
que se le prohíbe transgredirlas o censurarlas mediante leyes o acciones
directas.
Es una muestra de cómo el periodismo
libre, muchas veces antagónico y fiscalizador y, otras veces, pusilánime y
vacilante, refleja los grandes acontecimientos de la historia provocando profundos
cambios sociales, desde la abolición de la esclavitud a la caída del muro de
Berlín o desde la revolución causada por la imprenta de Gutemberg hasta la de Facebook
de Zuckerberg.
El Newseum exalta la
importancia del libre flujo de la información, ya sea mediante el periodismo incisivo
y entrometido o a través de redes sociales contagiosas y virales, y de cómo todos
vamos cambiando percepciones y decisiones.
Muestra como en 1965, con
2.213 soldados muertos, solo el 24% de los estadounidenses se oponía a la
guerra de Vietnam; mientras que en 1973, con 58.220 muertes la decisión de
terminarla fue inminente. En la actualidad, resalta la polarización detrás de
la decisión de prohibir el uso de la bandera confederada tras la masacre de
nueve afroamericanos en Charleston, si está bien que los policías usen cámaras
en sus uniformes como disuasivo para que no maltraten a los detenidos o si es
válido que el público trate de hacer justicia por sus propias manos
ciberacosando al dentista Palmer que mató el león Cecil en Zimbabue.
Desde mi percepción, lo más relevante
del museo es que retrata el alto grado de autocrítica que tiene el periodismo
estadounidense y la capacidad de la clase dirigente a tolerar la crítica y la
burla sin tomar represalias. Posiciones distintas que se observa en otros
países menos propensos al diálogo y al debate, donde existen presidentes como
Rafael Correa que persiguen a sus críticos y caricaturistas.
Visitar el Newseum sirve
para aprender a distinguir libertad de opresión, información de censura, y para
exigir a los gobiernos que respeten esas cinco libertades. En nuestra visita
posterior al Congreso, cuando los legisladores esperaban una andanada de
críticas a otros países, también debieron escuchar lo suyo. ¿O es que acaso
puede el gobierno de Barack Obama sellar un acuerdo con Cuba y reabrir
embajadas, sin que se le reclame a los hermanos Castro que dejen de oprimir esas
cinco libertades?
Claudio Paolillo, presidente
de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP, pidió a los legisladores que el
tema de las libertades de prensa y expresión no quede ausente de la nueva
agenda bilateral y que se le exija al régimen castrista la liberación de los
tres periodistas cubanos todavía encarcelados. Pidió, además, que impulsen el cumplimiento
de la Carta Interamericana Democrática en todas las reuniones
intergubernamentales, un documento que manda a los gobiernos de la OEA respetar
la libertad de prensa para construir democracia.
Así como esa Carta, el Newseum enseña que la libertad no es un concepto abstracto, sino una disciplina y deber que requiere compromiso y práctica; algo que muchos líderes y futuros dirigentes todavía no tienen incorporado.
1 comentario:
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