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febrero 28, 2011

Internet, libertad, expresión


 Las protestas populares en el mundo árabe y las que a menudo se organizan en otras partes del mundo así sea en China o en Venezuela tienen un común denominador, más allá de que las peticiones de los manifestantes estén dirigidas a que haya reformas, más derechos para las mujeres, menos discriminación para grupos étnicos, menos corrupción, más empleos y democracia.

Nadie puede esconder que el internet se ha transformado en el vehículo más importante de expresión, un derecho que la gente vino reclamando por siglos en países dominados por gobiernos opresores, pero que nunca tuvo formas de cómo ser canalizado.

Ante las protestas en el mundo árabe organizadas y convocadas en Facebook y Twitter, y las que no se dan porque los gobiernos ya han emprendido algunas reformas como en Arabia Saudita o Siria o en China por temor a que les suceda lo que a Túnez, Egipto y Libia, es evidente que la revoluciones de esta década deberá atribuirse al empoderamiento de la gente a través del internet.

El internet ha acelerado los procesos revolucionarios porque expone los reclamos en una forma rápida, exponencial y ante una audiencia internacional que es a la única a la que los gobiernos opresores le temen. De ahí que los países menos iluminados, los más oscuros sean los más corruptos.

febrero 16, 2011

Hillary y la internet como arma


Después de que Washington tambaleó un poco sobre la decisión que tendría respecto al futuro del internet después del escándalo de los cables diplomáticos confidenciales que divulgó Wikileaks, ayer la canciller estadounidense, Hillary Clinton, dio muestras del compromiso inalterable de EEUU por defender la libertad a través de internet.
Es más, Clinton dijo que el gobierno invertirá 25 millones de dólares para apoyar en el mundo a blogueros que son restringidos y para encontrarle la vuelta a aquellos países que imponen filtraciones y bloqueos al internet, como China, Vietnam y Cuba y tratar de que el acceso a las redes sociales esté al alcance de cada vez más personas en el planeta.
Dijo ella que Washington usará el internet como un arma para promover la democracia. Es que en realidad, con la experiencia en Egipto y todos los demás países árabes con revueltas populares, se está demostrando que las redes sociales han ayudado en forma acelerada a proveer esperanzas de mayor libertad; y con mucho menos dinero que todos los esfuerzos que por décadas el gobierno norteamericano hizo con  otros medios como La Voz de América.

febrero 11, 2011

Egipto: resistencia y perseverancia 11-02-11


Hosni Mubarack por fin renunció. Más de 30 años en el poder autoritario quedaron en la nada tras 18 días de marchas pacíficas y democráticas. La represión cedió a la fuerza de la resistencia y de la perseverancia de cientos de miles de egipcios, la mayoría jóvenes, que tienen esperanza de una vida mejor.

Muchas lecciones entrega esta experiencia. La primera es la de la urgencia. Se logró el objetivo primordial y original de hacer que Mubarak renuncie. De ahora en más no terminó una experiencia traumática, sino que se abre otro nuevo capítulo, seguramente difícil y en el que se verá si el nuevo gobierno militar de transición podrá colmar las expectativas y aspiraciones de los egipcios; tema nada fácil que seguramente concitará más confrontaciones en días venideros.

La segunda es la de la importancia. Los egipcios mostraron al mundo que no hay régimen, por más opresor o solidificado que parezca, que no ceda a la fuerza de una multitud convencida y perseverante en sus objetivos.

La tercera es la del contagio. Los egipcios no fueron originales en su propuesta, sino que fueron contagiados por los tunecinos, de ahí que las voces de protesta y las revueltas saltaran también entre los jordanos, los palestinos, los iraníes, lo que evidencia nuevos aires en el Medio Oriente. Lo que todos se preguntan es si esta experiencia positiva encontrará réplicas más allá de esa región, ¿qué pasaría si los oprimidos se concentran en las plazas y se dejan estar hasta que los opresores caigan? Esta es una experiencia positiva donde reflejarse, pero también hay negativas que advierten y meten miedo, como la plaza de Tiananmen de los chinos o el maleconazo de los cubanos.

La cuarta es la de las nuevas tecnologías. Una vez más se comprobó la fuerza del internet, de Google (y de su ejecutivo Wael Ghonim, quien fue un líder entre los líderes de los alzamientos populares), la de la telefonía celular y de las redes sociales como Facebook, Twitter y tantas otras. Sirvieron tanto para iluminar la situación interna y para que se organicen los jóvenes y para convocar a la plaza Tahir en El Cairo, así como también para mantener al mundo informado y conectado.

La quita es la de la presión internacional. Ningún gobierno del mundo, por más amigo (como EEUU) o indiferente (Cuba) o enemigo del régimen pudo defender al régimen de Mubarak ante la presión de las multitudes que neutralizaron cualquier intento de apoyo si hubiera aparecido. La presión fue de carácter transitoria, por lo que finalmente el régimen, sin sustento ni respaldo de organizaciones intergubernamentales, se cayó de maduro.

La sexta es la de los medios de comunicación independientes. Por mucho que se diga de las nuevas tecnologías, esta batalla se pudo dar porque en Egipto, también hay lugar para medios de comunicación privada e independiente que respaldaron y convocaron a las multitudes en las marchas y convocatorias. Aunque las nuevas tecnologías jugaron un papel descomunal, las radios demostraron que son el medio por excelencia ya sea en revoluciones, catástrofes o desgracias.

febrero 10, 2011

Las revueltas de Egipto ¿Y Cuba?

La pregunta repica contra las sienes cada vez que un alzamiento popular lleva la esperanza de cambio para un pueblo oprimido. ¿Por qué los cubanos no se organizan como los tunecinos o los egipcios para tumbar al gobierno de los hermanos Castro, tanto o más represivo que el de cualquier país árabe?

¡No pueden! En contraste a ciertos regímenes árabes, en los que hay diferentes niveles de apertura, el cubano es hermético y asentado en una exitosa fórmula comunista contra el ser humano, basada en recluir, controlar y expulsar.      

La fortaleza del gobierno es proporcional al grado de restricción que impone. Nadie puede movilizarse ni por dentro ni hacia afuera de su geografía sin represalias. La Seguridad del Estado vigila todo y los propios vecinos de los Comités de Defensa delatan cualquier intriga. El miedo a perder el trabajo, la vivienda o la libreta de racionamiento, inmoviliza. Cada tanto, el sistema se purga abriendo la válvula de descompresión para evitar que los indeseables contagien al resto. Así sea reprimiendo la espontaneidad de las protestas como el “maleconazo” de 1994, permitiendo los éxodos masivos como el Mariel de 1981 o expeliendo hacia España a disidentes del Grupo de los 75. El cubano tiene poco entre que elegir: sumisión, destierro o cárcel.

Muchos gobiernos árabes conciben libertades y sector privado. Cuba no. El Estado es omnipotente en la administración de la pobreza y bloquea cualquier reunión, expresión o asociación. No hay sindicatos ni sociedad civil y el culto es todavía el opio del pueblo. La prensa es toda oficial, los teléfonos y el internet son bienes escasos, caros y manipulados. Las únicas movilizaciones permitidas las convoca el gobierno para azuzar el nacionalismo o para los artistas, quienes cantan por la paz, en vez de hacerlo por la libertad.

Es cierto que en Egipto la cadena televisiva qatarí Al Jazira fue censurada, los medios y periodistas extranjeros agredidos y el internet apagado. Pero la insurrección que empezó el 25 de enero muestra que fue incentivada por diarios y radioemisoras, privadas e independientes, contagiadas por revueltas en otros lados, y convocada por jóvenes con teléfonos móviles en mano y cierto acceso a las redes sociales.

Jamás esto fue posible en Cuba. Los corresponsales siempre fueron agredidos y restringidos, los disidentes golpeados, los periodistas apresados, Granma y Juventud Rebelde siempre destilaron propaganda, mientras los blogs y tweets de Yoani Sánchez son famosos en el exterior, pero adentro pasan inadvertidos. Pocos están informados y muchos desconectados.

Esa desconexión en Cuba es promovida por el Estado. Sólo un 10% de los 11 millones accede a telefonía móvil de mal servicio, y aunque ahora se instala el cable submarino con Venezuela, la banda ancha beneficiará solo a los elegidos. En Egipto, con 80 millones de población, hay más de 60 millones de celulares. Túnez tiene 9.5 millones de dispositivos, una cadena de TV privada y muchos diarios y radios son independientes. A pesar de los fundamentalismos, otros países árabes van en la misma dirección y hace rato que la libertad se filtra por las comunicaciones.

Cuando se apaguen las revueltas, se impondrán medios más libres, telecomunicaciones más privadas y elecciones más democráticas. En Cuba, en cambio, nada sucederá. Aislada de contagios, seguirá el camino que Human Rights Watch mostró en 2010, una nación cada vez más reprimida. El 2011 lo demuestra. Arrancó con el opositor Guillermo Fariñas varias veces en la cárcel.  Así, el régimen sigue generando miedo, incentiva la autocensura y evita que la espontaneidad de la protesta gane la calle.

A toda esta opresión, el gobierno cubano le suma un eficiente sistema de propaganda con el que ha sabido polarizar al mundo. En todas partes se intelectualiza sobre Cuba, por lo que cada hecho pierde espontaneidad, arrancando pleitos y pasiones. De ahí que la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata despertó pocas conciencias en el planeta, mientras la chispa de un vendedor ambulante inmolado en Túnez contagió fuegos por todas partes.

La lección de las revueltas árabes es palpable. Para que los cubanos ganen calle, libertad y cambios, primero se les debe reconocer su tragedia y, segundo, ayudar con más información y mejores telecomunicaciones y conexión.

febrero 02, 2011

Multitudes y turbas


El presidente Hosni Mubarak apeló a lo que apelan los demás autoritarios, a las multitudes pagadas por el régimen, llevadas en autobuses y manipuladas para convertirlas en turbas que generan violencia y con ello miedo.

Así quedó demostrado hoy, cuando a la protesta de las multitudes egipcias que expresaban su aliento para que Mubarak renuncie, el gobierno le mandó una contra protesta de miles de personas, que identificadas como sus seguidores, atacaron a la multitud. La escaramuza no se hizo esperar, y entre medio de piedras, bombas molotov y machetazos, siete personas murieron y unas mil quinientas resultaron heridas.

Así como el chavismo, el castrismo o el peronismo de antaño o cualquier régimen nacionalista, el régimen de Mubarak desnudó su autoritarismo al organizar estas marchas en su apoyo mediante la manipulación de los empleados públicos y los adictos que por un par de monedas se prestan a gritar consignas a favor del mejor postor.

La fórmula del autoritarismo es fácil, nacionalismo, patriotismo y defensoría del régimen. Cuando sus políticas fracasan y los pueblos se levantan, generan la contra propaganda mediante la agitación de las masas las que son utilizadas para crear miedo y autocensura. La imagen no puede ser más que patética. Miles de egipcios, por miedo a perder sus vidas o ser agredidos, están abandonando sus reclamos por una mejor democracia y hasta los medios de comunicación internacionales y los corresponsales extranjeros fueron agredidos, detenidos y encarcelados.

El régimen de Mubarak se está mostrando en su plena dimensión.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...