Los regímenes autoritarios no tienen vergüenza en absoluto de abusar del poder y de las libertades públicas. Véase el ejemplo de Cuba que este fin de semana acaba de extender la dictadura de los hermanos Castro por 10 años más como si se tratara de una monarquía eterna.
Sin empacho, con poca vergüenza y dándose de distraído de los cambios democráticos que a la fuerza la población está arrastrando a los regímenes del norte de África y del Medio Oriente, Raúl Castro, planteó los límites de su gobierno en 10 años más, una medida que seguramente – como todas las que plantea su hermano Fidel y él – será de trámite automático en el VI Congreso del Partido Comunista.
El anuncio vino también como parte de los festejos del gobierno cubano por la derrota que infligieron hace 50 años a los exiliados cubanos, que apoyados por el gobierno estadounidense, lucharon por menos de 72 horas en lo que se denominó la Invasión de Bahía de Cochinos. Aquel episodio marcó al exilio cubano, con desazón y odio contra John Kennedy, un presidente al que identifican como quien los abandonó en plena lucha después de los esfuerzos de la CIA para recuperar su país.
Más allá de la historia, este domingo quedará marcado por el anuncio de prorrogar una dictadura de espaldas a las esperanzas de un pueblo que pide cambios políticos y mayor participación, algo que en la isla está vedado desde 1959.