El presidente Hosni Mubarak apeló a lo que apelan los demás autoritarios, a las multitudes pagadas por el régimen, llevadas en autobuses y manipuladas para convertirlas en turbas que generan violencia y con ello miedo.
Así quedó demostrado hoy, cuando a la protesta de las multitudes egipcias que expresaban su aliento para que Mubarak renuncie, el gobierno le mandó una contra protesta de miles de personas, que identificadas como sus seguidores, atacaron a la multitud. La escaramuza no se hizo esperar, y entre medio de piedras, bombas molotov y machetazos, siete personas murieron y unas mil quinientas resultaron heridas.
Así como el chavismo, el castrismo o el peronismo de antaño o cualquier régimen nacionalista, el régimen de Mubarak desnudó su autoritarismo al organizar estas marchas en su apoyo mediante la manipulación de los empleados públicos y los adictos que por un par de monedas se prestan a gritar consignas a favor del mejor postor.
La fórmula del autoritarismo es fácil, nacionalismo, patriotismo y defensoría del régimen. Cuando sus políticas fracasan y los pueblos se levantan, generan la contra propaganda mediante la agitación de las masas las que son utilizadas para crear miedo y autocensura. La imagen no puede ser más que patética. Miles de egipcios, por miedo a perder sus vidas o ser agredidos, están abandonando sus reclamos por una mejor democracia y hasta los medios de comunicación internacionales y los corresponsales extranjeros fueron agredidos, detenidos y encarcelados.
El régimen de Mubarak se está mostrando en su plena dimensión.