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junio 20, 2011

Brasil falla en materia de libertad


En Brasil existía la apariencia de que todo iba bien. Después de que se alejó Inácio Lula da Silva y asumió Dilma Rousseff, la nueva presidente hizo declaraciones bien rimbombantes a favor de la libertad de prensa y extendió un compromiso que la defendería y garantizaría.

Sin embargo, en el Congreso, los legisladores no están pensando de la misma forma. El Senado, con el aporte de sus integrantes y ex presidentes, Fernando Collor de Melo y José Sarney, se opuso a la aprobación de una ley de acceso a la información pública que había sido aprobada y girada en su momento por la Cámara de Diputados. Los senadores consideraron que la ley debía resguardar el “silencio eterno” de documentos públicos calificados de confidenciales. Seguramente, para resguardar actos de corrupción en sus propios gobiernos.

La ley, siendo demorada y manipulada en su esencia, corre el riesgo de que pueda ser estropeada, archivada o anulada, y con ello, se perjudicaría no a los periodistas, pero sí directamente a todos los ciudadanos brasileños.

Por otra parte, en el Congreso, todavía persiste la picazón contra la Corte Suprema de Justicia que el ante año pasado eliminó la ley de prensa de 1967, acabando con un tratamiento privilegiado y al mismo tiempo discriminatorio contra medios y periodistas.

También en el Congreso, varios legisladores, con la presión de grupos periodísticos sindicalistas, siguen empujando para que de nuevo se exija a los periodistas brasileños tener título universitario para ejercer la profesión, un requisito obligatorio que fue derogado por inconstitucional por el Tribunal Supremo, interpretando una opinión (además del sentido común) de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que estableció que la obligatoriedad de tener un título o pertenecer a un colegio de periodistas como condición para ejercer, viola en forma flagrante los principios elementales de libertad de expresión contenidos en el Art. 13 de la Convención Americana de los Derechos Humanos.

Es de esperar que el Poder Ejecutivo maniobre con presión e inteligencia al Congreso para que se puedan mantener las promesas presidenciales de que se respetará la libertad de prensa en el país.

junio 16, 2011

La potencia y liderazgo de Brasil


Brasil se afianzó como potencia económica y fuerza política mundial desde la apertura que propició el ex presidente Fernando Henrique Cardoso y el juicio político que destronó a su colega Fernando Collor de Melo, cuando se demostró que la democracia iba en serio.

Desde la anterior administración de Inacio Lula da Silva, sin embargo, la intención del país, como en el fútbol, es convertirse en un jugador de peso en el contexto internacional. De ahí que insista en ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, participar en todos los grupos de gobiernos desarrollados e influir en cada conflicto regional.

Por su bien manejada economía, traducida en una drástica caída de la pobreza y la extensión de la clase media, así como por su capacidad energética, Brasil es y será potencia económica. Pero esas fortalezas, ¿lo convierten en el país líder al que todos quisieran imitar?

La ecuación no es simple. El buen liderazgo trae consigo responsabilidades y Brasil todavía no termina de asumirlas. China vale como ejemplo. Acaba de desplazar a Japón como la segunda fuerza económica del planeta, pero por sus sistemáticas violaciones a los derechos humanos está muy lejos de ser el país ideal.

El desafío más acuciante para Brasil sigue siendo la corrupción, ubicado en el puesto 73 de 180 países del Índice de Percepción de la Corrupción según Transparencia Internacional. Un paso al frente fue la renuncia esta semana por enriquecimiento ilícito de Antonio Palocci, el ministro y hombre más fuerte del gobierno de Dilma Rousseff. Sus vicios no son nuevos, se remontan a la época en que debió dejar la cartera de Economía en la presidencia de Lula o luego como diputado federal, cuando su fortuna se multiplicó por 20.

Tampoco son únicos. El soborno, el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito están institucionalizados. Lo demuestran los ejemplos de los ex presidentes Collor de Melo y José Sarney, de muchos diputados y senadores, a quienes no se exige declaración jurada de bienes y se les permite negocios paralelos, y de muchos gobernadores y alcaldes que regentean sus regiones como caudillos, manipulando a las policías y con la complacencia de una justicia poco independiente.

La corrupción engendra problemas sociales graves. Es responsable del trabajo esclavo en minas y en el campo, y de la deforestación del Amazonas para la agricultura ilegal y el contrabando de madera. La deforestación se multiplicó por seis desde el 2010 y en los últimos dos años, se talaron más de 6.500 kilómetros cuadrados de bosque. Las mafias que operan en las tierras acaban de asesinar a cuatro activistas que luchaban contra de la tala ilegal, de un total de 125 amenazados de muerte, según la Comisión Pastoral de la Tierra.

La violencia y las muertes extrajudiciales no se detienen y siguen en la impunidad. Escuadrones de la muerte en el estado de Sao Paulo cobraron 23 vidas y también en 2010, en Río de Janeiro, la policía fue responsable de la muerte de 505 personas. Mientras tanto, en el interior del país, siguen siendo comunes las violaciones a los derechos humanos, desde asesinatos contra periodistas hasta restricciones a la libertad de expresión.

Para liderar, más allá de ser potencia económica, la presidenta Rousseff necesitará combatir esos males con la misma determinación que ha enfocado su lucha contra la pobreza con “Brasil sin miseria”. Un programa que invertirá 12 mil millones de dólares, hasta el 2014, para derrotar la situación paupérrima de 16 millones de personas que sobreviven con menos de 43 dólares al mes, en un país donde un 1% de la población controla el 46% de las tierras cultivables.

Con ese programa, y la continuación de “Bolsa familia”, implantado por Lula, Brasil tendrá un gran impacto y mostrará su liderazgo, exportando ideas y conceptos a imitar para combatir la pobreza, el hambre y la miseria que afectan a gran parte de la población del planeta. Si a ello le suma remedios y acciones sobre cómo combatir la corrupción, respetar los derechos humanos y cuidar del Amazonas como una reserva de la humanidad, Brasil, recién ahí, podrá graduarse de líder mundial.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...